Por qué Billy Elliot sigue siendo tan importante en la lucha contra la masculinidad tóxica

«No sé… Me siento muy bien. Al principio estoy agarrotado, pero cuando empiezo a moverme lo olvido todo. Y… es como si desapareciera, como si desapareciera y todo mi cuerpo cambiara. Como si tuviera fuego dentro y me veo volando, como un pájaro. Siento como electricidad. Sí, como electricidad».

Se acaba la segunda década del siglo XXI y seguimos estancados en el pasado, incluso retrocediendo en algunos aspectos. Aunque los diferentes movimientos progresistas por la igualdad sin importar el género, la sexualidad o la raza han tomado mucha fuerza en los últimos años, los prejuicios y el pensamiento arcaico continúan causando mucho daño en la sociedad.

A día de hoy, tanto en nuestra vida diaria como en la publicidad o el entretenimiento se sigue haciendo distinción entre cosas de mujer y cosas de hombre cuando no hay ninguna necesidad de hacer marcación por género. Recientemente se hizo viral una lamentable crítica de cine que aseguraba que los niños no estarían interesados en Frozen 2, porque es una película de niñas. Ya desde pequeños se nos dice lo que nos tiene que gustar o con qué juguetes tenemos que jugar según seamos niño o niña. Para ellos los coches, las películas de acción y los juegos de fuerza y destreza. Para ellas las muñecas, las historias de princesas y las actividades relacionadas con la maternidad y el hogar. Para ellos el azul, para ellas el rosa.

Para ellos el boxeo. Para ellas el ballet.

El problema del sexismo y la masculinidad tóxica o frágil afecta y moldea a las personas desde bien pequeñas, reprimiendo comportamientos totalmente naturales porque no son socialmente aceptados según las supuestas normas. Afortunadamente, el cine y la televisión han ejercido como poderosos agentes de cambio en este sentido. Si bien es cierto que muchas películas perpetúan los roles de género anticuados, otras han luchado por romperlos y demostrar que el género o la orientación sexual no deberían restringirnos en ningún aspecto de la vida.

Sería en caso del clásico moderno nominado a 3 Oscar Billy Elliot (2000). La película dirigida por Stephen Daldry (Las horas, The Crown) está considerada como una de las piezas clave en la batalla contra los estereotipos de género de las últimas décadas. Su impacto en cines resonó en todo el mundo, dando lugar a un auténtico fenómeno que perduró en el tiempo hasta convertirse en una exitosa obra musical -con composiciones de Elton John- en el West End de Londres.

La preciosa historia del pequeño Billy (Jamie Bell), un talentoso e impulsivo niño que vive dividido entre su pasión recién descubierta por el ballet y una familia rota de mineros que se enfrenta a una violenta huelga en la Inglaterra de Margaret Thatcher en 1984, inspiró a miles de personas que, como el protagonista, se sentían como bichos raros porque sus pasiones no eran las que supuestamente se debían corresponder con su género. Billy practica boxeo porque es lo que deben hacer los chicos, pero su verdadero amor es la danza, para la que posee un don muy especial. Su padre y su hermano, paradigmas de la masculinidad tóxica, se oponen a que Billy aprenda una disciplina tradicionalmente femenina, pero acaban apoyándolo, al igual que una comunidad entera que quiere para el niño lo que ellos no tuvieron: libertad para elegir qué quieres ser y escapar de un pueblo que se te ha quedado pequeño.

Billy Elliot nos habla de la necesidad de que el hombre también se abra y exprese sus sentimientos, ya sea de forma artística o a través de sus relaciones con los demás. Pero la lección no se queda ahí, sino que también incorpora un mensaje de tolerancia y aceptación a la comunidad LGBTQ+. Billy asegura en varias ocasiones que no es gay “a pesar” de gustarle el ballet, pero su mejor amigo, Michael (Stuart Wells), sí lo es. En lugar de rechazarlo (como reacción al propio rechazo que él siente y para distanciarse de la homosexualidad que otros proyectan en él), Billy acepta a su amigo tal y como es y no lo juzga cuando este lo besa o se viste de mujer, llegando incluso a fortalecer su amistad, lo cual ofrece un ejemplo de solidaridad y humanidad que sigue siendo muy valioso.

