Cómo Parks and Recreation nos ha hecho ser mejores

Parks and Recreation

Parks and Recreation dio comienzo en 2009 como un reemplazo tardío de midseason, y se postuló con tan solo 6 episodios (al más puro estilo British) como la nueva The Office. Las comparaciones eran lógicas e inevitables: se trataba de una workplace comedy sobre la vida oficinil de los empleados del departamento de parques y tiempo libre de una pequeña ciudad de Indiana, Pawnee; estaba rodada al estilo falso documental y su humor se basaba en gran medida en la observación del comportamiento humano, con extrañas interacciones sociales y momentos de “tierra trágame” (aunque nunca tan incómodos como los que tenían lugar en Scranton); por si eso fuera poco, su protagonista, Leslie Knope (la incomensurable Amy Poehler) era una especie de Michael Scott en versión mujer, una jefa bienintencionada y entusiasta que solía ponerse a sí misma en situaciones ridículas todo el tiempo. Ah, una cosa más, el creador de Parks and Recreation es Greg Daniels (junto a Michael Schur), que también produjo The Office. Qué casualidad, ¿no? Sin embargo, en el transcurso de las siguientes temporadas, Parks and Recreation salió progresivamente de la sombra de su “hermana” de NBC para encontrar su propia identidad y dar con su fiel audiencia, convirtiéndose en una de las series más queridas de los últimos años.

Como suele ocurrir con las mejores series, si Parks and Rec se convirtió en una de las comedias favoritas de la audiencia fue sobre todo gracias a sus personajes, uno de los repartos corales mejor compenetrados de la televisión. Y sobre todo gracias a su entrañable e hiperactiva protagonista, Leslie, icono catódico y modelo a seguir que nos ha proporcionado un pulso moral y ha marcado el camino para muchos y muchas a lo largo de 7 temporadas (tanto dentro como fuera de la serie). Pero tampoco podemos olvidar al resto de ciudadanos, funcionarios y “profesionales” de Pawnee, que han conformado un impresionante plantel de personajes recurrentes y han contribuido a que la ficticia ciudad de Pawnee (la mejor ciudad del mundo) pase a la historia de la televisión junto a Cicely, Stars Hollow o Springfield. Por eso, como no podía ser de otra manera, el final de Parks and Rec, “One Final Ride” (7.012-13), es un homenaje a los habitantes de Pawnee y la “familia” de Leslie Knope, una emotiva despedida en la que nuestra heroína (y aquí me estoy refiriendo tanto a Knope como a Poehler) se toma la molestia de decir adiós a todos, uno a uno, con lágrimas en los ojos; un “hasta pronto” lleno de abrazos y caricias que nos ha provocado un enorme nudo en el estómago.

Parks and Recreation

“One Final Ride” es prácticamente un “clip show” en forma y fondo, solo que los clips están formados por flash-forwards. Al más puro estilo Six Feet Under (salvando las distancias), el final de Parks and Rec nos conduce de la mano hacia el futuro de sus personajes, los principales y los secundarios más importantes, para desvelarnos el destino que les aguarda a todos. Este emocionante viaje nos lleva más lejos de lo que esperábamos y nos depara muchas sorpresas: April y Andy se convierten en papás (brillante gag el del parto de April maquillada para Halloween), Ann y Chris regresan con buenas noticias, Ron halla su trabajo ideal como solitario guarda del parque natural de Pawnee gracias a Leslie, Garry (¡Girgich!) es elegido alcalde de Pawnee hasta el final de sus días, Tom se convierte en orador motivacional y escritor de éxito, y mención aparte merece Craig -que estuvo a punto de cargarse la serie el año pasado, y ha sido reenfocado con éxito gracias a su terapia para controlar la ira. A lo que iba, Craig se casa con Typhoon, junto al que pasa el resto de su vida. No sé si sabíamos que era gay, pero lo dábamos por sentado. Y el hecho de que los personajes no se lo hayan cuestionado abiertamente ni se haya hecho referencia explícita al tema, para pasar directamente a su historia de amor con el peluquero de Ron, es uno de los detalles más fáciles de pasar por alto (porque se ha hecho bien, de forma totalmente natural), y por tanto más encomiables de la serie.

Esta series finale es sin duda el broche de oro perfecto para una historia que nos ha dado momentos inolvidables, lecciones de vida y reaction gifs para parar el mundo. “One Final Ride” está repleto de guiños (“I’m ready”), cameos (Joe Biden, el borracho del tobogán del piloto) y “huevos de pascua” (¡Star-Lord!), referencias ocultas y no tan ocultas a la trayectoria de la serie y el universo que ésta ha creado (Treat Yo Self, Gryzzl), que conforman un elaborado agradecimiento a sus seguidores y con el que se cierra ciclo tras una temporada que se ha dedicado casi exclusivamente a despedirse. Y es que la séptima no ha llevado el sobrenombre de “Farewell Season” a la ligera. Siguiendo el espíritu de Leslie Knope, Parks and Rec ha organizado los 13 episodios de la última temporada con “binders” e itinerarios estudiados minuciosamente, para llevarnos, con la excusa de una última misión del equipo de Parks, en un recorrido final por Pawnee en el que hemos podido ver por última vez al concejal Jamm, Joan Callamezzo, Jean-Ralphio y Mona-Lisa, Jennifer Barkley, Brandi Maxxxx, Shauna Malwae-Tweep, Perd Hapley, Ethel Beavers, etc; sin olvidar a Johnny KarateBurt Macklin Janet Snakehole.

Parks and Recreation

Lo cierto es que Parks and Rec se ha preocupado tanto este año de sellar el destino de sus personajes y no dejar ningún cabo suelto que le ha quedado una temporada algo deslavazada y distraída desde el punto de vista narrativo (muchas ideas y golpes geniales como siempre, pero poca forma en las historias), a lo que no ha ayudado que NBC la haya despachado en un abrir y cerrar de ojos, a razón de dos episodios por semana. El (brillante) final de la sexta temporada daba un salto hacia el futuro, y la séptima ha transcurrido principalmente en el año 2017 (geniales las perlas sobre el futuro de nuestra tecnología y cultura), una decisión arriesgada que no ha terminado de dar los frutos que se esperaba. Lo más curioso es que entre una temporada y otra, parece que también han pasado 3 años en la vida real. Sobre todo en los primeros episodios, en los que da la sensación de que Parks se está esforzando demasiado en ser Parks (como le ocurrió a Community sin Dan Harmon), o, en sus peores momentos, que regresa para una temporada de gracia después de ser cancelada hace tiempo (como Arrested Development). 2014 fue un año muy importante para varios actores de la serie, sobre todo para Poehler y en especial para Chris Pratt, que ha saltado al estrellato mundial gracias a Guardianes de la Galaxia. Tanto ha pasado fuera de Pawnee en un año, que a Parks se le ha olvidado un poco cómo ser Parks y a Pratt cómo ser Andy Dwyer. Afortunadamente, la temporada va recuperando poco a poco la magia (el precioso “Leslie and Ron”, 7.04, empieza a corregir la trayectoria), para despedirse de nuevo desde lo más alto, impidiendo que la serie acabe desvirtuándose, como le ocurrió a la propia The Office y tantas otras series.

Entre otras cosas, Parks nos ha hablado durante siete temporadas sobre la realización personal a través del trabajo, y las conclusiones principales del desenlace tienen que ver directamente con esto. Uno de los objetivos de la temporada final ha sido situar a todos sus personajes en el camino profesional adecuado. Y para ello, April, Andy o Ron se han puesto en manos de su/nuestra gurú, Leslie Knope. Ojalá todos tuviéramos una Leslie que nos dijera por dónde tenemos que ir para cumplir nuestros sueños y encontrarnos a nosotros mismos en el trabajo que realizamos. Si lo pensamos bien, esto es un arma de doble filo. El ambicioso mensaje aspiracional de Parks and Rec es muy valioso, pero también se puede malinterpretar en ocasiones: si no llegáis a lo más alto, no sois nadie. Afortunadamente, la serie nos sugiere diversos modos de triunfo a distintas etapas de la vida, y nos viene a decir que nunca es tarde para reencauzar nuestra carrera. Y lo hace además sin moralina, dejando que sus personajes resuelvan sus destinos por iniciativa propia -o eso es lo que ellos creen, Leslie maneja los hijos y los lleva a todos donde ella cree que tienen que ir, que, por supuesto, es siempre la decisión correcta.

Parks and Recreation

Porque todos pondríamos nuestro futuro en manos de Leslie Knope, una de las mujeres más fascinantes de la historia de la televisión. Como decía al principio de este texto, Leslie pasó de pazguata hiper-entusiasta que nadie se tomaba demasiado en serio a infalible modelo de comportamiento, una heroína moral que nos ha proporcionado ideales de conducta y ejemplo a seguir en todos los aspectos de nuestra vida, incluida la alimentación (todos sabemos que los gofres son la base alimenticia más imprescindible y las ensaladas son el mal). Como dicen, “Sé la Leslie Knope de todo lo que hagas“. Gracias a la trayectoria ascendente de Leslie (a pesar de los absurdos obstáculos y ridículos obstructores que trataban de achicarla), Parks and Rec se convirtió una de las series más feministas de la televisión, pero esto no ha impedido que sus lecciones vitales se apliquen a todos y cada uno de nosotros. Lo más destacable del discurso de Parks es que la serie ha encontrado la manera de “educar” al espectador sin resultar sermoneadora o condescendiente en ningún momento. No hay “agenda política” en su mensaje liberal, solo una propuesta: enriquecer nuestra sociedad fomentando la igualdad, el entendimiento y la colaboración, y apostando por encima de todo por la senda del bien: Parks no es la victoria de la mujer trabajadora que puede tenerlo todo (porque eso se sobreentiende), es simplemente el triunfo de las buenas personas.

Por eso, nos encomendamos a la filosofía Parks and Rec para ser la mejor versión posible de nosotros mismos y abogar por un mundo más justo y equilibrado. Aunque suene exagerado, Parks nos ha regalado una guía para la vida y una baliza moral en la figura de Leslie Knope, empleémosla a partir de ahora. El final de Parks and Rec deja abierta una cuestión que nos llevamos planteando desde hace tiempo: ¿Llegará Leslie a ser presidenta de los Estados Unidos? La respuesta es ambigua (si lo fuera Ben, también estaría bien, puesto que el respaldo mutuo es esencial en el knopismo), pero nosotros sabemos a ciencia cierta que su destino no es otro que la Casa Blanca. Porque queremos pensar que un mundo gobernado por Leslie Knope es posible.

