Will & Grace, gracias por volver, os necesitábamos

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El hombre o la mujer aun no han inventado la máquina del tiempo, pero el cine y la televisión se están encargando de que no haga falta. Entre 2016 y 2017 hemos tenido en nuestras pantallas nuevas temporadas de Expediente XLas chicas Gilmore Twin Peaks, además de una continuación de Padres forzosos, por no hablar del éxito de productos nostálgicos de la década de los 80 como Stranger Things o la película It, y la llegada de secuelas tardías como Blade Runner 2049. Es decir, para volver atrás en el tiempo solo hay que ir al cine o encender la tele (o el ordenador o dispositivo móvil de preferencia).

Esta burbuja de los revivals y los reboots también ha propiciado el clima perfecto para el regreso de una de las sitcoms más queridas de finales de los 90 y principios de los 2000. No hablamos de Friends, cuyo muy hipotético revival no tiene apenas posibilidades de ocurrir, como ya han dicho sus estrellas por activa y por pasiva, y a pesar de la insistencia de los muchos fans que necesitan ver a los seis amigos de Manhattan reunidos de nuevo. No, nos referimos a la otra serie más exitosa del mítico Jueves de Comedia de NBC, Will & Grace, la revolucionaria y transgresora comedia creada por David Kohan y Max Mutchnick en 1998 que, aunque no tuvo tanta repercusión en nuestro país como en Estados Unidos, pasó a la historia como una de las series más vistas y premiadas de su época.

Once años después de su final original, Will & Grace regresa para adaptarse a un panorama televisivo que ella misma contribuyó a cambiar. Estamos hablando de una serie emitida en el prime time de una cadena en abierto durante los 90 con un protagonista gay (y un secundario robaescenas todavía más gay). Si bien es cierto que durante los ocho años que se mantuvo en antena no se libró de las críticas, sobre todo por el tratamiento de Will (Eric McCormack), al que no se le dejaba vivir el romance y el sexo con la libertad que sí disfrutaba Grace (Debra Messing) como personaje, no se puede negar que la serie avanzó la causa LGBTQ en televisión, contribuyendo a la mayor visibilización y la normalización que vivimos hoy en día. Pero como todavía queda mucho por hacer y cierto individuo de tez naranja está amenazando las libertades de tantas personas, Will & Grace ha decidido volver para reclamar su lugar de honor en la lucha por un mundo más tolerante, divertido, y sobre todo, más gay.

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Este otoño, el cuarteto maravillas formado por Eric McCormack, Debra Messing, Sean Hayes y Megan Mullally ha recuperado a los personajes que los convirtieron en iconos de la televisión y por los que consiguieron pleno de Emmys (Mullally tiene dos, los demás uno cada uno). Verlos en el primer episodio de la novena temporada, más de una década después de despedirnos de ellos, provoca una sensación extraña, incluso desorientadora (¿Dónde estoy? ¿Qué año es? ¿Qué está pasando?). Pero una vez pasados los primeros minutos, se transforma en tranquilidad y confort: es como si no se hubieran ido nunca, como si nunca hubieran dejado de interpretar a estos personajes. La facilidad con la que los cuatro se transforman de nuevo en Will, Grace, Jack y Karen y demuestran que siguen siendo cuatro monstruos de la comedia (sobre todo cuando están juntos) hace que todo miedo y duda acerca del revival se disipe: Will & Grace no ha vuelto en vano. De hecho, ha vuelto en el mejor momento posible.

Con Trump en la Casa Blanca, nunca son suficientes las voces en contra de sus políticas de opresión y represión, y Will & Grace ha sentido que la necesitábamos. El primer episodio del revival es un dardo envenenado a la administración Trump, media hora de comedia punzante y combativa en la que no se menciona ni una sola vez el nombre del presidente, porque no hace falta. La carga política de “11 Years Later” (dirigido por el mítico James Burrows, que se encargó de los 187 episodios originales y realizará también los nuevos) disminuye en los siguientes episodios, donde el cuarteto protagonista retoma sus neuróticas vidas y complicadas relaciones, ignorando por completo el divisivo final original (para ello se recurre al cliché noventero por excelencia: todo fue un sueño). El mundo a su alrededor ha cambiado (los móviles forman parte de su vida diaria, las referencias culturales han evolucionado), pero a grandes rasgos, ellos siguen siendo los mismos de siempre. En este sentido, lo más interesante de la “nueva” Will & Grace es ver cómo sus protagonistas lidian con el paso del tiempo y con la realidad de que ya no son tan jóvenes (aunque los cuatro estén envidiablemente fantásticos).

Ahí es donde Will & Grace suele sobresalir especialmente. Además de hacer reír a carcajadas con sus chispeantes diálogos y su magistral comedia física, siempre supo sacar provecho de las miserias, preocupaciones y excentricidades de sus personajes para rascar en la superficie de sus divertidas personalidades y salpicar la comedia con ocasionales momentos de drama, crudeza y contundentes dosis de realidad que la distanciaban de otras sitcoms mucho más amables. Will y Grace siguen viviendo juntos, inmersos en la misma amistad disfuncional que ejercía como núcleo de la serie original y que les impedía (y les impide) madurar y encontrar la estabilidad en el amor. Jack reniega de su pasado (no quiere saber nada de “Just Jack!”) y está explorando nuevas opciones profesionales (o eso dice) mientras se enfrenta a la nueva escena del sexo casual, negándose a quedar obsoleto por su edad. Y Karen… bueno, Karen es la bomba impredecible de siempre, tan cáustica, ofensiva e hilarante como hace once años, pero, eso sí, más republicana que nunca, y algo incompleta por la ausencia de su Rosario (Shelley Morrison se retiró hace años).

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Sin embargo, no parece que la serie se haya quedado estancada en el pasado, sino que lo está utilizando para examinar el presente y mirar al futuro. Por ejemplo, en el segundo episodio Will empieza a salir con un chico mucho más joven que él (Ben Platt). Cuando se da cuenta de lo desconectado que está el joven con la lucha por los derechos de la comunidad LGBTQ, Will renuncia al sexo con él para darle un sermón sobre lo que su generación hizo para que millennials y gen-Z disfruten ahora de mayor libertad para ser ellos mismos, sacrificando el placer personal por educar a las nuevas generaciones y que estas no se olviden del trabajo que nos queda. Es decir, Will & Grace está inevitablemente condicionada por el pasado (los cameos, uno de los mayores reclamos de la serie original, no pueden faltar), pero no permite que la nostalgia o el “cualquier tiempo pasado fue mejor” le impida avanzar y deja espacio para que sus personajes intenten madurar, por imposible que parezca (siguen siendo lo peor, y por eso los queremos tanto).

Por ahora, Will & Grace está funcionando excepcionalmente bien en los índices de audiencia y NBC la renovó para otra temporada antes del estreno de esta, de la que además extendió el número de episodios, de 10 a 16. La recepción ha sido generalmente positiva. Aunque es evidente que el formato de sitcom multicámara con público en directo se ha quedado anticuado, la serie consigue mantenerse fresca y mordaz gracias a la inigualable química de su reparto, sus afilados diálogos, la laxitud de la cadena dejándole ser (incluso) más picante que antes y su compromiso a la hora de reflejar la actualidad y denunciar la injusticia y la hipocresía. Pero por encima de todo, su capacidad para hacer llorar de la risa está intacta. Messing, McCormack, Hayes y Mullally siguen en plena forma y sus personajes tan geniales, graciosos e irreverentes como siempre, así que por mí, que Will & Grace dure ocho temporadas más.

Nuevas series 2016: Parte IV

Como sabéis, este mes estoy “testeando” las nuevas series de la parrilla otoñal estadounidense, y le toca el turno a una ronda exclusiva de networks. La competencia que siguen ejerciendo los canales premium unido al auge de las series de plataformas online hace que las cadenas generalistas se estén poniendo el listón más alto en muchos casos. De ahí que en las últimas temporadas hayamos visto cosas como American Crime en ABC, que es una de las mejores series en emisión actualmente (a la altura de lo mejor de HBO o FX). Pero aun así, la mentalidad de las networks sigue siendo la de realizar series para que duren muchas temporadas, procedimentales, casos de la semana, o lo que se les ocurra para justificar el estiramiento siempre que funcione en los índices de audiencia.

Es lo que ocurre con las series que reseño a continuación. Con todas menos una. Sorprendentemente el reboot de El exorcista es la mejor de esta tanda y uno de los mejores estrenos en abierto de la temporada. Las demás, tengan más o menos calidad, han nacido para durar lo que haga falta. Y esto, a priori, a mí ya me echa un poco para atrás, aunque cosas como The Good Wife me hayan demostrado que seguir el esquema de caso por semana semana no tiene por qué estar reñido con hacer una buena serie.

No Tomorrow

La nueva comedia de The CW no es exactamente una serie de caso a la semana, pero es algo parecido. No Tomorrow es la historia de una chica normal y corriente, Evie (Tori Anderson), que vive una vida normal y corriente, con un trabajo aburrido, sin riesgos ni sobresaltos, hasta que un día conoce a Xavier (Joshua Sasse), un espíritu libre que la anima a dejar su cuadriculada existencia y perseguir sus sueños (“No hagas lo que debes, haz lo que quieres”). ¿La razón? Que según él, el mundo se acaba dentro de ocho meses. Lógicamente, Evie cree que Xavier es un lunático, pero pasar tiempo con él le hace darse cuenta de que, efectivamente, está desperdiciando su vida haciendo lo que se espera de ella, y no lo que le hace feliz. Por eso decide seguir el ejemplo de Xavier y elabora una lista de deseos que cumplir antes del Apocalipsis, items que servirán de punto de partida para cada episodio. Sí. como Me llamo Earl pero en plan romántico/pseudo-fantástico.

Sin ser nada del otro mundo, el piloto de No Tomorrow se deja ver. Se trata de una comedia romántica que destila optimismo y ese aire awkward que le hace formar muy buen equipo con las otras dos comedias estrella de CW, Jane the VirginCrazy Ex Girlfriend (también recuerda a Las chicas Gilmore por su banda sonora, por cierto). La serie le da una vuelta de tuerca al hastiado tema del Apocalipsis (algo en la línea de lo que hizo recientemente You, Me and the Apocalypse sin repercusión alguna), al sempiterno triángulo amoroso, y al aun más manoseado carpe diem, y lo hace sin innovar demasiado pero con bastante encanto, humor excéntrico y el toque justo de estupidez. No creo que estemos ante la revelación de la temporada (ni se acerca al ingenio e inteligencia de Crazy Ex Girlfriend), pero a juzgar por el piloto, No Tomorrow puede ser un caramelito dulce y efímero, una válvula de escape libre de cinismo para románticos e idealistas. El hecho de que no sepamos si Xavier es un loco, si está enfermo realmente (como Evie especula) o si el Apocalipsis se acerca de verdad es un buen gancho para seguir viéndola.

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The Exorcist

Sorpresa. El reboot de El exorcista es mucho mejor de lo que esperábamos. De hecho es bastante bueno. En lugar de rehacer directamente el terrorífico clásico de William Friedkin, la serie de Fox ha sido concebida como una continuación, tanto en espíritu como narrativamente. Los hechos de la serie tienen lugar en el presente, pero esta conecta directamente con lo narrado en la película de 1973, a través de un pequeño guiño que puede pasar desapercibido: una noticia en la hemeroteca que menciona la muerte del Padre Karras. La historia se repite con una posesión en el seno de una familia de Chicago, los Rance. La matriarca, interpretada por Geena Davis, contacta con el padre Tomás Ortega (Alfonso Herrera) para que les ayude a enfrentarse al mal que se aloja en su hogar, lo que lleva al joven religioso a descubrir un vínculo personal con un exorcista retirado.

El piloto de The Exorcist es una muestra de cómo empezar bien una serie y de cómo hacer un reboot. El episodio recoge la esencia de la película, y reproduce su desconcertante y tensa atmósfera para inquietarnos y engancharnos sin mostrarnos demasiado antes de tiempo. Pero lo hace sin ser un calco, adoptando su propia identidad. La historia está contada con buen pulso, las interpretaciones son muy sólidas (Davis y Herrera prometen), el episodio es técnica y visualmente sobresaliente (fotografía y efectos muy por encima de la media), la música estupenda (sí, la pieza central de la película suena, y lo hace en el mejor momento), y además, da miedo, pero de verdad, algo que no suele ocurrir en las series de network (la impactante escena del exorcismo en México y sobre todo la visita al desván de Tomás son para aplaudir… para hacérselo encima y luego aplaudir). Es decir, The Exorcist es todo lo que Outcast debía ser y no es.

Entiendo que estemos hartos de que todos los días se anuncie un nuevo remake para el cine o la televisión, pero si algo nos ha enseñado Fargo y ahora esta (salvando las distancias), es que el problema no tiene por qué ser la falta de ideas, sino no saber cómo llevarlas a cabo con éxitoThe Exorcist es un ejemplo de que se puede hacer algo bueno a partir de una idea no original.

Timeless

Vamos a quitarnos de en medio el “elefante en la habitación”, la demanda por supuesto plagio de El Ministerio del TiempoTimeless, la nueva serie fantástica de NBC. Visto el piloto podemos afirmar que las coincidencias entre una y otra son mucho más que coincidencias. La cosa huele bastante a chamusquina, pero NBC/Universal no sacarían el proyecto adelante si no estuvieran bien amarrados legalmente. Timeless es lo suficientemente parecida a la española como para que nos demos cuenta y nos indignemos, pero también lo suficientemente distinta como para que no haya caso legal contra ella.

Dejando esto a un lado (si es que podemos), procedamos a valorar el piloto de Timeless por sí mismo (si es que es posible). El primer capítulo de la serie va directo al grano para mostrarnos lo que nos vamos a encontrar en ella durante el resto de la temporada. Las presentaciones de personajes y las explicaciones científicas alrededor de la máquina del tiempo ocupan el menor tiempo posible (literalmente, se sacuden con un “es demasiado complicado”) y la historia pasa rápidamente a la acción. Tres arquetipos andantes, diez segundos de teoría, y palante. O mejor dicho, patrás. De repente estamos en el pasado intentando detener el accidente del Hindenburg y pasándolo mejor de lo que esperábamos (y/o queríamos). Eric Kripke (Supernatural) y Shawn Ryan (The Shield) han elaborado un producto muy entretenido y eficaz, un buen cóctel de acción, drama y comedia con personajes con química y atractivos giros argumentales. La serie tiene cuerda para rato, y sus cimientos son lo suficientemente sólidos para que aguante. Ya veremos si lo hace.

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Conviction

Y terminamos con la que es sin duda la peor serie de esta tanda, y probablemente una de las peores que se han estrenado esta temporadaConviction. Tras la cancelación de Agent Carter, la efervescente Hayley Atwell encabeza esta serie procedimental de ABC que parece hecha con plantilla. Enésimo drama legal con protagonista carismática y poco ortodoxa que lidera un equipo de investigadores que se enfrentarán cada semana a un caso criminal, construido y solucionado siguiendo el Manual del buen procedimental (presentación de los hechos, investigación con callejones sin salida, falsos acusados y epifanía a cinco minutos del final que lo soluciona todo). Hayes Morrison (Atwell), abogada brillante e hija de un ex presidente de los Estados Unidos, se ve forzada a aceptar un trabajo en la “Conviction Integrity Unit” para evitar la cárcel por posesión de cocaína. Allí investigará casos en los que se sospecha que los acusados podrían haber sido condenados injusta o erróneamente (una premisa muy parecida a la de El guardián y con mucho en común con House).

El piloto de Conviction quiere encajar demasiadas cosas en cuarenta minutos, y resulta terriblemente forzado y confuso. Hay tantas cosas mal hechas en este capítulo que es mejor enumerarlas: 1. Sus diálogos van de ingeniosos o audaces pero son embarullados y no hay quien siga el hilo (más rápido no es sinónimo de más interesante o divertido). 2. Atwell tiene mucho talento, pero da pena ver cómo se malgasta en una serie así. Su personaje es un cliché con patas, la explotación de su cuerpo es increíble (sí, lo hemos pillado, tiene las tetas grandes), y su acento americano deja mucho que desear (una de las muchas cosas que conectan a Hayes con el Doctor House, cuya serie comparte productora con esta, Liz Friedman). 3. La química de los personajes es enormemente artificial, tanto del equipo como de la protagonista con su futuro interés amoroso, Eddie Cahill. Ya podían esperar a que el público los conozca y estos congenien de verdad (el piloto quiere adelantar el trabajo de una temporada y llegar directamente al momento en el que la dinámica grupal está asentada con la audiencia). 4. El caso de presentación no podía ser más aburrido, menos interesante y acumular más tópicos. 5. La música es de banco de sonido de ABC, tan clónica como el resto de elementos de la serie. 6. Por si la historia no estuviera lo suficientemente mal contada, el desastroso montaje del episodio la empeora aun más.