Billy Elliot supuso el lanzamiento de un jovencísimo Jamie Bell, que sorprendió al mundo entero con una portentosa interpretación merecedora de nominación al Oscar (que no se llevó). La energía y la delicadeza de su trabajo tanto en los momentos dramáticos y cómicos como en las magníficas escenas de baile, sumado a un extraordinario elenco adulto encabezado por Gary Lewis como el padre de Billy y Julie Walters (que sí fue justamente nominada por la Academia) como su profesora de ballet, dan forma a una película profundamente sensible, capaz de tocar la fibra sin caer en excesos de sentimentalismo.

Además de ser una de las películas más emocionantes y entrañables de los últimos 20 años, Billy Elliot pasó a la historia del cine por la forma en la que desafiaba los estereotipos de género con un personaje que se negaba a ser condicionado por ellos y se expresaba y liberaba a través de su pasión por el baile. Esto la convierte en precursora de una nueva masculinidad que representan nuevas estrellas jóvenes como Tom Holland (que interpretó a Billy en el teatro), Harry Styles o Timothée Chalamet. Gracias al film y al éxito de su adaptación musical (que ha llegado a muchos países, entre ellos España), Billy Elliot sigue siendo un modelo a seguir tanto para niños como para adultos, un ejemplo de que, en la búsqueda de la identidad debemos mirar hacia dentro y no prestar atención a lo que la sociedad quiere imponernos por ser una cosa u otra.

Pedro J. García

Billy Elliot está disponible en una nueva edición en pack con la película y el musical. Universal Pictures también ha puesto a la venta Los Miserables Jesucristo Superstar en este mismo formato doble.

Rocketman: Bienvenidos al show de Taron Egerton

El biopic musical se ha convertido en uno de los géneros del moda gracias al impresionante éxito de Bohemian Rhapsody en 2018. La película sobre Queen despertó el interés del público (y el de Hollywood) por ver en el cine a las figuras más míticas de la industria musical y esto benefició enormemente a Rocketman, biopic sobre Elton John que llegó a los cines la pasada primavera, rodeado de expectación y justificada fanfarria.

La película, producida por el propio cantante, narra el fascinante viaje de un joven prodigio del piano llamado Reginald Dwight y su transformación en una de las mayores superestrellas internacionales del pop-rock. Taron Egerton (Kingsman) se pone en la piel (y el alma) del icono británico en una película realizada por Dexter Fletcher, que ya dirigió al joven actor en otro biopic, Eddie el Águila, y producida por Matthew Vaughn, con quien trabajó en Kingsman (todo queda en familia).

Rocketman recorre la vida de Elton John a través de sus canciones más conocidas en un espectáculo musical colorido, sexy, deliciosamente kitsch y muy gay que mezcla números teatrales con detalladas recreaciones de algunas de sus actuaciones más memorables. Alejándose del realismo de Bohemian RhapsodyRocketman se zambulle de cabeza en la fantasía (palabra que John eligió para describir la película), con secuencias musicales oníricas y números de Broadway que (aunque no siempre se vuelven todo lo grandes que deberían) reinterpretan el repertorio de Elton John de forma creativa y estrambótica. El resultado es un estallido glam de lentejuelas y purpurina que capta perfectamente el espíritu y la actitud del artista.

Uno de los mayores aciertos de Rocketman es su decisión de no blanquear en exceso la vida de su protagonista. John ha reconocido que la película es una interpretación libre y llena de licencias de su propia biografía, pero esto no quiere decir que se haya dejado fuera algunos de sus pasajes más oscuros, muy importantes en la construcción de su persona, como la complicada relación con sus padres, su mala gestión de la fama o sus problemas de adicción. La película (no recomendada para menores de 16 años) contiene lenguaje explícito y escenas de sexo (homosexual) y consumo de drogas que, si bien no llegan a escandalizar, ayudan a pintar un cuadro más honesto y atrevido de la vida del cantante, no solo de sus momentos más alegres, sino también de los más difíciles.

