Crítica: Guardianes de la Galaxia Vol. 2

“¿Starlord? ¿Quién?” Hasta hace no mucho solo los entendidos en cómic sabían quiénes eran los Guardianes de la Galaxia. Todo cambió en 2014, año en el que esta variopinta banda de forajidos e inadaptados espaciales irrumpió en el Universo Cinemático de Marvel para ponerlo todo patas arriba. Guardianes de la Galaxia fue la apuesta más arriesgada de Marvel Studios hasta ese momento, una aventura coral con personajes totalmente desconocidos por el gran público y sin apenas preparación previa, como sí tuvieron Los Vengadores. La jugada no les pudo salir mejor y el film se convirtió en uno de los más taquilleros del estudio, además de uno de los más queridos por el público. Tres años más tarde regresamos al cosmos marveliano para reencontrarnos con Starlord, Gamora, Drax, Rocket y Groot en Guardianes de la Galaxia Vol. 2, con la que James Gunn continúa por todo lo alto la franquicia con más personalidad de Marvel.

Al ritmo de la flamante Awesome Mix Vol. 2, la segunda parte de Guardianes de la Galaxia es otra epopeya intergaláctica al más puro estilo Marvel, con grandes dosis de acción, comedia, y un claro hilo conductor: la familia. El film nos devuelve a los personajes de los que nos enamoramos en la primera película, ya convertidos en un grupo asentado y leal (aunque disfuncional, por supuesto), explorando sus vínculos y hallando en ellos su razón de ser, mientras salvan la galaxia. Otra vez. La trama principal arranca con la aparición del padre de Starlord (Chris Pratt), el planeta viviente llamado Ego (Kurt Russell), que proporciona al héroe las tan ansiadas respuestas sobre su origen y sus poderes. Pero el motivo familiar se extiende hacia todos los personajes: Gamora (Zoe Saldana) y Nébula (Karen Gillan), hermanas que intentan resolver sus diferencias de manera poco ortodoxa, Rocket (Bradley Cooper) y Yondu (Michael Rooker), dos bandidos muy distintos entre sí pero con mucho más en común de lo que creían, Drax (Dave Bautista), que sigue de luto por la pérdida de su mujer e hija mientras conecta con Mantis (la revelación Pom Klementieff), y Groot (Vin Diesel), convertido en el benjamín del clan, un niño que no hace más que enredar y del que los Guardianes cuidan como si fuera el hijo de todos.

El quinteto original se amplía con antiguos conocidos y la llegada de nuevos personajes, aliados y enemigos. Los mencionados Nébula y Yondu (y su banda, otra familia a su manera) reciben una promoción y adquieren mayor protagonismo, mientras que los nuevos fichajes se incorporan de forma orgánica al universo de los Guardianes. Un carismático Kurt Russell encaja a la perfección como el padre de Peter Quill, entablando una simpática dinámica paternofilial con Chris Pratt (verlos recuperar el tiempo perdido jugando a la “pelota” es descacharrante a la vez que entrañable, puro Guardianes de la Galaxia). Elizabeth Debicki encarna a la distinguida Ayesha, villana que en esta ocasión recibe el tratamiento adecuado para que no ocurra lo de siempre: en esta entrega, la malvada se reserva a una trama secundaria, casi anecdótica (los Guardianes se encuentran huyendo permanentemente de su imperio después de una trastada de Cohete), mientras se le da una vuelta de tuerca al esquema habitual de Marvel para desarrollar su conflicto central. Y por último, pero no por ello menos importante, la aparición de Mantis llena aun más de luz la franquicia, gracias a la deliciosa interpretación de Pom Klementieff, que forma una gran pareja con Drax y construye a un personaje adorable y divertido del que se saca mucho partido.

Con tantos personajes y frentes abiertos, Guardianes de la Galaxia Vol. 2 corre el riesgo de irse por la borda, pero James Gunn logra no solo que esto no ocurra, sino que todas las tramas y arcos de personajes confluyan de manera natural y que todos los personajes principales tengan el tiempo en pantalla necesario. Nadie queda infrautilizado o explotado por encima de los demás, ni siquiera Baby Groot, indudable reclamo comercial que se maneja con mesura para conquistarnos sin llegar a saturar (no hay palabras suficientes para describir lo maravillosa que es la versión infantil del personaje). Y no solo eso, sino que de alguna manera, no me preguntéis cómo, Gunn se las arregla para ir a lo suyo y además cumplir con las normas del estudio con abundancia de easter eggs y gloriosos cameos (menos el de Nathan Fillion como Wonder Man, que tristemente tuvo que ser eliminado del montaje final).