La serie nos presenta a una protagonista supuestamente compleja y a un grupo numeroso de personajes con secretos como para estirar tantas temporadas como Bones Castle (con las que se puede arrojar en el saco), pero ni yo me voy a quedar para presenciarlo, ni creo que la serie llegue muy lejos con la audiencia que está teniendo (la que se merece, vaya).

Nuevas series 2016: Parte I

Aquí estamos un año más. Un nuevo curso escolar que viene cargado de series de estreno. Pilotos que se suman a las series que ya seguimos y a las que tenemos acumuladas para convertir el mes de septiembre en el más estresante del serieadicto. ¿Qué nuevas series deberíamos catar? ¿Cuáles descartar antes de caer en la espiral de “ya que he visto X capítulos, voy a seguir aunque no me guste demasiado”? ¿Cuáles no tocar ni con un palo?

Este año, como los dos o tres anteriores, he hecho criba para ver solamente los pilotos que más me interesaban, ya fuera por su equipo creativo y artístico, su género, el hype o el buzz que han generado en Internet. Por ahora he probado con casi una decena de series, de las que selecciono cuatro para empezar a desmenuzar la nueva oferta catódica (en breve, la segunda parte). Y aunque los resultados varían bastante, en general se puede decir que está siendo un buen comienzo de temporada, lo que me hace pensar dos cosas. Uno, las cadenas, tanto networks como de cable o por Internet, se siguen poniendo el listón más alto y la burbuja de series de calidad continúa haciéndose más grande, sin saber cuándo explotará. Y dos: este 2016 me voy a quedar con más nuevas series que el año pasado, que cayeron como moscas, por lo tanto tendré que reducir mis horas de sueño a cuatro.

Sin más dilación, empiezo mi repaso a las nuevas series de la temporada. Estas primeras cuatro las pienso seguir viendo, así que podéis tomarlas como recomendaciones.

This Is Us

Drama al estilo de las historias corales de vidas cruzadas con un punto buenrollista y con mimbres para tocar la fibra más sensible y golpear duro al estómago. Habla de la conexión entre varias personas que nacieron el mismo día, lo que a priori recuerda inevitablemente a Sense8. Pero This Is Us no contiene ningún elemento fantástico (así como ninguna orgía, por ahora), así que se aleja bastante de la serie de las Wachowski. El reparto es una de sus mayores bazas: Milo Ventimiglia (que rompió Internet este verano enseñando el culo en el trailer) tiene una química adorable con Mandy Moore (que nos va a demostrar que es mejor actriz de lo que creíamos, ya veréis); Justin Hartley sorprende con un personaje con más aristas de lo que parece (y no lo digo solo porque se pase el episodio sin camiseta), un actor de sitcom harto de la vacuidad que define su vida; y creo que voy a emocionarme mucho con Chrissy Metz y su trama sobre la lucha contra la obesidad. Los protagonistas tienen 36 años, y estar más cerca de los 40 que de los 30 sin tener tu vida en orden (es decir, lo que le pasa al 90% de la humanidad) da para historias muy jugosas (y potencialmente deprimentes).

El piloto ha encantado al público y los índices de audiencia han sido muy buenos. A mí no me ha gustado tanto como al resto de Internet (me ha parecido un poco pastel), pero sí lo suficiente para ver unos cuantos capítulos más y hacerme una idea más clara de si es mi tipo de serie o no. Gustará seguro a los fans de Parenthood.

The Good Place

Serie creada por Michael Schur, que está detrás de algunas de las mejores comedias televisivas de la historia, The OfficeParks and Recreation The Comeback, protagonizada por Ted Danson y nuestra querida Kristen Bell, y con piloto dirigido por Drew Goddard (La cabaña en el bosque, Daredevil). Con esas credenciales, como para perderse The Good Place. Aunque tenga mucho que mejorar, la premisa es bien alocada y tiene potencial para rato: Después de morir, Eleanor Shellstrop (Bell) va a parar al “Buen Sitio”, algo así como el Cielo, pero nada que ver con lo que las religiones nos han vendido. Allí le espera una eternidad viviendo en una comunidad apacible y con todas las comodidades del mundo (yogur helado por encima de todo). El problema es que ha habido un error, y en realidad Eleanor no debería estar en el Buen Sitio, sino en el Malo, porque en vida fue básicamente la peor persona del mundo. Su presencia en el paraíso hace que el tejido de la realidad que lo sostiene empiece a resquebrajarse y ocurran fenómenos extraños (mariquitas gigantes, gambas voladoras) que amenazan con destapar el secreto de Eleanor.

El piloto (doble) de The Good Place es un work-in-progress. Mucho mejor la primera mitad que la segunda (salta demasiado a la vista que pasó bastante tiempo entre el rodaje de ambas) y en general algo inconsistente. Repleto de ideas muy creativas, ocurrencias visuales muy ingeniosas y coloristas, y diálogos inteligentes, pero que no funcionan al mismo nivel. Eso sí, imprescindible para los fans de Parks and Rec. Aunque son personajes hasta cierto punto opuestos, Eleanor tiene prontos a lo Leslie Knope, y el humor es muy afín al de la serie de Amy Poehler. Solo que en este caso la propuesta es mucho más disparatada y surrealista (atención a los fantásticos efectos digitales del primer episodio, todo un alarde de originalidad). Auguro una gran interpretación cómica por parte de Danson y Bell, y un reparto estupendo cuando la serie tome forma (la NBC ha encargado directamente 13 episodios, por cierto). Espero que no le pase como a Brooklyn Nine-Nine y sepa sacarse partido.

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Atlanta

Donald Glover se marchó de Community dejando desolado a Abed y a todos los espectadores de la comedia de Dan Harmon. Supuestamente, el actor se marchaba porque estaba teniendo una crisis artística y necesitaba concentrarse en su música y encontrarse a sí mismo. Después de un pequeño papel en Magic Mike XXL (gran cambio de aires donde los haya), Glover estrena su primera serie como creadorAtlantaY lo hace la cadena que nos está dando algunas de las mejores comedias de los últimos años, FX (hogar de LouieIt’s Always Sunny in Philadelphia).

Atlanta lleva pocos capítulos emitidos, pero son los suficientes para reconocer el gran talento de Glover como guionista y productor. No podría ser de otra manera, se formó en 30 Rock. Pero Atlanta no tiene nada que ver con la serie de Tina Fey. Es una comedia dramática sobre dos primos intentando sobrevivir en la escena rap de Atlanta mientras se enfrentan a sus decepcionantes vidas. La serie tiene diálogos brillantes y momentos divertidos, pero el tono es más cercano al del drama contemplativo, y es de esas series en las que parece que no está pasando mucho, pero está pasando todo. Glover está fantástico interpretativamente hablando y creo que vamos a conectar mucho con su Earn. La inteligencia y puntos de vista de su personaje (“la sexualidad es un espectro”), así como su actitud ante la vida (entre la apatía y la resignación, y con un adorable deje ganso a lo Troy Barnes), prometen muchas alegrías (y tristezas, que en este tipo de series también son alegrías).

Atlanta se puede adscribir a la nueva comedia millennial que tantas buenas series nos está dando (Girls, Master of None), pero ofrece un punto de vista distinto dentro de este género, el de la comunidad negra, la pobreza y el mundo del rap. No solo me quedo, sino que estoy seguro de que va a ser una de las mejores series de 2016.

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Better Things

Y para terminar, nos quedamos en FX, con la serie creada por Pamela Adlon (CalifornicationLouie) y el incombustible Louis C.K.Better Things. C.K. dirige el piloto, que muestra todas señas de identidad del genial humorista, por encima de todo esa fusión de acidez y dulzura, y el rechazo al convencionalismo narrativo (cualquiera diría que C.K. es el Godard de la tele actual). Better Things está hecha a base de viñetas, momentos sin necesaria correlación que se yuxtaponen libremente para contar una historia. Concretamente la de Sam, una actriz cuarentañera que sobrevive en Hollywood aceptando papeles de mierda mientras educa ella sola a sus tres hijasBetter Things se suma a la corriente de comedias feministas y nos demuestra (una vez más) el gran talento cómico de Adlon, solo que esta vez además le otorga una voz que tiene muchas cosas que decir. Algunas son chorradas que te harán reírte de las cosas más pequeñas, otras te tocarán la fibra existencial como hace Louie. Tan solo por la escena en la que Sam rompe el tabú de la regla y se adueña de él durante un discurso motivacional en el colegio de su hija, la actriz ya se merece una ovación en pie. Pero no solo ella, sino también las tres niñas que interpretan a sus hijas, que parecen de la escuela de los prodigios infantiles de LouieBetter Things ya me parece interesante, pero me quedo para ver lo buena que puede llegar a ser.

FX ya ha renovado Atlanta Better Things para el año que viene, así que la cadena confía plenamente en ellas, y después de ver sus primeros episodios, nosotros también deberíamos.

Pilotos 2015-16: Blindspot

Blindspot Jaimie Alexander

Como todos los años, en septiembre da comienzo la temporada alta de series, estallando por completo durante la segunda quincena, con un desorbitado número de pilotos que cada año cuesta más abarcar. Andy Samberg dijo más verdades que un santo en su número de apertura de los Emmys de este año. Too many shows, too little time!

Por eso, para superar la bulimia seriéfila, el año pasado ya inicié mi rehabilitación cuando decidí no ver todas las nuevas series del otoño (más vale tarde que nunca). No me arrepiento nada de aquella decisión, y este año pienso seguir por el mismo camino. Por eso no voy a cubrir todos los pilotos de la temporada 2015-16, solo aquellos que me llamen la atención, ya sea por su argumento, factura, buzz, creador o reparto. Con esto quiero decir que este especial de pilotos no será un recorrido completo por los estrenos de otoño ni una guía para serieadictos (dejo esa labor a otros blogs, que lo hacen mucho mejor y la mayoría tienen más redactores), sino una selección personal en la que dejaré mis impresiones sobre las series que empiece.

Habrá sobre todo series de network, las cadenas generalistas que renuevan sus parrillas en otoño y nos dejan el mayor aluvión de estrenos televisivos del año. Aunque también tendrán cabida los estrenos de cable, premium y plataformas online, claro. De hecho ya he inaugurado la temporada de pilotos en el blog hablando de The Bastard Executioner.

Bueno, al grano.

Blindspot - Season Pilot

Blindspot (NBC)

Solo fue necesaria una imagen para vender BlindspotJaimie Alexander (conocida por interpretar a Lady Sif en las películas de Thor), completamente desnuda y con el cuerpo cubierto de tatuajes saliendo de una maleta en medio de Times Square. La curiosidad por saber qué ocurría después y qué la llevó hasta ahí hizo que el estreno de Blindspot esta semana fuera un auténtico pelotazo en los índices de audiencia. Y no me extraña, la serie tiene una premisa muy atractiva (que no original) y su historia tiene todo lo necesario para enganchar a los espectadores: intriga y conspiraciones, acción, buena factura y una protagonista interesante (además de bellísima, hemos de añadir).

Sin embargo, la carta de presentación de Blindspot es de lo más formulaico que vamos a encontrar en la nueva remesa de estrenos. Es un piloto de manual que nos (sobre)explica la premisa de la serie (una mujer amnésica con el cuerpo lleno de tatuajes que son la clave para descifrar un plan malvado y con toda seguridad una conspiración mayor) y nos da un ejemplo de lo que vamos a poder encontrar en sus capítulos posteriores (y así hasta que se canse la audiencia). De hecho, al final del primer episodio se llega a pronunciar la frase “A alguien le gustan los juegos y esto es solo el principio“, toda una declaración de intenciones que hemos oído en muchos otros pilotos (The Blacklist por nombrar uno reciente). Uno de los tatuajes de esta Jane Doe sirve para resolver el primer caso y evitar una tragedia, y la protagonista “tiene el cuerpo lleno de ellos”, así que ya sabéis lo que podéis esperar de esta serie. Mucho “Caso de la semana” (o “Tatuaje de la semana”), investigación criminal (escenas de especialistas vomitando datos oportunos frente a un ordenador) y todo lo que suelen ofrecer los procedimentales de network, solo que con un arco central más atractivo y el gancho que supone descubrir la identidad y el pasado de la protagonista.

Por qué vi el piloto: Por Jaimie Alexander y la curiosidad que me daba la premisa (aumentada por la respuesta positiva de la audiencia).

Recuerda aPrison Break (por lo obvio), Dollhouse (porque Jane Doe es muy Echo y el misterio que la envuelve muy parecido, de entrada, al de la serie de Joss Whedon), el cine de David Fincher y en general las películas sobre asesinos y megalómanos que orquestan sus crímenes como juegos para el FBI.

Nota del piloto: 5,5

Veredicto: Lo siento pero yo me bajo ya. Jaimie Alexander es un buen reclamo y el piloto entretiene, pero no deja de ser la misma policíaca de network de siempre, con sus personajes tipo, sus tramas de investigación de usar y tirar y sus diálogos de stock. Uso mínimo de vuestra capacidad cerebral garantizado. Pereza.

Cómo Parks and Recreation nos ha hecho ser mejores

Parks and Recreation

Parks and Recreation dio comienzo en 2009 como un reemplazo tardío de midseason, y se postuló con tan solo 6 episodios (al más puro estilo British) como la nueva The Office. Las comparaciones eran lógicas e inevitables: se trataba de una workplace comedy sobre la vida oficinil de los empleados del departamento de parques y tiempo libre de una pequeña ciudad de Indiana, Pawnee; estaba rodada al estilo falso documental y su humor se basaba en gran medida en la observación del comportamiento humano, con extrañas interacciones sociales y momentos de “tierra trágame” (aunque nunca tan incómodos como los que tenían lugar en Scranton); por si eso fuera poco, su protagonista, Leslie Knope (la incomensurable Amy Poehler) era una especie de Michael Scott en versión mujer, una jefa bienintencionada y entusiasta que solía ponerse a sí misma en situaciones ridículas todo el tiempo. Ah, una cosa más, el creador de Parks and Recreation es Greg Daniels (junto a Michael Schur), que también produjo The Office. Qué casualidad, ¿no? Sin embargo, en el transcurso de las siguientes temporadas, Parks and Recreation salió progresivamente de la sombra de su “hermana” de NBC para encontrar su propia identidad y dar con su fiel audiencia, convirtiéndose en una de las series más queridas de los últimos años.

Como suele ocurrir con las mejores series, si Parks and Rec se convirtió en una de las comedias favoritas de la audiencia fue sobre todo gracias a sus personajes, uno de los repartos corales mejor compenetrados de la televisión. Y sobre todo gracias a su entrañable e hiperactiva protagonista, Leslie, icono catódico y modelo a seguir que nos ha proporcionado un pulso moral y ha marcado el camino para muchos y muchas a lo largo de 7 temporadas (tanto dentro como fuera de la serie). Pero tampoco podemos olvidar al resto de ciudadanos, funcionarios y “profesionales” de Pawnee, que han conformado un impresionante plantel de personajes recurrentes y han contribuido a que la ficticia ciudad de Pawnee (la mejor ciudad del mundo) pase a la historia de la televisión junto a Cicely, Stars Hollow o Springfield. Por eso, como no podía ser de otra manera, el final de Parks and Rec, “One Final Ride” (7.012-13), es un homenaje a los habitantes de Pawnee y la “familia” de Leslie Knope, una emotiva despedida en la que nuestra heroína (y aquí me estoy refiriendo tanto a Knope como a Poehler) se toma la molestia de decir adiós a todos, uno a uno, con lágrimas en los ojos; un “hasta pronto” lleno de abrazos y caricias que nos ha provocado un enorme nudo en el estómago.

Parks and Recreation

“One Final Ride” es prácticamente un “clip show” en forma y fondo, solo que los clips están formados por flash-forwards. Al más puro estilo Six Feet Under (salvando las distancias), el final de Parks and Rec nos conduce de la mano hacia el futuro de sus personajes, los principales y los secundarios más importantes, para desvelarnos el destino que les aguarda a todos. Este emocionante viaje nos lleva más lejos de lo que esperábamos y nos depara muchas sorpresas: April y Andy se convierten en papás (brillante gag el del parto de April maquillada para Halloween), Ann y Chris regresan con buenas noticias, Ron halla su trabajo ideal como solitario guarda del parque natural de Pawnee gracias a Leslie, Garry (¡Girgich!) es elegido alcalde de Pawnee hasta el final de sus días, Tom se convierte en orador motivacional y escritor de éxito, y mención aparte merece Craig -que estuvo a punto de cargarse la serie el año pasado, y ha sido reenfocado con éxito gracias a su terapia para controlar la ira. A lo que iba, Craig se casa con Typhoon, junto al que pasa el resto de su vida. No sé si sabíamos que era gay, pero lo dábamos por sentado. Y el hecho de que los personajes no se lo hayan cuestionado abiertamente ni se haya hecho referencia explícita al tema, para pasar directamente a su historia de amor con el peluquero de Ron, es uno de los detalles más fáciles de pasar por alto (porque se ha hecho bien, de forma totalmente natural), y por tanto más encomiables de la serie.