Rocketman cuenta con un estupendo reparto en el que destacan Bryce Dallas Howard como la odiosa madre de John, un excelente Jamie Bell como su inseparable letrista y amigo Bernie Taupin (su amistad es uno de los aspectos más conseguidos del film) y Richard Madden como su exmanager y expareja John Reid, el villano oficial de la función. Pero sin duda, la película tiene nombre propio, y ese es Taron Egerton, que se entrega por completo al personaje y a la leyenda. Además de cantar de maravilla, el actor evita la imitación burda con una interpretación enérgica, emotiva y muy humana con la que rinde sincero tributo al icono sin caer en la caricatura.

Aunque asume riesgos con los que otros no se atreven, Rocketman es en el fondo un biopic narrativamente tradicional. Uno muy eficaz, eso sí, divertido, emocionante y con buena factura (la puesta en escena y el vestuario sobresalen, por supuesto). Lo que hace que se eleve, que flote por encima de otras películas biográficas es la fuerza de canciones como I Want Love, Your SongCandle in the Wind, el sensacional trabajo de un actor que nació para cantarlas y la figura que homenajea: un chico de pueblo convertido en una de las estrellas más emblemáticas y extravagantes de la historia del pop.

Pedro J. García

Nota: ★★★★

Rocketman ya está a la venta en digital, 4K UHD, Blu-ray, DVD y edición limitada Blu-ray en caja metálica. Este es el contenido adicional de las ediciones que ha sacado Paramount Pictures en nuestro país:

DVD

-Va a ser una aventura salvaje: La visión creativa
-Música reimaginada: Las sesiones de estudio
-Versión Sing-Along: con temas seleccionados

BLU-RAY (incluye los extras del DVD y contenido exclusivo adicional):

-Sencuencias musicales extendidas
-Diez escenas eliminadas y extendidas
-Convirtiéndose en Elton John: La transformación de Taron
-Más extenso que la vida: Diseño de producción y vestuario

La edición 4K UHD + Blu-ray incluye un disco 4K UHD con la película en ultra alta definición y sonido Dolby Atmos en su pista en versión original, y el Blu-ray con todos sus extras.

La edición especial limitada en caja metálica incluye el Blu-ray con todos sus extras en un elegante steelbook para coleccionistas.

Crítica: Cuatro Fantásticos

THE FANTASTIC FOUR

Quizá nunca sepamos a ciencia cierta qué ocurrió exactamente tras las cámaras de Cuatro Fantásticos (Fantastic Four), el reboot maldito de la propiedad de Marvel a manos de Fox. Pero siempre podremos ver la película “dirigida por” Josh Trank para completar los huecos del drama que ha sido desmenuzado por lo medios en los últimos meses y así llegar a nuestras propias conclusiones. Y es que Cuatro Fantásticos es el testimonio cinematográfico de una muerte anunciada, un trabajo en cuyo resultado final se pueden identificar todos los problemas internos y externos que ha sufrido el proyecto y donde uno puede ver claramente cómo se va desmoronando el castillo de naipes y cómo se intenta salvar en vano. Me resistía a aceptarlo, pero no se puede negar la evidencia: Cuatro Fantásticos es un desastre fílmico se mire como se mire. Y lo más triste de todo es que en su primera hora podemos ver la buena película que podía haber sido, que por momentos casi llega a ser.

Trank (conocido por el notable found-footage de superhéroes Chronicle) tenía buenas ideas para reformular el nacimiento de La Primera Familia de Marvel desde un prisma más contemporáneo y evitar demasiadas comparaciones con las relativamente cercanas entregas anteriores (de 2005 y 2007), algo que Sony no fue capaz de conseguir con su reboot de Spider-Man. El director se iba de un extremo a otro, reinventando el mito de los Cuatro Fantásticos para despojarlo de la personalidad colorista de Marvel y transformarlo en una cinta de ciencia ficción seria y oscura. De esta manera, Trank proponía dar énfasis a los personajes por encima de la acción y trataba de cimentar la historia en una base de realismo científico (de mentira, se entiende) que planteaba una origin story de los 4F diferente a la que se cuenta en las páginas de Marvel. El problema es que Trank no halló el punto medio entre la adaptación y la visión personal, acabando en tierra de nadie con una película sin forma, una no-Cuatro Fantásticos que, según dicen y según parece, ni siquiera supo acabar.