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Una de las claves del éxito de Guardianes de la Galaxia, y en concreto de este segundo volumen, es el amor del director y guionista hacia sus personajes, que se traduce en una conexión muy evidente de los actores con el material. Gunn trata a los Guardianes y todos a su alrededor con sumo cariño, conociéndolos y ejerciendo un control sobre ellos que no siempre encontramos en el cine de superhéroes. Vol. 2 funciona tan bien porque son los personajes los que conducen la acción en todo momento (sus relaciones, sus deseos, objetivos, miedos y frustraciones bombean la historia), y también porque es mucho más que fórmula. Sí, es un crowdpleaser hecho según la receta infalible de Marvel, ya elevada a la categoría de ciencia, que repite las pulsaciones de la primera parte y nos da justo lo que esperamos. Pero también es una película de James Gunn, un proyecto muy personal y gamberro a pesar de su enorme envergadura. Y esto se nota en la voz y el estilo de la película, marcadamente distinto del resto de sus compañeras de universo, con una clara tendencia a la exageración cartoon en los planos y la acción, y cierto espíritu de serie B cercano al cine de Sam Raimi. Sin olvidar por supuesto que se sigue apoyando claramente en otras space operas como Star WarsStar Trek y la más modesta Farscape (serie que proporciona uno de los mejores cameos de la película, con el que esta se reafirma en sus influencias).

En el apartado técnico y visual, Guardianes de la Galaxia Vol. 2 no solo supera a su antecesora, sino que además sube considerablemente el listón de los efectos digitales del estudio (Cohete no puede no ser real), siendo junto a Doctor Strange la entrega más visualmente impresionante del Universo Marvel. El film es un continuo orgasmo sensorial. El sentido de la estética de Gunn vuelve a dar como resultado otra obra vibrante de luz y color, esta vez incluso más bella e iconoclasta si cabe, en la que la magnífica labor de maquillaje y las prótesis siguen teniendo una importancia capital. Y por supuesto, hay que destacar las escenas de acción, de los antológicos créditos iniciales al apoteósico clímax, pasando por Gamora disparando una metralleta galáctica gigante (!!!). En cuanto a la banda sonora, uno de los elementos más distintivos de Guardianes, no se puede negar que los nuevos temas clásicos escogidos por Gunn quedan de maravilla con las espectaculares batallas y persecuciones en el espacio (aderezadas muy socarronamente con efectos de sonidos de las maquinitas Arcade), pero puede que haya exceso de momentos musicales, con lo que se peca de repetir demasiado la jugada.

Claro que esto forma parte de la identidad del film, como ya hemos dicho, muy asentada. Ocurre algo parecido con el humor. Como en el Volumen 1, hay demasiados chistes y gags. Muchos son brillantes, otros no tanto. A veces el humor tontorrón da en la diana, a veces en la pared. Es el riesgo de tener tanta libertad para hacer el chorra (se nota que han dejado a Gunn a sus anchas). Eso sí, funcionen o no los chistes, Guardianes nunca pierde su encanto y carisma. Y esto es gracias sobre todo a un guion sólido, en el que la ramificada historia se estructura con eficiencia (insisto, muchos personajes e ideas en un todo uniformado), los diálogos dan en el clavo, los personajes nunca se pierden en favor de la acción y los acontecimientos se suceden de forma fluida y con gran sentido del ritmo, culminando en un tercer acto de órdago (quizá el mejor de Marvel hasta la fecha) y un final precioso. Y de generosa propina, hasta cinco escenas post-créditos (el secreto de Gunn: no tiene miedo a pasarse de la raya) que nos deparan unas cuantas sorpresas e indican por dónde podrían ir los tiros en el Vol. 3

Lejos de mostrar síntomas de agotamiento en el UCM, Guardianes de la Galaxia Vol. 2 supone un triunfo absoluto en todos los aspectos. Gunn nos regala otra odisea espacial ochentera con personajes inolvidables e imágenes alucinantes, rebosante de diversión (en serio, ¡¡Baby Groot!!), romance (Gamora ♥ Starlord), épica y emoción (como en la primera, su conmovedor clímax provocará más de una lágrima), con cameos para aplaudir (el de cierta estrella de los 80 se lleva la palma), respuestas satisfactorias que expanden su mitología, y por encima de todo, mucho, mucho corazón. En definitiva, otro clásico instantáneo de Marvel.

