El cine de superhéroes actual le debe mucho a la Patrulla-X. Se puede decir que junto al Spider-Man de Sam Raimi, X-Men (2000) inauguró la época moderna del género, llevando a los personajes del cómic a la cultura mainstream con blockbusters cada vez más grandes y de mayor éxito. Con el auge del Universo Cinematográfico Marvel a partir de 2008, los mutantes quedaron desplazados a un segundo plano, y aunque lucharon por mantenerse vigentes con propuestas renovadoras e incluso rompedoras (X-Men: Días del futuro pasado, Deadpool, Logan), acabaron desvaneciéndose poco a poco.
La compra de Fox por parte de Disney clavaba el último clavo en el ataúd de los X-Men actuales. Si el pobre recibimiento de X-Men: Apocalipsis ya había hecho mella en la Patrulla-X, saber que los mutantes “volverían a casa” y tendrían un reinicio dentro del MCU (similar a lo que ocurrió con Spider-Man), hacía que la actual iteración de los X-Men perdiera interés para la audiencia. La nueva (y con toda seguridad última) entrega de la franquicia, X-Men: Fénix Oscura (Dark Phoenix), en la que el productor Simon Kinberg salta a la dirección sustituyendo al denostado Bryan Singer, llega precedida de los ya clásicos problemas tras las cámaras: rumores de dificultades creativas, reshoots, retrasos en el estreno…
Y teniendo esto en cuenta, Fénix Oscura no es un desastre (no estamos hablando de la vapuleada X-Men orígenes: Lobezno o la debacle de Cuatro Fantásticos). De hecho, es una película aceptable. Sin embargo, cuesta involucrarse con ella, y no nos da muchos motivos para hacerlo. Para empezar, porque nos cuenta una historia que la misma saga ya nos había contado en X-Men: La decisión final con Famke Janssen: la de Jean Grey yéndose al lado oscuro al ser incapaz de controlar sus enormes poderes. En esta ocasión, es Sophie Turner (nuestra reina del Norte Sansa Stark en Juego de Tronos) la que se vuelve a poner en la piel de Fénix después de debutar en Apocalipsis. Y bueno, a estas alturas, lo de cuestionar la línea temporal de la saga que comenzó hace 19 años ya no tiene sentido.
La película gira en torno a su transformación en Fénix Oscura, pero también lidia con el estado de la Patrulla-X en los 90, durante una época de tregua con los humanos en la que Magneto (Michael Fassbender) se encuentra exiliado y los mutantes de Charles Xavier (James McAvoy) trabajan codo con codo con el gobierno. Pero como suele ocurrir en X-Men, la línea entre héroe y villano es muy delgada, y Xavier debe esforzarse por que sus pupilos controlen sus “dones” y sigan las normas, aunque provoque más de un cisma en sus filas. La llegada de una villana alienígena llamada Vuk (Jessica Chastain), interesada en los poderes de Jean Grey, provocará una guerra entre especies y pondrá a prueba los vínculos entre los mutantes de Xavier.
Fénix Oscura es una película de superhéroes correcta, pero su principal problema es que no aporta nada. Después de casi dos décadas, Kinberg no tiene nada nuevo que decir sobre los mutantes, así que se limita a repetir las mismas reflexiones sobre el miedo a la diferencia, la naturaleza del héroe y el villano o la idea de la Patrulla-X como una familia creada. Los diálogos son más bien genéricos, los efectos y el maquillaje bajan el listón y la trama tarda bastante en arrancar, desperdiciando el potencial de muchos mutantes mientras se centra en los mismos de siempre. Turner, por su parte, es una actriz competente, pero llevar casi todo el peso de la película le viene muy grande y no logra transmitir la gravedad y profundidad de la icónica saga de Marvel.
En cuanto a los demás, James McAvoy y Michael Fassbender siguen empleándose a fondo como intérpretes (más de lo que la franquicia les exige en este punto), mientras que Jennifer Lawrence continúa poniéndose a sí misma por encima de la película, haciendo que el devenir de su personaje quede supeditado a sus deseos como actriz (el arco de Raven/Mística indignará a los fans, y con razón). Por otro lado, Jessica Chastain hace todo lo que puede con su personaje, pero se convierte en otro talentazo de Hollywood malgastado en una villana poco desarrollada.
Finalmente, personajes como Cíclope (Ty Sheridan), Tormenta (Alexandra Shipp), Nightcrawler (Kodi Smit-McPhee) o Quicksilver (Evan Peters) quedan muy en segundo plano y aportan más bien poco a la historia, desaprovechando el potencial cómico de la generación mutante más joven. Por lo general, Fénix Oscura es una película casi totalmente desprovista de humor (de hecho, no parece que ningún actor se lo pasara bien haciéndola). No es que le pidamos que sea una comedia como la mayoría de Marvel Studios, pero le habría venido bien para respirar un poco.
En su tercer acto la película mejora considerablemente (y paradójicamente, porque en teoría es el que dio más quebraderos de cabeza). La trama, llena de momentos sobreexplicativos y conflictos que provocan déjà vu, da paso a una impresionante secuencia en tren que nada tiene que ver con los combates pobremente ejecutados que hemos visto hasta ese momento (Kinberg falla como director de acción, y siendo los X-Men, tiene delito). El intenso clímax unifica una película de ritmo irregular, pero narrativamente más coherente y centrada de lo que se esperaba, haciendo que esta termine en lo alto. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de la saga, que merecía mayor reconocimiento del que le dejan sus dos últimas entregas. Fénix Oscura no fue concebida como un final, sino como un nuevo comienzo, por lo que este desenlace a 19 años de X-Men resulta inevitablemente anticlimático para una franquicia que quería seguir a pesar de no tener nada más que decir.
Pedro J. García
Nota: ★★★