Crónica de la Muestra Syfy 2016

Leticia Dolera Syfy

El 13 es un número especial, históricamente asociado a la mala suerte, y con el tiempo justo lo contrario, un símbolo de buena suerte para los que gustan de llevar la contra. Para los fans del cine fantástico, el 13 ha significado algo muy especial este fin de semana: una de las mejores ediciones de la Muestra Syfy. Nuestro mini-festival favorito se ha mudado de residencia, pero sigue viviendo en el mismo barrio. De los Cines Callao al Cine de la Prensa de Gran Vía, sin perder en la mudanza ni un ápice del entusiasmo que lo caracteriza.

Como todos los años, nos damos cita con la Muestra Syfy, organizada por el canal de televisión Syfy España, para ver cine de género (fantástico, ciencia ficción, terror, animación) durante cuatro días (este año del jueves 3 al domingo 6 de marzo). Una veintena de películas que han conformado una programación en la que, como de costumbre, han tenido cabida las ideas más disparatadas y las propuestas más curiosas. Muertos vivientes, fantasmas, zombies, demonios, extraterrestres y caníbales (por partida doble, que este año ha sido el de los antropófagos), todos se han reunido un año más para la gran fiesta del cine fantástico en Madrid.

Y como decía, aunque hayamos cambiado de emplazamiento, el espíritu de la Muestra sigue intacto. Por un lado gracias a la organización, que ha llevado a cabo el cambio de la forma más fluida (esperábamos que al cambiar de una sala grande a tres más pequeñas hubiera un caos mayor, y para nada), por otro a los seguidores (bautizados “mandanguers” -o mandangers- durante la última sesión del domingo), incansables, “motivados” y con ganas de darlo todo en las proyecciones, y por último, pero no por ello menos importante, gracias a la gran Leticia Dolera, que un año más se corona como la reina geek (Mandanga Queen) de nuestro país. Parece mentira, pero Dolera se supera cada año. El nivel de complicidad que ha alcanzado con los asistentes a la Muestra es increíble (para entender los chistes internos o la importancia de las palabras “mandanga” y “Canino” hay que haber estado allí), y se ha notado especialmente en esta edición, en la que, entre otras muchas cosas, ha recordado a sus compañeros de Al salir de clase con velas en la mano (in memoriam?), ha demostrado su amor por Buffy, ha llamado por teléfono a Raúl Arévalo, al que dejamos un mensaje de voz porque no lo cogió (y al que esperamos ver en la próxima edición, no nos falles, Raúl), ha cantado los precios de la cantina, ha reivindicado a Chicho Ibáñez Serrador (Goya honorífico ya), ha criticado (de bromi) a los actores españoles por no vocalizar, y por supuesto, ha repartido Huesitos entre el público. Todo del mejor rollo posible. Gracias, Leticia. Sin ti la Muestra no sería lo que es.

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Dicho esto, pasemos a hablar de las películas que hemos podido ver este año. Muchas de las que, por cierto, tienen distribución en España, así que anotad las recomendaciones. La Muestra dio el pistoletazo de salida el jueves 3 con el preestreno de La invitación, de Karyn Kusama, uno de los grandes éxitos de la pasada edición del Festival de Sitges, donde se alzó con el premio a la mejor película del certamen. Con un reparto de caras conocidas, sobre todo para el seriéfilo (Logan Marshall-Green, Michiel Huisman o John Carroll Lynch), La invitación es una cinta malrollera que recuerda a Coherence en sus ambientes y a La cena de los idiotas por su mala baba. Kusama sabe dosificar la información como si de un menú degustación se tratase y nos embriaga de tal manera que seguimos pidiendo más a pesar de que sintamos ya los ardores de las horas posteriores. Menos mal que tiene el detalle de ofrecernos un chupito digestivo para pasar el (mal) trago.

El viernes 4 nos deparaba más de una sorpresa. El primer día propiamente dicho de la Muestra arrancaba con la noruega Villmark Asylum, secuela de uno de los mayores éxitos cinematográficos del país nórdico que nos proponía de nuevo (“nos” es un decir, porque de los cientos que estábamos en la sala solo cuatro fans aplicados habían visto la primera) una historia de terror ambientada junto a un lago remoto, concretamente en un hospital abandonado donde se trataba a los enfermos de tuberculosis muchos años Imagen 2atrás. Como podéis imaginar por la descripción, Villmark Asylum es la típica película de “manicomio encantado”, y recurre a los tópicos y la imaginería habitual del género (fantasmas de pacientes y enfermeras deambulando entre pasillos, experimentos inmorales), donde por desgracia se queda completamente estancada sin saber qué contar. Un rollazo.