Pedro J. Gacía

Nota: ★★★★½

Crónica de la Muestra Syfy 2016

Leticia Dolera Syfy

El 13 es un número especial, históricamente asociado a la mala suerte, y con el tiempo justo lo contrario, un símbolo de buena suerte para los que gustan de llevar la contra. Para los fans del cine fantástico, el 13 ha significado algo muy especial este fin de semana: una de las mejores ediciones de la Muestra Syfy. Nuestro mini-festival favorito se ha mudado de residencia, pero sigue viviendo en el mismo barrio. De los Cines Callao al Cine de la Prensa de Gran Vía, sin perder en la mudanza ni un ápice del entusiasmo que lo caracteriza.

Como todos los años, nos damos cita con la Muestra Syfy, organizada por el canal de televisión Syfy España, para ver cine de género (fantástico, ciencia ficción, terror, animación) durante cuatro días (este año del jueves 3 al domingo 6 de marzo). Una veintena de películas que han conformado una programación en la que, como de costumbre, han tenido cabida las ideas más disparatadas y las propuestas más curiosas. Muertos vivientes, fantasmas, zombies, demonios, extraterrestres y caníbales (por partida doble, que este año ha sido el de los antropófagos), todos se han reunido un año más para la gran fiesta del cine fantástico en Madrid.

Y como decía, aunque hayamos cambiado de emplazamiento, el espíritu de la Muestra sigue intacto. Por un lado gracias a la organización, que ha llevado a cabo el cambio de la forma más fluida (esperábamos que al cambiar de una sala grande a tres más pequeñas hubiera un caos mayor, y para nada), por otro a los seguidores (bautizados “mandanguers” -o mandangers- durante la última sesión del domingo), incansables, “motivados” y con ganas de darlo todo en las proyecciones, y por último, pero no por ello menos importante, gracias a la gran Leticia Dolera, que un año más se corona como la reina geek (Mandanga Queen) de nuestro país. Parece mentira, pero Dolera se supera cada año. El nivel de complicidad que ha alcanzado con los asistentes a la Muestra es increíble (para entender los chistes internos o la importancia de las palabras “mandanga” y “Canino” hay que haber estado allí), y se ha notado especialmente en esta edición, en la que, entre otras muchas cosas, ha recordado a sus compañeros de Al salir de clase con velas en la mano (in memoriam?), ha demostrado su amor por Buffy, ha llamado por teléfono a Raúl Arévalo, al que dejamos un mensaje de voz porque no lo cogió (y al que esperamos ver en la próxima edición, no nos falles, Raúl), ha cantado los precios de la cantina, ha reivindicado a Chicho Ibáñez Serrador (Goya honorífico ya), ha criticado (de bromi) a los actores españoles por no vocalizar, y por supuesto, ha repartido Huesitos entre el público. Todo del mejor rollo posible. Gracias, Leticia. Sin ti la Muestra no sería lo que es.

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Dicho esto, pasemos a hablar de las películas que hemos podido ver este año. Muchas de las que, por cierto, tienen distribución en España, así que anotad las recomendaciones. La Muestra dio el pistoletazo de salida el jueves 3 con el preestreno de La invitación, de Karyn Kusama, uno de los grandes éxitos de la pasada edición del Festival de Sitges, donde se alzó con el premio a la mejor película del certamen. Con un reparto de caras conocidas, sobre todo para el seriéfilo (Logan Marshall-Green, Michiel Huisman o John Carroll Lynch), La invitación es una cinta malrollera que recuerda a Coherence en sus ambientes y a La cena de los idiotas por su mala baba. Kusama sabe dosificar la información como si de un menú degustación se tratase y nos embriaga de tal manera que seguimos pidiendo más a pesar de que sintamos ya los ardores de las horas posteriores. Menos mal que tiene el detalle de ofrecernos un chupito digestivo para pasar el (mal) trago.

