Capitana Marvel: El eslabón perdido de Marvel

Ha tardado diez años, pero por fin ha llegado. Marvel presenta su primera película protagonizada por una mujer (después de que la Avispa compartiese cartel con el Hombre Hormiga en Ant-Man y la Avispa). Capitana Marvel es la penúltima entrega de la Fase 3 del Universo Cinematográfico Marvel, un acontecimiento muy esperado que promete sacudir los cimientos de este universo de ficción. Anna Boden y Ryan Fleck dirigen la primera película en solitario del divisivo personaje de Marvel Comics, adoptando su encarnación más reciente, Carol Danvers. La oscarizada Brie Larson se pone en la piel de la heroína de poderes cósmicos en una película que ejerce como presentación oficial del personaje y también como precuela del Universo Marvel y la Iniciativa Vengadores, es decir, un entreacto para rellenar los huecos entre Vengadores: Infinity War Endgame.

Como viene siendo habitual en las películas del estudio, Capitana Marvel toma elementos icónicos de la historia de Marvel Comics y los transforma y adapta a sus necesidades. La película se construye como una historia de orígenes, pero no es exactamente la que nos encontramos en las viñetas, sino que han decidido alterar el orden de los factores para tratar de darle un giro refrescante. La de Carol Danvers es una historia de autodescubrimiento clásica, pero en lugar de utilizar el ABC del decálogo superheroico, cambia el esquema por un BCA, resultando en una origin story ligeramente diferente, si bien algo confusa e irregularmente desarrollada, sobre todo durante su primer acto.

Capitana Marvel transcurre en los 90, y se asemeja a una película de acción y ciencia ficción de invasiones extraterrestres propia de esta década, una aventura intergaláctica que nos presenta el Universo Marvel tal y como era antes de que lo conociéramos. Después de estrellarse en la Tierra durante una misión, en la época en la que todavía se usaban las cabinas telefónicas y existían los videoclubs, la guerrera Kree Vers (Larson) trata de ponerse en contacto con su equipo, liderado por su mentor, Yon-Rogg (Jude Law), mientras investiga la infiltración en nuestro mundo de la raza alienígena de los Skrulls, con la que los Kree libran una guerra a través del espacio. Durante su estancia en la Tierra, Vers empieza a ver flashes de una vida anterior, lo que le lleva a descubrir la impactante verdad sobre su pasado, su identidad y el origen de sus poderes.

Larson está acompañada la mayor parte del tiempo por Samuel L. Jackson, que retoma su papel como Nick Furia cuando aun era un simple agente de S.H.I.E.L.D, gracias a la tecnología digital rejuvenecedora a la que tanto partido le está sacando el estudio (y con éxito, porque el “lifting” de Furia es impecable y no distrae en ningún momento). Ambos llevan el timón, junto a la robaescenas oficial de la película, la gata Goose, de una divertida buddy film dentro del espectáculo sci-fi al que nos tiene acostumbrados Marvel, protagonizando los momentos más cómicos en una película que sabe dosificar el humor para no saturar con demasiados chistes. El reparto es uno de los puntos fuertes del film, con Jackson como una de las atracciones principales, y un grupo de aclamados intérpretes secundando a los protagonistas. Los personajes de Jude Law, Ben Mendelsohn y Annette Bening están correctamente caracterizados e interpretados, nos deparan bastantes sorpresas (Talos la más grata), y los actores parecen estar pasándoselo bien, algo que no siempre ocurre con este tipo de fichajes de renombre en el cine de superhéroes.

Pero por supuesto, Larson es el centro de atención. La actriz, blanco de polémicas externas por su empeño en aumentar la diversidad en la crítica y la cobertura de prensa de la película, se ha tenido que enfrentar a un injusto escrutinio por parte de un sector del público. Afortunadamente, la actriz demuestra con su estupendo trabajo en la película que fue una elección más que acertada para el papel. Su Carol es una superheroína definida, una mujer inteligente, decidida y carismática que Larson construye encontrando el equilibrio adecuado entre el temple y la capacidad analítica de un soldado, la fuerza extraordinaria de un superhéroe y la humanidad de una persona que está tratando de descubrir quién es en realidad.