Las dos siguientes películas de la tarde sirvieron para arreglar el mal sabor de boca de Villmark 2 (su título original) y despertarnos de la siesta. En primer lugar, la británica Nina Forever nos planteaba una premisa sencilla a la par que interesante, con una historia romántica sobre un chico que perdió a su novia en un accidente y, cuando intenta iniciar una nueva relación (concretamente cuando practica el sexo con su nueva pareja), la novia se le aparece tal y como quedó tras el accidente para atormentarle a él y a la chica. Una metáfora sobre las relaciones y la pérdida que, a pesar de resultar demasiado evidente, da para muy buenos momentos, aunque al final se pierda por no saber cómo ni cuándo concluir la historia. Nos quedamos con la primera hora de la película, rebosante de sentido del humor, emotividad y erotismo, y con las interpretaciones de su trío protagonista, en especial las femeninas, Fiona O’Shaughnessy y Abigail Hardingham. En segundo lugar, llegó la esperadísima (y apaleadísima) nueva película de Eli Roth, The Green Inferno, y resultó ser uno de los mayores éxitos entre el público de la Muestra. Roth ha orquestado una película repugnante, nauseabunda, con los peores actores del mundo y autoconscientemente mala que se reveló como la oferta perfecta para la Muestra, como demostraron las continuas carcajadas y aplausos de la sala. Una cinta idónea para este tipo de ocasiones, en las que a veces es mejor no pesar demasiado lo que se está viendo y dejarse llevar. Eso sí, vais sobre aviso si decidís verla: al igual que su día Holocausto caníbal (de la que evidentemente bebe, y come, mucho) sus imágenes gore pueden provocar más de un mareo.

Las sesiones nocturnas del viernes nos dejaron otra sorpesa. Desafortunadamente no fue la española Vulcania, que fue recibida con indiferencia y aburrimiento generalizado (quizá si los responsables del film no hubieran estado en la sala presentándolo el público se habría ensañado más). El debut de José Skaf en la dirección de largometrajes es una oportunidad perdida, una película que recuerda demasiado a El bosque (aunque Skaf asegurase que todo parecido es coincidencia) y que, a pesar de su excelente factura y buen reparto, nos deja completamente a medias (aquí podéis leer una crítica completa de la película, que ya está en cines). A continuación , la primera sesión golfa de la Muestra 2016 nos presentaba la primera parte de la japonesa Parasyte, de Takashi Yamazaki, film que fue recibido cálidamente por el público del Cine de la Prensa. Parasyte, Part I  es la hilarante visión japonesa de la Nueva Carne de Cronenberg (se trata de la adaptación live action del manga del mismo nombre), con momentos cómicos muy conseguidos y una épica tan ridícula como convincente. Por una noche, Migi destronó a Huevón como rey de la madrugada Syfy.

BONE TOMAHAWK

El sábado por la mañana tenía lugar la primera sesión Syfy Kids, con la proyección de una de las nominadas al Oscar a Mejor Película de Animación este año, The Boy and the World, distribuida en España por Rita & Luca Films. La tarde comenzaba con la surcoreana The Piper, adaptación libre de El flautista de Hamelín que tiene lugar en una pequeña aldea azotada por una plaga de ratas, donde un hombre y su hijo hacen una parada para ayudar a los habitantes. La película de Kim Kwang-tae comienza como una comedia amable con toques de realismo mágico y en su tramo final se transforma en una historia oscura, trágica y macabra. Una película peculiar de la que se pueden destacar bastantes virtudes, entre las cuales por desgracia no se encuentra la consistencia. A continuación se proyectaba la caboyano-americana Listening, que juega con la idea de la manipulación de la mente y la creación de la telepatía, y que fue con diferencia una de las peores películas de la muestra. Llamarla amateur sería quedarse muy cortos. Una primera parte que copia descaradamente a Primer da lugar a una segunda mitad que adquiere tono épico-conspiranoico y se hunde en el mayor de los ridículos. Y lo peor de todo, el asqueroso machismo que recorre toda la cinta. Lamentable. Pero es que esa misma noche pudimos ver otro desastre de proporciones épicas, Generación Z (título español para The Rezort), una Parque jurásico con zombies en lugar de dinosaurios que, por muy atractiva que suene la idea, no podría haber dado lugar a una película más terrible. Y lo peor no es el planteamiento completamente absurdo (eso no es un problema en la Muestra), sino que ¡se toma en serio! y contiene un mensaje político que no podría estar hilado de forma más patética. Menos mal que justo antes habíamos disfrutado del plato fuerte del día, Bone Tomahawkwestern atípico cargado de humor, violencia extrema (condensada en su magnífica recta final, donde podemos ver una de las muertes más despiadadamente brutales y gráficas de la historia del cine) y grandes interpretaciones, en especial la de Richard Jenkins, que conquistó a la sala al completo. Una gozada.