El viernes 4 nos deparaba más de una sorpresa. El primer día propiamente dicho de la Muestra arrancaba con la noruega Villmark Asylum, secuela de uno de los mayores éxitos cinematográficos del país nórdico que nos proponía de nuevo (“nos” es un decir, porque de los cientos que estábamos en la sala solo cuatro fans aplicados habían visto la primera) una historia de terror ambientada junto a un lago remoto, concretamente en un hospital abandonado donde se trataba a los enfermos de tuberculosis muchos años Imagen 2atrás. Como podéis imaginar por la descripción, Villmark Asylum es la típica película de “manicomio encantado”, y recurre a los tópicos y la imaginería habitual del género (fantasmas de pacientes y enfermeras deambulando entre pasillos, experimentos inmorales), donde por desgracia se queda completamente estancada sin saber qué contar. Un rollazo.

Las dos siguientes películas de la tarde sirvieron para arreglar el mal sabor de boca de Villmark 2 (su título original) y despertarnos de la siesta. En primer lugar, la británica Nina Forever nos planteaba una premisa sencilla a la par que interesante, con una historia romántica sobre un chico que perdió a su novia en un accidente y, cuando intenta iniciar una nueva relación (concretamente cuando practica el sexo con su nueva pareja), la novia se le aparece tal y como quedó tras el accidente para atormentarle a él y a la chica. Una metáfora sobre las relaciones y la pérdida que, a pesar de resultar demasiado evidente, da para muy buenos momentos, aunque al final se pierda por no saber cómo ni cuándo concluir la historia. Nos quedamos con la primera hora de la película, rebosante de sentido del humor, emotividad y erotismo, y con las interpretaciones de su trío protagonista, en especial las femeninas, Fiona O’Shaughnessy y Abigail Hardingham. En segundo lugar, llegó la esperadísima (y apaleadísima) nueva película de Eli Roth, The Green Inferno, y resultó ser uno de los mayores éxitos entre el público de la Muestra. Roth ha orquestado una película repugnante, nauseabunda, con los peores actores del mundo y autoconscientemente mala que se reveló como la oferta perfecta para la Muestra, como demostraron las continuas carcajadas y aplausos de la sala. Una cinta idónea para este tipo de ocasiones, en las que a veces es mejor no pesar demasiado lo que se está viendo y dejarse llevar. Eso sí, vais sobre aviso si decidís verla: al igual que su día Holocausto caníbal (de la que evidentemente bebe, y come, mucho) sus imágenes gore pueden provocar más de un mareo.

Las sesiones nocturnas del viernes nos dejaron otra sorpesa. Desafortunadamente no fue la española Vulcania, que fue recibida con indiferencia y aburrimiento generalizado (quizá si los responsables del film no hubieran estado en la sala presentándolo el público se habría ensañado más). El debut de José Skaf en la dirección de largometrajes es una oportunidad perdida, una película que recuerda demasiado a El bosque (aunque Skaf asegurase que todo parecido es coincidencia) y que, a pesar de su excelente factura y buen reparto, nos deja completamente a medias (aquí podéis leer una crítica completa de la película, que ya está en cines). A continuación , la primera sesión golfa de la Muestra 2016 nos presentaba la primera parte de la japonesa Parasyte, de Takashi Yamazaki, film que fue recibido cálidamente por el público del Cine de la Prensa. Parasyte, Part I  es la hilarante visión japonesa de la Nueva Carne de Cronenberg (se trata de la adaptación live action del manga del mismo nombre), con momentos cómicos muy conseguidos y una épica tan ridícula como convincente. Por una noche, Migi destronó a Huevón como rey de la madrugada Syfy.