Esta series finale es sin duda el broche de oro perfecto para una historia que nos ha dado momentos inolvidables, lecciones de vida y reaction gifs para parar el mundo. “One Final Ride” está repleto de guiños (“I’m ready”), cameos (Joe Biden, el borracho del tobogán del piloto) y “huevos de pascua” (¡Star-Lord!), referencias ocultas y no tan ocultas a la trayectoria de la serie y el universo que ésta ha creado (Treat Yo Self, Gryzzl), que conforman un elaborado agradecimiento a sus seguidores y con el que se cierra ciclo tras una temporada que se ha dedicado casi exclusivamente a despedirse. Y es que la séptima no ha llevado el sobrenombre de “Farewell Season” a la ligera. Siguiendo el espíritu de Leslie Knope, Parks and Rec ha organizado los 13 episodios de la última temporada con “binders” e itinerarios estudiados minuciosamente, para llevarnos, con la excusa de una última misión del equipo de Parks, en un recorrido final por Pawnee en el que hemos podido ver por última vez al concejal Jamm, Joan Callamezzo, Jean-Ralphio y Mona-Lisa, Jennifer Barkley, Brandi Maxxxx, Shauna Malwae-Tweep, Perd Hapley, Ethel Beavers, etc; sin olvidar a Johnny KarateBurt Macklin Janet Snakehole.

Parks and Recreation

Lo cierto es que Parks and Rec se ha preocupado tanto este año de sellar el destino de sus personajes y no dejar ningún cabo suelto que le ha quedado una temporada algo deslavazada y distraída desde el punto de vista narrativo (muchas ideas y golpes geniales como siempre, pero poca forma en las historias), a lo que no ha ayudado que NBC la haya despachado en un abrir y cerrar de ojos, a razón de dos episodios por semana. El (brillante) final de la sexta temporada daba un salto hacia el futuro, y la séptima ha transcurrido principalmente en el año 2017 (geniales las perlas sobre el futuro de nuestra tecnología y cultura), una decisión arriesgada que no ha terminado de dar los frutos que se esperaba. Lo más curioso es que entre una temporada y otra, parece que también han pasado 3 años en la vida real. Sobre todo en los primeros episodios, en los que da la sensación de que Parks se está esforzando demasiado en ser Parks (como le ocurrió a Community sin Dan Harmon), o, en sus peores momentos, que regresa para una temporada de gracia después de ser cancelada hace tiempo (como Arrested Development). 2014 fue un año muy importante para varios actores de la serie, sobre todo para Poehler y en especial para Chris Pratt, que ha saltado al estrellato mundial gracias a Guardianes de la Galaxia. Tanto ha pasado fuera de Pawnee en un año, que a Parks se le ha olvidado un poco cómo ser Parks y a Pratt cómo ser Andy Dwyer. Afortunadamente, la temporada va recuperando poco a poco la magia (el precioso “Leslie and Ron”, 7.04, empieza a corregir la trayectoria), para despedirse de nuevo desde lo más alto, impidiendo que la serie acabe desvirtuándose, como le ocurrió a la propia The Office y tantas otras series.

Entre otras cosas, Parks nos ha hablado durante siete temporadas sobre la realización personal a través del trabajo, y las conclusiones principales del desenlace tienen que ver directamente con esto. Uno de los objetivos de la temporada final ha sido situar a todos sus personajes en el camino profesional adecuado. Y para ello, April, Andy o Ron se han puesto en manos de su/nuestra gurú, Leslie Knope. Ojalá todos tuviéramos una Leslie que nos dijera por dónde tenemos que ir para cumplir nuestros sueños y encontrarnos a nosotros mismos en el trabajo que realizamos. Si lo pensamos bien, esto es un arma de doble filo. El ambicioso mensaje aspiracional de Parks and Rec es muy valioso, pero también se puede malinterpretar en ocasiones: si no llegáis a lo más alto, no sois nadie. Afortunadamente, la serie nos sugiere diversos modos de triunfo a distintas etapas de la vida, y nos viene a decir que nunca es tarde para reencauzar nuestra carrera. Y lo hace además sin moralina, dejando que sus personajes resuelvan sus destinos por iniciativa propia -o eso es lo que ellos creen, Leslie maneja los hijos y los lleva a todos donde ella cree que tienen que ir, que, por supuesto, es siempre la decisión correcta.

Parks and Recreation

Porque todos pondríamos nuestro futuro en manos de Leslie Knope, una de las mujeres más fascinantes de la historia de la televisión. Como decía al principio de este texto, Leslie pasó de pazguata hiper-entusiasta que nadie se tomaba demasiado en serio a infalible modelo de comportamiento, una heroína moral que nos ha proporcionado ideales de conducta y ejemplo a seguir en todos los aspectos de nuestra vida, incluida la alimentación (todos sabemos que los gofres son la base alimenticia más imprescindible y las ensaladas son el mal). Como dicen, “Sé la Leslie Knope de todo lo que hagas“. Gracias a la trayectoria ascendente de Leslie (a pesar de los absurdos obstáculos y ridículos obstructores que trataban de achicarla), Parks and Rec se convirtió una de las series más feministas de la televisión, pero esto no ha impedido que sus lecciones vitales se apliquen a todos y cada uno de nosotros. Lo más destacable del discurso de Parks es que la serie ha encontrado la manera de “educar” al espectador sin resultar sermoneadora o condescendiente en ningún momento. No hay “agenda política” en su mensaje liberal, solo una propuesta: enriquecer nuestra sociedad fomentando la igualdad, el entendimiento y la colaboración, y apostando por encima de todo por la senda del bien: Parks no es la victoria de la mujer trabajadora que puede tenerlo todo (porque eso se sobreentiende), es simplemente el triunfo de las buenas personas.

Por eso, nos encomendamos a la filosofía Parks and Rec para ser la mejor versión posible de nosotros mismos y abogar por un mundo más justo y equilibrado. Aunque suene exagerado, Parks nos ha regalado una guía para la vida y una baliza moral en la figura de Leslie Knope, empleémosla a partir de ahora. El final de Parks and Rec deja abierta una cuestión que nos llevamos planteando desde hace tiempo: ¿Llegará Leslie a ser presidenta de los Estados Unidos? La respuesta es ambigua (si lo fuera Ben, también estaría bien, puesto que el respaldo mutuo es esencial en el knopismo), pero nosotros sabemos a ciencia cierta que su destino no es otro que la Casa Blanca. Porque queremos pensar que un mundo gobernado por Leslie Knope es posible.

Community: Evaluación continua (5.04-5.06)

Community - Season 5

Como casi todos años por estas fechas, las páginas especializadas en televisión se dedican a adivinar el destino que aguarda a las series en la cuerda floja. Llegado el mes de mayo, ¿cuál se salvará y cuál recibirá el hachazo? Atendiendo a sofisticados algoritmos que no solo tienen en cuenta los índices de audiencia, sino la relación entre la cadena y la productora de la serie, el fandom o las perspectivas de sindicación, páginas como TVbytheNumbers clasifican las series según sus posibilidades de supervivencia.

Si sois fans de Community, ya estáis más que acostumbrados a esto. Desde su primer año, la serie de Dan Harmon ha esquivado a la muerte cuatro primaveras seguidas. No hay temporada que no temamos por su cancelación, y ya estamos inmunizados (más o menos). Después de superar mil y un obstáculos (incluido el infame escape de gas del año pasado), Community se ha consolidado como una de las series con una audiencia más estable -aunque sea bajo mínimos- de NBC, y está a un paso (o dos) de conseguir lo que antaño se consideraba solo una utopía: #sixseasonsandamovie. Si embargo, se dice, se comenta que las cosas podrían cambiar este año, puesto que la serie ya ha superado el número de episodios necesarios para sindicación y los derechos pertenecen a otro estudio (Sony), al contrario que otras series de la cadena también en peligro. La idea de quedarnos tan cerca de la meta (porque para nosotros los fans de Community ha sido toda una carrera de fondo) asusta, pero no nos queda otra que mantener la esperanza, porque cosas más raras se han visto. Y casi todas en esta serie.

Dejando a un lado especulaciones que en el fondo no sirven para mucho, puesto que nuestra voz -la del espectador internacional que ve la serie descargándola por Internet para verla al día- no entra en la ecuación de las cadenas USA, dediquémonos mejor a hablar de la serie en sí. Y a disfrutarla mientras dure, claro. Ya hicimos un repaso a los tres primeros capítulos de la presente quinta temporada en este artículo, y si os parece bien, voy a contaros qué me han parecido los tres siguientes, con los que nos acercamos al ecuador del curso. ¿Aprueba con nota la quinta temporada de Community o no ha conseguido remontar tanto como esperábamos en esta evaluación continua? Veamos cómo se le han dado a los estudiantes de Greendale estas tres asignaturas del segundo trimestre:

Troy Polygraphy

5.04 “Cooperative Polygraphy”

Mi conclusión sobre el anterior episodio, “Basic Intergluteal Numismatics” (el del Ass-Crack Bandit), fue que era demasiado pronto para empezar con los “capítulos especiales”. Pero para lo que nunca es demasiado pronto es para un buen episodio botella. Los bottle episodes son tradicionalmente capítulos que, para abaratar costes y compensar episodios más caros, tienen lugar en una sola localización interior. Sin embargo, el principal propósito de este tipo de episodios en Community nunca ha sido ajustarse al presupuesto, sino explorar a los personajes en mayor profundidad y perfeccionar el arte del diálogo. “Cooperative Polygraphy” es una prueba más de que Community es muy buena cuando hace episodios especiales, pero es aún mejor cuando sienta a sus personajes en la sala de estudio durante todo el capítulo y deja que se sonsaquen los trapos sucios, se peleen y se sinceren hasta dejarse las entrañas en la mesa.

El anterior episodio terminaba con la noticia de que Pierce Hawthorne había muerto. “Cooperative Polygraphy” es un tercer grado orquestado por Hawthorne antes de marcharse al otro lado, para determinar si alguno de sus ex compañeros de estudios han tenido algo que ver con su muerte. Jeff, Annie, Britta, Troy, Abed y Shirley se someten al polígrafo para responder a las preguntas de Pierce, que desde el Más Allá sigue manipulándolos emocionalmente para que se ataquen los unos a los otros. Después de una serie de revelaciones que sacuden los cimientos del grupo, descubrimos que, como dice Troy, “Pierce solo está siendo Pierce”, y que su elaborado plan de ultratumba tiene un reverso luminoso: dejarles parte de su herencia. La ronda de preguntas, a cada cual más malévola y retorcida, nos deja innumerables y geniales momentos de “confesiones relámpago” al más puro estilo Friends (“¡Amo a Jacques Cousteau!”) pero en última instancia sirve para que estos personajes se conozcan mejor a sí mismos, y descubran gracias a Pierce los defectos que los limitan, así como los increíbles dones que poseen. Después del precioso y emotivo final de “Cooperative Polygraphy” (ese iPod Nano y esa tiara me hicieron llorar), Community nos recuerda algo que llevábamos mucho tiempo temiendo: Troy se marcha. Hablando de entrañas esparcidas…

Momentos de matrícula de honor:
“I didn’t just masturbate in the study room. I masturbated everywhere. EVERYWHEEEERE!!” (Chang)
“I only give money to homeless people when I’m walking with someone!” (Britta)
“Britta Perry, do you know that you hate yourself more than you should and that your passion inspired me?” “No” “That’s true, she didn’t know”

Nota: 8,5

Lava

5.05 “Geothermal Escapism”

Ya está, otro episodio high concept. Después de una parodia ambiciosa al cine de David Fincher y un genial bottle episode toca volver a poner patas arriba Greendale para levantar uno de esos universos paralelos nacidos de la imaginación de Troy y Abed. El mundo postapocalíptico de “Geothermal Escapism” recuerda al fuerte de almohadas y sábanas (y a Waterworld, evidentemente), pero en realidad no es más que otra manera de hacer un episodio de paintball, sin paintball. Puede que este “Geothermal Escapism” sea de todo menos original (¿te arrepientes de haber prometido no hacer más paintball, Dan?), pero es la manera que Harmon tiene de rendir tributo a la amistad de Troy y Abed antes de separarlos, con un episodio que ya había hecho varias veces, para volver a dejarnos ver el mundo a través de sus ojos.

Con “Geothermal Escapism”, Community apela de nuevo al niño (o al ser socialmente impedido, tanto monta, monta tanto) que muchos llevamos dentro, y que Abed representa. El suelo es lava y si lo tocas estás muerto. ¿Quién no ha jugado a esto de pequeño? Como es lógico, este juego se lleva a la máxima expresión, convirtiendo Greendale en un hostil erial de tribus chatarreras y tecnología cyberpunk. Y como es más lógico aún, el juego no es más que un ejercicio de negación, una excusa de Abed para retrasar la despedida de su otra mitad. En teoría, “Geothermal Escapism” es una despedida sentida y melancólica para Troy, pero en la práctica resulta un poco forzado, incluso artificial por momentos (incluso el “No, Britta, you’re the best” me pareció que provenía del guión, no de los personajes). El despliegue del episodio es sin duda encomiable, como suele ocurrir con este tipo de hiper-parodias, pero los sentimientos no fluyen de la misma manera que en el anterior capítulo. Aunque si lo pensamos bien, quizás sea porque no deben. Al fin y al cabo estamos navegando en el mundo de Abed Nadir.

Momentos de matrícula de honor:
Troy: I’m better at sex than Jeff, right? Britta: I’ve yet to have anyone worse.

Nota: 7

Community - Season 5

5.06 “Analysis of Cork-Based Networking”

Tras la marcha de Troy, Community debe probar las nuevas dinámicas de personajes, agitando el reparto de manera que los secundarios cubran el vacío dejado por él y por Pierce. Así, “Analysis of Cork-Based Networking” comienza con ocho personajes sentados alrededor de la mesa de estudio. Formando oficialmente el comité “Save Greendale“, los profesores Chang, Duncan y Hickey se unen a los cinco restantes del grupo original, inaugurando así una nueva etapa de Community (Dean Pelton no se ha prodigado mucho por la serie en estos últimos episodios). Annie se pasa todo el capítulo a dúo con Hickey, que aún sigue siendo un personaje unidimensional del que sabemos más bien poco (sinceramente, no es que esté muy interesado en saber de él), pero tiempo al tiempo, debemos dejar que las nuevas relaciones maduren. Duncan por otro lado añade una nota marciana y depravada muy divertida que espero conserven durante el resto de la temporada. Ahora que lo pienso, Hickey y Duncan son algo así como dos mitades de Pierce reencarnadas.

Por otro lado, el hueco que deja Troy es mucho más difícil de llenar. Abed sin Troy es como Epi sin Blas, como Max sin Caroline, como Will sin Grace. Pero las circunstancias obligan a recordar que Abed puede ser un personaje autosuficiente narrativamente hablando (lo fue al principio de la serie), o bien a buscarle una nueva pareja artística, que parece que es el camino que se ha elegido. Britta lleva mucho tiempo jugando a ser la tercera en discordia, y su química con Abed es muy sólida, pero parece que hay intención de sustituir a Troy con un “love interest”. Después de hacerle compartir unas cuantas escenas muy adorables con una chica sorda, Harmon rescata una de las pocas cosas buenas que nos dio el año del escape de gas: Rachel, la guardarropas interpretada por Brie Larson. Si hay alguien capaz de hacer que un emparejamiento de Abed con alguien que no sea Troy funcione, esa es Rachel. En general, “Analysis of Cork-Based Networking” es un episodio agradable, sencillo, incluso “normal”, que de vez en cuando se agradece, y contiene dos tramas muy divertidas: la parodia de Juego de Tronos, Bloodlines of Conquest, y el tema para el baile de mitad de curso,”Bear Down for Midterms” (Chang nunca falla). Del esperado cameo de Nathan Fillion no quiero hablar. Qué desperdicio más grande, por el amor de Joss.

