¡El primo de Ridley Scott ha vuelto! El director de Blade Runner y Alien lleva varios años encadenando proyectos decepcionantes (los más recientes: la vapuleada Éxodus: Dioses y reyes, la infumable El consejero, y la película con más agujeros de guion de la última década, Prometheus). Es algo a lo que estamos acostumbrados, pero sabiendo que Scott es uno de los mejores en su oficio nos preguntábamos cuándo volvería a poner su innegable talento tras la cámara al servicio de una buena historia. La respuesta llega en 2015, o mejor dicho, en 2035, con la adaptación cinematográfica de la aclamada novela El marciano, de Andy Weir, “el mejor libro de ciencia ficción de los últimos años” según el Wall Street Journal y otro puñado de medios importantes. En España simplemente titulada Marte (El marciano, aunque parezca mentira, puede echar para atrás a muchos espectadores casuales), The Martian es una espectacular epopeya espacial que nos lleva al Planeta Rojo, un viaje que el cine ya nos ha propuesto en varias ocasiones, pero nunca con tanto realismo y emoción.
Adaptada por Drew Goddard (Monstruoso, La cabaña en el bosque), Marte es la historia del astronauta norteamericano Mark Watney (Matt Damon), uno de los miembros de la misión Ares III al cuarto planeta a la derecha. La expedición, dirigida por la comandante Melissa Lewis (Jessica Chastain) con una tripulación formada por un competente y ecléctico grupo de expertos (Sebastian Stan, Kate Mara, Aksel Hennie y Michael Peña), sufre un grave contratiempo cuando una brutal tormenta de arena obliga a los astronautas a abandonar antes de tiempo el planeta, dejando atrás a Watney, al que dan por muerto. Sin embargo, este ha sobrevivido y ahora se enfrenta solo al reto de subsistir allí con escasas provisiones (palabra clave: patata) mientras encuentra la manera de contactar con la Tierra para que lo rescaten. La determinación, inteligencia y habilidad de Whatney (conveniente y afortunadamente doctor en botánica) alargan su estancia en Marte, convirtiéndolo en el primer colono del Planeta Rojo, en el primer terrícola con “nacionalidad” marciana.
Marte asume el reto de abarcar un extenso periodo de tiempo en un metraje de casi dos horas y media, y logra que parezcan mucho menos gracias a un guion dinámico y un montaje excelente en el que se hace muy buen uso de la elipsis. El film intercala la aventura del Robinson Crusoe espacial con los tejemanejes de la NASA, desde donde el director de la Administración (Jeff Daniels clavando al demonio corporativo) y su equipo de especialistas y consejeros (Sean Bean, Chiwetel Ejiofor, Kristen Wiig) trazan un plan de rescate que, como mandan los cánones del thriller espacial, se encuentra con el mayor número posible de obstáculos y peligros. Esta estructura narrativa que nos hace saltar de un planeta a otro continuamente beneficia al ritmo de la película (resulta muy curioso observar cómo desde la NASA van adivinando los pasos de Watney y cómo van trabajando paralelamente hacia el mismo objetivo). Goddard estructura con acierto la historia, enraizándola en el realismo científico, pero evitando que las explicaciones, los agujeros de guion y las licencias dramáticas acaben lastrando la película (como ocurrió para muchos con la reciente Interstellar). Debido a la naturaleza del relato, es inevitable que el film se alargue demasiado en varios tramos, pero por lo general, Marte mantiene en vilo de principio a fin.
Es importante aclarar que no estamos ante una película revolucionaria o visionaria (cinematográficamente hablando). Su mayor ambición no es la de marcar un antes y un después en la ciencia ficción, su principal objetivo es el espectáculo, el entretenimiento para el gran público. Y lo cumple con creces. Marte no pretende romper moldes, es “solo” un impresionante blockbuster de acción, pero uno además inteligente, apasionante y divertido, algo que ya es más difícil de encontrar. Ni que decir tiene que el film es visualmente apabullante y tiene secuencias sobrecogedoras (el clímax es pura emoción y deja al borde del infarto, acercándose más a la experiencia inmersiva de Gravity). Pero es que además, Marte es una estupenda comedia, gracias sobre todo a Watney, que aporta la nota guasona en su vídeo-diario, deleitándonos con referencias geek (a Marvel principalmente, que para eso está Simon Kinberg en la producción) y una banda sonora a base de música disco de los 70 (cortesía del personaje de Chastain, ultrafan de ABBA) con la que la película se reafirma en su naturaleza cachonda.
Scott cuenta con un amplio reparto de estrellas de Hollywood y talentos consagrados y emergentes, y el guion de Goddard se encarga de caracterizarlos a todos y darles un rol que desempeñar (llaman la atención dos rostros televisivos como Donald Glover o Mackenzie Davis en papeles pequeños pero cruciales en la historia). Sin embargo, Damon es el absoluto protagonista de Marte y los demás personajes están supeditados a él y a su misión de rescate en todo momento. Por suerte, el actor construye a un personaje carismático, lleno de matices, muy potente físicamente, y con una trayectoria personal interesante: un toque pasivo-agresivo y antipático al principio, carácter resoluto pero algo volátil la mayor parte del tiempo, y ya en la recta final, Damon despliega todo un rango de emociones -desesperación, miedo, resignación, agotamiento- superando con nota la prueba interpretativa que Scott le plantea.
Marte aúna la frialdad técnica de Gravity y el sentimentalismo de Interstellar, pero mantiene a raya ambos aspectos para encontrar un buen equilibrio entre el rigor científico y el dramatismo. Es decir, apela a las emociones, pero no nos zarandea para conmover a la fuerza ni nos empalaga. La acción es sobresaliente, las charlas técnicas y políticas no se hacen pesadas (en ellas hay bastante sátira y algo de pitorreo), y el componente humano del relato está muy trabajado. En definitiva, Marte es una de las óperas espaciales más cautivadoras de los últimos años, una historia épica de superación, de compañerismo (y una pizca de colonialismo yanqui, claro) que nos devuelve a Ridley Scott en plena forma en el género donde más ha destacado. Esta es una de esas películas que se deben ver en una pantalla de cine (IMAX, 3D, todo lo que haga falta para amplificar la experiencia), o en su defecto, en una de esas súper televisiones que nos permitan sumergirnos en ella. La relativa proximidad en el tiempo de la historia (para 2035 no queda tanto) nos hace pensar que algún día seremos testigos del primer paso del hombre en Marte. Mientras no lo veamos en las noticias, dejemos que el cine nos haga soñar con que algún día lo haremos.
Valoración: ★★★★