BONE TOMAHAWK

El sábado por la mañana tenía lugar la primera sesión Syfy Kids, con la proyección de una de las nominadas al Oscar a Mejor Película de Animación este año, The Boy and the World, distribuida en España por Rita & Luca Films. La tarde comenzaba con la surcoreana The Piper, adaptación libre de El flautista de Hamelín que tiene lugar en una pequeña aldea azotada por una plaga de ratas, donde un hombre y su hijo hacen una parada para ayudar a los habitantes. La película de Kim Kwang-tae comienza como una comedia amable con toques de realismo mágico y en su tramo final se transforma en una historia oscura, trágica y macabra. Una película peculiar de la que se pueden destacar bastantes virtudes, entre las cuales por desgracia no se encuentra la consistencia. A continuación se proyectaba la caboyano-americana Listening, que juega con la idea de la manipulación de la mente y la creación de la telepatía, y que fue con diferencia una de las peores películas de la muestra. Llamarla amateur sería quedarse muy cortos. Una primera parte que copia descaradamente a Primer da lugar a una segunda mitad que adquiere tono épico-conspiranoico y se hunde en el mayor de los ridículos. Y lo peor de todo, el asqueroso machismo que recorre toda la cinta. Lamentable. Pero es que esa misma noche pudimos ver otro desastre de proporciones épicas, Generación Z (título español para The Rezort), una Parque jurásico con zombies en lugar de dinosaurios que, por muy atractiva que suene la idea, no podría haber dado lugar a una película más terrible. Y lo peor no es el planteamiento completamente absurdo (eso no es un problema en la Muestra), sino que ¡se toma en serio! y contiene un mensaje político que no podría estar hilado de forma más patética. Menos mal que justo antes habíamos disfrutado del plato fuerte del día, Bone Tomahawkwestern atípico cargado de humor, violencia extrema (condensada en su magnífica recta final, donde podemos ver una de las muertes más despiadadamente brutales y gráficas de la historia del cine) y grandes interpretaciones, en especial la de Richard Jenkins, que conquistó a la sala al completo. Una gozada.

Foto de Mara

El sábado muchos hicimos un paréntesis para asistir a la proyección del musical de Buffy, cazavampiros, “Once More, With Feeling” (6×07), una ocasión de lujo para poder ver en pantalla de cine uno de los capítulos más emblemáticos de esta serie de culto. El ambiente seriéfilo era inmejorable y nuestra anfitriona, Leticia, nos preparó una presentación genial. En primer lugar nos hizo un recorrido por la serie, resumiendo las temporadas y hablando sobre la experiencia que supone ser espectador de Buffy, en especial si se vio por primera vez durante la adolescencia (o post-adolescencia). A continuación recomendó el libro sobre Joss Whedon De la Estaca al Martillo, que como muchos sabéis, coordiné el año pasado junto a mi colega, amiga y admirada Cazadora Irene Raya. Aunque ya lo hice en persona, desde aquí quiero agradecer de todo corazón una vez más a Leticia por hablar del libro en la proyección (en dos proyecciones distintas, de hecho), fue un detalle precioso que convirtió lo que ya estaba siendo una gran Muestra en mi mejor Muestra. Por último, Dolera orquestó un gran momento fan junto a los fans de Buffy, haciéndonos ensayar un fragmento de la canción “Walk Through the Fire“. ¿El resultado? Juzgad vosotros mismos:

Y llegó el último día. El domingo suele ser una jornada de mayor relax en la Muestra, y este año ha cumplido esa norma. El día arrancaba con la polaca Demon, adaptación moderna de la leyenda del dybbuk judío que transcurre durante una boda tradicional en el campo. Una película divertida, surrealista e inteligente que acercaba el cine de autor europeo a la Muestra, demostrando que cualquier tipo de propuesta fantástica tiene cabida en ella. Demon resultó ser una de las películas más interesantes de este año, un relato impregnado de vodka e historia (la de unas ruinas que no se pueden o no se quieren reconstruir), de un humor absurdo y filosófico exquisito y una memorable interpretación protagonista, la de Itay Tiran. Su director, Marcin Wrona, se suicidó en 2015, dejándonos una excelente obra póstuma. Una pena no saber hasta dónde podía haber llegado su talento.

La tarde del domingo continuó con Jeruzalem, un found footage ambientado en la capital israelí y protagonizado por dos turistas americanas cuyas vacaciones se ven interrumpidas por el día del Juicio Final. The Paz Brothers abordan el hastiado género del metraje encontrado intentando revitalizarlo con un nuevo gadget: las Google Glass. De esta manera salen airosos del engorro que suelen tener todos los directores para justificar el hecho de que sus protagonistas no dejen de grabar. Pero más allá de eso, no hay nada verdaderamente destacable de Jeruzalem, además de su bello y original emplazamiento. Una película que sigue los dictados del género (y demuestra algo más que admiración por [REC], como advirtió después Dolera, o Cloverfield) y al menos entretiene y cumple su función a pesar de caer en el despropósito continuamente. Y después de Jeruzalem, dimos un giro de 180º grados en el tono para disfrutar de la (muy) británica Absolutamente todo, dirigida por Terry Jones (miembro de Monty Python, guionista de Dentro del Laberinto, que también se pudo ver en una sesión especial en homenaje a David Bowie), una comedia directamente salida de los 90 que recuerda demasiado a Como Dios, pero que resultó ser un soplo de aire fresco gracias a sus divertidos diálogos y al buen hacer de su protagonista, un carismático Simon Pegg demostrando que puede ser un gran leading manAbsolutamente todo también destaca por ser la última película de Robin Williams (en ella dobla al perro Dennis y nos deja algunos de los mejores momentos de la cinta) y por contar con las voces de lo Monty Python dando vida a los extraterrestres que otorgan los poderes al personaje de Pegg.