Momentos de matrícula de honor:
“They really get the incest right” (Profesor Ian Duncan)
“Wait, dragons? Is that a spoiler? I just started season 1. I don’t start watching shows until they’re so popular that watching them is no longer a statement” (Britta)
“Welcome to the Labyrinth, kid. Only there ain’t no puppets or bisexual rockstars down here” (Hickey)

Nota: 7,5

Drácula (NBC): Deseo electromagnético

Dracula Jonathan Rhys Meyers

Mi relación con la nueva Drácula, adaptación de la obra de Bram Stoker por parte de NBC, ha sido tormentosa, caprichosa, y cambiante del primero al último de los diez episodios que han compuesto su primera (y quizás única) temporada. El piloto no fue la mejor carta de presentación, pero al menos parecía garantizar toneladas de camp para que la serie sobreviviese como placer culpable. No fue así, más que camp, la cosa era simplemente aburrida, monótona, insípida. Entonces vino el hate-watching. Hacia el capítulo 4 decidí quedarme sólo para ver qué nuevos horrores me tenían preparados. Pero para mi sorpresa, casi sin darme cuenta, me encontré disfrutando de la serie mucho más de lo que esperaba, y de lo que quería. Tras la estupenda season finale del pasado viernes, me quedo con ganas de más. Así que saco en conclusión que, a pesar de mi esquizofrenia como espectador, me he convertido en algo parecido a un fan de esta serie.

No os sabría desglosar detalladamente qué es lo que me ha atraído de Drácula, o mejor dicho, qué es lo que me ha convencido para que no huyera a la primera de cambio, pero si tuviera que achacarlo a algo en concreto, quizás sería al hecho de que la serie entra demasiado bien por los ojos. Desde su teatral ambientación del Londres victoriano (mucho cartón piedra, pero muy bien puesto, muy bonito) hasta el indudable atractivo de prácticamente todo el reparto, pasando por el lujoso vestuario y la excelente fotografía. La carnalidad y la seducción son elementos imprescindibles de la obra de Stoker, y en ese sentido, la serie hace un buen trabajo traduciendo en imágenes el deseo y la sensualidad que funciona como motor de los personajes. Los actores están escogidos por su indudable belleza y atractivo. Si no no se explica que alguien haya vuelto a confiar en el problemático y limitadísimo Jonathan Rhys Meyers (este también produce la serie, ahí puede estar la clave).

El incompetente actor dublinés interpreta a Drácula exactamente igual que a su Enrique VIII de Los Tudor. Claro que es muy probable que esto fuera justamente lo que se estaba buscando con esta nueva versión del personaje, un mujeriego descamisado que parece salido de una novela rosa. El resto del elenco cumple con los cánones de belleza que uno espera de una producción de estas características: la delicada y virginal Jessica De Gouw como Mina Murray, obsesión de Alexander Greyson (alter ego americano de Drácula); el magnético Oliver Jackson-Cohen como Jonathan Harker; la keiraknighleyana Katie McGrath como Lucy Westenra; y los más maduros, pero igualmente atractivos Thomas Kretschmann como Van Helsing y Victoria Smurfit como la precursora de Buffy cazavampirosLady Jayne Wetherby, dama de alta alcurnia de día, slayer de noche.

Dracula - Season 1

El mayor error de Drácula, y la razón por la cual no ha conseguido conectar con la audiencia (además de porque se ha emitido en la franja horaria mortal de los viernes), es su enfoque semi-alejado de la fantasía y centrado en temas en principio menos llamativos como los trasuntos socioeconómicos y protocolos sentimentales a finales del siglo XIX. Es probable que la gente se acercase a la serie esperando una de acción y terror y saliese espantada al encontrarse con un drama de época sobre patentes de electricidad y reuniones de empresarios. Y no les culpo, obviamente. Pero dándole una oportunidad (o dos), Drácula demuestra que es capaz de remover estómagos y agitar otros órganos, ya sea con una esplendorosa violencia gráfica en la línea de Hannibal (desafiando los límites de las networks), abrazando el romanticismo más afectado o a base de excitante libertinaje y puro sexo animalDrácula es mejor cuando se pone cachonda y explora el deseo prohibido. Cuando hace honor a uno de los sobrenombres de DráculaVlad el Empalador, entre sábanas de seda, en lugar de en los callejones oscuros de Londres.

A pesar de sus fallos, Drácula ha supuesto un entretenimiento extrañamente adictivo, una relectura diferente de una historia que conocemos de sobra, una que ha añadido dimensiones a sus personajes femeninos para contar un relato de pasiones y traiciones más afín a la sensibilidad moderna. Y aunque lo más destacable de Drácula hayan sido los escotes esféricos, las lenguas sedientas de carne, las anatomías perfectas a la luz de las llamas, o los rituales de apareamiento en general, la sangre sigue siendo de capital importancia. A veces por recorrer esos cuerpos y reforzar el erotismo de la serie, a veces para demostrar que hoy en día NBC es la cadena en abierto más arriesgada y entregada al modelo serial de las de pago. Las escenas de acción y violencia en Drácula son tan escasas como potentes e impactantes, y su compromiso con el exceso y la provocación nos hace desear una segunda temporada con muchas más decapitaciones de vampiros, desgarros de piel y baños de sangre.

Community 2.0

Lo de Community no es normal. Cuando una serie pasa por lo que ha pasado la comedia de culto de NBC, lo más lógico es que no haya marcha atrás y se acabe hundiendo (lo que le está pasando a Raising Hope). La cadena despidió a su creador y showrunner, Dan Harmon, después de una sonada pelea con Chevy Chase, y lo sustituyó por dos guionistas, David Guarascio y Moses Port. Tras el fracaso artístico (en índices de audiencia no bajó demasiado, sorprendentemente) que supuso la cuarta temporada, Guarascio y Port lo dieron por imposible y renunciaron al puesto. Exceptuando un par de episodios más o menos a la altura de lo que esperamos de nuestra Community (“Conventions of Time and Space”, “Herstory of Dance”), los dos showrunners desempeñaron su trabajo desde el ángulo erróneo: en lugar de dejar que la serie evolucionase bajo su tutela y encontrase una nueva voz, se empeñaron en clonar la Community de Dan Harmon.

CommunityEl resultado fue una pobre imitación en la que todo resultaba forzado, caricaturesco y vacío. Nosotros les agradecemos el esfuerzo de corazón. La verdad es que se enfrascaban en una batalla ya perdida y aún así le pusieron empeño. Pero el triunfal regreso de Community en 2014 ha demostrado que Community sin Dan Harmon no es Community. Es… la cuarta temporada de Community. Con la mosca cojonera de Chevy Chase fuera de la ecuación, Harmon recupera la custodia de su niña y vuelve para reestablecer el orden (o el dulce caos) en su serie. Borrón y cuenta nueva (y changnesia selectiva para no acordarnos de la cuarta). Ya era hora de que los de Sony se dieran cuenta de que con esta serie, y aunque nos duela en el fondo, es mejor perder a una de sus estrellas que a la persona que hace que funcione (y digo esto preparando ya los kleenex para cuando Donald Glover desaparezca). Community nunca ha sido normal, nunca ha querido ser normal, y su accidentada trayectoria, muerte y resurgimiento de las cenizas es prueba de ello.

Ya hemos visto tres episodios de la quinta temporada de Community, y a pesar de unos cuantos peros, el balance es positivo. Damos la bienvenida a Community 2.0. No es exactamente una nueva serie, pero sí es un nuevo comienzo. Community vuelve a ser la obra de un excéntrico autor que yerra tanto como acierta, un experimento televisivo autoindulgente que en lugar de alienar a sus espectadores, los abraza y los pellizca. Harmon ha vuelto, y con él regresan las almas de sus personajes, después de pasar un año en el limbo dejando a los Greendale Seven como carcasas vacías. Estamos a un paso de conseguir lo que creíamos que era una utopía: el #sixseasonsandamovie. A continuación os dejo con una breve opinión de los tres episodios de la quinta temporada emitidos hasta la fecha:

Community - Season 5

5.01 “Repilot”

Con “Repilot“, Harmon lleva a cabo un ejercicio de deconstrucción, casi de destrucción, necesario para seguir adelante. No es que ignore todo lo ocurrido en la cuarta temporada (afortunadamente sí hace como si lo de Britta y Troy nunca hubiese pasado), pero se da prisa en quitárselo de en medio para no subyugar la nueva temporada a las consecuencias de la anterior. Hay continuidad, desde luego, pero Harmon se queda con lo que le conviene, atribuye los errores y salidas de tono del año pasado a “un escape de gas” (a partir de ahora, la cuarta temporada es oficialmente el “Gas Leak Year”) y se evita más de un problema dando un considerable salto hacia delante en el tiempo.

“Repilot” plantea una versión más oscura y deprimente de Community. Es incluso peor que la Darkest Timeline: los protagonistas se graduaron, se separaron (lógicamente) y ahora tienen trabajos por debajo de sus expectativas (¿qué esperaban?) o miran la vida pasar. Al igual que en el piloto de 2009, Jeff los vuelve a juntar (y al igual que en 2009, ese no es su principal propósito). El plan de Jeff y el desarrollo del episodio es algo confuso, pero lo que importa es el resultado: los Greendale 7, ahora Greendale 6, vuelven al campus, vuelven a estar juntos, que es como deben estar siempre. Por supuesto, “Repilot” no escatima en metarreferencias (Abed y Scrubs) y la autorreflexividad vuelve a ser usada correctamente, como en la brillante escena en la que Jeff se pregunta qué ha pasado para que Britta pase de ser una guerrillera a la tonta del grupo o para que la personalidad de Troy haya sido absorbida por Abed. No confundamos esto con un golpe bajo a la cuarta temporada (para eso ya está lo del Gas Leak Year o lo de “No haberos gastado tanto en efectos”). El problema viene de mucho antes, y esto es un mea culpa de Harmon en toda regla. Que el grupo queme la mesa de estudio (aunque sea accidentalmente) y creen juntos una nueva es el gesto definitivo. La nueva vieja Community ya está aquí. Cómo echaba de menos reírme con esta serie: “That’s like me blaming owls for how much I suck at analogies.” Eso.

Community Introduction to Teaching

5.02 “Introduction to Teaching”

Y si “Repilot” incendiaba y destruía Community, en “Introduction to Teaching” asistimos al verdadero resurgir del Ave Fénix. El segundo capítulo de la temporada es un episodio modelo. Después del replanteamiento del anterior, las cosas vuelven a la (a)normalidad en Greendale, mientras los personajes se ajustan a sus nuevos papeles. Sobre todo Jeff, ahora profesor de Derecho en el campus. La sala de estudio vuelve a ser la misma de siempre. Con alguna que otra variación: Jeff ya no está al mismo nivel que sus compañeros académicamente hablando (nuevo escenario: la sala de profesores), Pierce no está, Hickey (Jonathan Banks básicamente interpretando de nuevo a su Mike Ehrmantraut de Breaking Bad) lo sustituye oficialmente, y lo más importante, la Mesa Mark II. Lo que no ha cambiado nunca es Chang, que vuelve a ser profesor. Siempre igual de grande, maneje los hilos del personaje quien los maneje (probablemente Ken Jeong en todo momento).

En “Introduction to Teaching” regresan los elementos más icónicos de Community, incluidos los gritos de Garrett y el Pop Pop! de Magnitude. Y la ausencia de Pierce, más que con la presencia de Hickey (personaje aburrido que habrá que dejar evolucionar como a los demás, supongo), se compensa sobradamente dando énfasis a los personajes de reparto y elevando a nuestro adorado Dean Pelton a fijo (aunque la única diferencia por ahora esté en los créditos iniciales, porque fijo ha sido siempre). Lo dicho, “Introduction to Teaching” es Classic Community. No hay duda cuando vemos la escena de la revuelta por la conspiración de los “menos” en las notas o cuando vemos a Abed intentando averiguar si Nicolas Cage es un buen o mal actor en una de las clases más geniales que hemos visto en Community. Danny Pudi ofrece en este episodio una de sus mejores interpretaciones de la serie. Et tu Brute!

Community - Season 5

5.03 “Basic Intergluteal Numismatics”

Pero entonces llega “Basic Intergluteal Numismatics” y se nos trastocan un poco los esquemas. El tercer episodio también tiene ese inconfundible aroma a la Community clásica, pero le falta algo de chispa. Aunque en realidad esa es la idea: el capítulo es una parodia de las películas de David Fincher, Red Dragon (los créditos homenajean a los de la película de Brett Ratner), los procedimentales de CBS y series como The Killing, una investigación criminal de mano de dos agentes, Jeff y Annie (oportunidad para seguir explotando su ya absurda TSNR – ¡O los lías o los dejas tranquilos, pero haz algo ya!). El mayor acierto de “Basic Integluteal Numismatics” (parecido a aquel “Basic Lupine Urology”, el de la batata de la 3ª temporada) es no ceñirse a un referente y parodiarlo de principio a fin, sino crear una historia partiendo de los lugares comunes que se repiten en películas como Se7en o Zodiac y series como Caso abierto. Así, los estudiantes de Greendale se enfrentan a un malhechor que los tiene aterrorizados metiéndoles monedas en la raja del culo cuando se agachan. El episodio es técnicamente brillante y sobresaliente como parodia, pero llega demasiado pronto y nos hace temer otra temporada cargada de capítulos ambiciosos (high-concept, que los llaman por ahí) que hagan que la serie vuelva a perder un poco el norte. ¿No sería mejor centrarse un poco más en los personajes, que acaban de tirar cinco años de su vida para invertir en otros cuatro, antes de ponerse con este tipo de capítulos?

Por último, “Basic Intergluteal Numismatics” supone el reset definitivo de la serie, y se nota en la agitación del reparto. Nos enteramos de qué ha pasado con Pierce (el holograma de “Repilot” no nos desvelaba cuál había sido su destino) en una escena cruda y desarmante que nos pilla desprevenidos, y recuperamos al profesor Duncan (genial John Oliver) y a Starburns, que no estaba muerto, estaba viviendo en el establo de Greendale (“¡¿Tenemos establo?!”). Por otro lado, Troy ha sido una presencia ausente en estos primeros episodios de la temporada, lo que nos hace pensar que nos están preparando para su marcha (esperamos no definitiva), o sea, que nos están intentando demostrar que la serie también puede funcionar sin él. Su ausencia será mucho más trágica que la de Pierce (sobre todo porque Abed se queda sin su otra mitad), pero si algo me ha enseñado ser fan de esta serie es a confiar ciegamente en ese loco gilipollas que es Dan Harmon.

Especial Pilotos 2013-14 – Parte VI

Pilot

The Millers

Emisión: Los jueves CBS

Opinión sobre el piloto: ¿En serio Rodrigo García ha abandonado sus labores como showrunner en Raising Hope para hacer ESTO? Es lógico que un productor no quiera estar años y años encadenado a una serie, y que si tiene la oportunidad de trabajar en CBS (el hogar de las comedias más vistas de la tele) no va a rechazarlo, pero cuando uno ve el piloto de The Millers no puede evitar pensar “¡eres un vendido, Rodrigo!” Esta nueva sitcom se emite justo después del monstruo de audiencias que es The Big Bang Theory, así que ya era un éxito antes de estrenarse. Ya veremos si en las próximas semanas a la gente le merece la pena quedarse en el sofá media hora más por esta aburrida familia, epítome de la anti-química.

The Millers representa esa tendencia a las comedias de risas enlatadas (esta se lleva el premio a las más falsas) que parecen programas de sketches baratos o parodias de sitcom que aparecen en series de mayor calidad. Es decir, The Millers parece mentira y de mentira, y ni siquiera se molesta en disimularlo (“Y ahora entra el mejor amigo negro del protagonista que en realidad es como su mascota”). A grandes rasgos es lo mismo que Dads, pero en lugar de dos amigos aguantando a sus respectivos padres en casa, son dos hermanos (Jayma Mays ausente y Will Arnett adormecido, como en todos sus papeles que no son Gob Bluth) aguantando a sus padres recién divorciados. En los actores veteranos Beau Bridges y Margo Martindale puede esconderse el secreto de The Millers. Ellos están bastante bien (sobre todo Martindale) y si la serie sigue funcionando será por su culpa. Pero esto no es suficiente para aguantar la sarta de chistes malos, escatología y sexualidad geriátrica que componen la serie. The Millers es la confirmación de que las comedias de CBS son los viejos verdes de la tele.

Puntuación: 4/10

Razones para quedarse: Margo Martindale representa todo lo malo de la serie, y aun así resulta graciosa. Tiene su mérito.

Razones para abandonar: Si no somos fans del humor CBS (caca, culo, pedo, pis, PENE) no se nos ha perdido nada aquí.