Derek: Ricky Gervais y la sitcom humanista

Ricky Gervais Derek

“¿El sentido de la vida? Las moscas no se hacen esas preguntas. Llegan, hacen sus cosas y se mueren en un día. Nosotros deberíamos dejar de preguntárnoslo. Mi mayor logro en la vida fue ser el espermatozoide que ganó a los demás” -Dougie.

El humor británico. Para muchos la expresión máxima del arte de la comedia, para otros simplemente Benny Hill. Lo que está claro es que en Inglaterra tienen un sentido del humor muy particular, decididamente nihilista y autocrítico. Estamos acostumbrados a que las series y películas inglesas se rían de todas las miserias del inglés medio, y del ser humano en general, con grandes dosis de mala leche, incorrección política y esperpento. Por eso cuando uno se adentra en Derek, la sitcom más reciente del irreverente, polémico y frecuentemente genial Ricky Gervais, no sabe muy bien desde qué ángulo proceder.

Derek supone un regreso al estilo The Office. Se trata de otra comedia mockumentary de veinte minutos ambientada en un lugar de trabajo que explora los problemas cotidianos de personas normales y corrientes. Sin embargo, como el propio Gervais dice, “The Office versa sobre el existencialismo de tener 30 años, mientras que Derek sobre el de tener 90“. La serie tiene lugar en una residencia de ancianos que sufre duros recortes de la administración y se mantiene a flote a duras penas, y los actores veteranos aportan un grado de realismo y naturalidad que es uno de los mayores aciertos de la serie. Derek, interpretado por Gervais, es un discapacitado mental de 50 años que trabaja en la residencia, un hombre despojado de cualquier tipo de malicia y capacidad de prejuicio, esencialmente bondadoso y optimista, que ayuda tanto a residentes como a empleados y voluntarios a ver la vida con otros ojos.

Derek

Gervais aparca su lado más destroyer para Derek, y traza un relato profundamente humanista que sin embargo ha ofendido a gran parte de la audiencia de su país. Lo cierto es que no es de extrañar, sobre todo después de ver su primer episodio. El comienzo de Derek, no sabemos si consciente o inconscientemente, parece una provocación. No nos queda muy claro a lo largo de los 20 minutos que dura si el tono que adopta Gervais es paródico o sincero, lo que explica que muchos se sintieran insultados por su (excelente) interpretación de un retrasado mental. Pero solo hay que ver un poco más para comprobar cómo Derek pasa rápidamente del sketch a la dramedia, dejando claro que la sinceridad es la norma y la ironía brilla por su ausencia, y ya de paso, evitando polémicas y acusaciones.

En ese aspecto, Derek se distancia considerablemente de la sitcom tradicional -como hacía The Office-, porque cuenta con un protagonista que no está familiarizado ni es capaz de procesar la hipocresía y la maldad -¿David Brent/Michael Scott?-, que dice exactamente lo que piensa, y empuja a los demás a moverse en un plano de sinceridad en el que los protagonistas de sitcom no se adentran (o adentraban) a menudo. A su alrededor orbitan los trabajadores de la residencia, de los que destacan su directora, Hannah, una mujer sin estudios y sin sueños, el hombre-para-todo Dougie (Karl Pilkington, colaborador habitual de Gervais) y el asquerosillo Kev, un hombre (¿también discapacitado?) obsesionado con el sexo que aporta la mayor dosis de sal gruesa a la serie. Ellos conforman un espectro de miserias e idiosincrasias que permiten a Gervais reflexionar sobre nuestro vacío existencial y el sentido de la vida, como Louie pero sin cinismo aparente ni auto flagelación. No esperéis una respuesta a medias tintas a la gran pregunta, nada de 42. La vida no tiene sentido, y hacernos esa pregunta es una pérdida de tiempo.

Derek Season 1

Pero el derrotismo que caracteriza a un personaje como Dougie (que pasa de hazmerreír a filósofo de la depresión en el transcurso de la primera temporada), y que salpica constantemente la serie, se ve contrarrestado por la perspectiva cándida y bienintencionada que aporta Derek. La vida es absurda, pero también puede ser profundamente bella y debemos celebrarla, sobre todo si está llegando a su fin en una residencia de ancianos, rodeados de otras personas que se dedican exclusivamente a esperar a la muerte. Y ahí es donde Gervais vuelve a perder el control de su creación. Derek incurre muy a menudo en el sentimentalismo y la manipulación emocional, buscando la lágrima fácil, ya sea mediante montajes nostálgicos, esos pequeños instantes de humanidad a flor de piel que en The Office pillaban desprevenido y aquí se ven venir a la legua, o echando mano de la música más teatrera, ese piano insoportable o la muy holgazana elección de Coldplay para reforzar los momentos más conmovedores.

Esto, junto a la auto indulgencia y egocentrismo de Gervais (aunque tengamos clara la diferencia entre autor y personaje, identificarse con “el hombre más bueno del mundo” puede resultar muy peligroso) hacen que Derek sea una comedia de acusados desequilibrios, una obra que fluctúa constantemente entre la autoparodia y el reality para amas de casa, y que solo es brillante cuando logra hallar el punto medio. Afortunadamente, en cada capítulo hay un momento o dos en los que Gervais da con la nota adecuada, haciendo de Derek un trabajo muy irregular pero en última instancia satisfactorio, e incluso revelador.

Por qué el final de The Office fue tan perfecto

“Ojalá hubiera una manera de saber que estás viviendo los mejores momentos de tu vida antes de que ya hayan pasado”. No hay mejor forma de sintetizar lo que The Office ha acabado significando para todos después de estos 9 años. O espera. Sí que la hay. De hecho, hay muchas maneras de condensar la esencia de la serie, y da la casualidad de que todas tienen cabida en “Finale”. Efectivamente, The Office se despidió el pasado jueves con un episodio absolutamente redondo que lograba con éxito la dificultosa tarea de hacernos pasar de la risa al llanto en una milésima de segundo. Y además, escena tras escena. Una preciosa y tremendamente emotiva coda que constituye un triunfo sobre todo porque está construida como homenaje a todos los empleados de Dunder Mifflin -así como a los actores que los interpretan-, y, cómo no, a los espectadores que los hemos acompañado en sus largas jornadas laborales durante tanto tiempo.

Se puede decir que los grandes conflictos de la novena temporada (lo de “grandes” es un decir, porque The Office nunca fue una serie de dramatismos excesivos) quedaron resueltos en los episodios anteriores, reservando “Finale” para las despedidas, los reencuentros, los abrazos. Para echar la vista atrás y poner un pie en el futuro. Después de tanto tiempo, ya había quedado casi olvidada la premisa de la serie que puso de moda el mockumentary en la televisión norteamericana: los trabajadores de una empresa distribuidora de papel son los protagonistas/objetos de estudio de un documental para la televisión. Llevábamos muchos años sin ser demasiado conscientes de la presencia de las cámaras y los micros en la oficina de Dunder Mifflin (más allá de los testimonios que los personajes daban en cada episodio). Sin embargo, la novena temporada ha estado en gran medida marcada y articulada por el fin de la grabación y por el inminente estreno de The Office: An American Workplace. Los personajes han interactuado más con el equipo de televisión que los grababa (qué disgusto estuvo a punto de darnos Billy) y este ha vuelto a adquirir la importancia que tuvo en los orígenes de la serie.

Gracias al tema del documental, The Office ha podido elaborar el final más perfecto posible, al que aspira toda serie longeva. Por si no tuviéramos suficiente con ver a estos personajes celebrando a sus compañeros y los inolvidables (e insignificantes, anodinos, estúpidos, absurdos) momentos que han vivido juntos, el final está salpicado de imágenes de archivo que ilustran los mensajes de despedida y los discursos que ponen broche a esta importante etapa de sus vidas. Cada una de estas imágenes del pasado nos aprieta más y más el nudo del estómago con el que empezamos a ver el episodio. La primera parte, centrada en las despedidas de soltero y soltera de Dwight y Angela, y el panel que conmemora el fin de emisión del documental, allana el terreno para lo que será una segunda parte que no nos dará tregua alguna. Yo no soy de llorar en las bodas, pero en esta he sido incapaz de cerrar el grifo.

Es admirable que una conclusión de 50 minutos sea capaz de hacer justicia a un reparto tan numeroso. Ni un solo personaje se queda sin su momento de gloria. Es más, casi todos tienen varios. Incluso Creed, que cuando uno piensa que no lo va a ver más, lo encuentra de incógnito entre los asistentes a la boda -y por si eso fuera poco, acaba tocando la canción que servirá de acompañamiento musical al lacrimógeno montaje final. E incluso Kelly y Ryan, que vuelven para resolver de una vez por todas esa tensión sexual resuelta-des-resuelta-y-revuelta, de la manera más bizarra posible. Esos dos grandísimos gilipollas abandonan a un bebé para huir juntos hacia el atardecer. Tal para cual. Y si esa adorable escoria tiene su final feliz, imaginaos el resto de personajes.

Es imposible hacer recuento de todos los momentos en los que se demuestran el amor, la amistad y la lealtad que se profesan (pero lo intentaré). Parece mentira que estemos hablando de la misma serie que se estrenó allá por 2005, esa sitcom basada en la serie homónima de Ricky Gervais, sátira incómoda, dolorosamente real y poco complaciente que se ha transformado a lo largo de los años en una serie esencialmente norteamericana, en todos lo sentidos. Lo amargo y desagradable ha ido cediendo a lo amable, a lo enternecedor. Y así es como se marchan los personajes, arropados por el cariño de unos compañeros que durante años se han ignorado, vilipendiado, saboteado mutuamente, pero que nunca han dejado de quererse. Como ocurre en toda familia.