Cuatro Fantásticos Miles Teller

Los primeros setenta minutos de Cuatro Fantásticos se dedican íntegramente a plantar las semillas del relato y desarrollar a los personajes y sus vínculos. Se trata de una historia de orígenes semi-interesante que prioriza el argumento sobre el espectáculo y traslada los elementos principales del cine de superhéroes al sci-fi y el thriller. Sin embargo, los preámbulos se alargan tanto que llega un punto en el que parece que Trank está retrasando el momento decisivo, no sabemos por qué razón, y la película no llega a empezar nunca. Para cuando los protagonistas obtienen sus poderes (o “anomalías biológicas”), Cuatro Fantásticos ya ha comenzado a descarrilar, y la colisión se vuelve inevitable. De nuevo, Trank aporta un enfoque aparentemente distinto a un lugar común tan explorado como el de los héroes familiarizándose con sus nuevas habilidades, optando por el terror físico y el drama (los protagonistas sufren sus poderes al principio como si fueran atroces deformaciones o enfermedades) en lugar de la comedia y los sobreutilizados montajes musicales. No está mal, parece que la cosa por fin va a arrancar, pero entonces ocurre algo extraño, Cuatro Fantásticos se convierte de repente en otra película, una que nada tiene que ver con todo lo que hemos visto hasta ese momento.

Para distinguir entre la película que Trank quiso realizar y la que 20th Century Fox tenía en mente solo hay que fijarse en el pelo de Sue Storm. Tras ver el progreso de Trank, el estudio decidió que Cuatro Fantásticos necesitaba más acción, y mandó grabar nuevas escenas, meses después del supuesto fin de rodaje. Las partes añadidas se identifican fácilmente gracias a la horrenda peluca que lleva Kate Mara en ellas (la actriz se había dejado el pelo muy corto para su siguiente trabajo), un postizo rubio platino que cambia de forma y posición apareciendo y desapareciendo entre escenas (¡a veces incluso dentro de una misma secuencia!), distrayendo de la trama y haciendo que a la película se le vean siempre las costuras (literalmente). Pero este es solo uno de los parches incomprensiblemente mal colocados que acaban hundiendo el film, yéndose todo al traste definitivamente durante su media hora final (en la que Mara lleva la peluca casi todo el tiempo, por cierto), con un clímax apresurado, incoherente y sin correlación alguna con el resto de la historia.

Para dar carpetazo a la película y llegar a la fecha de estreno, el equipo se encuentra con varios problemas: ya no queda apenas presupuesto y los setenta minutos de planteamiento que ha dirigido Trank no sirven para nada. Los personajes no tienen la profundidad que el realizador pensaba (no son más que arquetipos sin personalidad), sus relaciones no llegan nunca a cuajar (se supone que la amistad entre Reed y Ben es el núcleo emocional de la cinta, pero apenas tienen escenas juntos, además de que Jamie Bell prácticamente desaparece del montaje final), y el desarrollo narrativo (repleto de explicaciones innecesarias) avanza sin rumbo, como improvisando, hasta detenerse en punto muerto. Total, si lo que ha hecho Trank no lleva a ninguna parte, no queda más remedio que ignorarlo para dar con una solución de última hora. ¿Y cuál es? Convertir Cuatro Fantásticos en una película de Marvel Studios. Aunque sea a la fuerza.