 

Welcome to the Family

Welcome to the Family

Emisión: Los jueves en NBC

Opinión sobre el piloto: Se me agotan los calificativos para describir estas comedias de nueva hornada porque todas son iguales. Afortunadamente, Welcome to the Family está ligeramente por encima de la media. Es la típica comedia coral sobre una familia numerosa (todas quieren ser Modern Family) que habla de los lazos que nos unen, de las relaciones entre padres e hijos y entre familias políticas. Welcome to the Family es amable y bienintencionada, con un punto de locura bastante equilibrado, pero le falta bastante carisma (su elenco está formado por olvidables secundarios de otras series) para que resulte realmente destacable.

Welcome to the Family parece una comedia de ABC. Hace aproximadamente un año, NBC anunció un cambio de estrategia en su oferta de comedia. Este es el resultado, series más accesibles que copian temáticas y formatos de las cadenas de mayor audiencia, y que bajan dramáticamente el listón de calidad en la era post-30 Rock de la cadena. NBC opta por el encefalograma plano cómico con la esperanza de que le dé tan buenos resultados como a la competencia. El frío recibimiento de Welcome to the Family confirma que la cadena sigue completamente perdida.

Puntuación: 5,5/10

Razones para quedarse: Que es una comedia inofensiva y no es la peor manera de perder 20 minutos a la semana.

Razones para abandonar: ¡Basta ya de intentar vendernos la misma serie una y otra vez! Y esta encima parte de la premisa de “adolescente embarazada que se queda con el niño y demuestra que aunque se renuncie a la vida que se tenía planeada se puede ser feliz”. Si tenéis hermanas o hijas adolescentes no les dejéis ver Welcome to the Family o pensarán “Oye, pues quedarse embarazada no parece tan malo, igual mi vida se convierte en una comedia llena de amor y situaciones hilarantes”.

 

Sean Saves the World

Sean Saves the World

Emisión: Los jueves en NBC

Opinión sobre el piloto: Y si Welcome to the Family es ABC, Sean Saves the World es CBS. ¿Adónde ha ido a parar la creatividad de NBC? En fin. Sean Hayes vuelve a la que fue su casa durante ocho años: el mítico jueves de comedia de NBC. Y quizás los ejecutivos de la cadena pensaron que esto era suficiente para garantizarse un éxito. Sean Saves the World bien podría haberse llamado The Sean Hayes Show, porque él es la atracción principal, el único cebo, pero la cadena ya tenía una serie con ese tipo de título (la de Michael J. Fox). Es más, podría haberse titulado The Jack McFarland Show y a nadie le habría extrañado. Hayes retoma su personaje de Will & Grace tal cual lo dejó (si es que lo dejó en algún momento), sin ningún tipo de reparos. La serie incluso cuenta con el director de comedia TV más prolífico, James Burrows, que dirige el piloto (y también el de The Millers, por cierto). No puede ser más evidente la intención de la cadena. Pero los tiempos de Friends y Will & Grace quedan ya muy lejos y ya nadie se traga este cartón piedra tan descarado.

Sean Saves the World es la enésima comedia protagonizada con un padre soltero que tiene que compaginar su vida profesional con la educación de su hija y que además debe lidiar con su castrante madre, metomentodo que le recuerda todos sus errores y fracasos (hay dos escenas idénticas en esta y en The Millers, la de la madre hablando de su sexualidad y el hijo diciendo “¡No necesito oírlo!”) Parece que es imposible arrancar una comedia de otra manera (todas deberían llamarse Getting Back on Their Feet). Qué sequía de ideas más grande.

El “giro” en Sean Saves the World es que el protagonista es gay. Lo que podría distinguirla de otras series es en realidad una excusa más para que Hayes alargue la estela de su Just Jack. Sin embargo, al actor se le ha pasado bastante el arroz (cómicamente hablando, aunque físicamente se empieza a parecer a una diva crepuscular con toneladas de maquillaje). Aquí está crecido, consciente en todo momento de que él es la estrella, creyéndose más gracioso de lo que es. Pero la realidad es que su humor físico está en baja forma, su timing cómico está desincronizado y en general se ha quedado anticuado (anticuado tipo “gags slapstick de sitcom de los 70”) Todo a juego con la terrible factura de la serie (da la sensación de que en cualquier momento se les va a caer encima uno de los paneles de cartón que hacen pasar por paredes). Pero Sean Saves the World no solo fracasa a la hora de hacer reír, sino que cuando se pone seria resulta igualmente fallida. Hayes es aun peor haciendo drama que comedia, y la moralina con la que se remata el piloto es tan impostada y artificial como todo lo demás. La NBC ha caído muy bajo este año.

Puntuación: 2,5/10

Razones para quedarse: Absolutamente ninguna (no, ni siquiera Megan Hilty). Si echáis de menos a Jack McFarland, revisionad Will & Grace, que aguanta bien el tipo.

Razones para abandonar: ¿Hace falta decir algo más?

Hannibal: A fuego lento

En mi análisis del piloto de Hannibal, no me mostré precisamente entusiasta con la serie, o con lo que esperaba (y vaticinaba) de ella. Resumiendo, me pareció un comienzo impactante en el aspecto técnico y visual, pero decepcionante en cuanto a personajes y forma de contar la historia. Envoltorio de lujo para una caja (más o menos) vacía. Aunque también es cierto que la propuesta de Bryan Fuller invitaba desde el principio a sentarse y saborear lentamente el menú, a ir descubriendo y apreciando cómo los ingredientes se iban fusionando en el paladar. Eso es lo que he hecho. He ido recibiendo los platos, cuidadosamente realizados y puestos en la mesa con una presentación inmejorable, y después de terminar los trece episodios de la primera temporada, puedo decir que Hannibal es un gusto adquirido. He aprendido a apreciarla, pero no me quedo con demasiadas ganas de probar más.

A Hannibal le ha pasado exactamente lo mismo que ocurrió con Dollhouse. Hasta la mitad de la temporada, y a pesar de que el piloto (el de Hannibal) parecía indicar lo contrario, ha habido un énfasis muy claro en el formato ‘caso de la semana‘. El episodio 7, “Sorbet” marca un evidente punto de inflexión en la serie. En él vemos por fin a Hannibal Lecter matando, y cocinando a sus víctimas. Así, su relación con los asesinatos investigados hasta ese momento se hace explícita para el espectador, que lógicamente lo sabía desde el inicio, y el relato fluye mejor. De esta manera, las tramas episódicas (aunque presentes hasta el final) dan lugar a una gran trama en la que lo visto hasta el momento juega un importante papel, tanto para las investigaciones como para el desarrollo de los protagonistas. Como intuíamos, Fuller ha dispuesto los elementos del relato con sumo cuidado, para hacerlos converger de manera natural, y en última instancia conducirnos junto a Will Graham en su descenso a los infiernos.

Sin embargo, a pesar de episodios como “Sorbet”, o el inmediatamente anterior, “Entrée”, Hannibal no se deshace del todo del lastre de lo formulaico y procedimental. Los trances empáticos de Will o las escenas a lo CSI con el equipo de forenses del FBI acercan la serie peligrosamente al aburrido y clónico universo de las series de investigación criminal. Salva Hannibal de caer del todo en lo convencional su exquisita ambientación y el enorme riesgo con el que se plantea la serie en el apartado visual. Estéticamente, la de Fuller es una de las series más bellas que se recuerdan en mucho tiempo. En el apartado sonoro es sencillamente apabullante. Hannibal ha conseguido llevar a un nuevo nivel la concepción de la muerte como obra de arte, con escenas del crimen dispuestas como hermosos tableaus (al igual que en la sexta temporada de Dexter) y una sorprendente ausencia de cortapisas que resulta en los planos más brutales, explícitos y sobrecogedores. Y con el mismo gusto y voluntad artística que se muestran los crímenes, y los viajes al subconsciente de Will, se plafinican las escenas en las que Hannibal prepara sus platos y los presenta a sus comensales, secuencias fascinantes que despiertan nuestro apetito más salvaje.

Entonces, ¿por qué no me termina de convencer Hannibal? Aparte del soporífrero elemento procedimental, mi principal problema con ella son sus personajes. Y como sabéis, si en una serie no te convencen sus personajes… mal camino lleva. De acuerdo, Mads Mikkelsen está magnífico como Hannibal Lecter, personificando al mito a la perfección. Sin embargo, su contrapunto, Will Graham, no está a la altura. Quizás el problema sea que el personaje le viene muy grande a Hugh Dancy. El actor británico está sobreactuado y maniqueo, y su interpretación se le va completamente de las manos. Necesita más autocontrol para que dejemos de pensar constantemente en el actor y empecemos a pensar en el personaje roto e inestable que interpreta. El elenco que rodea a Mikkelsen y Dancy no aporta demasiado. Lawrence Fishburne resulta antipático e irritante, y no posee cualidades redentoras en este sentido, Caroline Dhavernas está casi invisible, el personaje de Kacey Rohl (Abigail Hobbs) podría dar mucho de sí, pero resulta plomizo. Solo Freddie Lounds, la periodista sin escrúpulos (alivio cómico ¿voluntario?), me resulta mínimamente interesante. Por último, aunque me duela mucho decirlo, la interpretación de Gillian Anderson es plana, y algo caricaturesca. Fuller tiene una temporada más (gracias quizás a esos fans que han salido de debajo de las piedras e idealizan su objeto de culto en Tumblr, donde todo parece mucho mejor de lo que es), una segunda oportunidad para sacar mayor provecho de estos personajes que, si se les dedica el mismo esfuerzo que se emplea en el apartado estético de la serie, podrían hacer de Hannibal una propuesta mucho más completa.

Hannibal: esperando un quid pro quo

La receta de Hannibal nos hacía presagiar un resultado de gourmet, pero por ahora, el nuevo drama de NBC no consigue que su sabor perdure en el paladar mucho tiempo. Los 13 episodios que conforman la primera temporada ya han sido rodados, en contra del que suele ser el procedimiento habitual de la televisión en abierto, lo que acerca el producto un poco más a la idiosincrasia de la programación de cable. Es por esto que quizás lo prudente sea adentrarse en el piloto sin esperar una de esas cartas de presentación donde se muestra todo lo posible y se bombardea con información para enganchar al espectador. Con Hannibal parece que habrá que tener algo de paciencia para que el relato se desarrolle debidamente a lo largo de las semanas.

Efectivamente, “Aperitif” no es un piloto de network al uso. De ritmo más bien pausado -a ratos comatoso, si os soy sincero-, el piloto de Hannibal transcurre sin acontecimientos espectaculares o golpes de efecto. El peso de la serie recae casi enteramente en el aspecto psicológico de sus dos protagonistas principales, el mítico Hannibal LecterMads Mikkelsen– y el agente del FBI Will GrahamHugh Dancy-, dos caracteres peculiares, complejos, retorcidos, que pueden -y deben- dar mucho de sí.

Graham es un criminólogo con síntomas -autodiagnosticados- de Asperger, autismo y empatía aguda, cuya inestabilidad mental le ha obligado a retirarse del servicio del FBI para dar clases en la academia de Quantico -en la que estudiará Clarice Starling, por cierto. El agente especial Jack CrawfordLawrence Fishburne– solicita su ayuda -es decir, su ‘don’ de empatía- para investigar un caso de asesinatos en serie que no logra descifrar. Desde la primera escena de “Aperitif” se nos muestra explícita y gráficamente la destreza especial de Graham, llevando el aspecto visual de Hannibal hacia un terreno experimental que juega con imaginería onírica y se aproxima a los crímenes desde un prisma pseudo-artístico. Algo que encajaría mejor en una cadena de cable, y que como le ocurrió a Awake, podría condenarla al ostracismo networkiano. Tomando los elementos básicos del procedimental de investigaciones criminalesCSI, Mentes criminales-, y subiéndolos de categoría, Hannibal parece querer distanciarse de la televisión más formulaica.

Así, Hannibal hará de la escena del crimen un lienzo en blanco, un escenario de teatro -kabuki para ser exactos- vacío, en el que Graham recompondrá desde el principio la obra de arte del asesino -jugando con el metalenguaje como The Following, pero de manera mucho más sutil-, y en la que, literalmente, se situará en la mente de la víctima y a la vez en la del criminal, para resolver el misterio. Su camino se cruzará con el de Hannibal Lecter, con el que iniciará una relación profesional sin ser consciente del monstruo con el que trata.

El personaje de Lecter está cómodamente instalado en el panteón de los asesinos en serie de la cultura popular. Este brillante psiquiatra, y finísimo y elegante caníbal, es una creación del escritor Thomas Harris, y fue encarnado originalmente por Anthony Hopkins en El silencio de los corderos, que ganó 5 premios de la Academia en 1991. Las novelas de Harris han sido adaptadas en más ocasiones: Hannibal (2001), Red Dragon (2002), Hannibal: el origen del mal (2007). El creador de la serie, Bryan Fuller (Dead Like Me, Pushing Daisies), da un considerable salto artístico y asume el riesgo de manejar un personaje tan conocido por todos. El resultado es por ahora un work in progress. El reparto -en especial Mikkelsen-, los personajes y el enfoque que se da a la historia muestran un gran potencial, y la factura técnica es excelente. Sin embargo, el piloto no saca provecho de todos los factores con los que cuenta y acaba resultando ligeramente tedioso. Nos quedaremos al menos un par de semanas más, y mientras esperamos un desarrollo a la altura del mito, intentaremos disfrutar al menos de la estética de la serie -qué belleza de sangre-, y yo, además, de la gran Gillian Anderson como la psicóloga de Lecter.

Community: Año cero

Los fans de Community estamos acostumbrados al miedo. Es justamente lo que conlleva seguir con devoción absoluta e incondicional una serie como esta, en constante peligro de cancelación por su baja audiencia. Pero el miedo al final repentino de la serie no era nada en comparación con el que empezamos a sentir al final de la tercera temporada, cuando la enorme alegría por el anuncio de renovación vino seguida del despido de su creador y showrunner, Dan Harmon. El Harmongate (o Chevygate, o NBCgate, como conté en su momento en esta entrada) ponía trágico punto y final a una era, y la cadena nos advertía de que su nueva etapa estaría condicionada por una política de comedia que demandaba series más accesibles para todo tipo de públicos. Para nosotros, una Community “normalizada” no sería Community. Los fans esperamos meses y meses (el estreno de otoño se pospuso a la midseason) aterrorizados por la posibilidad de que nuestra serie hubiera sido bigbanguizada. Qué sorpresa cuando a su regreso, el pasado 7 de febrero, no nos encontramos con una serie distinta. Pero qué sorpresa aun mayor cuando nos percatamos de que el problema de esta nueva Community no era que fuera otra serie, sino que fuera demasiado Community.

Me explico. En su -loable- intento por no defraudar a los fans tras la marcha de Harmon, los nuevos showrunners y guionistas de la serie se esforzaron al máximo por preservar todo lo que hacía única a la serie. Concretamente las referencias a la cultura popular y su elevadísimo contenido metatextual. Lo que han hecho con los (hasta ahora dos) nuevos episodios es empollarse bien la teoría e intentar plasmarla meticulosamente en el guion y en la pantalla. El resultado, por desgracia, no es más que una imitación de la serie que conocíamos. Una sucesión de diálogos y gags que pertenecen al universo Community, pero no fluyen con la naturalidad de antes. Tanto “History 101” como “Paranormal Parentage” están saturados de chistes meta y homenajes cine-y-teléfilos metidos con calzador. Abed observando la realidad como si fuera una sitcom de risas enlatadas en la que Pierce está interpretado por otro actor; los 7 de Greendale como los Muppet Babies, Troy y Abed disfrazados de Calvin & Hobbes, los personajes observándose una y otra vez a través de pantallas (tan adecuado y significativo para una serie que está tan obsesionada por las personas que la están viendo a ella). Por escrito suena tan bien, tan Community. Pero en la práctica resulta forzado, y frío, como si hubieran aplicado una fórmula matemática para hacer los episodios.

Sin embargo, lo peor de la nueva Community es la decepción que supone ver a estos queridos personajes actuar como marionetas. Pero no sería justo inculpar exclusivamente a los nuevos showrunners. Ya estábamos un poco preocupados por ellos, y muchos problemas de esta nueva temporada son herencia de la anterior. Durante la tercera, los rasgos diferenciadores de cada personaje se estaban magnificando peligrosamente, al borde de la sobresimplificación y la autoparodia en muchas ocasiones. No obstante, estos siete actores siempre lograban contrarrestar los vicios de los guionistas con carisma y corazón. Lo que nos hemos encontrado en la nueva temporada son un puñado de presencias robóticas que repiten sus chascarrillos más icónicos una y otra vez. A lo de Abed ya estábamos acostumbrados, que Shirley y Annie acabarían comunicándose exclusivamente a base de “aaaaawww” se veía venir, pero lo de Britta y Troy me resulta especialmente dramático (reconozco que son mis favoritos). Ambos han quedado reducidos a su mínima expresión (Britta: “Hola, psicología, bla bla, Troy, mirad qué gansa soy, psicología”). Y lo que es peor, ahora son pareja, suponiendo uno de esos casos en los que la tensión sexual no resuelta habría sido mejor no resolverla. La química se ha esfumado. No solo la de ellos dos (qué penosa resultó la escena de la fuente en el primer episodio), sino la de todo el grupo. Es como si Dan Harmon se hubiera llevado consigo el alma de todos sus personajes.