Capitana Marvel es una oportunidad para visitar otro rincón pasado del Universo Marvel y reencontrarse con viejos conocidos. La presencia de Furia, Ronan (Lee Pace), Korath (Djimon Hounsou) o Phil Coulson (Clark Gregg) establece conexiones con las vertientes terrenales y cósmicas del UCM, ayudando a completar sus historias mientras trazan líneas directas con Los Vengadores (algunas inesperadas) que nos preparan para el enfrentamiento final con Thanos en Endgame. Pero estos nexos están debidamente entrelazados en la historia de Carol de modo que nunca hacen que el foco se distancie demasiado de ella y que, por tanto, la película se mantenga contenida en sí misma.

Aunque no sobresale especialmente por su aspecto visual o su dirección, más bien convencional (sobre todo si lo comparamos con otras entregas de la Fase 3 mucho más estimulantes como Doctor StrangeThor: Ragnarok Black Panther), Capitana Marvel saca provecho de su ambientación noventera con detalles nostálgicos muy simpáticos (de los que, afortunadamente, no abusa) y sobre todo una banda sonora de temazos de los 90 (Garbage, Hole, No Doubt, TLC, Nirvana, REM…) que harán vibrar a cualquiera que creció durante esta década. Las canciones suelen acompañar escenas de acción electrizante y combates excelentemente ejecutados (memorable un explosivo una contra todos al ritmo de ‘Just a Girl’ de No Doubt), en los que Larson destaca por su agilidad y contundencia, haciendo honor a la reputación de su personaje como el más poderoso del Universo Marvel (aunque eso aun está por ver).

Capitana Marvel es la historia de empoderamiento femenino que el eminentemente masculino Universo Marvel necesitaba. Carol Danvers no solo se enfrenta a villanos del espacio exterior, sino también al sexismo de cada día en la Tierra (en una escena le llegan a pedir que sonría, evocando así a la absurda polémica en Internet porque el personaje no aparece sonriendo en el material promocional de la película), respondiendo siempre con entereza y dignidad, dándole a lo trolls la justa atención que merecen y levantándose cada vez que se cae para demostrar su valía en un mundo de hombres que no creen que haya lugar para ella. También hay que señalar que no hay historia de amor en la película, sino una bonita amistad entre Carol y su excompañera de vuelo y mejor amiga Maria Rambeau (la revelación Lashana Lynch), con la que protagoniza las escenas más emotivas. Pero su mensaje feminista viene también acompañado de un (quizá no muy sutil) mensaje anti-bélico y una reflexión en torno a los refugiados alienígenas que sirve como reflejo de nuestra realidad y ayuda a dar un mayor empaque emocional y trascendencia a la historia.

Evidentemente, Marvel sabe exactamente lo que tiene que dar a su público, y eso es justo lo que hace en Capitana MarvelQue es formulaica es más que obvio. Aunque, como ya he dicho, trata de darle una vuelta de tuerca a esa fórmula para contar una historia de orígenes desde otro punto de vista, al final no deja de ser una película de Marvel en todos los aspectos, para bien y para mal. Ofrece las dosis de acción y espectáculo que esperamos de Marvel (con efectos digitales mejorables, desgraciadamente también como siempre), la fusión de drama y comedia, las conexiones con el UCM, la fijación con las relaciones paterno-filiales, la definición de qué hace al héroe y su lucha moral, los giros argumentales que dan la vuelta a lo que creíamos saber, el marveliano juego de la anticipación que da lugar a un tercer acto que eleva la película… Todo está aquí, y todo funciona tan bien como siempre. Porque si algo no está roto, ¿por qué vas a arreglarlo?

Capitana Marvel es un disfrutable estallido galáctico de nostalgia noventera, una bienvenida incorporación al Universo Marvel que cumple su cometido presentando a su heroína y dejándonos con ganas de volver a verla. No es una película perfecta, pero es que sería injusto pedirle que lo fuera. El hecho de que sea la primera película de Marvel centrada en una mujer ha hecho que le exijamos más que a sus predecesoras, cuando lo cierto es que Marvel ha hecho con ella lo que debía: darle el mismo tratamiento que a sus héroes masculinos. Su primera incursión en Marvel es un eslabón imprescindible para todo fan del estudio, una inspiradora historia que sirve para encajar las piezas que faltaban y calentar motores para el gran acontecimiento de Vengadores: Endgame, en el que volveremos a ver a Carol, ya unida a los Héroes Más Poderosos de la Tierra.