hiddleston high rise

La Muestra 2016 tocaba a su fin con la esperadísima High-Risepelícula dirigida por Ben Wheatley y escrita por él junto a Amy JumP a partir de la novela de J. G. BallardHigh-Rise venía precedida de mucha expectación, aunque acabó siendo una gran decepción (y no es que no nos lo hubieran advertido desde Sitges y otros festivales). High-Rise es una cinta post-apocalíptica retro-futurista que podría describirse (muy superficialmente) como una fusión de BrazilSnowpiercer. La película tiene un planteamiento muy interesante y suficientes elementos atractivos por separado (la estética, la música, la percha de Tom Hiddleston, el sorprendente talento de Luke Evans), pero en conjunto resulta fallida, sobre todo por un empeño, casi exhibicionista y provocador, en el estilo por encima de la sustancia, y la locura y el absurdo porque sí, lo que juega en detrimento de la historia. High-Rise se pierde en la no-narratividad hacia la mitad de su metraje y no se recupera, rematando su “relato” con una conclusión sobre-explicativa que subraya demasiado el mensaje y parece que ya va con recochineo. Probablemente estemos ante una obra incomprendida que será reivindicada como película de culto. Quizá solo sea una pretenciosa paja mental que acabaremos olvidando. El tiempo lo dirá.

Y hasta aquí otra Muestra Syfy llena de buen rollo, amistad y celebración de la cultura fan y el cine (y la tele) de género. Me despido con una de las frases más bonitas de Leticia Dolera, pronunciada (con toda sinceridad y convencimiento) durante una de sus encantadoras presentaciones:

“Axioma: Te gusta el cine fantástico y de terror, eres buena persona. Te gusta Buffy, eres buena persona”.

¡Hasta el año que viene, Mandangers!

Texto de Pedro J. García y David Lastra

Crítica: Los Odiosos Ocho

THE HATEFUL EIGHT

Hay pocos directores de cine tan seguros de sí mismos y con el control de su estilo y sus universos de ficción como Quentin Tarantino. Lo ha demostrado una y otra vez, elevando el pastiche y el homenaje (o imitación) a un arte cinematográfico que pocos dominan. Tarantino no se sale de su zona de confort, porque ahí dentro es un maestro. Por eso con su octava película, Los Odiosos Ocho (The Hateful Eight), va sobre seguro. Un reparto de actores fetiche para el realizador de Tennessee, diálogos marca de la casa, violencia pasada de rosca, reverencia a uno de sus géneros predilectos, el western (rodado además en nostálgico 70mm), y ese sentido del humor tan particular. Nada de esto falla en Los Odiosos Ocho, sin duda un “lugar feliz” para los incondicionales del director, en el que la novedad más destacable es que el título de la película está formado por tres palabras, en lugar de dos.

Los Odiosos Ocho nos traslada a la época inmediatamente posterior a la Guerra de Secesión en Estados Unidos, al mundo de la Frontera, con sus “Se Busca Vivo o Muerto”, sus forajidos y sus diligencias. Con una variación: estamos ante un western nevado de interiores con espíritu de obra de teatro. El paisaje invernal de Wyoming es el escenario donde se sitúa la acción, concretamente dentro de la Mercería de Minnie, una parada para diligencias en un puerto de montaña, durante un feroz temporal de nieve. Uno de esos coches de caballos arriba en la Mercería llevando cuatro pasajeros, que son recibidos por cuatro hombres. Cuatro y cuatro, ocho (más algún acoplado que no sabe dónde se ha metido). Como siempre, Tarantino cuida al máximo la caracterización y las historias de sus personajes, con el objetivo de convertirlos en iconos desde el primer minuto. Y estos ocho personajes (unos más que otros) son decididamente memorables.