A pesar de todo esto, se hace necesario darles un voto de confianza. Es lo menos que podemos hacer después de tres años increíbles. Quizás una manera de sobrellevar el cambio sea tomarse la cuarta temporada como la primera de una nueva serie que aun anda en busca de su tono. Debemos tener paciencia. Puede que no les dé tiempo a devolver la gloria a Community, pero cabe la posibilidad de que nos dejen despedirnos de una Community de la que nos volvamos a sentir orgullosos. En cualquier caso, por favor, permanezcan en sintonía.

Resumen en tweets de los Globos de Oro ’13

(Hora Costa Oeste – PST)

03:14 PM En directo con la alfombra de los Globos de Oro. Empiezan a llegar los que no son nadie.
03:31 PM Bryan Cranston, créete lo de People Magazine. Eres sexy.
03:35 PM Hayden Panettiere, la Marisa Tomei de esta noche.
03:39 PM Ya ha llegado casi todo el mundo de la tele. Lo mejor para el final, ¿no? Perdón, pero Mad Men, Breaking Bad, Downton Abbey
03:40 PM ¿Va a poder aguantar Tina Fey el equilibrio en el escenario con ese pelazo?
03:41 PM Emily Mortimer disfrazada de sobras de restaurante
03:44 PM Sarah Hyland disfrazada de Sofía Vergara
03:53 PM Morena Baccarin, ¿por qué te has vestido esta noche como si fueras Glenn Close?
03:55 PM Amy Poehler y Tina Fey van de boda lesbiana (L)
03:59 PM John Krasinski. Bragas al suelo.
04:00 PM Mi apuesta arriesgada de la noche: Lucy Liu. La criticarán mucho, pero me fascina, como en los Emmy.
04:06 PM Para una persona que se dedica a la comedia, a Judd Apatow parece que le duele sonreír
04:07 PM Jon Hamm. Bragas a la pared.
04:08 PM John Krasinski es muy guapo, pero se ha equivocado y se ha puesto la chaqueta de la comunión
04:08 PM Subámonos todos a los pechos de Jennifer Lawrence
04:15 PM Con cada entrega de premios nos hacemos la misma pregunta sobre la mujer de Hugh Jackman: ¿POR QUÉ?
04:20 PM La mujer de Jon Hamm y la de Hugh Jackman son la misma persona, en todos los sentidos. Ganas de matar aumentando
04:25 PM Eres mala Taylor Swift
04:33 PM Marion Cotillard ha dicho que ama a Kristen Bell. Estas son las cosas que a mí me hacen feliz
04:36 PM Llega Sofía Vergara. De repente nadie tiene frío
04:57 PM Muy a favor de Robert Pattinson. Hoy y siempre. De los más guapos y elegantes de la noche

05:00 PM Comienza la gala
05:01 PM ¿Por qué nadie ha aplaudido cuando Tina y Amy han dicho su nombre? Yo me habría vuelto loco
05:03 PM Tina Fey y Amy Poehler hablando de Lena Dunham es porno
05:04 PM Pero por favor, estas dos mujeres son DIOS. Am I right? Am I right? Y James Cameron se ha hecho ateo.
05:06 PM Nunca había visto al público de los Globos pasándoselo tan tan TAN bien
05:19 PM Game Change mejor miniserie. Jonathan Meyers viviendo la secuela de “Superstar”
05:22 PM La categoría de mejor actriz secundaria de miniserie debería estar dominada por actrices de American Horror Story Asylum
05:22 PM Julianne Moore es como de la familia, ¿no?
05:33 PM El premio era de Damian Lewis. Lo raro es que no se lo hayan dado en la alfombra roja
05:35 PM ¿Damian no ha dado las gracias a Claire? ¿De qué va?
05:38 PM ¡Spoilers de Homeland a traición! Mi culpa por no haberla visto aun, lo sé
05:50 PM Taylor Swift, es tu turno de hacer un Kanye, róbale el momento a esa mamarracha
05:55 PM Si gana Benedict Cumberbatch, Tumblr va a vivir el mayor colapso de su historia
05:58 PM Ok, falsa alarma. Puedo seguir haciendo scroll-down como un poseso en Tumblr. Ha ganado Kevin Costner
06:04 PM Ya tenemos presentadores para la gala del año que viene: Kristen Wiig y Will Ferrell
06:06 PM Tommy Lee Jones no está de acuerdo conmigo. Él no quiere a Wiig y Ferrell como presentadores el año que viene. Él los quiere matar.
06:07 PM Jennifer Lawrence es la estrella que llevábamos tantos años esperando. Enhorabuena.
06:12 PM ¡Anuncio del regreso de Community! ¡Lo mejor de la noche!
06:13 PM John Krasinski y Kristen Bell, casaos conmigo, los dos a la vez
06:17 PM Otro premio que podrían haber mandado por UPS hace días. Ve preparando el discurso de los Oscars, Anne Hathaway. Te quiero.
06:18 PM Anne Hathaway me haría llorar hablando de charcos
06:21 PM La Princesa de Genovia y la Monja Voladora han subido muchos enteros la gala. Discurso perfecto.
06:23 PM Anyway, a mi parecer los premios este año le pertenecen por su Catwoman (lo único destacable de Batman 3) más que por su Fantine.
06:29 PM Sorpresón de la noche. Don Cheadle, mejor actor de comedia por House of Lies, serie que reivindiqué en su momento aquí.
06:36 PM Michael Haneke recibiendo un Globo de Oro de la mano de Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone. ¡Ya lo he visto todo! ¡Me puedo morir!
06:37 PM Malcolm Reynolds, señoras y señores
06:39 PM Claire Danes tiene CUATRO Globos de Oro. Y más que le deberían dar. Angela Chase, no te olvidamos nunca.
06:50 PM Brave. No es un premio tan obvio como otros triunfos de Pixar, pero sí igual de justo y merecido.
06:50 PM ¡¡Michael Bluth!! *suspiro*
06:52 PM Lisa Dunham FTW
06:52 PM TOMA. TOMA. TOMA. LENA DUNHAM. TOMA. TOMA. TOMA.
06:53 PM Y ponen a Robyn mientras sube a recoger el premio. Estoy hecho un flan.
06:57 PM El discurso de Lena me ha recordado a mis exposiciones en el instituto. No tenía que haber leído, pero qué más da. ¡Globo para GIRLS ya!
06:59 PM GLENN CLOSE BORRACHA, LA AMA
07:01 PM Admiro a Robert Downey Jr. por estar en todo momento a punto de pasarse de guay pero no hacerlo nunca. Maestro.
07:07 PM Robert Downey, da un par de lecciones a Jodie Foster, que ella sí se está pasando un poco de guay. Entiendo la euforia, pero she’s trying too hard.
07:09 PM Estoy a punto de dar al MUTE. Lo de Jodie Foster está siendo doloroso. Vuelve a regar tus geranios, por favor.
07:22 PM GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS GIRLS
07:27 PM Me encanta Modern Family, pero que Girls haya derrotado a ese monstruo me provoca el éxtasis de Santa Lena
07:33 PM Ya iba siendo hora de que se empezase a reconocer el enorme talento de Hugh Jackman. Enhorabuena.
07:42 PM ¿Puede alguien apartar la mirada de Anne Hathaway abrazando a Amanda Seyfried?
07:51 PM Y Daniel-Day Lewis sube a recoger su premio como el que va a comprar el pan. Enhorabuena.
08:05 PM #WrappingUp: Tina y Amy (ha sabido a poco), los dos premios de GIRLS, Hugh y la Princesa de Genovia. Y Tommy Lee Jones DOES NOT APPROVE.

TODOS LOS PREMIADOS

Televisión

Mejor serie (drama): Homeland
Mejor interpretación femenina en una serie (drama): Claire Danes por Homeland
Mejor interpretación masculina en una serie (drama): Damian Lewis por Homeland
Mejor serie (comedia): Girls
Mejor interpretación femenina en una serie (comedia): Lena Dunham por Girls
Mejor interpretación masculina en una serie (comedia): Don Cheadle por House of Lies
Mejor miniserie o telefilm: Game Change
Mejor interpretación femenina en una miniserie o telefilme: Julianne Moore por Game Change
Mejor interpretación masculina en una miniserie o telefilme: Kevin Costner por Hatfields & McCoys
Mejor interpretación secundaria femenina en una serie, miniserie o telefilm: Maggie Smith por Downton Abbey
Mejor interpretación secundaria masculina en una serie, miniserie o telefilm: Ed Harris por Game Change

Cine

Mejor película (drama): Argo
Mejor interpretación por una actriz en una película (drama): Jessica Chastain por La noche más oscura
Mejor interpretación por un actor en una película (drama): Daniel-Day Lewis por Lincoln
Mejor película (comedia o musical): Los Miserables
Mejor interpretación por una actriz en una película (comedia o musical): Jennifer Lawrence por El lado bueno de las cosas
Mejor interpretación por un actor en una película (comedia o musical): Hugh Jackman por Los miserables
Mejor dirección: Ben Affleck por Argo
Mejor actriz de reparto: Anne Hathaway por Los miserables
Mejor actor de reparto: Christoph Waltz por Django desencadenado
Mejor guion: Quentin Tarantino por Django Unchained
Mejor partitura original: Mychael Danna por La vida de Pi
Mejor canción original: ‘Skyfall’, de Skyfall (compuesta por Adele y Paul Epworth)
Mejor película en lengua extranjera: Amor
Mejor película de animación: Brave
Premio Cecil B. DeMille: Jodie Foster

Pilotos 2012-2013: Parte VIII – Chicago Fire, Made in Jersey y Nashville

CHICAGO FIRE

Los miércoles en NBC
Puntuación: 5,5/10

La NBC nunca ha sido muy dada a los procedimentales o las series de investigación criminal. El año pasado lo intentó con la interesante Awake, un policíaco ‘diferente’ que incorporaba elementos fantásticos. No caló y fue cancelada. Chicago Fire llega en un momento en el que la cadena del pavo necesita más que nunca series convencionales que le ayuden a quitarse el sambenito de las bajas audiencias y la etiqueta de cadena de series de culto que nadie ve. Bien es cierto que Chicago Fire no es exactamente una serie de investigación. Es más bien un drama coral mucho más cercano a Anatomía de Grey que a NCIS o C.S.I., pero aún así, tiene todo lo necesario para convertirse en la nueva serie favorita de mi madre. Y eso es lo que, muy probablemente, buscaba la cadena.

La serie muestra el día a día de un escuadrón de bomberos y paramédicos de Chicago, un ecléctico grupo de personas que conviven en las situaciones más extremas, lo que magnifica y complica sus relaciones interpersonales. Un Gran Bombero, vaya. El piloto comienza con la muerte en acto de servicio de un miembro del escuadrón, provocando la fricción entre dos de sus compañeros, los capitanes Casey (Jesse Spencer) y Severide (Taylor Kinney), McFirey y McBeefcake, que se culpan el uno al otro por lo ocurrido. El resto de personajes funcionan como reclamo para un amplio sector de la audiencia, en la variedad están los buenos índices: paramédicas menospreciadas por sus colegas doctores, el novato que sufre las bromas de los veteranos y se hace valer por sí mismo en un solo episodio, el jefe estricto y ajado que en el fondo tiene un gran corazón, el payaso que esconde un drama personal… La fórmula funciona. El cast da la talla y hay buena química de grupo. Pero Chicago Fire es simplemente mediocre. Una historia más sobre “los verdaderos superhéroes norteamericanos” de la que lo más destacable es el ajetreo romántico que no faltará en el cuartel, y sobre todo el despliegue de torsos desnudos que, con toda seguridad, tendrá lugar todas las semanas. Porque no nos engañemos, el Fire del título se refiere precisamente a todo eso, y no es que intenten ocultarlo precisamente.

 

MADE IN JERSEY

Cancelada
Puntuación: 5/10

Seré breve, porque esta reseña no es tal cosa. Es más bien un panegírico por la primera serie cancelada de la temporada 2012-13. Tan solo dos episodios han bastado para que la CBS se decida a enterrar Made in Jersey, dramedia legal que jamás tuvo una sola oportunidad de sobrevivir en la cadena. Como si no hubiera existido. Dos son los principales factores que apuntan a la cancelación: la escasa novedad que suponía la serie y la elección de su actriz protagonista, Janet Montgomery, una actriz británica en el papel de una italo-americana de Nueva Jersey (!). La audiencia estadounidense detestaba el falso acento de Martina Garretti y su histriónica familia, y no ha pasado por ahí. Made in Jersey no se ha molestado en intentar cumplir los mínimos de calidad de la ficción televisiva actual y ha confiado en el magnetismo inexistente de un personaje incapaz de llevar el peso de una serie -sobre todo cuando ya bastante tenía con el peso de su monstruosa cabellera. Por si fuera poco, la investigación del piloto se desarrolla de manera convulsa y atropellada, lo que provoca mayor desinterés. No nos enteramos de nada, y lo peor de todo, nos da igual. Made in Jersey, juro solemnemente que no me acordaré de ti nunca más.

 

NASHVILLE

Los miércoles en ABC
Sin puntuación (me es imposible hacerlo)

Nashville es la serie del año. De la misma manera que Ringer lo fue de la temporada pasada. (Si no me seguís, leed esto y esto). Todo en el culebrón musical country de ABC es tan ridículo y desmesurado que podríamos estar ante el guilty pleasure definitivo, la obra de arte camp más grande de la televisión moderna. Una superestrella de la música country en horas bajas (Connie Britton) contra una hipersexualizada, autotunizada y zorrísima sensación pop (Hayden Panettiere) protagonizan el duelo de miradas asesinas e indirectas directísimas más encarnizado que recordamos en mucho tiempo (Victoria Grayson style, pero con mucha menos clase).

Cuando Rayna Jaymes (Britton) deja de vender discos y llenar conciertos, su casa discográfica propone fusionar su gira con la de Juliette Barnes (Panettiere), o sea, que ejerza como telonera de la popstar. Jaymes hará todo lo posible por evitar ese destino, pero quizás tenga que sacrificar y tragar mucho más de lo que está dispuesta para conservar su preciadísimo estilo de vida. También está su padre, el hombre más rico de Nashville (con el que Rayna nunca se ha llevado bien), su equilibrada pero oportunista hermana, su marido, que se presenta candidato a alcalde, su guitarrista de toda la vida (que está enamoradísimo de ella, y con el que vivió un romance en el pasado), y por otro lado, dos jóvenes promesas del country que entre escena y escena se convierten en Damien Rice y Lisa Hannigan. Todo muy emocionante (menos la trama del padre y el marido, que viene bien para echar cabezadas), todo muy Showgirls. Muy ABC, muy “that’s for sleeping with my husband, YOU WHORE”. Melenazas rubias, fascinantes acentos sureños, un griterío insoportable, muchos secretos y mentiras, cromas que no tienen nada que envidiar al del barco de Ringer, y lo más importante de todo, fans de Friday Night Lights, muchos “y’alls” de Connie Britton (concretamente cuatro en el piloto, que los conté).

Pilotos 2012-13: Parte I – Animal Practice, Go On y The New Normal
Pilotos 2012-13: Parte II – Ben and Kate, Guys With Kids y The Mindy Project 
Pilotos 2012-13: Parte III – Revolution
Pilotos 2012-13: Parte IV – Elementary
Pilotos 2012-13: Parte V – Last Resort y The Mob Doctor
Pilotos 2012-13: Parte VI – The Neighbors y Partners
Pilotos 2012-13: Parte VII – 666 Park Avenue y Vegas
Pilotos 2012-13: Parte VIII – Chicago Fire, Made in Jersey y Nashville

Pilotos 2012-13: Parte I – Animal Practice, Go On y The New Normal

ANIMAL PRACTICE

Los miércoles en NBC
Puntuación: 6/10

Tener un puñado de series aclamadas por la crítica, reconocidas por la Academia y generadoras de culto no es suficiente para NBC. Por eso, la cadena se ha propuesto renovar su oferta cómica a base de series más accesibles, con el propósito de encontrar un público más amplio. Hay que llenar las arcas, y no basta con tener sus series en las listas de mejores comedias o series de culto de Entertainment Weekly y demás publicaciones especializadas. Hace falta descongelar esos desastrosos índices de audiencia. Lo entendemos, es comprensible. Pero, ¿de verdad era necesario bajar tantísimo el listón? Cuando uno ve Animal Practice piensa “¿en serio ESTO ha salido adelante? Vaya, deben estar desesperados”. Eso es, NBC parece creer que cuanto más tonta y ridícula sea la serie, más amplio va a ser su público. Y bueno, pretendería ofenderme, pero estaría siendo bastante hipócrita. Mirad The Big Bang Theory por ejemplo.