Foto de Mara

El sábado muchos hicimos un paréntesis para asistir a la proyección del musical de Buffy, cazavampiros, “Once More, With Feeling” (6×07), una ocasión de lujo para poder ver en pantalla de cine uno de los capítulos más emblemáticos de esta serie de culto. El ambiente seriéfilo era inmejorable y nuestra anfitriona, Leticia, nos preparó una presentación genial. En primer lugar nos hizo un recorrido por la serie, resumiendo las temporadas y hablando sobre la experiencia que supone ser espectador de Buffy, en especial si se vio por primera vez durante la adolescencia (o post-adolescencia). A continuación recomendó el libro sobre Joss Whedon De la Estaca al Martillo, que como muchos sabéis, coordiné el año pasado junto a mi colega, amiga y admirada Cazadora Irene Raya. Aunque ya lo hice en persona, desde aquí quiero agradecer de todo corazón una vez más a Leticia por hablar del libro en la proyección (en dos proyecciones distintas, de hecho), fue un detalle precioso que convirtió lo que ya estaba siendo una gran Muestra en mi mejor Muestra. Por último, Dolera orquestó un gran momento fan junto a los fans de Buffy, haciéndonos ensayar un fragmento de la canción “Walk Through the Fire“. ¿El resultado? Juzgad vosotros mismos:

Y llegó el último día. El domingo suele ser una jornada de mayor relax en la Muestra, y este año ha cumplido esa norma. El día arrancaba con la polaca Demon, adaptación moderna de la leyenda del dybbuk judío que transcurre durante una boda tradicional en el campo. Una película divertida, surrealista e inteligente que acercaba el cine de autor europeo a la Muestra, demostrando que cualquier tipo de propuesta fantástica tiene cabida en ella. Demon resultó ser una de las películas más interesantes de este año, un relato impregnado de vodka e historia (la de unas ruinas que no se pueden o no se quieren reconstruir), de un humor absurdo y filosófico exquisito y una memorable interpretación protagonista, la de Itay Tiran. Su director, Marcin Wrona, se suicidó en 2015, dejándonos una excelente obra póstuma. Una pena no saber hasta dónde podía haber llegado su talento.

La tarde del domingo continuó con Jeruzalem, un found footage ambientado en la capital israelí y protagonizado por dos turistas americanas cuyas vacaciones se ven interrumpidas por el día del Juicio Final. The Paz Brothers abordan el hastiado género del metraje encontrado intentando revitalizarlo con un nuevo gadget: las Google Glass. De esta manera salen airosos del engorro que suelen tener todos los directores para justificar el hecho de que sus protagonistas no dejen de grabar. Pero más allá de eso, no hay nada verdaderamente destacable de Jeruzalem, además de su bello y original emplazamiento. Una película que sigue los dictados del género (y demuestra algo más que admiración por [REC], como advirtió después Dolera, o Cloverfield) y al menos entretiene y cumple su función a pesar de caer en el despropósito continuamente. Y después de Jeruzalem, dimos un giro de 180º grados en el tono para disfrutar de la (muy) británica Absolutamente todo, dirigida por Terry Jones (miembro de Monty Python, guionista de Dentro del Laberinto, que también se pudo ver en una sesión especial en homenaje a David Bowie), una comedia directamente salida de los 90 que recuerda demasiado a Como Dios, pero que resultó ser un soplo de aire fresco gracias a sus divertidos diálogos y al buen hacer de su protagonista, un carismático Simon Pegg demostrando que puede ser un gran leading manAbsolutamente todo también destaca por ser la última película de Robin Williams (en ella dobla al perro Dennis y nos deja algunos de los mejores momentos de la cinta) y por contar con las voces de lo Monty Python dando vida a los extraterrestres que otorgan los poderes al personaje de Pegg.

