Qué extraño viaje han sido estos últimos seis años para nosotros, los espectadores de Community, defensores enamorados, fans a muerte, después fans desencantados, enfurecidos, seguidores por incercia, y finalmente compañeros esperanzados. Ha sido una época muy ajetreada para los responsables de la serie, y esto se ha reflejado en el espectador, que ha sido testigo de las transformaciones de la serie a raíz de lo que estaba ocurriendo tras las cámaras. Desde el principio, Community siempre vivió al límite, año tras año al borde de la cancelación. Tres temporadas épicas, una cuarta temporada gravemente afectada por un escape de gas (y la marcha de su creador tras polémicas que conoceréis de sobra), una quinta temporada que daba la bienvenida de nuevo a Dan Harmon, decidido a llevar a cabo un reset (o Repilot) de la serie para acabar haciendo una segunda cuarta temporada, la marcha de tres personajes del grupo original de siete, y finalmente, la cancelación por parte de NBC y el rescate de última hora de Yahoo.
Community ha tenido muchas vidas, muchas oportunidades. No las ha aprovechado todas igual de bien, pero nunca ha dejado de intentarlo. Cambió tanto en su segunda mitad que pasó de ser una copia de sí misma a una serie que había perdido su razón de ser y necesitaba reencontrarse. Y este precisamente ha sido el leit motif de la sexta temporada, emitida por primera vez en Internet (el que ha sido siempre el verdadero hogar de la serie): la búsqueda de una nueva identidad. Esta temporada ha tenido un aire y un aspecto decididamente diferente, más crudo y desnudo (que el Dean no se haya puesto ningún disfraz hasta el final es toda una declaración de intenciones), algo más experimental, respondiendo sin duda al reto narrativo que supone contar con 10 minutos más por episodio y a una mayor libertad desde más arriba. Por otro lado, el recorte en el presupuesto se hacía patente en cada episodio (Greendale a veces parecía un plató de sitcom y el campus estaba desierto), lo que impedía que los guionistas se volvieran locos con los “episodios especiales” y por tanto obligaba a buscar otras formas de explorar la hiperactiva creatividad que caracteriza a la serie. Este año hemos visto a Community buscando la manera de ser una serie nueva sin dejar de ser Community. Y aunque los primeros episodios resultaron poco alentadores, fue adaptándose poco a poco a su nueva piel, para terminar encontrando el punto a la nueva dinámica de personajes y el nuevo tono, más reflexivo y relajado que antes.
La sexta temporada de Community ha sido más difícil, ha transcurrido sobre el poso de tristeza que ha dejado la fuga de personajes y los continuos desengaños y episodios psicótico-depresivos de su creador, pero también, y quizás por todo eso, ha sido la más real, la más sincera. Sin abandonar los histrionismos propios de los protagonistas, se les ha permitido relajarse y ser personas. Más que nunca los hemos visto conversando alrededor de la mesa (no solo la Mark II sino también la del bar de Britta, que ha añadido un componente más convencional a un universo habitualmente despegado de la realidad), y además se han visto obligados a auto-analizarse en relación a las ausencias y las nuevas incorporaciones del Comité Save Greendale, que han resultado encajar magníficamente: Elroy, y sobre todo la maravillosa Frankie Dart, “una humilde forastera que llegó y lo clavó”; sin olvidar la reestructuración que ha provocado el merecido ascenso de Pelton y Chang (dos de los personajes más inspirados este año) a miembros oficiales del grupo. Esta temporada también ha contado con episodios “high-concept”, incluyendo una película casera de ciencia ficción (“Intro to Recycled Cinema”) o un brillante capítulo de Paint Ball deconstruido y reconfigurado como una de espías (“Modern Espionage”), incluso ha desarrollado su propia continuidad y autorreferencialidad casi al margen de la trayectoria en NBC (por ejemplo el troleo a los fans de Marvel o la importancia de Internet en casi todos los episodios), pero también ha llevado a cabo un experimento arriesgado: ser menos Community para intentar averiguar qué es Community después de todos estos años.
Y este ha sido también el tema principal del final de la sexta temporada “Emotional Consequences of Broadcast Television“, un episodio redondo que sabe a series finale al reflexionar sobre la trayectoria completa de la serie y situar a sus personajes en nuevos caminos separados. Este final cierra arcos emocionales de casi todos ellos (mi pobre Britta se queda a medias) y deja abiertas muchas puertas, pero no necesariamente para ser cerradas. La idea del episodio, sin duda el más meta de toda la serie (y ya es decir), es imaginar cómo sería una séptima temporada de Community, para lo que cada personaje propone una o varias ideas (“pitches”) que reflejan sus personalidades y sus experiencias en Greendale durante estos seis años. “Emotional Consequences” está salpicado de principio a fin por una versión recortada del opening de la serie, que nos golpea una y otra vez con la frase “I can’t count the reasons I should stay, one by one they all just fade away“. No es casual, por supuesto. La intención es poner sobre la mesa todo lo que ha salido bien, recordar todas las cosas que se han ido “desvaneciendo una a una”, y todo lo que ha fallado, y a partir de esa información descubrir qué razones les quedan a estos personajes para quedarse en Greendale y crear/justificar posibles futuros para Community.