La figura de madera que Stanley talla para Phyllis -“Todos dicen que Stanley Hudson es un viejo cascarrabias. Pero, ¿haría un viejo cascarrabias algo así? Soy yo. Soy yo”; Phyllis llevando a Angela al altar sobre su espalda; Erin encontrando a sus padres; Dwight confesando que Pam es su mejor amiga, y haciendo recuento de sus “subordinados”; y por supuesto, Michael Scott. MICHAEL SCOTT. Se llevaba especulando desde hacía meses con un posible cameo del ex jefe de Dundler Mifflin, y aunque nos convencíamos de que él ya tuvo su final y no era necesario que volviera, su ausencia no habría sido del todo coherente. La aparición de Michael en el episodio es quizás el primer gran golpe al estómago. Contenerse ya es completamente imposible. Qué manera de entrar, con el “That’s What She Said” más bonito de la historia. A partir de aquí nos deshidratamos. Sí que era posible darle un final aun más cerrado y satisfactorio al personaje: ¡Michael tiene tantas fotos de sus hijos que las tiene que guardar en dos móviles! (Sí, estoy llorando mientras escribo esto). Y, ¿qué me decís de su gran frase final? “Siento que todos mis niños han crecido y se han casado entre ellos. Es el sueño de todo padre”. ¿Habría sido bueno el final de The Office sin Michael? Muy probablemente. Seguro. Pero no habría sido tan increíblemente perfecto.

“He pintado el mural perfecto. Nuestra historia. La de todos”.

Después de la boda de Angela y Dwight, el grupo de Dunder Mifflin regresa a la oficina. ¿Dónde si no puede -y debe- acabar la serie? Es la última vez que todos estarán juntos allí. Que empiece la traca final. Comenzamos con los guiños al pasado para cerrar ciclo, y el bombardeo -sin piedad- de imágenes del principio de la serie. Pam responde al teléfono de recepción mientras Jim está sentado en su lugar de siempre en la oficina. Estos dos han sido el corazón de The Office prácticamente desde el comienzo -con permiso de Michael-, y han llevado el peso de esta última temporada. Han aportado la estabilidad, han potenciado el realismo de la serie, han servido de nexo de unión entre el espectador y los extraños seres de la oficina, y ahora ofrecen la moraleja (o moralejas) definitivas: “Me llenaría el corazón si alguien viera este documental y se dijera ‘sé fuerte, confía en ti, quiérete, conquista tus miedos. Persigue lo que quieres, y hazlo rápido, porque la vida no es tan larga’“. Durante estos nueve años, se nos ha dejado ver el lado extraordinario de este grupo de seres convencionales, convertidos en maridos y mujeres, socios, amigos de por vida, obligados a compartir condena sus días en “un trabajo estúpido, maravilloso, aburrido, increíble“. Nueve años -algunos mejores que otros- de los good old times a los que Andy se refería, de papiroflexia emocional y de destellos de belleza escondida en el desagradable género humano. Después de todo, un dibujo a acuarela de un simple y monótono edificio gris puede ser la obra de arte más hermosa.

The Office: Diario de la novena temporada, Parte III

9×11 “Suit Warehouse” (17-01-13)

Este es uno de esos capítulos de The Office con los que uno no sabe si reírse o quitarlo y salir a dar una vuelta. Uno de esos que yo veo como si fuera una película de terror, mirando entre los dedos, con las manos tapándome la cara. La vergüenza ajena es uno de los recursos cómicos más esenciales y efectivos de la serie, pero a veces es demasiado. Para muestra, dos botones: la entrevista de Darryl en la empresa de Jim (lo que le recuerda la palabra “mandate” y su broche final lanzando la pelota) y la historia de Dwight sobre la afición de su “hijo” a coleccionar mojones de gato. Todo esto no es malo necesariamente. Es The Office, siempre ha sido así. Pero a veces desafía el aguante del espectador más acostumbrado a este humor, y eso es mucho decir.

Se divisa por fin el gran conflicto en la historia de Jim y Pam y el nuevo trabajo de él en Filadelfia. La posibilidad de mudarse de Scranton hace entrar en modo pánico a Pam. Jim la está dejando atrás, y ella se siente cada vez más imprescindible en Dunder Mifflin. Espero que esto no acabe en drama. Pero me lo veo venir.

Hacía tiempo que Erin no me saturaba como en este episodio. Ella es genial, es adorable, es única, pero si no se dosifica su locura, puede llegar a cargar. La broma de los bolígrafos podría haber sido genial si se hubiera quedado en la primera escena, pero no, decidieron alargarla hasta la extenuación.

¿Y ese horrible product placement de Nespresso? Peor incluso que el del iPad en Modern Family. Estaba seguro de que en cualquier momento revelarían que era eso precisamente, product placement del documental, pero no ha sido así. Lo perdonaremos porque ha dado los mejores momentos del episodio: Angela odiando las ventanas, Stanley despierto a la hora de su siesta o Kevin haciendo ‘levantamiento de Angela’.

9×12 “Customer Loyalty” (24-01-13)

Quitémonos de en medio primero lo menos importante pero ligeramente destacable: Nellie. Siempre Nellie. Se agradece que den a Catherine Tate más de un minuto en pantalla. Estaban empezando a tenerla de atrezo, y eso es el mayor desperdicio de la historia. Eso sí, ¿a qué viene ahora lo de Toby? ¿De repente, en un momento de sequía, se han acordado del beso y han dicho “vamos a explotar aquello”? Tenía que haber ocurrido en el episodio inmediatamente posterior. Ahora no tiene sentido.

Lo de Pete y Erin ya es oficial. No se han liado aun, pero al menos la oficina entera ha dado fe del flirteo de estos dos. ¿Y ahora qué? Me estoy empezando a hartar de no ver a Andy.

Las pelucas de Meredith: GRANDE.

No me hagáis hablar de Darryl y Dwight. Qué sopor.

Y ahora a lo único realmente memorable del episodio. Esa escena final. OUCH. Jim y Pam se pelean. Y además es una discusión de las fuertes. Ha sido duro verlos así porque NUNCA los vemos así. Una discusión que en otras parejas televisivas nos habría parecido el pan de cada día, en Jim y Pam nos parece una fisura muy importante en una relación siempre perfecta. Un gran aplauso a estos dos actores por hacernos sentir la absoluta realidad del momento. Sobre todo a Jenna Fischer, bravo. La única pega es que de nuevo se nos muestre al equipo de grabación del documental más largo de la historia. Os cuento por qué. En este caso, Brian (en la foto), ante el derrumbe de Pam (insisto, qué perfecta Jenna) pide que apaguen las cámaras, lo que hace que nos planteemos, ¿por qué ahora? ¿No han ocurrido cosas muchísimo más graves, incluso horribles, y a nadie se le ha ocurrido cortar? Es incoherente. Aun con todo, no deja de ser un momento lleno de fuerza que nos muestra una vez más a Pam como el ser más humano de la oficina. Así que en el fondo, aunque me haya chirriado un poco, ha sido un recurso efectivo, y me alegro de que haya ocurrido, aunque sea solo por ese “¿Qué estoy haciendo mal, Brian?” de Pam 🙁 Uno de los momentos más reales, tristes y dolorosos de The Office.

Y bueno, por favor, ¿podemos detenernos tod@s un momento a apreciar a BRIAN? Ese hombre.

9×13 “Junior Salesman” (31-01-13)

Al comienzo de este episodio hay un intento de explicar o justificar la incoherencia que fue la aparición de Brian delante de las cámaras y su interacción con Pam. Al encargado de sonido están a punto de despedirlo porque no debe hablar con los sujetos del documental. De acuerdo, no es un mal parche. Pero su efecto dura más bien poco, porque para empezar, esta fisura nunca debió existir. Brian sigue en la serie, no es un caso aislado, The Office está siendo muy tramposa con esto, solo para meter con calzador un gran conflicto de última hora. Al menos está manejando bien la tensión entre Jim y Pam. Resulta incómodo y algo doloroso verlos distanciarse, y como dije la semana pasada, Jenna Fischer y John Krasinski están levando a cabo un gran trabajo haciendo que nos creamos completamente esta crisis.

A pesar del teaser con Pam y Brian, y de que The Office es esta temporada The Pam Beesly Show, el episodio se centra en Dwight y su recién adquirido y muy temporal poder dentro de la oficina (algo que hemos visto mil veces). Su tarea es contratar a un vendedor a tiempo parcial para cubrir a Jim mientras este está en Filadelfia. Lo que viene a continuación es un festival de momentos 100% Schrute que dejan clara una cosa antes de ver el episodio especial “The Farm”: ni él solo ni su troupe de freaks sería capaz de sostener una serie. Cómo me alegro de que el spin-off no haya salido adelante. Por su culpa, este es uno de los episodios más lentos y exasperantes de lo que llevamos de temporada. Lo único bueno de esta trama es que desemboca en otra de esas bonitas escenas Pam-Dwight en las que percibimos el aprecio mutuo que se profesan. Bueno, y el pasado de Dwight en la escuela para jóvenes X-men. He de reconocer que ha tenido su gracia.

Definitivamente, Catherine Tate es la actriz más desaprovechada de esta temporada televisiva. La actriz británica no está hecha para ser una figurante más de la oficina. Una pena.

9×14 “Vandalism” (31-01-13)

No me voy a andar con rodeos: Pam y Brian, NO, NO, NO, NO, MALA IDEA, NO, NO, NO, POR FAVOR. No lo hagáis, no vayáis por ahí, paradlo ahora que estáis a tiempo. No pido mucho. Que todo se quede en un susto.

Y si siempre he pensado que Darryl es el cáncer de The Office (suena duro, lo sé, pero cada vez que aparece me provoca una insoportable mezcla de sueño e ira), lo de Oscar no tiene nombre. No hay excusa alguna para su comportamiento. Es rastrero y despreciable. Y solo lo supera el senador. Me ha encantado ver a la no-verdadera Angela en su casa, esa stepford wife de bolsillo. Y bravo por Kevin desenmascarando a su marido. Ese pequeño gran obeso niño-hombre.

En este capítulo también hay acercamiento entre Pam y Dwight. Que él vandalice el camión del bully del almacén dibujando el mural de Pam es un detalle precioso.

Pero volvamos a Pam y Brian. En serio, no, no y no. Ya está despedido. Pam no necesita un príncipe azul ni un caballero de brillante armadura que luche contra los dragones que la acechan. Pam necesita que Jim vuelva a ella. Así que todo está en manos de él. Jim, no me falles, por favor, deja de ser un capullo desconsiderado, que para eso tenemos (o teníamos) a Andy. The Office no puede recurrir al triángulo amoroso ahora, después de nueve años, no sería creíble, sería una atrocidad. No quiero más Brian. Bueno, sí, porque es como muy demasiado guapo, pero no, así no. Fuera, Brian, fuera, buuuu!!! Es genial que la serie se haya acordado esta temporada de que Jim y Pam existen, pero el drama barato sobra. Le daré a Greg Daniels el beneficio de la duda. Espero que sepa contener esta situación y no siga por este camino tan facilón.