Climax 4F

De manera abrupta, el clímax nos devuelve al infrautilizado Victor Von Doom (Toby Kebbell), aka Doctor Muerte, del que no sabemos apenas nada, para que funcione como catalizador de una absurda batalla final para salvar la Tierra con la que se trata por todos los medios de emular a Los Vengadores y demás títulos del UCM. Lo que ocurre entonces es inaudito, Cuatro Fantásticos se desintegra en una vorágine de chistes malos (el humor había sido sutil y acertado hasta entonces), frustrados one-liners marvelianos, efectos digitales de 1994 y torpes acrobacias de acción que dan un giro de 180º al tono de la película. La desesperación puede palparse, los actores deciden dejar de actuar (llamadme paranoico, pero Teller y Mara parecen hacerlo horrorosamente mal intencionadamente para boicotear el proyecto), y los diálogos entre el cuarteto protagonista están fuera de lugar, añadiendo más confusión al ya de por sí embarullado argumento. Y así es cómo Cuatro Fantásticos acaba convirtiéndose en un despropósito aun más casposo y anticuado que las anteriores iteraciones de los 4F, en el reboot truncado que ni su director quería que viéramos.

De las dos películas incompletas que hay mal pegadas en Cuatro Fantásticos, es la visión de Josh Trank la que esconde mayor potencial (como se puede oír en el film, “tiene el cociente intelectual para hacer mucho más”). Si bien es cierto que lo que él tenía en mente difícilmente podía llamarse Los Cuatro Fantásticos, su propuesta tenía la capacidad de insuflar nueva vida al cine de superhéroes. Trank intentó romper el molde de un género muy formulaico, pero no supo hacerlo o no le dejaron (yo me decanto por una combinación de ambas), y el remedio fue peor que la enfermedad. Es una auténtica pena, porque la idea era atractiva, el material fértil y al reparto le sobra talento. Después de presenciar la debacle de Cuatro Fantásticos, los deseos de continuación para la franquicia se desvanecen comprensiblemente (aunque Fox insiste en que habrá secuela). Sin embargo, no seré yo quien se oponga a darles otra oportunidad para que hagan mejor las cosas (a poder ser, con los mismos actores) y encontrar la manera de hacer justicia por fin a una de las cabeceras más importantes de Marvel.

Valoración: ★★

Crítica: Snowpiercer (Rompenieves)

Snowpiercer Chris Evans

Tras un fallido experimento científico diseñado para acabar con el calentamiento global, la Tierra se ha convertido en un gran erial blanco sin vida, sumergido en una nueva era glacial. Los últimos seres humanos que quedan en el planeta viven, sobreviven o malviven en el único tren en funcionamiento, el Rompenieves (Snowpiercer), una impresionante máquina de última generación que da la vuelta al mundo sin detenerse y cuyo ciclo de rotación dispone el calendario para sus habitantes. Están segregados en los distintos vagones del tren, organizados para suministrar las necesidades básicas para la vida en un ecosistema artificial; y divididos de manera que la clase explotada sufre hambre y frío en la cola y la clase alta disfruta de una vida de exceso y privilegio en los primeros vagones. Movido por el deseo de conocer los secretos del tren y liberar a los suyos del yugo de la dictadura, Curtis (Chris Evans), se embarcará en una aventura que le llevará de la cola hasta la sala de máquinas del tren.

guia.inddTanto el relato como el imponente acabado visual de Snowpiercer recuerdan al Terry Gilliam de Brazil y 12 monos -aunque el cómic en el que se basa es anterior. Remontándonos aún más en la historia del sci-fi, Joon-ho Bong, aclamado director de The Host y Memories of Murder dispone las capas de la sociedad de clases de manera que su film también evoca necesariamente al mundo de Metrópolis de Fritz Lang, solo que la sociedad de Snowpiercer se estructura de manera horizontal en lugar de vertical. La película propone un fascinante microcosmos sociopolítico condensado y estratificado que Bong levanta a partir del cómic homónimo de Jacques LobJean-Marc Rochette y Benjamin Legrand. Este erige un universo increíblemente rico en detalles, habitado por personajes excéntricos -de los que destaca la divertidísima Mason, una impresionante nueva transformación física de Tilda Swinton-, y cuya inventiva y originalidad es directamente proporcional a las restricciones y trabas que supone una propuesta de estas características.