hiddleston high rise

La Muestra 2016 tocaba a su fin con la esperadísima High-Risepelícula dirigida por Ben Wheatley y escrita por él junto a Amy JumP a partir de la novela de J. G. BallardHigh-Rise venía precedida de mucha expectación, aunque acabó siendo una gran decepción (y no es que no nos lo hubieran advertido desde Sitges y otros festivales). High-Rise es una cinta post-apocalíptica retro-futurista que podría describirse (muy superficialmente) como una fusión de BrazilSnowpiercer. La película tiene un planteamiento muy interesante y suficientes elementos atractivos por separado (la estética, la música, la percha de Tom Hiddleston, el sorprendente talento de Luke Evans), pero en conjunto resulta fallida, sobre todo por un empeño, casi exhibicionista y provocador, en el estilo por encima de la sustancia, y la locura y el absurdo porque sí, lo que juega en detrimento de la historia. High-Rise se pierde en la no-narratividad hacia la mitad de su metraje y no se recupera, rematando su “relato” con una conclusión sobre-explicativa que subraya demasiado el mensaje y parece que ya va con recochineo. Probablemente estemos ante una obra incomprendida que será reivindicada como película de culto. Quizá solo sea una pretenciosa paja mental que acabaremos olvidando. El tiempo lo dirá.

Y hasta aquí otra Muestra Syfy llena de buen rollo, amistad y celebración de la cultura fan y el cine (y la tele) de género. Me despido con una de las frases más bonitas de Leticia Dolera, pronunciada (con toda sinceridad y convencimiento) durante una de sus encantadoras presentaciones:

“Axioma: Te gusta el cine fantástico y de terror, eres buena persona. Te gusta Buffy, eres buena persona”.

¡Hasta el año que viene, Mandangers!

Texto de Pedro J. García y David Lastra

Crítica: Extinction

Extinction

El de zombies empieza a ser un género denostado por culpa de la sobreexposición al público de películas, series, cómics y libros sobre muertos vivientes. Por eso en los últimos años hemos asistido a varias vueltas de tuerca que nos han presentado el género desde otras perspectivas (la comedia gamberra, el blockbuster o el romance adolescente por nombrar solo unas cuantas). Extinction sería una de esas películas de zombies que prefiere describirse a sí misma como otra cosa, o como “algo más”, un trabajo que trata de ir más allá del terror y de sus normas. Pero claro, una cosa es intentarlo, y otra conseguirlo. La película, basada en la novela de Juan de Dios Garduño Y pese a todo… (rebautizada como Extinction: Y pese a todo… a raíz de su adaptación al cine), fluctúa entre el survival horror y el drama de personajes, pero se queda a medias en ambos terrenos, dejándonos un quiero y no puedo sin identidad, y repleto de incongruencias y tópicos, que por si fuera poco se alarga hasta la extenuación.

Extinction abre con una secuencia en la que asistimos al inicio de la pandemia que desolará el planeta, y posteriormente salta nueve años en el tiempo para mostrarnos a tres supervivientes, dos hombres y una niña, aislados en un post-apocalíptico invierno eterno. No hay mucho contexto (ni lo habrá durante el resto del metraje), solo varias pinceladas que recogen de forma muy superficial los lugares comunes del cine de contagios (el virus, la forma de transmisión, la transformación de los afectados). A lo largo de Extinction nadie se refiere a estas criaturas como “zombies”, ni siquiera se sugiere (eso sí, en el cartel de la película podemos ver claramente una “Z” escrita con sangre, porque hay que vender el producto). De esta manera se pretende desplazar el foco de atención hacia los humanos, con la intención de construir un melodrama sobre la familia, la supervivencia y la esperanza que estaría muy bien si no fuera porque sus personajes no son interesantes y la situación en la que se encuentran no tiene ni pies ni cabeza.

EXTINCTION_POSTER_DEFINITIVODirigida por Miguel Ángel Vivas (Secuestrados) y producida entre otros por el prolífico Jaume Collet-Serra (La huérfanaSin identidad), Extinction apunta mucho más alto de lo que puede llegar. Como cinta de terror no sabe escapar de los clichés más manidos del género y maneja la tensión torpemente, con revelaciones y sustos que se ven venir a la legua. Pero lo que mella realmente la película son sus ínfulas de drama familiar psicológico, un tratamiento del género fantástico que recuerda por momentos al M. Night Shyamalan de Señales. La rivalidad de los protagonistas adultos (vecinos que no se han dirigido la palabra en nueve años por su pasado en común con la madre de la niña) debería impulsar la historia, pero lo que hace es arrastrarla de forma arrítmica, para culminar en una serie de reflexiones sobre la redención y la paternidad que evidencian una película mucho más básica e insustancial de lo que se cree.