Sin embargo, Animal Practice no es un desastre sin remedio. De hecho, presenta bastantes coincidencias con puntales de la cadena como The Office o Parks and Recreation, series que dándoles el tiempo adecuado han desarrollado todo su potencial más allá de las expectativas iniciales. La acción se centra en el lugar de trabajo, un hospital veterinario cuya plantilla está formada por el más variopinto grupo de caricaturas humanas. Como las comedias mencionadas, Animal Practice ejercita el humor bizarro, sin complejos y sin contención, y en este sentido, creo que es el estreno más arriesgado de la cadena. Sí, más que The New Normal, mucho más. George Coleman (Justin Kirk) es mitad doctor Dolitte, mitad presentador de documentales de National Geographic (o de Animal Kingdom, que sería la referencia que usaríamos si fuéramos yanquis), un prodigio veterinario que ama a los animales, pero odia a sus dueños, que pretende arreglar las vidas de los demás usando sus conocimientos del mundo animal, pero no sabe cómo arreglar la suya. En definitiva, un personaje casi shondiano.

Soy consciente de que es un tópico gastadísimo, además de una excusa barata para justificar ‘placeres culpables’, pero Animal Practice no se toma en serio en ningún momento, y eso es lo que la salva de la quema. La serie funciona sorprendentemente bien como parodia del drama médico televisivo (“Este es el mejor hospital veterinario del país”), y tiene para al menos dos o tres temporadas de buena química entre personajes y muchas animaladas de las que nos reiremos en secreto. Aunque claro, dudo mucho que llegue a la temporada completa. Por último, y aunque me dé algo de vergüenza reconocerlo, la mona Crystal (el mono camello de Resacón en Las Vegas y Annie’s Boobs en Community) es muy grande. Yo me quedo un par de capítulos más a ver si la serie me da lo que me ha prometido con su piloto, pero sobre todo por ver a Crystal en acción. ¿Veis? No podía ofenderme con la NBC. Ella me da monerías y yo se las río.

 

GO ON

Los martes en NBC
Puntuación: 6,5/10

Matthew Perry is back! Y te lo dice veinte veces, muy emocionado e histriónico, a lo largo del piloto de Go On. Se agradece el entusiasmo, Matthew. Después de ver escenas sueltas del episodio a lo largo del verano, tuve la impresión de que Perry estaba agotadísimo y le costaba la vida actuar. Me equivocaba. El que siempre será Mr. Cherendler Bong está en forma, y acomete este proyecto con ganas e ilusión. De acuerdo, sigue sin deshacerse de sus manierismos chandlerianos –caso perdido-, pero no importa, Matthew Perry is back!

Go On cuenta la historia de Ryan King (Perry), un popular periodista deportivo que lleva un mes de baja tras la muerte de su mujer. Ansioso por volver a ponerse delante del micrófono, King debe pasar primero por una terapia de grupo para superar su pérdida. Lo mejor del piloto de Go On es el grupo de personajes rotos y  esperpénticos que asisten a la terapia con él. Vaya vaya, NBC sigue recurriendo al modelo Community después de todo. Al igual que Animal Hospital, Go On se esfuerza en construir un ecléctico grupo de personajes excesivos y caricaturescos que, cómo no, acabarán demostrando que la familia se encuentra en los lugares más inesperados. No está mal del todo. Las escenas de grupo funcionan muy bien, son divertidas, tienen ritmo, corazón, y ya desde el comienzo se alcanza el tono de comedia adecuado, algo que no se puede decir de muchas sitcoms.

Otro de los fuertes de Go On es la química entre Perry y Laura Benanti (una debilidad personal desde que la vi en The Playboy Club), que interpreta a la consejera del grupo. En realidad, todo el reparto está muy bien escogido. Tenemos por ejemplo a la grandísima e infravalorada cómica Julie White (Transformers), y a Tyler James Williams (el Chris de Everybody Hates Chris) en papeles que pueden dar mucho de sí. El problema principal de Go On, es que si en efecto sigue adelante, no sabemos hacia dónde puede dirigirse. La gracia de la serie está en las sesiones de terapia, pero el protagonista dejará de necesitarla en algún momento. ¿O no?

 

THE NEW NORMAL

Los martes en NBC
Puntuación: 5/10

Y para terminar, el último engendro de Ryan Murphy. The New Normal aterriza en NBC con ganas de hacer ruido. Un concepto teóricamente revolucionario, las escopetas montadas contra la intolerancia, la homofobia, el republicanismo. Después de poner voz -cantarina- a los apestados sociales e inadaptados adolescentes en Glee, Murphy sigue tratando de conquistar las cadenas generalistas con su particular -y atrofiada- visión de la realidad, contribuyendo en gran medida a que la ficción en abierto sea cada vez más arriesgada, sacando la lengua a la censura. “Me desmayo al ver una vagina. Parecen caras de tarántula”. Estupendo.

The New Normal es, efectivamente, un producto Murphy “normal”, canónico, de autor, vaya. Nada “nuevo” bajo el sol. Premisa llamativa -una pareja de homosexuales busca vientre de alquiler-, un grupo de personajes algo excéntricos y ocasionalmente excesivos, provocación y ausencia de ritmo y lógica interna, todo al servicio del discurso reivindicativo de Murphy, el Sorkin de lo soez. La moralina que ahogó Glee ya desde su segundo episodio -una pena de potencial malgastado, después de ese excelente piloto- no solo está presente en The New Normal, sino que es la base de toda la propuesta. Construye personajes empalagosamente buenos y los opone a personajes imposiblemente malos, para que estos articulen el mensaje de la manera más conveniente para el autor, cayendo constantemente en lo forzado, lo artificial. Y como de costumbre, sin demasiado interés por la coherencia.

Claro que, en ocasiones, la causa es mucho más importante que el vehículo que la transmite. Y este es el caso de The New Normal, una serie necesaria. Murphy busca la normalización a través de la visibilidad, y eso es completamente loable. Ya no se trata de que la sociedad acepte al homosexual, sino que se reconozca su derecho de formar una familia, y de presumir de ella en el parque. Y no hay manera de abanderar esta causa sin poner toda la carne en el asador, sin entonar una vez más el “We’re here! We’re queer! Get used to it!”, esta vez añadiendo un “¡y venimos con bebés!”. Will Truman, Jack McFarland, los chicos de Queer As Folk, Cam y Mitchell y ahora David y Bryan: ya sabemos que sin ellos no hay normalidad, que nadie se rasgue las vestiduras. Esperemos que esta vez Muprhy sepa controlar su monstruo, y The New Normal no caiga en la prostitución de sus protagonistas. No queremos que David y Bryan se conviertan en las nuevas mascotas de la televisión estadounidense, que para monos de feria ya tenemos Animal Practice.

Pilotos 2012-13: Parte I – Animal Practice, Go On y The New Normal
Pilotos 2012-13: Parte II – Ben and Kate, Guys With Kids y The Mindy Project 
Pilotos 2012-13: Parte III – Revolution
Pilotos 2012-13: Parte IV – Elementary
Pilotos 2012-13: Parte V – Last Resort y The Mob Doctor
Pilotos 2012-13: Parte VI – The Neighbors y Partners
Pilotos 2012-13: Parte VII – 666 Park Avenue y Vegas
Pilotos 2012-13: Parte VIII – Chicago Fire, Made in Jersey y Nashville

¿Puede Catherine Tate salvar The Office?

Sí, lo reconozco. El título de esta entrada peca de sensacionalismo. La comedia de NBC lleva varias temporadas dando palos de ciego, y en concreto desde la marcha de Steve Carell, le cuesta horrores levantar cabeza. Pero sería injusto declararla hundida oficialmente -sobre todo cuando la NBC se empeña en mantenerla a flote. Al referirnos a The Office es fácil recurrir un lugar común bastante trillado: las horas bajas de esta serie son las altas de la mayoría de las comedias actuales. Sin embargo, todos sabemos que esto no es suficiente. Donde antes había carcajadas, ahora hay golpes de aire y sonrisas incómodas. Donde antes disfrutábamos con las miserias y sociopatías de los personajes, ahora simplemente fruncimos el ceño. Últimamente, los episodios de The Office son 20 minutos de horas bajas. Y ni un minuto de lucidez por episodio sirve para seguir alargando algo que debió terminar hace varios años.

La NBC es consciente de todo eso, pero se niega a dejar marchar su comedia con más audiencia. Y el caso es que el buque hace aguas por todos los lados, y las pérdidas se suceden una tras otra a un ritmo vertiginoso. A pesar de que Ed Helms y Jon Krasinski volverán para la novena temporada, hemos perdido a James Spader -nunca nos acostumbramos a su Robert California, así que no importa mucho-, a Mindy Kaling -que prepara un piloto para la FOX-, a Paul Lieberstein -Toby sin Michael no es nada-, y por supuesto a Rainn Wilson, que junto a Lieberstein se muda al desastre anunciado que es el spin-off de Dwight Schrute. No se sabe nada del resto del reparto, pero ya poco importa. Es desolador ser testigos del progresivo deterioro y pérdida de dignidad de una de las mejores telecomedias de los últimos tiempos, por culpa de una cadena que no atraviesa por su mejor momento en lo que respecta a índices de audiencia: sus otras comedias luchan por sobrevivir, y sus dramas se cancelan de dos en dos.

Ahora bien, desde hace un par de años, siempre que escribo acerca de The Office, no puedo evitar la dicotomía total. The Office es una sombra de lo que fue, pero me sigue gustando. The Office ya no sabe sacar provecho de sus personajes, pero yo los sigo queriendo. Ver The Office se ha convertido en algo parcialmente triste, y aun así sigo viendo cada episodio con ilusión y predisposición. No sé qué será. ¿Cariño, hábito, tesonería? Quizás la clave, después de todo, siga residiendo en los personajes. Hay varios empleados de la oficina que hacen que merezca volver a ella semana tras semana. Ed Helms sigue desprendiendo encanto como Andy Bernard -tan desbordado en su nuevo puesto, tan feliz temporalmente como recepcionista- y Erin (Ellie Kemper) funciona como contrapunto perfecto -convirtiendo a Andy en el personaje más cercano, con el que más fácil resulta identificarse, en definitiva, y aunque parezca mentira, el más normal. El episodio “Get the Girl” (8.19) nos devolvió el interés en la extraña pareja. Que estos dos se hayan convertido en el motor de The Office es resultado de una evolución natural. Pero seguimos necesitando algo nuevo.

Y ahí es donde entra la popular actriz británica Catherine Tate –The Catherine Tate Show, Doctor Who. Conocimos a su personaje, Nellie Bertram, en el último episodio de la temporada pasada, pero ha regresado para una tanda de episodios, en principio sustituyendo a James Spader como representante de los altos mandos de Sabre -aunque su intención sea realmente la de ocupar el despacho de Andy. En “Get the Girl” damos la bienvenida a la oficina a este encantador y excesivo personaje, haciendo que el episodio sirva como campo de pruebas. ¿Nos gusta Nellie en Scranton? Mi respuesta es un rotundo sí. Desde el momento en el que el personaje da rienda suelta a su excentricidad -se autocontrata como supervisora y reparte aumentos a los empleados- se convierte en candidata perfecta para sustituir, no a California ni a Bernard, sino al mismísimo Michael Scott. Esperamos que tanto Tate como los responsables de The Office se den cuenta de las posibilidades de convertir a Nellie Bertram en personaje fijo. No tienen nada que perder, ¿no?

Community: es todo tan meta

¿Recordáis cuando en los noventa uno se refería a Friends como “comedia inteligente”? Sin duda era una de las características más recurrentes a la hora de describirla o recomendarla, incluso defenderla: “Es una comedia, pero es muy inteligente”. Qué ingenuos. Han pasado diez años, y mucho ha llovido en lo que al género se refiere. Cuando uno echa la vista atrás a la década en la que el célebre clásico de NBC, Seinfeld Fraiser eran referentes del humor más fino y sofisticado, es inevitable darse cuenta de que las comedias de situación, a pesar de tener medio siglo de edad, aun estaban en pañales. La culpa la tiene el posmodernismo –y la tontería que va asociada a él. En retrospectiva y con mucha televisión ya a nuestras espaldas, esas teleseries se antojan simplistas y poco exigentes. Conservan su lugar en la historia de la televisión -y en nuestros corazones-, pero no tendrían nada que hacer ante las nuevas “sitcoms”.

El comienzo del siglo XXI nos enseñó otra manera de hacer –y ver- comedia. Se abandonaban los platós y las risas enlatadas y se abrazaba el realismo, las localizaciones y las técnicas documentales, a la vez que las tramas se serializaban y el componente metalingüístico se convertía en herramienta indispensable para la búsqueda de la carcajada. Arrested Development (2001-2003) y más tarde The Office (2004-) sembraban el germen de la nueva comedia. La FOX, y sobre todo la NBC, mimaban sus sitcoms -y dejaban el término obsoleto- mientras el resto de cadenas hacían lo propio con sus dramas. Sin embargo, la reputación de la comedia no ha logrado alcanzar en ningún momento a la que convirtió al drama en el principal representante de la Tercera Edad Dorada de la Televisión.

El activismo con el fin de revindicar una comedia es algo relativamente nuevo -de la exclusividad de la ciencia ficción ha pasado a ser un elemento de cualquier serie de culto en peligro. Mientras muchos asumen que este género siempre llevará asociado cierto menosprecio, otros están convencidos de que de vez en cuando surge un producto televisivo por el que merece la pena pelear con uñas y dientes. Como decíamos, si en los noventa Friends nos hacía sentir inteligentes y conectados con el mundo a nuestro alrededor –aunque fuera un constructo completamente falso-, una serie como Community nos incluye de lleno en su maquinaria narrativa sin descuidar en ningún momento lo más importante: la risa. ¿Comedia inteligente? Más bien comedia superdotada –y sobrada, por qué no decirlo. Es más, estamos ante uno de los frentes más importantes de la revolución de la comedia. Que te encanta Fraiser, ¿dices? Amigo, el siglo XX acabó. Actualízate.

Community plantea un enorme desafío para el espectador que sintoniza esporádicamente. A pesar de estar profundamente cimentada en la comedia de situación canónica –la más episódica, la que permite alterar el orden de los episodios sin perderse demasiado en la trama-, su elevadísimo componente autorreflexivo la convierte en una serie que debe experimentarse desde el comienzo y sin saltarse un solo episodio. La razón es simple: del momento más insignificante, del chiste más breve, del acontecimiento más trivial puede surgir un gag recurrente o una trama que se prolongue a través de los años. Este necesario compromiso se convierte pronto en placer. Y si no se trata con contención, corre el peligro de dar paso a la enfermedad, a la obsesión. Community crea monstruos. Y si no lo creéis, que Internet os lo demuestre.

Pero, ¿de qué va Community? Podríamos responder a esta pregunta claudicando ante la ambiciosa –y bendita- pretensión de su creador, Dan Harmon: Community habla de la televisión, a grandes rasgos. Y de la vida, a rasgos aún más grandes. Sin embargo, intentaré ser algo más específico por una vez en mi vida, para que sepáis de qué va la cosa realmente. Community es la historia de siete seres entrañablemente defectuosos que van a parar a un centro de formación profesional, Greendale, tras una serie de experiencias fracasadas en la vida. Representando un ecléctico abanico de edades, razas y pasados, los siete protagonistas forman un grupo de estudio para superar el primer curso de español -imprescindible la versión original. Las alianzas, relaciones y amistades que se forjan los convierten en mucho más que compañeros de estudios y les llevan a conservar el grupo mientras estudien en Greendale.

Explicitando en todo momento sus inabarcables referentes –el piloto acaba con una dedicatoria a John Hughes-, Community evoluciona muy pronto hacia un producto tan complejo como satisfactorio –en gran medida debido a esa complejidad. Quizás el referente más certero sea la época dorada de Los Simpson, que demostró que es posible narrar prodigiosamente historias elaboradas y ramificadas en veinte minutos y hacer reír a carcajadas como si no costase nada -cuando todos sabemos que escribir comedia es muy difícil. El promedio de chistes por minuto en Community es muy similar al de Los Simpson. Tanto que es muy posible perderse más de uno mientras nos recuperamos del anterior. No hay espacio para las risas enlatadas, no solo porque sea una comedia single-cam -tendencia ya habitual-, sino porque para insertarlas habría que sacrificar demasiados chistes. Por otro lado, al igual que la serie de Matt Groening, una de las mayores virtudes de Community es su envidiable manejo de la cultura popular, así como una apabullante capacidad para analizar el comportamiento social y el funcionamiento de la mente humana. ¿Recordáis ese momento de La historia interminable en el que Bastian y Atreyu se ven reflejados en el mismo espejo, el que les muestra cómo son en realidad? Pues bien, nosotros somos Bastian y en el espejo vemos Community. Sí, es así de buena. “Escribe Community y échate a dormir” debería ser una expresión popular. Por todo esto, la serie de Dan Harmon es el sueño húmedo definitivo del verdadero geek moderno –¿The Big Bang qué?