Sin embargo, ninguno de los “pitches” resulta convincente. Algunos son demasiado absurdos hasta para una serie como Community, otros son demasiado acomodaticios (el más lógico, que nos devolvería al grupo al completo siguiendo los pasos de Jeff como profesores del campus se descarta por ser muy fácil), otros nos demuestran que traer de vuelta a los personajes que se marcharon no es la solución (el cameo de Shirley sirve para decirnos que la antigua Community ya no existe y no volverá a existir). La conclusión que Harmon saca de todo esto es que la mayor enemiga de Community ha sido Community (en este caso podemos usar el nombre de su creador como sinónimo), que su propia ambición se ha vuelto en su contra, hasta el punto de hacerle perder su propósito. Harmon nos habla a través de sus personajes del problema de no querer crecer y arrastrar a los demás hacia tu estancamiento (eterno conflicto interno de Jeff, que en el final aprende a dejar marchar a Abed y Annie para asumir que se está haciendo mayor), de lo difícil que es crear algo y mantenerlo vivo durante tanto tiempo, y a continuación extiende la mano para que se la cojamos. “Emotional Consequences” es una disculpa oficial hacia los fans, y también a las personas que han confiado en él y han salido decepcionadas, o a los que ha ofendido durante estos años. El tag final del episodio empieza como un deprimente chiste sobre unos personajes de ficción que descubren que en realidad no existen (el mejor epílogo de una temporada de epílogos horrendos), y se acaba convirtiendo en un disclaimer/carta en la que Harmon se abre ante su audiencia y se autoflagela (una vez más) por su complicada personalidad y sus errores. Pero el mensaje más importante del demiurgo se transmite, como no podía ser de otra manera, a través de Abed, que nos explica qué es o debe ser una serie de televisión, en concreto una comedia, cuál es la relación ideal entre ella y el espectador, y por tanto, por qué Community ha sido tan especial, única y problemática:
“There is skill to it. More importantly, it has to be joyful, effortless, fun. TV defeats its own purpose when it’s pushing an agenda, or trying to defeat other TV or being proud or ashamed of itself for existing. It’s TV, it’s comfort. It’s a friend you’ve known so well, and for so long you just let it be with you and it needs to be okay for it to have a bad day or phone in a day. And it needs to be okay for it to get on a boat with Levar Burton and never come back. Because eventually, it all will”.
La respuesta a la pregunta “¿Por qué sigue existiendo Community?” no tiene una sola respuesta. Son tantas como las razones por las que cada miembro del Greendale Seven/Save Greendale Comitee/Nipple Dippers ha permanecido en el grupo hasta ahora. Codependencia, autoengaño, amistad, ¿sinergia?. Estos personajes reconocen estar ahí porque son quienes son solo en relación al grupo, es su refugio del mundo real, su zona de confort. Y en estos momentos, Community es lo que es sobre todo en relación a sus fans, sin los que no sería nada, una válvula de escape de la que Harmon nos pide que no dependamos tanto y que no depositemos tanta responsabilidad en ella. Antes de despedir a los personajes que se marchan para descubrir quiénes son fuera de Greendale y enseñarnos a los restantes sentados a la mesa del bar (“This is the show“, las series pueden cambiar, evolucionar, sufrir “hemorragias” de personajes, perderse y encontrarse), Harmon nos propone cerrar los ojos e imaginar cómo sería nuestra séptima temporada ideal. No podemos decirlo en voz alta (ni supongo escribirlo en la entrada de un blog), porque no se haría realidad. Pero yo he preferido no pensarlo. “Emotional Consequences” es el final perfecto para la serie. Ha sido agridulce, duro, rupturista (esos dos fucks), pero también precioso, emotivo, conmovedoramente sincero y lleno de guiños cómplices al pasado (“I hereby pronounce you a community”); en definitiva, el broche de oro a una serie que nos ha involucrado narrativa y emocionalmente como ninguna otra. ¿Me gustaría volver a Greendale para una séptima temporada o para ver hecho realidad el profético #andamovie con el que termina la sexta? Claro que sí, ya hemos dejado claro que nuestra relación es codependiente, y si ella quiere volver, la recibiré con los brazos abiertos, como amigos que saben que estarán mejor el uno sin el otro pero siguen juntos incondicionalmente (pase lo que pase, #CommunityLivesOn). ¿Debería ser “Emotional Consequences” el final definitivo de Community y nosotros dejarla marchar de una vez? Maybe. Probably. Maybe.