Aun con todo, Extinction cuenta con una virtud, la interpretación de la mitad de su elenco protagonista. Mientras que Jeffrey Donovan es incapaz de demostrar más de un registro y Clara Lago no aporta absolutamente nada a la historia (su personaje debería ser catalizador del desenlace, pero el relato podría haber concluido perfectamente sin ella), la pequeña Quinn McColgan es toda una revelación y Matthew Fox está sencillamente espléndido, demostrando una madurez interpretativa y emocional que por desgracia pasará totalmente desapercibida. Claro que no basta con unos actores entregados para llevar una película a buen puerto cuando el material se trabaja de forma tan elemental. Extinction resulta rutinaria, y lo que es peor, aburrida, un pecado que no se le puede dejar pasar a una película de zombies (aunque no se identifique abiertamente como tal). Sin embargo, hay otro aspecto fallido de Extinction capaz de eclipsar este problema: su pobre acabado visual. Si el sopor no acaba con vosotros, sí lo harán los efectos digitales y los cromas más terribles que podáis imaginar.

Valoración: ★★½

Perdidos, "The Candidate" (6.14)

La muerte os sienta tan bien

Poco podemos reflexionar tras un episodio como “TheCandidate“, donde la acción más pura recoge el testigo de la relativa calma y el enredo argumental de los anteriores. La segunda mitad del episodio es un [insertar expresión equivalente a tour de force, pero que esté menos trillada] en el que tememos por la vida de todos y cada uno de los personajes. Otra prueba más de que los guionistas nos tienen atrapados en sus redes. Una de las claves de su trabajo es el manejo astuto de las certezas del espectador, las que ellos mismos nos imprimen. Me explico. Con cada episodio, nos conducen hacia teorías sobre la isla, los personajes, sobre lo que está pasando, y nos hacen llegar a (ilusas) conclusiones que ellos mismos refutarán convenientemente uno, dos, o veinte episodios más tarde (sin restar coherencia al conjunto). Es el caso de los seis candidatos. No sé si soy el único, pero esos nombres en la cueva me transportaron a un lugar cómodo y seguro en el que yo sabía que ninguno de ellos iba a morir, al menos hasta el final. Pero me equivocaba. Precisamente porque es una de las pocas cosas que podemos tener seguras en Perdidos (porque ellos se encargan de convencernos), los guionistas juegan con más soltura que nunca la baza de la sorpresa y el golpe de efecto, que tan agotada ha llegado a estar en la serie. Cuatro muertes. Jin, Sun y Sayid, tres de los protagonistas desde el primer episodio (y tres candidatos), y Lapidus, uno de los secundarios-extras más simpáticos (que yo creía que los sobreviviría a todos). Nos han pillado con la guardia por los suelos, y ¡zas!

Y la culpa de todo la tiene No-Locke. Ahora ya no quiere reunir a todos para marcharse de la isla y dejar la botella abierta, sino que se los quiere cargar, porque según la teoría de Jack, no puede salir de la isla a menos que estén todos muertos. Yo, a estas alturas, confío en Jack, aunque no ostente el récord de aciertos en la isla. Sawyer, por desgracia, no. La escena del submarino, que ocupa el último cuarto de hora de “The Candidate” es una de las escenas más emocionantes de toda la serie. El manejo de la tensión es ejemplar, y a esto contribuye sin duda… ¡la bomba con cuenta atrás! (cómo me he acordado de Buffy, y de Alias, por supuesto). Con todos los personajes atrapados, apenas tres minutos para que la bomba explote, con Kate gravemente herida y sin tiempo para salir a la superficie, Jack vuelve a pedir un acto de fe. Pero Sawyer es un hombre de acción, y si antes no confiaba en Jack, ahora que es un Locke reencarnado, menos aún.

Menos mal que zombiSayid andaba por ahí. La muerte de Jarrah pasa sin pena ni gloria (es uno de los momentos más endebles técnicamente del episodio), a pesar de suponer varias cosas muy importantes para el personaje: como Reyes teorizaba, se puede salir del lado oscuro por voluntad propia, y Sayid lo hace en un acto de sacrificio redentor que debe bastar para hacer descansar en paz al ex torturador. Pero la muerte de Sayid se ve pronto eclipsada por todo lo que desencadena la explosión. Y sobre todo, por el momento ¿lo digo?… venga, el momento Titanic protagonizado por Jin y Sun. Cómo me equivocaba cuando dije en mi anterior review que después del ansiado reencuentro de los Kwon, lo que pasase después sería lo de menos. Muchos pensaron que el reencuentro del matrimonio se iba a ver frustrado por algún balazo de los de Widmore o por las vallas electrificadas. Parecía obvio que ese sería el golpe de efecto maestro del episodio, reunir a Jin y Sun para matarlos en la misma escena. Pues bien, aunque esto no ocurrió, la teoría no andaba desencaminada. Un episodio después, los dos mueren ahogados en el submarino. Aunque los veamos con toda seguridad en los sideflashes (y aunque nos quede la remota posibilidad de que alguien los salve en el ultimísimo momento), no es como una de tantas muertes que nos han insensibilizado a lo largo de la serie, sino que se siente definitiva, y por eso duele más. Más unidos que nunca (idea que viene a representar en cierta manera el idioma inglés, ya en común, lo que más los distanciaba en la isla antes de separarse), se dicen “I love you“, después de que Jin vuelva a prometer a Sun que no la dejará nunca más (esta vez en koreano), mientras suena la pieza musical más triste de la banda sonora de Perdidos. Y para rematar, uno de los planos más devastadores que recuerdo: solo la muerte será capaz de separar a los Kwon.