9×15 “Couples Discount” (07-02-13)

Andy’s back. Sus tres meses de ausencia han servido para que la oficina acabe odiándolo tanto como el espectador. Pocas veces se ha esforzado una serie tanto en que no nos olvidemos ni un solo segundo de que un personaje se ha ido temporalmente. Y mucho menos en que le cojamos tanta manía. El regreso de Andy es la gota que colma el vaso para Erin, que al fin besa a Pete, y para nosotros, que ya hemos comprobado que el personaje no es imprescindible. Andy está mejor consigo mismo, con su música y los restos de comida de su barba (puaj). Es una nueva era para Erin. The Erin Era.

El drama Halpert-Beesly progresa adecuadamente. De momento no hay razones para que cunda el pánico como la semana pasada. Todo lo contrario, se siguen manejando los conflictos de la pareja con toda la naturalidad del mundo, sin artificios (bueno, con uno solo: Brian). El tío del sonido cuenta a Jim y Pam que se va a divorciar. Afortunadamente, la escena no sirve para que Pam muestre sus sentimientos por él (si es que algunos tuviere), sino para desvelar un secreto. Lo que viene a continuación es una semi-discusión enormemente realista (como siempre) que acaba con una nota de esperanza: en lugar de separarse para evitar el conflicto en el día de San Valentín, Pam le pide a Jim que se quede y discutan. Distanciarse es mucho peor para la pareja que pelearse. De la distancia a veces no se vuelve. Y si no que se lo digan a Andy y Erin.

A pesar de que “Couples Discount” es un buen episodio, desearía haber visto más escenas de los trabajadores de la oficina en el centro comercial.

Por primera vez me encuentro deseando que Dwight ocupe el lugar de Andy como jefe de la rama de Scranton de Dunder Mifflin. Ese sería un final mucho más que lógico. ¿Se lo habrán planteado ahora que The Farm está cancelada (sin ser emitida)? No me extrañaría nada.

The Office: Diario de la novena temporada, Parte II

The Office ha regresado después de las vacaciones de Navidad, con el episodio que hace diez esta temporada. Ya queda poco más de la mitad para el gran final. El nivel ha bajado ligeramente en esta segunda tanda de capítulos, pero la serie sigue manteniendo el tipo sorprendentemente en su noveno año en antena. Episodios como el especial de Navidad o eventos como el regreso de Jan nos transportan directamente a la edad dorada de The Office. Veamos los aciertos y los fallos de los episodios 9×06-10:

 

9×06 “The Boat” (08-11-12)

Mi risómetro coloca este episodio de The Office en la parte baja de lo que llevamos de temporada. Eso sí, me he reído mucho con Kevin. Con ese momento en el que salva a Óscar de ser descubierto por Angela y después reconoce que lo que pasaba era que se le había olvidado completamente que estaba liado con el senador. Classic Kevin. Y con el teaser, claramente inspirado en Lilo & Stitch. Por lo demás, más bien desinspirado todo.

Está claro que se han propuesto convertir a Andy en un capullo integral. Si algo le ha caracterizado siempre es su bondad innata, y por mucho que justifiquen su comportamiento con un drama familiar, es impropio de él y me incomoda mucho verlo así. Erin, ven que te abrace yo antes de que lo haga el Nuevo Jim (me he propuesto no aprenderme su nombre).

Vaticino momento lacrimógeno cuando Angela se entere de lo de su marido y Óscar. Ahora nos estamos divirtiendo a su costa, como siempre, pero si la serie sigue por el camino de las primeras temporadas, como hasta ahora, me veo venir el momento en el que poder congelar el fotograma exacto en el que a Angela se le rompe el corazón. Y no me va a gustar.

No ha habido apenas Pam y Jim en este episodio. Raro teniendo en cuenta que hasta ahora la temporada se ha centrado bastante en ellos. Me parece bien. Estoy volviendo a enamorarme de ellos, y no quiero cansarme otra vez antes de que acabe la serie.

La broma de esta semana a Dwight se les ha ido de las manos. Hasta hubo un momento en el que perdí el hilo (porque perdí interés). Lo mejor de esa trama es haber visto a Nellie tan integrada con sus compañeros de trabajo. Y a Pam tan exaltada participando improvisadamente en la broma como Sondra Mick. Bravo Jenna Fischer.

Que Andy no invite a Erin a pasar con ella las tres semanas en el barco ha sido un golpe duro. A Erin no se le hace daño. NO SE LE HACE DAÑO.

 

9×07 “The Whale” (15-11-12)

Después de dos episodios más bien olvidables, The Office vuelve a brillar esta temporada con “The Whale”, en el que aumenta la interacción entre todos los personajes, y todo sigue desprendiendo un halo muy “primeras temporadas”.

Tanto es así que tenemos a Jan de vuelta. ¿Cuán grande es Jan? La ex de Michael Scott regresa más rara y extrema que nunca. Es ley de vida en The Office. A medida que avanza la serie, los personajes excéntricos se sumen en la locura más absoluta, mientras los “normales” permanecen (cuasi)inmunes a ella. La trama de Jan ha quedado abierta, así que la volveremos a ver esta temporada. Espero oírla cantar de nuevo. Pero esta vez en directo.

Como decía, se potencia la interacción entre los trabajadores de Dunder Mifflin más allá de la oficina. Por primera vez en mucho tiempo, Dwight me ha parecido el gran personaje que fue, o que se supone que fue (yo nunca fui fan de Schrute si os digo la verdad). Mostrarlo dispuesto a ser humanizado por Pam y Phyllis me ha ayudado a reconciliarme con él. Y su escena final con Pam, en la que le dice que cuando se haya ligado a la secretaria de Jan se lo contará “porque eres mi amiga, y eres una mujer” me ha emocionado. Y Dwight nunca me emociona. Quizás tenga que ver el hecho de que Pam se esté confirmando como la “amiga” por excelencia. Su relación con Nellie y Dwight es de lo mejorcito de lo que llevamos de temporada.

Y luego están Angela y Oscar. Hasta ahora su trama se había reducido a breves encuentros y desencuentros con el senador, para jugar con la complicidad del espectador que conoce un secreto. Pero al final del episodio, Angela descubre la verdad. Y su rostro es un poema. ¿Habrá drama verdadero en el próximo episodio de The Office?

Toby, Toby, Toby. “Sonría si le gustan las próstatas”. ¿QUÉ es Toby?

Nuevo paso en la inminente ruptura de Andy y Erin y emparejamiento de esta con Nuevo Jim: Nuevo Jim se afeita el bigote porque Erin casi vomita cuando lo ve. A la mierda el cáncer de próstata. Y mientras, Andy se transforma en langosta ante la mirada de disgusto de Erin, que es más o menos la misma que le dedica al bigote de Nuevo Jim. Y yo me pregunto ¿se sorprenderá alguien cuando terminen su relación? ¿Dirá alguien “ah, ¿pero es que estabais juntos?”

 

9×08 “The Target” (29-11-12)

Me gusta cómo después de nueve años, hay amistades y relaciones en The Office que no han sido del todo exploradas. Cuando se tiene un elenco tan amplio y la mayoría de episodios se centran en un puñado de personajes fijos (Jim/Pam, Andy, Dwight), quedan por conocer a todas esas personas aburridas y fascinantes a partes iguales que juegan al Solitario, hacen punto o duermen la siesta detrás de sus mesas.

En este excelente episodio Jim interactúa con Stanley y Phyllis, con una conclusión emotiva: aunque no se lo demuestren a diario, estas dos personas sienten mucho aprecio por Jim y su mujer Pam. Ambos son grandes secundarios, y lo demuestran cada vez que tienen un segundo y medio de pantalla a la semana. Ha sido muy grande ver a Phyllis borracha preguntando si sus manos son sus manos o arrancando una botella de vino decorativa del restaurante. Podríamos decir que estos personajes están desaprovechados, pero para nada sería cierto. Sus presencias están dosificadas de la mejor manera posible.

Y la relación en la que más se profundiza esta semana es por supuesto la de Angela y Oscar. Angela está devastada al descubrir que la persona que creía que era su amigo le ha traicionado de la manera más ruin. Ha sido muy bonito (ya me entendéis) ver a Angela tan enfadada y decepcionada, pero sobre todo ha sido triste, como yo esperaba. Entonces entra Dwight, que confunde aun más a la menuda rubia al recordarle que ella fue la primera adúltera (Dwight, en qué clase de héroe te estás convirtiendo). Hacía tiempo que yo quería un acercamiento de estos dos (Dwight llama “monkey” a Angela mientras la consuela). Es el momento idóneo, ahora que todo está terminando, que se hace necesario el cierre de ciclo y que la serie está recuperando gran parte de su esplendor. La extraña pareja brilla en este episodio. Varios diálogos que me han parecido magníficos dentro de un episodio con un nivel muy bueno en general:

Angela: I don’t know what you’re talking about.
Dwight: Your nostrils tell a different story.

Angela: I feel so stupid.
Dwight: You’re not stupid. Jazz is stupid.
Angela (llorando): Jazz is stupid! I mean, just play the right notes!

Y por supuesto, el final, con los dos personajes interrogando a Toby sobre la homosexualidad (y sin que sus preguntas nos pillen por sorpresa):

Dwight: Where does gayness come from and how is it transmitted?
Angela: What is it called when two men intertwine their penises, like the snakes on the medic-alert bracelet? Is it called “red-vining”? People red-vine?
Dwight: Where are gay men’s vaginas? When two gay men have sex, how do they know whose penis will open up to accept the other person’s penis?

Muchos abrazos y achuchones en este capítulo ♥ Jim a Phyllis y Stanley, Kevin a Pam, Angela y Dwight.

Otros grandes momentos de “The Target”: Los pensamientos negativos de Creed. La bonita conclusión del episodio que nos brinda Pam, cuando se anima por fin a pintar el mural, sin importar lo que piensen los demás (quiero ver a Hide más), y sin miedo a los errores (como harían Creed y Meredith, sus nuevos modelos a imitar).