Quizás puede echársele al film cara una excesiva duración (tengo mucha curiosidad por saber si la versión recortada de los Weinstein suple este problema), que hace que se resienta sobre todo en su excesivamente alargado clímax, y carga la historia de más peso filosófico y melodramático del que puede aguantar. Por muy necesarias que sean todas esas reflexiones trascendentales y existencialistas para dotar de sentido completo a la película, estas acaban lastrando el ritmo, y haciendo que el final parezca no llegar nunca. Algo perdonable en cualquier caso, porque Snowpiercer es una obra magna, increíblemente ambiciosa y arriesgada, un trabajo de orfebrería fantástica cuyos fallos y aciertos la convierten en una película única. A lo largo del tren, vagón a vagón, Snowpiercer nos involucra a base de acción de primera, afiladísima sátira y sorprendente sentido del humor -atención a la secuencia del vagón escuela-, en una apasionante lucha de clases, conduciéndonos en última instancia hacia el declive de la raza humana. No cabe duda, Snowpiercer es ciencia ficción distópica en su forma más perfecta.

Valoración: ★★★★

Crítica: Nymphomaniac. Volumen 1

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Texto: David Lastra

Desde tiempos inmemorables, la labor del tonto del pueblo siempre ha sido la de divertir con sus torpezas y sandeces al resto de sus conciudadanos. Gracias a ese humor malsano y, en cierto modo, autoconsciente, el tonto del pueblo ha logrado medrar en el escalafón hasta ser un pilar necesario de la sociedad. Ese otrora marginado, se convierte en la voz de la libertad, ya que de su boca solo saldrán esputos de realidad, que no deberán ser confundidas con verdades, ya que esa propiedad se atribuye históricamente a los borrachos y los niños.

Tras su polémica autodenominación como nazi en la rueda de prensa de Melancolía en el Festival de Cannes, Lars Von Trier decidió mostrar todas sus cartas y proclamar a los cuatro vientos algo que sus espectadores más ávidos ya sabíamos hace tiempo: Mi función es la del tonto del pueblo. Reivindico la existencia de personas que digan las cosas tan torpes como las que dije yo. Es bueno para la salud política que se digan cosas así. Los tabúes son malos para la salud política. Es mejor que exista la posibilidad de decir cosas que son basura que pronunciar solo lo que se considere correcto (Público, 01/11/2011). Esa es la libertad del tonto del pueblo, esa es la base del cine de Lars Von Trier y, por extensión, la de la película que hoy nos ocupa: Nymphomaniac.

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En la citada presentación de Melancolía, Von Trier anunció un proyecto pornográfico (no olvidemos que su productora Zentropa ya tuteló los largometrajes porno Hot Men Cool Boyz, Pink Prison, Constance y All About Anna), demandado según el propio director por la actriz Kirsten Dunst, porque así son las mujeres: hardcore. Lo que muchos entendieron como una tomadura de pelo, cristalizó en un proyecto mastodóntico de cinco horas que prometía un festival de penes, chochetes y demás pelambreras en acción, con una buena dosis de penetraciones y felaciones reales (al final nos tendremos que contentar con dobles de cuerpo, pero siempre nos quedará la esperanza de un comunicado de Von Trier dentro de veinte años diciendo que todo fue una gran farsa y no había especialistas). Un cast de ensueño capitaneado por Charlotte Gainsbourg, musa de su Trilogía de la depresión, y un gran plantel de actores hollywoodienses descastados (Christian Slater y Uma Thurman), parte de la realeza europea (Stellan Skarsgard y Connie Nielsen) y un chico blockbuster Shia LaBeouf dispuesto a todo.

Como si de una broma por parte de los Weinstein se tratase, Nymphomaniac se nos presenta en dos volúmenes. Estrenándose el primero de ellos en las pantallas españolas el mismísimo día de Navidad (y un mesecito después, el 24 de enero la segunda). Conocemos por primera vez a Joe, nuestra protagonista, tendida en el suelo de un callejón tras haber recibido lo que no sabemos si ha sido una paliza o un polvazo. Es en ese preciso instante, entre las gotas de agua y el trallazo de Rammstein, cuando Seligman salva de la calle al ángel caído. Una taza de té después descubrirá que más que un ángel, lo que ha llevado a su casa es nada más y nada menos que un ángel-puta de la estirpe de Laura Palmer. Desde el no-lugar que es la habitación de Seligman, Joe comenzará a relatar su caótico cuento moral a modo de capítulos eyaculados directamente por el coño de Joe. Porque no estamos ante una película narrativa al uso. Aquí no hay voces, hay flujo vaginal para dar y tomar.