El cazarrecompensas John Ruth (Kurt Russell) lleva a su fugitiva, Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), al pueblo de Red Rock, donde Ruth, más conocido como “el Verdugo”, debe llevar a la delincuente a la justicia. Por el camino se encuentran con dos desconocidos: el mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), otro cazarrecompensas antiguo soldado negro de la Unión, y el nuevo sheriff de Red Rock, Chris Mannix (Walton Goggins), sureño con pocas luces que se dirige al mismo lugar para ocupar su nuevo puesto. En la Mercería, estos cuatro sospechosos personajes conocen a Bob (Demian Bichir), mexicano a cargo del local mientras Minnie se encuentra ausente, el sofisticado británico Oswaldo Mobray (Tim Roth), el vaquero de voz rasgada y pocas palabras Joe Gage (Michael Madsen) y el general confederado Stanford Smithers (Bruce Dern).

Hateful EightComo si de un “episodio botella” de una serie se tratase, Los Odiosos Ocho transcurre casi íntegramente en el mismo lugar, impulsada por una dialéctica constante entre estos ocho personajes, en la que se van destapando heridas abiertas y el pasado se va apoderando del relato, hasta que lo conquista. Los diálogos tarantinianos son lo que mueve la acción durante una primera hora y media que, no obstante, puede resultar algo pesada, en la que el director no consigue brillar en su escritura como de costumbre. En esta ocasión, las casi tres horas de metraje que dura la película no están justificadas, y lo que se cuenta en la primera sección del film podría haberse reducido a la mitad sin problemas. Pero ya sabemos cómo es Tarantino. My way or the highway. Su cine suele funcionar de esta manera, se va calentando a fuego lento, a su ritmo (por capítulos), sin prisa, y va yendo a más, para culminar en un acto final en el que la sangre llega al río, y lo desbordaLos Odiosos Ocho no es una excepción. Como dice un personaje durante la película, “El nombre del juego es ‘paciencia'”. Efectivamente, si uno escucha atentamente y aguanta con calma la primera parte, le aguarda una gran recompensa en la segunda. Una última hora divertidísima, en la que el humor estalla después de ir a medio fuelle casi todo el tiempo, y donde el juego de misterio que es su historia nos reserva un par de giros y triquiñuelas narrativas que ponen el resto de la película en perspectiva.

Aun con todo, a ratos da la sensación de que el director se mueve por inercia, confiando demasiado en que bastará con desplegar los mismos trucos de siempre, porque tiene a su público en el bolsillo. Por eso en esta película son los demás los que se llevan verdaderamente el gato al agua. Concretamente el legendario Ennio Morricone, que firma una banda sonora que se eleva por encima de la cinta (la música durante los créditos iniciales pone los vellos de punta), el director de fotografía, Robert Richardson (que hace maravillas tanto en interiores como cuando se nos deja ver el impresionante paisaje nevado que sitia a los personajes), y por supuesto el reparto, consistentemente excelente (a excepción quizá de Tim Roth, en un papel sin duda escrito para Christoph Waltz, en el que el británico imita… a Christoph Waltz, y Channing Tatum, que menos mal que sale poco, porque no consigue hacerse con el tono de su personaje). Russell está especialmente inspirado, y si Leigh se ha llevado muchos laureles por su (sobre)interpretación demente y desquiciada, quien está en estado de gracia es Samuel L. Jackson, que merece una nueva nominación al Oscar ya solo por su sádico flashback narrado, uno de los momentos que más serán recordados de la película.

 Los Odiosos Ocho no es el mejor Tarantino, pero es puro Tarantino, lo que debería ser bastante.

Valoración: ★★★½

Crítica: Fast & Furious 7

F&F7 Paul

Catorce años, siete películas, miles de millones recaudados en todo el mundo, y la saga Fast & Furious parece que acaba de empezar la carrera. Lejos de mostrar síntomas de agotamiento, Fast & Furious 7 ha pulverizado récords de taquilla (de la propia saga y del mes de abril), como era de esperar. El fallecimiento de Paul Walker el pasado año ha condicionado enormemente la producción y el lanzamiento de la película, pero no seamos malpensados, aquí morbo el justo. El destino de F&F7 estaba ya sellado desde antes del fatídico accidente automovilístico (maldita ironía) del actor. Desde el reboot que supuso la cuarta película, la franquicia no ha hecho más que crecer en todos los sentidos, reparto, ambición y box office, y el taquillazo de F&F7 era un hecho. Vamos, que Universal no cuenta con los derechos de ningún súper grupo de Marvel o DC, pero tiene su propia saga de superhéroes, y esta no tiene nada que envidiar en cuanto a éxito a las demás.