Por lo demás, Perdidos sigue completando ciclos. Lo vemos en las continuas regresiones a las primeras temporadas, y en los sideflashes, donde Jack comienza a deducir que algo raro ocurre (sin necesidad de amor, ni experiencia cercana a la muerte). El doctor Shephard crea lazos con su hermana Claire, y ambos se miran al espejo (Pocoyó tiene la teoría de que al final, tendrán que atravesar un espejo, y no me parece descabellada). Después, Jack trata de recomponer a un Locke destrozado (gran Terry O’Quinn, no me convencía así desde la primera temporada), intentando ilusamente convencerle para que siga su filosofía de vida, que ni él mismo entiende:

Jack: What happened, happened. And you can let it go.
John: What makes you think letting go is so easy?
Jack: It‘s not. In fact, I don’t really know how to do it myself. And that‘s why I was hoping that maybe you could go first.
John: Goodbye, doctor Shephard.

Y mientras Jack intenta salvar sin éxito a Locke en la realidad alternativa (mirad la descorazonadora sonrisa de ilusión y certeza después de darle el consejo a John), consigue salvar de la muerte a Sawyer en la isla (verás cuando se despierte y vea la que ha liado). Como veíamos en el capítulo anterior, el doctor sigue cumpliendo paso a paso el manual para convertirse en héroe. Y permitidme que una semana más haga referencia al tema, pero es que en “The Candidate“, Jack llora también, y además, llora mucho. Y lo que es mejor, no solo él llora. Se agradece una escena dedicada exclusivamente a mostrar el dolor de los personajes tras una muerte, algo que no se suele hacer (también es verdad que ni hay tiempo, ni todas las muertes conllevan una reacción de este tipo. Jin y Sun eran especiales, para nosotros, y para ellos). Lo más gracioso es que mientras Kate y Hurley lloran por la muerte de Jin y Sun (a Sayid que le den), Jack se retira a la orilla a sollozar como un niño sin que lo vean los demás (nosotros sí lo vemos, total, estamos muy acostumbrados a ver al héroe de la película lloriquear). Y a todo esto, con todas las emociones provocadas por los eventos del submarino, nadie se acuerda de la pobre Claire después de que Sawyer cerrase el submarino dejándola tirada (a él no le bastaba con intentarlo una vez). No puedo con lo mal que la están tratando. Niña, saca el hacha, que se enteren de quién es Crazy Claire.

Perdidos, "The Package" (6.10)

Cómo conocí a Jin y Sun

¿Soy yo o este último episodio de Perdidos ha sido más gracioso y cachondo de lo normal? Por momentos he llegado a pensar que estaba viendo una sitcom sobre un grupo de náufragos muy distintos entre sí que se ven forzados a limar asperezas para hacer de la estancia en la isla una experiencia más llevadera, viviendo por ello mil y una situaciones disparatadas. Diría que “The Package” me ha recordado a La isla de Gilligan si la hubiera visto alguna vez. Imaginad risas enlatadas después de este diálogo entre Ben (ya parte integral del grupo, qué emoción) e Ilana:

Ben: ¿Qué? Por cuarta vez, estaba buscando mangos (risas tímidas por la cara de Ben) y ya estaba inconsciente cuando la encontré. ¿Por qué no me crees?
Ilana: Porque estás hablando. (Carcajada enlatada).

o de este:

Jack (a Sun): Puedes entender lo que digo, pero solo puedes hablar en coreano.
Miles: ¿Se golpea la cabeza y se le olvida el inglés? ¿Se supone que nos lo tenemos que tragar?
Lapidus: Lo dice el que habla con los muertos. (Carcajada y aplauso).