Es oficial: Erin ya está enamorada hasta las trancas de Nuevo Jim.

Un último diálogo para enmarcar:

Meredith: You couldn’t even poop on a butterfly.
Pam: No, I wouldn’t. And I can’t even relate to that impulse.

 

9×09 “Dwight Christmas” (06-12-12)

Segundo episodio consecutivo de esta temporada de The Office en el que acabo llorando. Desde que Pam se despide de Jim en el taxi, hasta que vuelve y Dwight le da un abrazo, lo he visto todo muy emborronado. Dwight mirando por la ventana enfadado y decepcionado por el padre que deja a su mujer y a su hijo solos el día de Navidad por culpa del trabajo me parecido un detalle precioso. Y no vamos ni por la mitad de la temporada. Cuando llegue el momento de despedir a estos personajes, y cuando llegue la escena en la que Jim y Dwight se demuestren su profundo cariño a pesar de todo, me voy a deshidratar. Qué bien lo que están haciendo con Dwight esta temporada, ¿eh? Y bueno, con todo.

Acercamiento casi definitivo de Erin y Nuevo Jim. El subnormal de Andy ha decidido quedarse más semanas descubriéndose a sí mismo (gracias en parte a Life of Pi), o sea, dejando tirada a Erin más tiempo. Adoro lo bipolar que es Erin, y me encanta (e incomoda) ver cómo habla a Nuevo Jim cuando recibe noticias de Andy. No puede contener la ira y pierde las formas (si es que algunas tuviere). Me parece un rasgo muy auténtico y muy coherente con el personaje.

Pensadlo, este ha sido el último episodio de Navidad de The Office, y el último capítulo festivo. Y sí, ha estado definitivamente a la altura de los mejores. Echaré enormemente de menos estos episodios, el party planning commitee y los piques entre Phyllis, Angela y Pam, Meredith desatada (más de lo normal), el profundo amor de Stanley y Kevin por la comida (el berrinche de Kevin ante la idea de los minicupcakes, genial), y sobre todo el conmovedor empeño de Dwight por imponer sus extrañas tradiciones festivas.

Por último, el beso de Nellie a Toby. ¿Por qué no?

 

9×10 “Lice” (10-01-13)

El primer episodio de The Office después del parón navideño ha sido uno de esos que, a pesar de un par de buenos momentos, es mejor olvidar. Ni las escenas graciosas han sido lo suficientemente graciosas, ni las bonitas lo suficientemente emotivas. Y el problema principal de “Lice” es su argumento principal: los trabajadores de Dunder Mifflin pillan piojos… De acuerdo, da para un par de buenos gags. Meredith y Creed tienen sus momentos de gloria gracias a una trama que les viene al pelo (pun intended). Y Pam protagoniza una escena entrañable de conexión amistosa con Meredith que no llega a tocar tanto como las que ha tenido últimamente con Nellie, pero que está bien igualmente. Lo que está claro es que Pam se está revelando definitivamente como el nexo de unión entre todos los compañeros de la oficina. El corazón de Dunder Mifflin.

¿Soy yo o el teaser de este episodio es el más anodino y estúpido en mucho tiempo? Jim se muerde el labio tres veces. Ya está. En serio, no hay más. Esperaba un chiste o un giro absurdo, pero no, Jim se muerde el labio tres veces. Y no hay más. Hay que esforzarse un poco más, ¿no?

Darryl y Val. ¿Me podrían interesar menos esos dos? NO.

Venga, vale, he decidido aprenderme el nombre de Nuevo Jim. Llamadlo propósito de año nuevo si queréis. Y el caso es que no va a ser difícil después de todo. Es tocayo mío. A lo que iba, Pete se quita la camisa y a Erin se le caen las bragas. Estamos a uno, o como mucho dos episodios del beso. ¿Volverá a tiempo Andy para pillarlos in fraganti?

Mis momentos favoritos de “Lice”: Nellie diciendo que Brandy le ayudó a superar su ruptura, “la cantante, no el licor”; Dwight dejando caer la bomba de gas en la oficina; y este diálogo entre Meredith y Angela: -“Take a picture, it’ll last longer” – “We don’t want it to last longer. It’s horrible”.

Y para terminar, una curiosidad: en la última imagen de los créditos ya no aparece Andy, sino Pam y Jim besándose.

The Office: Diario de la novena temporada

A pesar de que el último episodio emitido (el de Halloween) bajó el listón de la temporada, The Office lleva más de un mes recordándonos por qué nos gustaba tanto hace unos años. No será tarea fácil, pero confío en que no pierda fuerza a lo largo del año y se marche con una temporada memorable que nos haga perdonar-pero-no-olvidar las dos anteriores. A continuación os cuento capítulo a capítulo por qué me está gustando tanto The Office este año. Lo hago a modo de diario (los comentarios están escritos y publicados originalmente en Facebook justo después de ver cada episodio en su día):

9×01 “New Guys” (20-09-12)

El arranque de la temporada ha sido algo flojo y la comedia ha brillado por su ausencia. Sin embargo, se presentan unas cuantas tramas muy muy interesantes que pueden dar mucho sentido a la serie después de tantos años.

Hay varios momentos que dan esperanzas: definitivamente, esta pueda ser una temporada más que decente. Y también algo más dramática (o quizás la palabra sea ‘trascendental’) de lo habitual. Eso sí, ya a estas alturas no espero que me vuelva a hacer reír como antes.

La temporada comienza con la promesa por parte de los responsables de la serie de que vamos a descubrir cuál es la razón por la que un equipo de cámaras lleva nueve años grabando el día a día de una compañía de distribución de papel. En el teaser de este episodio ya vemos el primer guiño, con Jim y Pam quitándose los micros y hablando sin saber que la cámara sigue filmando. ¿Queremos resolver ese enigma? ¿Nos intrigó en algún momento? Más les vale que sea algo verdaderamente genial.

9×02 “Roy’s Wedding” (27-10-12)

Un gran sí a este episodio.

Me gusta que se estén dedicando a desamuermar a Jim y Pam. ¿Conseguirán que nos volvamos a enamorar de ellos como al principio? Desde luego se nota cierto esfuerzo por agitar su relación y sacarlos (o más bien sacarnos) del hastío de su solidísimo matrimonio.

Dwight ha encontrado a su nuevo Jim (o mejor dicho, un Jim a la altura de su locura): Nellie. Brutal la química entre ambos, y maravillosísima Catherine Tate. Cruzo los dedos para que se quede hasta el final de la serie.

¿Erin y “Nuevo Jim”? ¿Ocurrirá algo? Quizás sea bueno para animar un poco la relación entre Erin y Andy. Aunque los nuevos siguen sin cuajar.

Creed está cada vez más demente (si es que eso es posible), y yo cada vez lo amo más. “Sé que no existes”, le dice al hada de los proyectos especiales Nellie ♥

9×03  “Andy’s Ancestry” (4-10-12)

3 de 3. ¿Será posible que The Office haya recuperado gran parte del brillo de sus mejores días? Estos tres primeros episodios han sido más centrados y divertidos que las tres temporadas anteriores enteras.

Hacía tiempo que la serie había perdido la sutilidad con la que mostraba las interacciones humanas en la oficina. Y en este episodio tenemos unos cuantos momentos brillantemente escritos que retoman ese espíritu del comienzo. Por ejemplo, el “nuevo Jim” hablando Dothraki con Erin. Muy bueno, en serio. Muy bueno todo.

Catherine Tate. Nellie Bertram. Estoy profundamente enamorado de las dos. Qué maravilla de personaje, de verdad. Sigo insistiendo en que, aunque después de la marcha de Michael no se ha tratado de buscar un sustituto, para mí, Nellie ocupa perfectamente su lugar. Me hace sentir cosas muy parecidas a las que me transmitía Michael. La amo. La amo. La amo. Y amo su informe sobre el papel que no corta. Y todo lo que hace, sin saber hacer nada. La p**a ama. Y su amistad con Pam. Gracias por volver a tocarnos la fibra sensible.

Me gusta mucho el tema “tenemos que salir de aquí” que se está expandiendo por Dunder Mifflin. Se acerca el final, y ya se va notando. Es hora de dejar la oficina y perseguir los sueños. Intuyo que voy a llorar mucho esta temporada.

Jim chino: la mejor broma de Jim a Dwight en mucho tiempo. Gracias.

Erin hablando francés. Mais oui!

9×04 “Work Bus” (18-10-12)

Ya sé que podría decirlo en cada capítulo, una temporada detrás de otra, pero ¿no está Jim Halpert más guapo que nunca? Eso, y la suscripción al gimnasio parece que le está saliendo rentable últimamente.

“Work Bus” es otro de esos episodios 100% The Office, en los que las marcianadas conducen hacia un final emotivo donde se potencian las virtudes y las vulnerabilidades de los personajes. Erin y su vida de huérfana, el deseo de Nellie de ser madre (me diréis que no es Michael Scott…), la esterilidad de Dwight.La trama de Jim y Pam se está llevando con mucho temple y naturalidad. Nada de grandes dramas (porque no hay para grandes dramas y no tiene por qué haberlos), pero aún es pronto y me da a mí que esto no se queda así y que van a tener crisis gorda pronto. Estamos en la temporada final y es lo que toca.

Confirmado y reconfirmado: Creed es cada vez más enorme. “Hola chicos, aquí estoy, fugándome del trabajo”. EL REY.

El tema de Erin y el Nuevo Jim (sigo sin aprenderme su nombre) sigue desarrollándose al fondo. Literalmente. Volvemos a verlos juntos en una escena de Oscar y Kevin al final del episodio. No será por señales. Estos dos se lían. Y mira, Andy está tan imbécil últimamente y está dando tanto por sentado a Erin que me parece que es el toque de atención que necesita.

9×05 “Here Comes Treble” (25-10-12)

El episodio de Halloween más flojo que recuerdo últimamente, y el peor de la temporada hasta ahora. Pocas risas, casi ninguna. Muy soso todo.

El pasado de Andy, su faceta de músico, sus dramas familiares. Todo eso siempre me ha resultado poco interesante. Y en este episodio hay demasiado de todo eso. Demasiado acapella… zzZZZzzzZZ

Mis dos carcajadas viendo el capítulo: Dwight comiendo “Jims” (o sea, Nerds). Y Nellie disfrazada de “Toby sexy”.

