David Lastra
Toc, toc. Llaman. Toc, toc. Insisten. Toc, toc. Abro. En una película de M. Night Shyamalan (Tiempo), las opciones ante lo que nos podemos encontrar al abrir la puerta son infinitas. Desde un chaval iluminado que dice ver muertos a un extraterrestre hidrofóbico, pasando por una musa desubicada o una de las mil y un personalidades que residen en la cabeza de James McAvoy. En la vida real, pegaríamos un vistazo por la mirilla y no abriríamos a ninguno de esos personajes. Como hacemos con los comerciales de alguna de esas organizaciones religiosas de turno que aparecen de vez en cuando pisoteando nuestros felpudos. Pero esto es una película y el show debe continuar, por lo que no tenemos otra opción que abrir la puerta y apechugar con las consecuencias. Llaman a la puerta es la nueva pesadilla de la factoría Shyamalan, una de las mentes narrativas más interesantes y polarizadoras del género en lo que llevamos de siglo. ¿Nos convencerá el horror que nos espera al abrir la puerta o gruñiremos hasta la saciedad ante su propuesta como nos ha pasado más de una vez?
Wen (Kristen Cui) pasa sus horas muertas con su tarro gigante lleno de saltamontes. Habla con ellos, los alimenta, los observa y lleva un exhaustivo control de sus conductas y actividades. Incluso caza algún que otro ejemplar al que unir en su experimento sociológico. Puede que no quiera ser entomóloga de mayor, pero de fijo que su futuro le lleva a terrenos no muy alejados de la veterinaria. Por ahora bastante tiene con seguir sus estudios de primaria y seguir siendo una buena persona. Ella está pasando un fin de semana en una cabaña en medio de la nada junto a sus dos progenitores, papá Andrew (Ben Aldridge, Fleabag) y papá Eric (Jonathan Groff, Mindhunter). Ahora mismo, ellos están en el porche trasero de la casa disfrutando de un piscolabis, experimentando el maridaje entre un queso estadounidense sin sabor y un vino peleón disfrazado con etiqueta de delicatessen. Una verdadera postal que se ensombrece, literalmente, cuando la figura de un gigantesco desconocido aparece frente a Wen y su tarro de saltamontes…
Mal rollo. No se ha hecho esperar ni un solo segundo. El mal rollo hace acto de aparición desde el momento en que la sombra de Leonard (Dave Bautista, Guardianes de la galaxia) aparece ante Wen. Puede que no hayamos visto nunca a Bautista comportarse de manera tan educada dentro de una película como la primera vez que oímos hablar a Leonard, pero hay algo que nos escama ante tanta amabilidad hacia la pequeña Wen… Eso, y porque sabemos que estamos ante una obra de Shyamalan. A diferencia de otras de sus obras, el director de El sexto sentido muestra sus cartas encima de la mesa desde el comienzo. Leonard y sus tres acólitos (Nikki Amuka-Bird, Tiempo; Abby Quinn, Loco por ti; y Rupert Grint, Servant) son los elegidos para comunicar una escabrosa propuesta a los tres habitantes de la cabaña: en menos de 24 horas, los habitantes de la cabaña deberán realizar el sacrificio mortal de uno de ellos para salvar con ello a toda la humanidad del Apocalipsis.
WTF!? La primera reacción, tanto de los padres de Llaman a la puerta como de nosotros como espectadores, es un sonoro pero qué dices. Tanto ellos como nosotros no tenemos ninguna duda de que todo es una broma de mal gusto. Una cámara oculta de esas tan pasadas que tanto éxito tenían años ha y que ahora solo aparecen anualmente por Navidad. El problema es que tanto la voz y la tenacidad de Leonard, así como las armas que portan sus compañeras, parecen bastante reales. Ante semejante situación, no se nos escapa ni una pequeña risa nerviosa. Como buen ser sibilino, Shyamalan acierta al colocar en el centro de esta extraña amenaza a un coloso invencible como Bautista. Su presencia resulta completamente aterradora, algo acrecentado por su educación. Su otro gran acierto es introducir al espectador de lleno en el dilema moral. Desde la inicial y lógica respuesta negativa actual hasta los mareos y los nuevos ángulos que nos va presentando. Nunca en toda su obra, Shyamalan ha sabido jugar tan bien con la información que nos va dando como en esta ocasión. Resulta una verdadera delicia el comprobar cómo se va adelantando a todas y cada una de las pegas y contraargumentaciones que tendríamos nosotros mismos ante una situación tan radical como la que viven los dos padres de Wen. En el caso en que no nos tirásemos todo el rato llorando durante un allanamiento de este calibre, como sería mi caso.
Aunque la historia se preste bastante a ello, Shyamalan abandona una de sus grandes marcas de autor. Uno de esos aspectos que le han labrado un nombre dentro del género y una legión, tanto de admiradores como de detractores acérrimos: sus alocados giros de guion. En esta Llaman a la puerta hay sorpresas, desde la llegada de los cuatro intrusos más incómodos que hemos conocido desde Paul y Peter de Funny Games, a la propuesta iluminada que nos traen, pero no existen esos grandes giros sorprendentes que ponen todo patas arriba a cinco minutos del final de la película. Realmente, Shyamalan ha optado por eliminar un par de acontecimientos dramáticos que aparecen en la novela original en la que se basa la película (La cabaña del fin del mundo, de Paul Tremblay) que, a pesar de ser unos giros bastante similares a los que aparecen habitualmente en el cine del director de El bosque, hubiesen podido ahogarnos en demasía con tanto sadismo. Esa simplificación de los hechos y apuesta por un desarrollo más cotidiano y normal, dentro de que toda esto no deja de ser una situación completamente surrealista y antinatural, hace que la trama en Llaman a la puerta avance como un tren imparable, que va arrollando todas y cada una de las cortapisas y convenciones morales que compartimos con los dos padres protagonistas, como seres civilizados y cultos que somos, y que hace que el nuevo devenir de los acontecimiento en su adaptación cinematográfica resulten aún más atroces.
Dave Bautista vuelve a apuntarse otro tanto interpretativo en su haber y consigue que queramos ver cada vez más su imponente figura 2×2, ya sea en una rom com como él pide o en la mastodóntica Dune: parte 2. Su Leonard desquicia y aterra a partes iguales, gracias a su cadencia, sus incongruencias y su peste a meapilas iluminado chiflado que alimenta sus creencias en los foros apocalípticos y conspiranoicos de internet. Destacable igualmente resulta la labor de los dos sufrientes padres, Groff y, especialmente, Aldridge, reflejando a la perfección nuestro desquicio y desasosiego ante los acontecimientos que van viviendo ellos en sus carnes y nosotros como espectadores.
Shyamalan logra con Llaman a la puerta su obra más juguetona y, atención, más profunda de su filmografía, gracias a su firme manera de cuestionar nuestros valores y nuestra inteligencia, y a no darnos ni un solo minuto de respiro, sin usar ninguno de sus tramposos giros de guion.
Nota: ★★★½