Además de esto, tenemos a Hurley interviniendo para decir una o dos frases características de su personaje, y perdiendo la exclusividad graciosa. Después está No-Locke, que es el viejo loco, un extraterrestre (“Tranquilos amigos, vengo en son de paz”) Me encanta este Locke (porque no es él, claro), es un tío muy divertido y su amistad disfuncional con otra loca genial, Claire, es de lo mejor de la sexta temporada.

Igual que en Friends estaba “Nos estábamos tomando un descanso”, Sun también tiene su frase característica graciosa, que como no podía ser de otra manera, repite en este episodio: “He venido para encontrar a mi marido”, claro que después añade “y no para salvar el mundo”. Por fin Sun dice algo más esta temporada. Aunque antes, en un giro inesperado y propio de la comedia de enredos más canónica, Sun se golpea la cabeza y olvida todo el inglés que sabe. (Sí, ahora imaginad un efecto de sonido de dibujos animados cuando Sun se da contra la rama y se cae al suelo). Luego tenemos a Sawyer desplazando su centro de gravedad hacia atrás, y levantando la barbilla, melena al viento, porque algo le huele a chamusquina. Sawyer está más Sawyer Season 1 que nunca. Y para terminar, Sayid, que junto a Locke forman el matrimonio del mal. Y si no leed esto:

Locke: Me voy, que tengo que hacer un recado.
Sayid: ¿Cuándo vas a volver?
Locke: Por la mañana. Cuida del campamento mientras yo no estoy.
Sayid: Ya no siento nada.

Bueno, también está Jin despertando en una estación Dharma y esperando a que aparezca el Jigsaw. Esto no es muy sitcom, pero me ha parecido muy gracioso.

En “The Package” intervienen todos los personajes, ya sea para hacer bulto en los campamentos o para, literalmente, decir una frase y no volver a aparecer. ¿Qué quiere decir esto? ¿Los guionistas no creen que Jin y Sun puedan aguantar solos un episodio de Perdidos sin aburrir al personal? Seguramente sea cierto. Aunque a mí la historia del matrimonio siempre me ha resultado interesante, por algún motivo, un episodio centrado en ellos normalmente me parecerá “menor” o de relleno. Aún así, creo que “The Package” es uno de los mejores episodios de lo que llevamos de temporada.

Con este episodio, me he dado cuenta de que la realidad alternativa (a partir de ahora, los side-flashes) es una idea brillante (vale, lo sospechaba ligeramente). Aunque nunca se ha dejado de lado el interés por el desarrollo, o más bien, por el retrato de los personajes, con los side-flashes uno tiene la sensación de asistir a un regreso al interior de los personajes. No había manera más astuta de cerrar el círculo. Gracias a los side-flashes, obtenemos una descripción de los personajes suspendida en el tiempo, una visión pura y completa de sus psyches, sin “contaminación” alguna. En el piloto vimos a Jin ordenando a Sun que se aprochase el botón de la camisa, y automáticamente emitimos juicios sobre las personalidades de los coreanos, que además duraron bastante tiempo. Con este episodio, vemos lo que habría pasado después (es un decir). Cuando vemos a Sun desabrochándose el botón en el hotel, para desafiar a Jin “¿No me vas a decir que me abroche el botón?” asistimos a un ciclo completo. La realidad en la isla no ha existido nunca para ellos, pero a nosotros nos ha servido para conocer a los personajes y al regresar al comienzo, somos conscientes de ello. No se me ocurre manera más genial y retorcida de retratar a unos personajes.

La trama principal (por llamarlo de alguna manera) de Perdidos sigue avanzando a pasos agigantados, aunque sea casi imperceptible. Los guionistas, en un alarde de descaro, se están permitiendo incluir información nueva en los side-flashes, porque en la isla nos están dando información de sobra para llevarnos al final. “The Package” sufre la resaca post-Richard Alpert en Pasión de Gavilanes, y aún así consigue mantener el tipo, gracias a una extraordinaria labor por parte de los guionistas. Aunque algunos, como Widmore, sigan viendo todo esto como “una combinación de mitos, cuentos de fantasmas y ruidos de noche en la jungla”.

Y ya solo me queda hablar de Jack Shephard, mi personaje favorito de Perdidos. Pero en lugar de decir nada sobre él, os dejo esto:

Do you trust me?