Y hablando de Toby. ¿Qué ha pasado? ¿A quién se le ha ocurrido elevar aún más su bizarrismo haciendo que flirtee con Nellie porque va disfrazada de él y que pierda el interés cuando se quita la peluca? En serio. Muy raro. Demasiado hasta para The Office.

Meredith de Viuda Negra ♥ Kevin de Charlie Brown. Por lo demás, disfraces aburridos este año. Como el episodio en sí.

The Office – Season Finale

Sin grandes aspavientos, la octava temporada de The Office concluye introduciendo importantes cambios en la ‘empresa de papel’ y abriendo nuevos frentes para el próximo año, como ha venido ocurriendo en casi todas las season finales de la comedia de NBC. En “Free Family Portrait Studio” nos despedimos una vez más de los excéntricos empleados de Dunder Mifflin, sin tener muy claro aún qué personajes regresarán seguro a la oficina para su ejercicio 2012-13. Por ello, el final de temporada transcurre con prudencia y sin armar demasiado jaleo, casi como si fuera un episodio de mitad de temporada.

En el capítulo anterior -probablemente uno de los más grises hasta la fecha-, Andy logra que David Wallace compre Dunder Mifflin a Sabre. De esta manera, la empresa recupera su antiguo nombre, y el árbol corporativo cambia de forma. Ejerciendo ya de presidente, Wallace restituye a Andy como jefe de la rama de Scranton y costea a Robert California su sueño de educar gimnastas rusas en el extranjero (??). La octava temporada de The Office se ha centrado en gran medida en la trayectoria de Andy Bernard como nuevo jefe de la oficina, y a pesar de que ha sido un trabajo complicado para el personaje -que gracias a esto ha seguido creciendo-, y una experiencia irregular para el espectador, parece que la serie se reafirma en la decisión que tomó a comienzo de temporada. Una nueva oportunidad para Andy, que para eso se lo ha currado.

Afortunadamente, el nuevo-antiguo jefe de Dunder Mifflin Scranton conserva a Nellie Bertram (Catherine Tate) en la plantilla, después de que esta le recite unos versos de Shakespeare con cara de pena -nada, que Andy no puede ser malo por mucho que lo intente- y le sugiera que su puesto ideal es el de directora de proyectos especiales, es decir, yendo “de un lado a otro haciendo lo que me dé la gana”. Este cambio facilita cierta flexibilidad para las intervenciones de la actriz británica en la novena temporada. La naturaleza caótica y demencial del personaje esconde una vulnerabilidad que ya hemos visto asomar en varias ocasiones -sabemos que quiere ser madre, que tiene un problema de adicción a las compras, y que se siente muy sola-, y que esperamos sea explorada más a fondo en el futuro. En cierto modo y en pequeñas dosis, Tate ha devuelto a The Office aquella emotividad contenida que nos acercaba en sus primeras temporadas a los personajes, de entrada fríos y distantes, y los convertía en seres humanos con los que conectábamos emocionalmente. Me quedo con ese momento en el que Nellie se muestra entusiasmada por haber hecho una amiga, y además “¡en el trabajo!” Y espero volverla a oír llamar “hombre esqueleto” a Gabe.

El resto de empleados de la oficina no ha aportado demasiado este año. En “Free Family Portrait Studio”, Jim y Pam continúan abanderando la normalidad en la oficina, ejerciendo de padres, y poco más. Erin funciona -sorprendentemente- como contrapunto a la locura de Andy, asegurándose de que sus -inocentes- ansias de venganza no se le vayan de las manos. La complicada historia amorosa de Dwight y Angela alcanza un punto de inflexión: el marido de ella sigue tirando los tejos a Oscar, y Dwight quiere probar la paternidad del bebé de la pareja. Un beso apasionado y bizarro -entre estos dos no puede ser de otra manera- complica las cosas. O quizás lo solucione todo. Pero ya no nos emociona como antes. Y mucho menos lo que ocurre entre Darryl y Val. Si The Office acaba renovando plantilla, por favor, Darryl fuera. En definitiva, esta ha sido la temporada de Ed Helms, y el actor ha dado la talla con creces, aunque que los guiones no hayan estado a la altura. A pesar de los buenos momentos -siempre los hay-, a Dunder Mifflin le hace falta algo más que un cambio de nombre, o de jefe. The Office necesita una depuración urgentemente.

¿Puede Catherine Tate salvar The Office?

Sí, lo reconozco. El título de esta entrada peca de sensacionalismo. La comedia de NBC lleva varias temporadas dando palos de ciego, y en concreto desde la marcha de Steve Carell, le cuesta horrores levantar cabeza. Pero sería injusto declararla hundida oficialmente -sobre todo cuando la NBC se empeña en mantenerla a flote. Al referirnos a The Office es fácil recurrir un lugar común bastante trillado: las horas bajas de esta serie son las altas de la mayoría de las comedias actuales. Sin embargo, todos sabemos que esto no es suficiente. Donde antes había carcajadas, ahora hay golpes de aire y sonrisas incómodas. Donde antes disfrutábamos con las miserias y sociopatías de los personajes, ahora simplemente fruncimos el ceño. Últimamente, los episodios de The Office son 20 minutos de horas bajas. Y ni un minuto de lucidez por episodio sirve para seguir alargando algo que debió terminar hace varios años.

La NBC es consciente de todo eso, pero se niega a dejar marchar su comedia con más audiencia. Y el caso es que el buque hace aguas por todos los lados, y las pérdidas se suceden una tras otra a un ritmo vertiginoso. A pesar de que Ed Helms y Jon Krasinski volverán para la novena temporada, hemos perdido a James Spader -nunca nos acostumbramos a su Robert California, así que no importa mucho-, a Mindy Kaling -que prepara un piloto para la FOX-, a Paul Lieberstein -Toby sin Michael no es nada-, y por supuesto a Rainn Wilson, que junto a Lieberstein se muda al desastre anunciado que es el spin-off de Dwight Schrute. No se sabe nada del resto del reparto, pero ya poco importa. Es desolador ser testigos del progresivo deterioro y pérdida de dignidad de una de las mejores telecomedias de los últimos tiempos, por culpa de una cadena que no atraviesa por su mejor momento en lo que respecta a índices de audiencia: sus otras comedias luchan por sobrevivir, y sus dramas se cancelan de dos en dos.

Ahora bien, desde hace un par de años, siempre que escribo acerca de The Office, no puedo evitar la dicotomía total. The Office es una sombra de lo que fue, pero me sigue gustando. The Office ya no sabe sacar provecho de sus personajes, pero yo los sigo queriendo. Ver The Office se ha convertido en algo parcialmente triste, y aun así sigo viendo cada episodio con ilusión y predisposición. No sé qué será. ¿Cariño, hábito, tesonería? Quizás la clave, después de todo, siga residiendo en los personajes. Hay varios empleados de la oficina que hacen que merezca volver a ella semana tras semana. Ed Helms sigue desprendiendo encanto como Andy Bernard -tan desbordado en su nuevo puesto, tan feliz temporalmente como recepcionista- y Erin (Ellie Kemper) funciona como contrapunto perfecto -convirtiendo a Andy en el personaje más cercano, con el que más fácil resulta identificarse, en definitiva, y aunque parezca mentira, el más normal. El episodio “Get the Girl” (8.19) nos devolvió el interés en la extraña pareja. Que estos dos se hayan convertido en el motor de The Office es resultado de una evolución natural. Pero seguimos necesitando algo nuevo.

Y ahí es donde entra la popular actriz británica Catherine Tate –The Catherine Tate Show, Doctor Who. Conocimos a su personaje, Nellie Bertram, en el último episodio de la temporada pasada, pero ha regresado para una tanda de episodios, en principio sustituyendo a James Spader como representante de los altos mandos de Sabre -aunque su intención sea realmente la de ocupar el despacho de Andy. En “Get the Girl” damos la bienvenida a la oficina a este encantador y excesivo personaje, haciendo que el episodio sirva como campo de pruebas. ¿Nos gusta Nellie en Scranton? Mi respuesta es un rotundo sí. Desde el momento en el que el personaje da rienda suelta a su excentricidad -se autocontrata como supervisora y reparte aumentos a los empleados- se convierte en candidata perfecta para sustituir, no a California ni a Bernard, sino al mismísimo Michael Scott. Esperamos que tanto Tate como los responsables de The Office se den cuenta de las posibilidades de convertir a Nellie Bertram en personaje fijo. No tienen nada que perder, ¿no?

The Office: Evaluación del nuevo jefe de Dunder Mifflin

El vacío dejado por el antiguo jefe de la rama de Scranton de Dunder Mifflin se va haciendo más grande a medida que se emiten episodios de la octava temporada de The Office (ya van seis). Sin embargo, la marcha de Steve Carell no ha supuesto a priori grandes cambios en la serie. Esto indica por una parte un acomodamiento en la fórmula que ha funcionado tanto tiempo, y por otra un alto grado de confianza en el amplio plantel de secundarios de la serie. Es cierto que a lo largo de las siete temporadas anteriores se nos ha insistido en que el corazón de The Office está representado por el pintoresco grupo de trabajadores de la empresa dedicada a la fabricación y venta de papel. Sin embargo, sería absurdo negar la importancia capital de Michael Scott para el éxito de la serie. Sin Carell, la comedia de NBC se limita a seguir potenciando el bizarrismo y la estupidez de sus personajes hasta cotas insospechadas (Kevin, Erin y Gabe ya eran rematadamente tontos, pero sus diatribas son cada vez más desconcertantes), además de mimetizar tramas de las primeras temporadas con la esperanza de repetir la jugada. Sin embargo, después de siete años de excelente caracterización de personajes, no nos queda otra: amamos a todos esos idiotas, egocéntricos y sociópatas (a todos menos a Darryl: fuera ya).

