Crítica: Fast & Furious 7

F&F7 Paul

Catorce años, siete películas, miles de millones recaudados en todo el mundo, y la saga Fast & Furious parece que acaba de empezar la carrera. Lejos de mostrar síntomas de agotamiento, Fast & Furious 7 ha pulverizado récords de taquilla (de la propia saga y del mes de abril), como era de esperar. El fallecimiento de Paul Walker el pasado año ha condicionado enormemente la producción y el lanzamiento de la película, pero no seamos malpensados, aquí morbo el justo. El destino de F&F7 estaba ya sellado desde antes del fatídico accidente automovilístico (maldita ironía) del actor. Desde el reboot que supuso la cuarta película, la franquicia no ha hecho más que crecer en todos los sentidos, reparto, ambición y box office, y el taquillazo de F&F7 era un hecho. Vamos, que Universal no cuenta con los derechos de ningún súper grupo de Marvel o DC, pero tiene su propia saga de superhéroes, y esta no tiene nada que envidiar en cuanto a éxito a las demás.

La sexta entrega fue un “más difícil todavía” y con ella, Fast & Furious se alejaba definitivamente de sus orígenes en las carreras callejeras (ya aparecen solo de forma anecdótica) para convertirse en hermana de Los Mercenarios (mejor hecha y más divertida, se entiende). La premisa de las primeras películas se dejaba atrás para convertir F&F en una saga de acción protagonizada por un variopinto grupo de especialistas que cumplen misiones y se enfrentan a enemigos letales. Liderado por Dominic Toretto (Vin Diesel, posiblemente el peor actor del mundo), el equipo ha ido aumentando con las secuelas, y F&F7 se encarga de reunirlos a todos para la misión más explosiva hasta la fecha. No falta prácticamente nadie, Michelle Rodriguez (el nombre completo de su amnésico personaje es Letizia Ortiz, atención al insólito momento en el que lo descubrimos), Dwayne Johnson, Tyrese Gibson, Ludacris, Jordana Brewster, Elsa Pataky (mujer de armas tomar que vuelve únicamente para hacer de canguro), a los que se unen los nuevos fichajes, Nathalie Emmanuel y el mismísimo Kurt Russell; hasta han invitado a Lucas Black, protagonista del spin-off Tokyo Drift, la película peor valorada de la franquicia. Y es que como nos recuerda insistentemente el leitmotiv de la película, lo más importante de todo es la familia, y que esta permanezca unida hasta el final.

Se puede criticar a F&F por muchas razones, pero una cosa que no se le puede reprochar es su consistencia a lo largo de los años. Ha creado un universo coherente (machismo incluido de serie) en el que sus personajes han permanecido fieles a sí mismos a lo largo de las películas. Los vínculos que se han establecido durante más de una década entre estos personajes -probablemente el reparto más diverso del cine actual- han calado en la audiencia, que ya no regresa solo por las espectaculares escenas de acción, las carreras, los cochazos y las tías en bikini, sino por volver a encontrarse con sus viejos amigos. Lo he dicho en muchas ocasiones, llevamos años viendo series de televisión en el cine, y Fast & Furious es el mejor ejemplo de ello. Es difícil que uno se pierda en el argumento de esta nueva entrega, pero es recomendable haber visto la “serie” entera para apreciarlo en su totalidad.

F&F7Además de ser una parte dentro de una macro-historia, Fast & Furious 7 es una película de capítulos. El hilo conductor es el juego del gato y el ratón que protagonizan el equipo de Dom y el villano de la película, Deckard Shaw (Jason Statham), pero dentro de esta trama hay varias subtramas en forma de misiones (o partes de una misión) que funcionan como mini-historias independientes. De esta manera, Fast & Furious nos lleva en un viaje acelerado a lo largo y ancho del mundo con paradas en las que esperan aventuras a cada cual más arriesgada y pasada de rosca que la anterior. Destaca sobre todo el impresionante set piece en Dubai, con el que James Wan tira la casa los coches por la ventana. Literalmente. Si en F&F6 volaban los humanos, esta vez son los propios coches los que desafían a la gravedad (“¿Decías que los coches no volaban?”). Y lo hacen en más de una ocasión, saltando entre rascacielos en el emirato árabe y haciendo skydive (o conduciendo por el aire, según se mire) sobre Colorado. Una chifladura detrás de otra, porque Fast & Furious ha convertido la estupidez en un arte.

Y lo mejor es que todos los involucrados en esta saga lo saben, y lo explotan. F&F7 es un desfase continuo, una película bomba, exagerada, extremadamente ridícula, pero no deja de recordarnos en ningún momento que es consciente de ello, y que si estamos en sintonía con ella, lo podemos pasar teta. Lo más curioso es que no es difícil conectar con esta saga, porque invierte esfuerzo tanto en la pirotecnia como en los personajes y el humor, que sí, es más bien todo tirando a simple (por ser generoso), pero rebosa simpatía -sobre todo esa mole adorable que es The Rock, el mejor fichaje de la franquicia- y sabe cómo montar un buen show. El sentido homenaje final a Paul Walker (cuya ausencia durante algunos tramos de la película se solventa perfectamente) es la prueba definitiva de que Fast & Furious es algo más que una saga de acción. El compromiso y los lazos que unen a su reparto la convierten ya en una institución. Respect.

Valoración: ★★★