Perdidos, "Lighthouse" (6.05)

En el país de los locos

A veces pienso que Perdidos debería llamarse Jack llora. En el episodio “Lighthouse”, el doctor Shephard llora hasta tres veces. Es el personaje de televisión que más recurre al llanto para expresar emociones. Llora cuando está agotado, llora emocionado, llora de impotencia, llora porque de repente es consciente de quién es, o porque intenta saber quién es y no lo consigue. Me fascina. No hay otro personaje igual en Perdidos. Es un niño grande, repelente y antipático, que se pone de morros cuando algo le molesta o le confunde, un gran profesional de la medicina que puede llegar a ser un tonto de remate en su vida personal, un héroe por auto imposición, que se niega a asumir que dejó de serlo hace mucho tiempo, o que sencillamente nunca lo fue. Jack me recuerda a mí. Una serie de actos o incluso apariencias le llevan a forjarse una imagen que hasta él mismo se cree, y que como estamos viendo, lleva a las últimas consecuencias. Jack se ha vuelto loco porque quiere ser quien cree que es y no puede, porque quiere que La Isla le devuelva esa identidad que otros ya han descubierto que no le pertenece. Jack es una decepción, para su familia, para sus compañeros de aventuras en la isla, para él mismo. Pero él es el único que lucha por comprenderse, por arreglarse. Los demás, la mayoría de espectadores incluidos, se han dado por vencido. A Jack, como a mí, le cuesta años asumir la verdad, asumirse, que ese hombre que salvaba a náufragos del fuselaje asesino después del accidente de avión ya no existe, o nunca existió, fue solo un reflejo en el agua. Jack está más perdido que nunca, y que nadie, pero parece que empieza a encontrarse…

Jack: I came back here because I was broken. And I was stupid enough to believe this place would fix me.

Dejando a Jack a un lado, “Lighthouse” ha sido en mi opinión un episodio irregular. Por un lado, ha sido muy “temporada 4” (dentro de una temporada muy “temporada 1”). Una vez acabado, y a pesar de contener momentos importantes e información esencial (siempre nos quejamos de la falta de información, y siempre nos dan información de sobra, la justa y necesaria para un episodio de 40 minutos), no he podido evitar tener la sensación de que “Lighthouse” vuelve a recurrir demasiado a las frases golpe de efecto/subidón de música/corte a negro. No digo que no las haya en episodios anteriores, solo que al terminar, me he quedado con la sensación de que el episodio se reducía a eso, de la misma manera que a veves pienso que la temporada final se está reduciendo a ver quién conoce a quién o con quién se encuentra quién en la realidad alternativa. Pero es solo una sensación intermitente. Por supuesto, esta temporada es mucho más que eso. O eso es lo que yo quiero creer.

Por suerte, el episodio tiene las dosis perfectas de acción y locura para compensar esa sensación regresiva a la cuarta temporada. Para empezar, Hurley está sembrado. No solo es el único alivio cómico de Perdidos, sino que es el enlace perfecto entre espectador y relato lostiano. La escena del faro ha sido genial. Jack le pregunta a Hurley “¿Cómo es que no lo habíamos visto nunca?”, a lo que este responde “Porque no lo estábamos buscando”. Toma. Más claro imposible. Dedicado a todos los que se quejan de los deus ex machina de Perdidos. Hurley nos invita a que sigamos dejándonos llevar por la historia (se ríe de nuestras teorías sobre la serie), y que si es posible, reduzcamos el número de preguntas, porque, en la mayoría de ocasiones, la respuesta será “porque sí”.

Y mención aparte merece la loca Claire. Su intervención en “Lighthouse” eleva las cotas de bizarrismo de Perdidos considerablemente. No hay frase o acto de Claire en “Lighthouse” que no resulte fascinante e increíble. La macabra cuna de Aaron, su cara de “mira qué Rousseau soy” cuando se prepara para coser a Jin, el (predecible) asedio con el hacha a su prisionero (que advierte a Jin de lo loca que está Claire, como si de dos víctimas de asesino en serie atadas en su sótano se tratase), y sobre todo, sobre todo, el momento “No estoy sola, tengo un amigo especial, y puede volar”. Es todo tan propio, tan genial. Aplausos para Claire.

En mi opinión, “Lighthouse” ha sido otra prueba de fidelidad y compromiso. Los elementos fantásticos del episodio me han parecido soberbios, además de justificados, o justificadores (algo que no necesitamos, pero que cuando tenemos, sienta bien). La escena en el faro ha sido de lo mejorcito de lo que llevamos de temporada, muy similar a la escena de la cueva del episodio anterior. Perdidos es más cuento de hadas que nunca, las continuas referencias a Alicia en el país de las maravillas y a El mago de Oz nos invitan a escuchar atentos el cuento, y dormirnos después, sin darle más vueltas a la cabeza.