El mayor reclamo para la audiencia a la hora de sintonizar con la octava temporada de The Office era averiguar quién sería el sustituto de Michael Scott. Existían dos opciones: dar ese empleo a uno de los personajes que ya conocíamos (Dwight y Andy eran los más firmes candidatos) o introducir un nuevo personaje. La (acomodaticia) solución ha sido una combinación de ambas. Andy ocupa el lugar de Michael, y un nuevo personaje, Robert California (interpretado por un irreconocible James Spader) ejerce de presidente de la compañía, con mayor presencia en Scranton que sus predecesores. El experimento por ahora no está saliendo del todo bien. California es una presencia incómoda y extraña, y aunque esa parece ser su función y Spader la desempeña acertadamente, hay algo que no encaja. Lo cierto es que Robert California (gran nombre, por cierto) parece ser uno de esos personajes con múltiples capas, y como tal, quizás debamos darle algo más de tiempo antes de emitir un juicio definitivo acerca de él.

Sin embargo, a Andy lo conocemos desde hace ya bastante tiempo y sabemos cuáles son sus virtudes y cuáles sus puntos débiles. Su ascenso no viene impulsado por el papel que desempeña en la serie y en la dinámica de la oficina, sino más bien por el tirón de Ed Helms después de los éxitos de la saga cinematográfica Resacón en Las Vegas. La figura de Andy como supervisor regional de la compañía está siendo explorada con tino al mostrarnos a un personaje sin la
resolución necesaria para llevar a cabo un trabajo de coordinación de un gran grupo de trabajadores. Lo que lo diferencia de Michael Scott es que Andy Bernard es consciente de sus carencias y el miedo es lo que lo define como jefe. Es cierto que al Nard-Dog le falta un hervor, pero cae bien, muy bien, eso es innegable. Y es esa la cualidad que se está aprovechando para construir la octava temporada de The Office. No sería del todo fallida si no fuera porque se está llevando a cabo una clonación absoluta de las tramas de las primeras temporadas de la serie. En ellas, tras una serie de pasos en falso por parte del jefe, los empleados le demuestran a última hora el gran aprecio que sienten por él. Este sentimentalismo calaba hondo cuando Michael Scott era el homenajeado; claro que Michael era un personaje infinitamente más complejo e interesante. No obstante -y a pesar de que Andy sea enormemente abrazable- repetir la jugada no hace más que poner en evidencia la falta de inspiración de unos guiones que a ratos parecen escritos con plantilla.

Una vez alcanzado el punto de no retorno, el regreso a los orígenes suele caracterizar a las series más longevas, y es lo que The Office está tratando de hacer sin éxito (por lo visto, a la NBC no le sirvió de ejemplo lo que ocurrió con Expediente X o con otra de sus comedias, Scrubs). No basta con darnos a un ‘Michael 2.0’, ni con revisitar la rivalidad entre Dwight y Jim con bromas cada vez más retorcidas (el libro de protocolo para celebraciones). Es necesario algo más, algo nuevo, algo distinto. No diré en voz alta que la serie debió finalizar con la marcha de Michael Scott, porque volver a ver a todos los trabajadores de Dunder Mifflin es siempre un placer. Pero seguramente lo piense cada vez que vea un nuevo episodio de The Office.

Finale Week: The Office

¿Qué ha pasado esta temporada en The Office? La respuesta es fácil: puro y simple desgaste. Después de seis años en antena es difícil mantener la frescura y el interés, y este año, la serie de NBC ha ido a la deriva, a pesar de haber dado unos cuantos buenos episodios. Parecía imposible que una serie como The Office pudiera perder calidad, pero así ha sido. Era uno de los valores más seguros de la televisión norteamericana actual, una serie que hasta este año no había dado ni un solo episodio malo, pero por desgracia, en su sexta temporada, The Office pierde su estatus de serie invicta.

Pero no nos alarmemos, no es tan grave como parece, la esencia de la serie sigue ahí, solo es necesario que los guionistas se pongan un poco las pilas. Y además de eso, hay otra solución más fácil: cacelarla tras su séptima temporada. Steve Carrell lo pone en bandeja manifestando su intención de abandonar la serie una vez acabe su contrato en 2011. Lo cierto es que no hay peor sensación para el seriéfilo que la de ver una de sus series favoritas alargándose por puras cuestiones económicas, y ser testigo de su lenta y agonizante pérdida de dignidad. The Office está a tiempo de irse con la cabeza alta, porque como decía, no hay para tanto, los buenos personajes siguen ahí, Michael Scott sigue siendo grande, y los secundarios siguen funcionando a pesar de que este año se les ha dado diálogos y situaciones sonrojantes -y no me refiero a que nos hagan pasar vergüenza ajena como es habitual, sino al hecho de que a ratos, parecían estar escritos por autómatas programados con los dos o tres chascarrillos propios de cada personaje, y nada más. Lo cierto es que los secundarios de The Office nunca han brillado por su tridimensionalidad -ni era algo que demandásemos los espectadores-, pero siempre se encontraba una manera inteligente y divertida de incluir sus excentricidades en cada episodio, sin caer bajo como ha ocurrido en ocasiones este año.

Quizás sea necesario devolver a algunos de estos personajes el componente humano del que han sido completamente desprovistos. Mirad por ejemplo a Kelly y Ryan, más excéntricos y distantes que nunca. Lo de estos dos quizás sea solo un ejercicio autocomplaciente de sus intérpretes, Mindy Kaling y B.J. Novak, también productores y guionistas de la serie, que probablemente se diviertan de lo lindo jugando con sus personajes de esa manera. De acuerdo, The Office nunca fue una serie de personajes en el sentido que le atribuimos a muchos dramas de calidad -aunque paradójicamente sus personajes sean muy superiores a la mayoría de estos dramas-, pero era habitual que además de hacernos sentir la vergüenza ajena más divertida, los empleados de Dundler Mifflin mostrasen rasgos emocionales que los hicieran más reales, más cercanos. Esta opinión -muy abierta a debate- está provocada por el desgaste del que hablaba, por la sensación de que en esta temporada los guionistas han puesto el piloto automático y se han echado a dormir.

Por suerte, los dos últimos episodios de la temporada recuperan de alguna manera el brillo de los días felices de la serie y devuelven la esperanza. En “Whistleblower”, el regreso de Kathy Bates con la noticia de que un soplón ha filtrado información sobre las impresoras defectuosas brinda la oportunidad perfecta para sacar provecho de la dinámica de grupo de la oficina, jugando con los habituales recelos, sospechas y rencillas, y culminando en una gran escena: la del informático de la empresa delatando al soplón. Por otra parte, Michael y Jo tienen una bonita escena en la que la jefaza de Sabre se abre a Michael; Dwight y Angela continuan con sus -terroríficas- disputas legales para procrear; y Jim y Pam rellenan episodio con sus problemas de falta de sueño -Darryl, mi nuevo secundario favorito les descubre un lugar para dormir en el trabajo. Y para acabar, como es habitual en The Office, un sutil cliffhanger -nada de artificios y golpes de efecto, no es el estilo de la serie- aparece en el último segundo del episodio, prometiendo un cambio de cara al próximo año: en este caso, el regreso de Holly, y con ello, la oportunidad de recuperar al Michael Scott más adorable. Algo es algo.

¿Qué estáis haciendo?

Algunas veces lo mejor es dejar a los secundarios detrás de sus mesas. Si no, te arriesgas a caer en despropósitos como la escena del restaurante de “Secretary’s Day” (6.21). A mí no me jodáis a un personaje como Erin de esta manera, ¿eh?

Esperemos que para la séptima temporada, The Office recupere un poco el rumbo.

Top Ten: Los personajes que más amo de la tele

Casi dos meses después de estrenar El fuerte de Fuertecito en blogspot con mi lista de personajes más odiados de la televisión actual, os traigo el yin de aquel yang, que si rehiciera a día de hoy, sería distinto con toda seguridad. Al igual que con la lista de más odiados, debo advertir que: a) es una lista absolutamente subjetiva (y altamente predecible y repetitiva, si seguís el blog), y b) se reduce drásticamente a personajes de las series norteamericanas en emisión que sigo actualmente, por lo que espero no ofender con ausencias y presencias, y que la ampliéis a vuestro antojo.Haciendo la lista, me he dado cuenta de que, aunque parezca lo contrario, no veo muchas series que estén actualmente en emisión. Que esta entrada sirva de resumen de lo que he estado escribiendo aquí estos últimos meses. Y si el tiempo me lo permite (uno puede soñar), empezaré y retomaré series para ampliar el contenido del fuerte.

10. Gabrielle Solis (Mujeres desesperadas)


Como no me canso de decir, Gabrielle sigue siendo lo mejor (lo único bueno, a veces) de Mujeres desesperadas, en una temporada en la que Marc Cherry tiene a todos sus personajes con el piloto automático puesto. Gabby es la madre más divertida y políticamente incorrecta de las networks norteamericanas, aunque últimamente pierda mucho fuelle por culpa de las lecciones morales que la serie nos quiere calzar con su personaje.

9. Crazy Claire/Locke Humo Negro (Perdidos)


Ex aequo para dos losties que antaño o me eran totalmente indiferentes (Claire), o me aburrían e irritaban enormemente (Locke). Supongo que soy fan de estos dos personajes en la última temporada de Perdidos porque ninguno de los dos es el que era. Claire está loca del c*** después de pasar tres años en la jungla creyendo que los otros se habían llevado a su bebé y Locke no es Locke, es el humo negro que ha tomado su forma. Ambos, por separado, son enormemente divertidos, incluso cuando no hacen ni dicen nada. Pero juntos son la bomba. Amigos para siempre.

8. Andy Bernard (The Office)


No sé si os habéis fijado, pero Ed Helms ha sido añadido como fijo a los créditos iniciales de la serie. Seguramente esto no sea más que una estrategia publicitaria, aprovechando el tirón del actor después de su éxito cinematográfico en Resacón en Las Vegas (The Hangover), una de las sorpresas de la taquilla de 2009. Sea como fuere, Ed y Andy lo merecen. Sí, como casi todos los secundarios de The Office. Pero Andy se ha ganado, progresivamente, un hueco en nuestros corazones. Sobre todo a partir de sus tramas amorosas, primero con Angela, y ahora con la adorable Erin (que podría estar en este puesto también). Bueno, y se lo ha ganado porque es genial, y punto.

7. Robin Scherbatsky (Cómo conocí a vuestra madre)




Y supongo que imaginabais que Robin estaría en la lista. He declarado mi amor por la canadiense de apellido imposible en incontables ocasiones. No sé explicar qué es exactamente lo que me atrae tanto de ella. Quizás sea su irresistible mezcla de locura, excentricidad, encanto e inocencia. “Especial” es la palabra que mejor la describe. “Espacial” a veces también sirve.