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Durante dos horas conoceremos la odisea sexual de una mujer autodiagnosticada ninfómana, desde las nada inocentes ranitas hasta un acto sexual con “ingrediente secreto”, pasando por la pérdida de la virginidad y el trenecito chuchú. La despreciable Joe (denominación también autoimpuesta) comete el crimen de ser consciente del poder de la mujer: su coño. Dadme un coño y moveré el mundo. Who run the World? Cunts. La vulva de Joe es el centro de la historia y a través de ella irán entrando todos y cada uno de los personajes masculinos de la historia (el lesbianismo nos espera a la vuelta de la esquina). A través de ese orificio sagrado, Joe desarrolla la maldad del par 23 para con el macho. Crímenes que van desde el pecado capital del orgasmo fingido, la adulación y consiguiente violación, llegando incluso a atacar a una semejante robándole la pareja. Pero no caigamos en la estupidez de tacharle de misógino como gran parte de sus detractores, Von Trier habla de la mujer porque conoce sus rasgos a la perfección. El danés es un especialista en la psique femenina. Si acaso no de la mujer como ser humano, sí de su naturaleza como hembra. La llamada Naturaleza que tan bien lleva explorando desde sus comienzos y que llegó a su culmen en Anticristo.

Si el caos reinaba en las aventuras campestres de Gainsbourg y Willem Dafoe (que se reencontrará con su amada en el segundo volumen) y la desesperación en Melancolía, el humor hace lo propio en Nymphomaniac. El gracejo del danés siempre está presente, ya sea a través del sadismo (especialmente en la trilogía del corazón dorado) o por la vía de lo burdo (El jefe de todo esto o Los idiotas). En esta ocasión decide decantarse por lo segundo, lo primero estará presente de manera contundente de la mano (puño) de Jamie Bell en la siguiente entrega. Von Trier construye situaciones desbocadas, fuera de todos los límites, y es ese exceso el que provoca la consiguiente carcajada. No una sonrisa cómplice o una risilla nerviosa ante la imagen de un pito bamboleante, sino una gran y sonora carcajada. Una reacción completamente buscada, no solo en la caza (perdón, pesca) en los vagones para conseguir la bolsita de chocolates o en la excesiva escena con Mr. y Mrs. S, sino con cada metáfora de Seligman. Durante la narración alterada de Joe, Seligman se empeña en no juzgar a su huésped a través de paralelismos entre el comportamiento de la mujer con la pesca (aplaudamos al señor Von Trier por el anzuelo clitoriano) o la inmensa polifonía de la Choralvorspiel de Bach. El ver a Fibonacci ante un claro caso de 3+5 (por el culo te la hinco) es descacharrante y un guiño a la cantidad de papanatas que comulgan con el tratamiento psicológico de la depresión. No obstante, su nombre es un guiño para nada trivial a Martin Seligman, psicólogo positivista y padre de los estudios de la indefensión aprendida relacionada con la depresión. No me extrañaría que el danés termine moviendo los hilos para que Seligman caiga en las garras de Joe, ya que su pasividad, sus tés y sus cruces de piernas no pueden esconder otra cosa que una notoria erección.

Nymphomaniac

Señores con pene y señoras con vagina (y viceversa), no olvidemos que estamos ante un genio y un bufón y esta Nymphomaniac no debe ser tomada como una obra cinematográfica al uso. Sus lecturas no son tan complicadas como busca el crítico de marras, realmente puede que se acerquen más a la liviana e infravalorada visión del pajillero o pajillera de turno. El arte nunca es objetivo, es real y Von Trier como buen tonto del pueblo que es nos lanza un lefazo de realidad sin ningún tipo de miramiento. Todo en esta película es real. Es una chorrada pararse a hablar de artificialidad o inverosimilitud. ¿Acaso ganas algo yendo en contra de la realidad de Von Trier? Si has entrado en su juego, pantalones abajo marinero.

Valoración: ★★★★★