La sexta entrega fue un “más difícil todavía” y con ella, Fast & Furious se alejaba definitivamente de sus orígenes en las carreras callejeras (ya aparecen solo de forma anecdótica) para convertirse en hermana de Los Mercenarios (mejor hecha y más divertida, se entiende). La premisa de las primeras películas se dejaba atrás para convertir F&F en una saga de acción protagonizada por un variopinto grupo de especialistas que cumplen misiones y se enfrentan a enemigos letales. Liderado por Dominic Toretto (Vin Diesel, posiblemente el peor actor del mundo), el equipo ha ido aumentando con las secuelas, y F&F7 se encarga de reunirlos a todos para la misión más explosiva hasta la fecha. No falta prácticamente nadie, Michelle Rodriguez (el nombre completo de su amnésico personaje es Letizia Ortiz, atención al insólito momento en el que lo descubrimos), Dwayne Johnson, Tyrese Gibson, Ludacris, Jordana Brewster, Elsa Pataky (mujer de armas tomar que vuelve únicamente para hacer de canguro), a los que se unen los nuevos fichajes, Nathalie Emmanuel y el mismísimo Kurt Russell; hasta han invitado a Lucas Black, protagonista del spin-off Tokyo Drift, la película peor valorada de la franquicia. Y es que como nos recuerda insistentemente el leitmotiv de la película, lo más importante de todo es la familia, y que esta permanezca unida hasta el final.

Se puede criticar a F&F por muchas razones, pero una cosa que no se le puede reprochar es su consistencia a lo largo de los años. Ha creado un universo coherente (machismo incluido de serie) en el que sus personajes han permanecido fieles a sí mismos a lo largo de las películas. Los vínculos que se han establecido durante más de una década entre estos personajes -probablemente el reparto más diverso del cine actual- han calado en la audiencia, que ya no regresa solo por las espectaculares escenas de acción, las carreras, los cochazos y las tías en bikini, sino por volver a encontrarse con sus viejos amigos. Lo he dicho en muchas ocasiones, llevamos años viendo series de televisión en el cine, y Fast & Furious es el mejor ejemplo de ello. Es difícil que uno se pierda en el argumento de esta nueva entrega, pero es recomendable haber visto la “serie” entera para apreciarlo en su totalidad.

F&F7Además de ser una parte dentro de una macro-historia, Fast & Furious 7 es una película de capítulos. El hilo conductor es el juego del gato y el ratón que protagonizan el equipo de Dom y el villano de la película, Deckard Shaw (Jason Statham), pero dentro de esta trama hay varias subtramas en forma de misiones (o partes de una misión) que funcionan como mini-historias independientes. De esta manera, Fast & Furious nos lleva en un viaje acelerado a lo largo y ancho del mundo con paradas en las que esperan aventuras a cada cual más arriesgada y pasada de rosca que la anterior. Destaca sobre todo el impresionante set piece en Dubai, con el que James Wan tira la casa los coches por la ventana. Literalmente. Si en F&F6 volaban los humanos, esta vez son los propios coches los que desafían a la gravedad (“¿Decías que los coches no volaban?”). Y lo hacen en más de una ocasión, saltando entre rascacielos en el emirato árabe y haciendo skydive (o conduciendo por el aire, según se mire) sobre Colorado. Una chifladura detrás de otra, porque Fast & Furious ha convertido la estupidez en un arte.

Y lo mejor es que todos los involucrados en esta saga lo saben, y lo explotan. F&F7 es un desfase continuo, una película bomba, exagerada, extremadamente ridícula, pero no deja de recordarnos en ningún momento que es consciente de ello, y que si estamos en sintonía con ella, lo podemos pasar teta. Lo más curioso es que no es difícil conectar con esta saga, porque invierte esfuerzo tanto en la pirotecnia como en los personajes y el humor, que sí, es más bien todo tirando a simple (por ser generoso), pero rebosa simpatía -sobre todo esa mole adorable que es The Rock, el mejor fichaje de la franquicia- y sabe cómo montar un buen show. El sentido homenaje final a Paul Walker (cuya ausencia durante algunos tramos de la película se solventa perfectamente) es la prueba definitiva de que Fast & Furious es algo más que una saga de acción. El compromiso y los lazos que unen a su reparto la convierten ya en una institución. Respect.

Valoración: ★★★