6. Daniel y Amanda Greystone (Caprica)


Otro inevitable ex aequo. Daniel es un villano sin serlo. Es un hombre de extraños principios (por decirlo de alguna manera), que antepone la obsesión por su trabajo a cualquier cosa. Es un personaje que no parece hacer concesión alguna al sentimentalismo o la compasión. Daniel Greystone es completamente fascinante. Y Eric Stoltz está construyendo uno de los personajes más complejos e interesantes actualmente en pantalla. Amanda, por su parte, me tiene medio obsesionado. Es una persona extraña y atormentada, algo rancia y desagradable incluso, y además de eso, es un personaje increíble, como su marido. Daniel y Amanda forman el matrimonio más interesante que he visto en mucho tiempo en televisión.

5. Meredith Grey (Anatomía de Grey)


Solo por verla en el episodio “Push” (6.17), parada, con cara de póker, mirando a su hermana en el suelo del aseo, llorando desconsolada, y no acercarse a ella, ni si quiera considerarlo una posibilidad (se lo vemos en la cara), ya merece estar aquí. Pero hay mucho más.

4. Cristina Yang (Anatomía de Grey)


Y si amo a Meredith de forma incondicional, pero me cuesta más convencer a la gente de las razones de ello, cuando digo que Cristina Yang es el mejor personaje de Anatomía de Grey, casi nadie me lo discute. Ya sea en registros cómicos o dramáticos, Sandra Oh insufla energía a su personaje, convirtiéndolo en el más vivo y visceral de la serie. Cuando está en escena con la número cinco, brilla aún más.

3. Michael Scott (The Office)


Michael es un personaje que consigue poner al espectador a prueba todas las semanas, con situaciones embarazosas que desafían la resistencia nerviosa y el límite de nuestra vergüenza ajena. Pero Michael no es solo eso. Es también uno de los personajes más tiernos y adorables jamás escritos. Parece incompatible, pero no lo es. El mérito es de Ricky Gervais, por crear un personaje tan grande, y de Steve Carrell, por construirlo con una pasión y entrega inigualables.

2. Patty Hewes (Damages)


Al igual que Michael Scott, Patty Hewes es otro de los personajes de esta lista que deben su maestría en gran parte al actor que les da vida. Que no podamos imaginar a otra actriz interpretando a Patty es un gran tópico, que en este caso, deberíamos usar a modo ilustrativo cada vez que recurriéramos a él. Desde el primer momento en el que la vemos en pantalla, sabemos que Patty es grande. Cuando uno llega a la tercera temporada, el placer que siente con todas y cada una de sus miradas y sus medias sonrisas es casi inaguantable.

1. Jack Shephard (Perdidos)


A ver dónde encontráis otro héroe de aventuras o ciencia ficción que llore en todos los episodios de su serie. Como no quiero terminar repitiéndome de nuevo (algo que me cuesta mucho a estas alturas), para saber por qué amo a Jack, podéis leer mi defensa a muerte del personaje aquí, o aquí, o aquí

Ahora vosotros. ¿A quién amáis?

The Office 6.17-20

La sexta temporada de The Office es oficialmente la más irregular de lo que llevamos de serie. Y para muestra, estos cuatro episodios. Los dos primeros, estrenados la misma noche como episodio de doble duración y centrados en el nacimiento de la hija de Jim y Pam, son de lo mejorcito de la temporada. Los dos siguientes, son de lo peor.

Las dos partes de “The Delivery” nos devuelven dos elementos característicos de las primeras temporadas de la serie. De un lado, tenemos al Michael intrusivo que vive en primera persona los acontecimientos que rodean al parto. Y por otro, “la pareja” de The Office recupera el encanto adorable de las primeras temporadas. A mí, los Jim y Pam antipáticos, condescendientes y superiores de estas últimas temporadas también me encantan, porque siguen siendo ellos, siguen siendo monos y también porque de vez en cuando se llevan un palo precisamente por ser los más cuerdos y hacerlo ver a los demás. Aún así, a ratos echo de menos lo que un día fueron.

Destacando de la primera parte del episodio a Michael y de la segunda a Jim y Pam, ya con la niña en sus vidas, los mejores momentos del episodio está protagonizados por estos tres:

Jim (y Michael) consolando a Pam porque detrás de su deseo de esperar a las 0:00 para ingresar en el hospital y ahorrar gastos se oculta el terror absoluto de una madre primeriza. Michael hace de mono de repetición de las palabras tranquilizadoras de Jim. Para comérselo.


Michael llevando a la pareja al hospital. Miradlo. No hay nada que añadir, ¿verdad?


Michael después de asistir por sorpresa al parto.


Michael, minutos después, tras oír el primer llanto de la niña.


Y por supuesto, Michael con la niña en brazos. :_)


En la segunda parte, como ya he dicho, Jim y Pam se llevan el protagonismo, y las mejores escenas:

La estrategia de Jim para lactar y que la niña se “enganche”.


Jim, tras el fracaso de su estrategia, observa cómo el especialista en lactancia masajea los pechos de su mujer.


Y sobre todo, las caras de Jim y Pam después de comprobar que la niña que por fin consigue engancharse y beber la leche no es la suya, sino la de la compañera de habitación.


Como ya sabéis, la media de gags buenos por episodio protagonizados por el amplio reparto de secundarios es muy alta. “The Delivery” no es una excepción, pero son los protagonistas los que más brillan en este episodio especial.

Y lo que viene después, los episodios 6.19, “St. Patrick’s Day” y 6.20, “New Leads” son lo que los anglosajones llaman un lackluster. Dos episodios repletos de bromas facilonas que se limitan a repetir chascarrillos típicos de los personajes, pero sin gracia. Dwight y Jim y el Megadesk es el mejor ejemplo de esto.

Por otro lado, los adorables Erin y Andy se acercan peligrosamente a un punto bizarro de no retorno. Espero que estos dos no se conviertan en una pareja vacía, un mero exponente sin más del (esencial y muy presente) elemento marciano de la serie. Aún así, creo que siento un amor incondicional hacia ellos. Ya veremos qué pasa.

“New Leads” no es tan flojo como “St. Patrick’s Day”. El enfrentamiento entre vendedores y el resto de la plantilla da mucho juego. Es justo lo que se espera una trama de este tipo en The Office. Y la resolución del conflicto es muy divertida. Sin embargo, el episodio pierde mucho por varias cosas:

Dwight. Lo siento, me agotas.


Bromas muy perezosas, como Meredith dispuesta a desnudarse en la oficina, aunque no haga falta.


Y el vertedero.


Terminaré con un tópico: a pesar de todo esto, un episodio malo (o dos) de The Office sigue siendo mucho mejor que cualquier episodio de casi cualquier comedia hoy en día en televisión.

The Office, "Manager and Salesman" (6.15)

The Office sigue su trayectoria ascendente después de un pequeño bajón (nada dramático, solo ligeramente preocupante) de la primera mitad de la temporada. El último episodio emitido, “Manager and Salesman” ha sido enorme. La incorporación de Kathy Bates al reparto de la serie en la sexta temporada es mucho más que un reclamo publicitario. La NBC es conocida por infestar sus series de estrellas invitadas, casi siempre de primera fila (lo vimos en Friends, Will & Grace, y ahora en 30 Rock). Es interesante ver a estos grandes actores desenvolviéndose en la pequeña pantalla, y especialmente en un género como el de la docucomedia. Bates interpreta a la nueva propietaria de Dundler Mifflin, y viene a representar el cambio dentro de la serie, un cambio que como es habitual, solo es temporal o superficial. Es decir, la nueva estructura de Dundler Mifflin, Sabre no es más que un puente hacia nuevas tramas que permitan brillar a la serie donde siempre ha brillado, sin resultar repetitiva.

Fue un acierto de este episodio que Michael y Jim lucharan por el puesto de manager, para más tarde hacer lo mismo con el de vendedor. Pudimos ver a Michael sentado en las mesas de los vendedores, intentando encajar todos sus juguetes en su espacio personal, y anunciando a viva voz su primera venta (algo que dejaron de hacer en 1993, según sus nuevos compañeros). Este fugaz cambio dio lugar a uno de los momentos más divertidos del episodio, pero me alegro de que se quede en eso, y no sea la tónica del resto de la temporada.

Por su parte, Jim continúa su ascensión al cinismo más radical. Lo que pasa es que al principio era un simple vendedor, y su hastío habitual estaba más justificado, o al menos se le permitía sin juicio alguno (era con el que más podíamos empatizar). El mismo Jim (porque es el mismo, no nos engañemos), en un puesto de mando es un Jim más condescendiente y repelente, o más bien nosotros lo percibimos así. Jim y Pam ya no son lo que eran, pero son lo que deben ser, su evolución es lógica.

Y frente a la normalidad absoluta de Jim y Pam, el resto de la oficina sigue su viaje a los rincones más recónditos de la vergüenza ajena y la locura más bizarra. Andy Bernard es la nueva estrella de The Office, sin duda. Nunca pensé que ese personaje de la tercera temporada, al que no conseguía ver como habitual en la serie, llegaría a estar casi a la altura del gran Michael Scott. Andy es ya un icono de The Office, y su deliciosa (y para muchos nada creíble) relación con Erin viene a rellenar el hueco dejado por Jim y Pam. Las tarjetas de San Valentín de Andy dieron algunos de los mejores momentos del episodio. Uno de ellos protagonizado por la enorme (¿hay alguien en esta serie que no sea enorme?) Kelly Kapoor, que como no podía ser de otra manera, cree que Andy se ha enamorado de ella, y siguiendo las reglas doradas de las comedias románticas, asume que siempre ha tenido el amor delante de las narices y nunca se dio cuenta. Genial.

The Office sigue siendo la serie más divertida de la parrilla actual, y la única que consigue sacar adelante una grupo de personajes numerosísimo, sin que ni uno solo de ellos esté mínimamente desdibujado. Bueno, quizás Ryan haya perdido el norte… pero esto forma parte de su nueva personalidad tras su experiencia en lo más alto de Dundler Mifflin. Verlo cambiar su estilo en cada episodio, en busca de una identidad que se le escapa de las manos, es otro ejemplo del detallismo magistral de The Office.