El detallismo enfermizo de la serie es una de las razones por las que sus fans responden con el mismo grado de compromiso y demencia. Cuando el pasado diciembre la NBC anunciaba que la retiraba de su parrilla por un tiempo indefinido, los seguidores de Community se echaban a las calles –virtualmente hablando- con antorchas y horcas. No quemaron nada, pero lograron que la serie obtuviera la reputación y trascendencia que llevaba pidiendo desde su primera temporada: acabó en la portada de TV Guide tras ser elegida la favorita de los fans; los internautas popularizaron el hashtag reivindicativo #sixseasonsandamovie –a partir de una referencia a The Cape por parte del personaje más meta de la historia de la televisión, Abed Nadir- y emperadores geek como Nathan Fillion apoyaban la causa expresando su deseo de participar en la serie. Tras tres meses haciendo incluso más ruido que cuando estaba en antena, Community regresa a las pantallas esta misma noche. Son muchos –entre ellos su creador y sus intérpretes- los que dan por segura una cuarta temporada, pero las audiencias serán el barómetro definitivo –aunque no definitorio- del alcance del fenómeno.

Community es una gran carta de amor a la televisión, y a los telespectadores. Es justo que respondamos a esa carta con la misma pasión enloquecida. Un episodio íntegramente rodado en animación stop-motion, una vuelta de tuerca al clásico capítulo recopilatorio –formado a base de recuerdos inéditos y nuevas perspectivas de escenas ya vistas-, un western, una parodia de Space Camp –las referencias en Community alcanzan objetos de la cultura pop hace tiempo condenados al ostracismo-, un “bottle episode” que se autodefine como tal, un homenaje a las películas de zombis o un episodio con siete realidades alternativas. Las razones para ver Community son tan numerosas como las inagotables ideas que componen sus temporadas. Pero, sin duda, las más importantes son siete: Jeff, Britta, Annie, Pierce, Shirley, Abed y Troy. Os invito a conocerlos –y por lo tanto a amarlos. O si lo preferís, podéis engancharos a Cougar Town. Como queráis, Abed approves.

Awake: Best(?) of Both Worlds

Que Awake es una serie de dualidades y contrastes es algo que salta fácilmente a la vista. La historia de Michael Britten (Jason Isaacs) propicia un terreno idóneo para experimentar estética y narrativamente, a la búsqueda de una fórmula que logre combinar lo mejor de ambos mundos: las networks y las cadenas de pago. De factura impecable e intenciones honestas, Awake plantea la posibilidad de realizar una ficción seriada a caballo entre los procedimentales más canónicos y las series ‘de marca’. Por ahora, a pesar de sus admirables esfuerzos –y quizás debido a la presión de la cadena que la emite, NBC-, la serie creada por Kyle Killen (Lone Star), se asemeja más a la fórmula policíaca de caso por semana que a los dramas introspectivos a los que nos tenía acostumbrados la HBO -antes de entregarse por completo a las complacientes superproducciones que componen su oferta de ficción de los últimos años.

A tenor del simplemente correcto piloto de Awake, estamos ante una serie cuya premisa ha acabado siendo mucho más interesante que el producto final. El pasado otoño la NBC publicó un generoso tráiler de cuatro minutos que venía a ser el primer episodio resumido. Quizás fuera uno de los mejores tráilers televisivos que hemos visto en muchos años. Vista la primera hora de Awake, podemos confirmar que los mejores momentos del piloto ya los habíamos visto. La tensión dramática y la profunda melancolía que el tráiler lograba transmitir se diluye en una historia que, a pesar de conservar estos elementos, se rellena a base de escenas-tópico, explicaciones innecesarias y diálogos mucho más vacuos y transparentes de lo que cabía esperar.

No ayuda el hecho de que la estructura de la serie plantee los mayores retos a nivel de guión que hemos visto en la televisión en los últimos años. Awake es un berenjenal, y que la NBC se haya metido en él es sin duda una decisión creativa valiente, pero no exenta de problemas. No solo el protagonista está inmerso en dos realidades que deben ser claramente diferenciadas para no confundir al espectador –en este aspecto un notable- sino que además la trama policial se multiplica y nos encontramos con dos investigaciones simultáneas que no hacen más que complicar la labor. En este sentido, Awake no consigue hacer que nos interesemos por ninguno de los dos crímenes, ni siquiera cuando ambos convergen. Al final, lo peor de la serie no es que sea un procedimental al uso, sino que lo sea por partida doble. Se hace estrictamente necesario buscar una fórmula alternativa que descargue de peso narrativo a las investigaciones o que las integre con mayor efectividad en el tumulto interno del protagonista. Y tiempo, sobre todo tiempo. Los guionistas de Awake por ahora no son capaces de hacer justicia al gran material que tienen entre sus manos, pero con el apoyo de la cadena y una temporada de prueba, la serie podría ser referencia indispensable del drama de calidad que las generalistas también saben hacer.

En definitiva, Awake plantea un gran compromiso por parte del espectador menos acostumbrado, o con menos gusto por la ficción formulaica: ¿nos merece la pena aguantar el –nada novedoso- aspecto procedimental de la serie por el elemento dramático de la historia? La pregunta queda sin respuesta a la espera del desarrollo de los siguientes episodios. Sin embargo, son varios los momentos de lucidez que nos hacen pensar que después de todo puede que merezca la pena otorgarle el beneficio de la duda: el hecho de que Michael no quiera curarse porque implicaría perder a uno de sus seres queridos –sí, ya lo había visto muchas veces en el tráiler, pero me sigue emocionando-, y la conmovedora escena cerca del final en la que Hannah (Laura Allen) asegura a su marido que no quiere sustituir a su hijo, pero habla en masculino cuando se refiere a un hipotético segundo retoño. Si se explora más este tipo de escenas, lo que por ahora son personajes unidimensionales pueden acabar resultando tan interesantes como el protagonista. De nuevo, la conclusión es la misma: el potencial es enorme, la ejecución es un work in progress.

Ya sea porque la naturaleza de la serie se haya topado con exigencias de la cadena para ajustarse a unos parámetros estándar o por decisiones internas de los responsables de la serie, Awake es por ahora un trabajo a medias, una serie más. Sus elementos constitutivos brillan por separado -un sublime actor protagonista, una historia que permite múltiples posibilidades a todos los niveles y unos valores de producción envidiables- pero desmerecen al formar el conjunto. ¿Será capaz Awake de evitar la propia dispersión de su trama para impedir la del espectador? Si nos quedamos, ¿nos veremos recompensados y estimulados -como seriéfilos profesionales que somos- o acabaremos con una serie más en nuestra agenda que veremos por ver? Y sobre todo, ¿importará todo esto si la NBC la cancela por baja audiencia? Mayo traerá las respuestas. Lo dicho, tiempo.

Mátenme por favor, sigo ‘Are You There, Chelsea?’ al día

Quizás sea síntoma o indicio de la decadencia absoluta en la que me he sumido en los últimos meses. Podría estar viendo Smash (que mira que tenía ganas de que se estrenase), podría ponerme con las temporadas que aun tengo pendientes de cara al inminente regreso de Walter White, podría incluso darle otra oportunidad a la soporífera The Walking Dead. Pero no, estoy viendo el más reciente estreno “cómico” (no hay comillas suficientes) de NBC, Are You There, Chelsea? Esta sitcom multicámara está basada en el libro Are You There Vodka, It’s Me, Chelsea? de la extremadamente antipática actriz, presentadora y escritora Chelsea Handler. Y es muy posible que yo sea el único que se esté sometiendo voluntariamente a tal tortura. La serie tiene los días contados desde su discreto estreno para la nueva mid-season. Y decir que no me extraña sería quedarse muy corto. Que alguien se interesase lo más mínimo por este proyecto es uno de los misterios indescifrables de la humanidad.

Are You There, Chelsea?, originalmente titulada como el libro en el que se basa, nos sitúa en un bar deportivo de Nueva Jersey y nos cuenta la vida de una de sus camareras y su grupo de amigos y compañeros de trabajo. Junto con el título original, la serie se dejó en el camino lo que supuestamente iba a ser su premisa: Chelsea es arrestada por conducir bajo la influencia del alcohol, lo que le lleva a replantearse su vida desde la celda en la que acaba. Pues bien, tras ocho episodios emitidos hasta la fecha, no queda rastro de esta idea inicial. Desde su segundo episodio, la serie no es más que un penoso desfile de personajes sin interés (tengo la sensación de que con cada capítulo se introduce un secundario) y tramas agotadas desde el minuto uno que, por supuesto, no parecen llevar a ninguna parte.

La falta de propósito y el aire absolutamente descentrado de la serie no es lo peor de Chelsea, desatinado producto que se empeña en hallar el humor en la vertiente más desagradable y decadente del ser humano, sin un ápice de introspección o simpatía. Algo no solo posible, sino también muy necesario (recordemos una de las comedias estrella de la cadena, Will & Grace). No hay un solo personaje en la serie que provoque indulgencia en el espectador: como alter ego de su creadora, Chelsea es una protagonista indefinida y distante (que sí, Handler, que está claro, eres una borracha sin complejos, cuánta ruptura, cuánta irreverencia), además de ser una extensión de la Donna Pinciotti de That 70s Show (confirmamos que las cualidades de ambos personajes son inherentes a Laura Prepon); de la excesiva plantilla de Jerry’s solo se salva Nikki, una suerte de Eliza Dushku de bolsillo (más aun) y el único personaje que me ha hecho reír en algún momento; las compañeras de piso de Chelsea son una asiática de metro diez cuyas únicas cualidades son ser asiática y ser muy baja, (¡¿qué obsesión tiene esta serie con los enanos?!) y una virgen que en teoría debería aportar la nota más dulce en una serie llena de imbéciles, y que fracasa estrepitosamente, quizás por intentarlo demasiado. Handler se reserva un desagradable papel secundario como la hermana mayor de Chelsea y nos agracia con su incómoda presencia en cada episodio.

Los estrenos otoñales de la temporada 2011-12 mostraron una sobrecarga de sitcoms de aire noventero que crearon la ilusión de contrapunto a la tendencia al alza de comedias single-cam. Quizás el éxito de 2 Broke Girls animase a la NBC a darle un voto de confianza a esta abominación situada en las antípodas de la comedia a la que no tiene acostumbrados. Quiero imaginar a los ejecutivos del 30 de Rockefeller, a los que dieron luz verde al proyecto, dándose cabezazos contra la pared por haber bajado el listón de calidad de una cadena conocida y apreciada por su oferta cómica de calidad.

Entonces, ¿por qué sigo Are You There, Chelsea? Es difícil de explicar. Quizás tenga que ver con el hecho con el que comenzaba escribiendo este artículo. Mi vida se ha sumido en una espiral autodestructiva en la que Chelsea simboliza el fondo del pozo. Y con todo, hay algo en este absoluto desastre catódico que resulta atractivo, en el sentido más morboso de la palabra. Es exactamente como presenciar un accidente y no poder apartar la mirada. Quizás esa sea una de las claves. En fin, mirémoslo por el lado bueno. Chelsea ha logrado algo que ninguna de las series de calidad que he visto recientemente ha conseguido, darme una verdadera bofetada de realidad: “¿por qué estás viendo esto? ¿qué coño estás haciendo con tu vida?” Por eso quiero agradecer públicamente a Are You There, Chelsea?, a Chelsea Handler y a la NBC por ayudarme a salir del dique seco. Espero que vosotros no lleguéis al punto en vuestra vida en el que os alegréis al ver que hay episodio nuevo de Are You There, Chelsea? De verdad.

The Office: Evaluación del nuevo jefe de Dunder Mifflin

El vacío dejado por el antiguo jefe de la rama de Scranton de Dunder Mifflin se va haciendo más grande a medida que se emiten episodios de la octava temporada de The Office (ya van seis). Sin embargo, la marcha de Steve Carell no ha supuesto a priori grandes cambios en la serie. Esto indica por una parte un acomodamiento en la fórmula que ha funcionado tanto tiempo, y por otra un alto grado de confianza en el amplio plantel de secundarios de la serie. Es cierto que a lo largo de las siete temporadas anteriores se nos ha insistido en que el corazón de The Office está representado por el pintoresco grupo de trabajadores de la empresa dedicada a la fabricación y venta de papel. Sin embargo, sería absurdo negar la importancia capital de Michael Scott para el éxito de la serie. Sin Carell, la comedia de NBC se limita a seguir potenciando el bizarrismo y la estupidez de sus personajes hasta cotas insospechadas (Kevin, Erin y Gabe ya eran rematadamente tontos, pero sus diatribas son cada vez más desconcertantes), además de mimetizar tramas de las primeras temporadas con la esperanza de repetir la jugada. Sin embargo, después de siete años de excelente caracterización de personajes, no nos queda otra: amamos a todos esos idiotas, egocéntricos y sociópatas (a todos menos a Darryl: fuera ya).

El mayor reclamo para la audiencia a la hora de sintonizar con la octava temporada de The Office era averiguar quién sería el sustituto de Michael Scott. Existían dos opciones: dar ese empleo a uno de los personajes que ya conocíamos (Dwight y Andy eran los más firmes candidatos) o introducir un nuevo personaje. La (acomodaticia) solución ha sido una combinación de ambas. Andy ocupa el lugar de Michael, y un nuevo personaje, Robert California (interpretado por un irreconocible James Spader) ejerce de presidente de la compañía, con mayor presencia en Scranton que sus predecesores. El experimento por ahora no está saliendo del todo bien. California es una presencia incómoda y extraña, y aunque esa parece ser su función y Spader la desempeña acertadamente, hay algo que no encaja. Lo cierto es que Robert California (gran nombre, por cierto) parece ser uno de esos personajes con múltiples capas, y como tal, quizás debamos darle algo más de tiempo antes de emitir un juicio definitivo acerca de él.

Sin embargo, a Andy lo conocemos desde hace ya bastante tiempo y sabemos cuáles son sus virtudes y cuáles sus puntos débiles. Su ascenso no viene impulsado por el papel que desempeña en la serie y en la dinámica de la oficina, sino más bien por el tirón de Ed Helms después de los éxitos de la saga cinematográfica Resacón en Las Vegas. La figura de Andy como supervisor regional de la compañía está siendo explorada con tino al mostrarnos a un personaje sin la
resolución necesaria para llevar a cabo un trabajo de coordinación de un gran grupo de trabajadores. Lo que lo diferencia de Michael Scott es que Andy Bernard es consciente de sus carencias y el miedo es lo que lo define como jefe. Es cierto que al Nard-Dog le falta un hervor, pero cae bien, muy bien, eso es innegable. Y es esa la cualidad que se está aprovechando para construir la octava temporada de The Office. No sería del todo fallida si no fuera porque se está llevando a cabo una clonación absoluta de las tramas de las primeras temporadas de la serie. En ellas, tras una serie de pasos en falso por parte del jefe, los empleados le demuestran a última hora el gran aprecio que sienten por él. Este sentimentalismo calaba hondo cuando Michael Scott era el homenajeado; claro que Michael era un personaje infinitamente más complejo e interesante. No obstante -y a pesar de que Andy sea enormemente abrazable- repetir la jugada no hace más que poner en evidencia la falta de inspiración de unos guiones que a ratos parecen escritos con plantilla.

Una vez alcanzado el punto de no retorno, el regreso a los orígenes suele caracterizar a las series más longevas, y es lo que The Office está tratando de hacer sin éxito (por lo visto, a la NBC no le sirvió de ejemplo lo que ocurrió con Expediente X o con otra de sus comedias, Scrubs). No basta con darnos a un ‘Michael 2.0’, ni con revisitar la rivalidad entre Dwight y Jim con bromas cada vez más retorcidas (el libro de protocolo para celebraciones). Es necesario algo más, algo nuevo, algo distinto. No diré en voz alta que la serie debió finalizar con la marcha de Michael Scott, porque volver a ver a todos los trabajadores de Dunder Mifflin es siempre un placer. Pero seguramente lo piense cada vez que vea un nuevo episodio de The Office.