Pedro J. García

Nota: ★★★★

Robin Hood: El superhéroe de Nottingham

“La historia que conoces, como nunca te la han contado” empieza a ser uno de los tópicos más manidos del cine actual, pero lo cierto es que la nueva revisión moderna de Robin Hood no se puede describir de otra manera. Otto Bathurst, realizador curtido en series de televisión como Peaky BlindersBlack Mirror, debuta en la dirección de largometrajes con esta relectura del mito del folclore inglés que cuenta con Taron Egerton (Kingsman) en la piel del arquero de Nottingham y Leonardo DiCaprio en la producción. En un ejercicio de reinvención similar al que llevó a cabo recientemente Guy Ritchie con Rey ArturoRobin Hood se convierte en un espectáculo de acción que sigue todas las reglas del blockbuster del siglo XXI.

La nueva Robin Hood conserva los elementos más importantes de la conocida leyenda, pero los deconstruye introduciendo novedades que la modifican considerablemente. La película, concebida claramente como una historia de orígenes, nos nuestra a un Robin de Locksley adinerado que regresa de luchar en Las Cruzadas, endurecido por una horrible experiencia que le quita la venda sobre sus ojos para ver la verdadera naturaleza de sus líderes. Dado por muerto en combate, Robin regresa a casa para encontrarse al amor de su vida, Lady Marian (Eve Hewson) comprometida con otro hombre (Jamie Dornan). Tras el duro entrenamiento de otro veterano de guerra, el comandante Little John (Jamie Foxx), el joven arquero se suma a la revuelta en contra de la corona inglesa y el corrupto sheriff de Nottingham (Ben Mendelsohn), para lo que adoptará el alter ego de Robin Hood, manteniendo en secreto su verdadera identidad mientras defiende a los pobres y oprimidos por la tiranía del poder.

La esencia del relato es la misma, pero la historia cambia para ajustarla a los cánones del cine de acción franquiciado. La película actualiza a Robin Hood siguiendo el compás del cine bélico, los superhéroes y las películas de atracos. En su prólogo, vemos al arquero en las trincheras, sobreviviendo a bombas y lanzando flechas como si fueran ametralladoras. A su regreso a Nottingham, Robin comienza su transformación en justiciero, alzándose como una suerte de Batman de Locksley, un hombre rico que se entrena y equipa para defender a su pueblo y erigirse como un superhéroe medieval. Por último, en su recta final, Robin Hood adopta el estilo de las heist movies, con la banda de Hood ya configurada efectuando un gran golpe con el objetivo de dar su escarmiento al sheriff y un respiro a los subyugados habitantes de Nottingham.

Al igual que Rey ArturoRobin Hood cuenta con un ritmo ágil, mucha acción y toques de humor, además de una ambientación más oscura y un acabado visual que recuerda a ficciones como Peaky BlindersTaboo. Aunque se nota que el presupuesto es más bien ajustado (sobre todo en algunos efectos digitales), juega bien la carta del espectáculo, sobre todo durante su explosivo clímax, en el que se suceden las coreografías de lucha y los set pieces más ambiciosos. El diseño artístico es uno de los puntos fuertes de la película. La estética conjuga el clasicismo de los escenarios medievales con un excelente vestuario que incorpora detalles y colores modernos, que hace que parezca que los personajes van vestidos de diseño (el sheriff va a la última moda con su vanguardista chaqueta de piel gris), mientras que la banda sonora podría pertenecer perfectamente a una película de superhéroes.

Aunque aun está verde como actor, a Taron Egerton le viene como anillo al dedo esta nueva versión del personaje. El actor acomete su trabajo con gran energía, entusiasmo y convicción, exudando carisma juvenil y ese punto macarra pero tierno con el que se ganó a la audiencia en Kingsman. Además, salta a la vista que se ha entrenado a fondo, y verlo manejar el arco con tanta destreza y seguridad es uno de los mayores alicientes de la película. No se puede decir tanto del resto del reparto. Foxx se limita a hacer su trabajo y Hewson no convence, a pesar de que su Marian es reconfigurada como mujer de acción y férreas convicciones que lucha por su pueblo, en lugar de la típica damisela en apuros. No ayuda que en su trama romántica con Robin no salten chispas. Mucho mejor Mendelsohn, cuya sola presencia hace que el sheriff sea un villano convincente.

Dejando al margen el debate sobre la necesidad de otra versión de Robin Hood, esta nueva iteración cumple su cometido. Entretiene, es dinámica, da la talla en las escenas de acción y merece la pena aunque sea solo por ver a Egerton disparando flechas (directo al corazón) como si no hubiera mañana. Está claro que la película está concebida como el primer capítulo de una saga, un preámbulo sobre cómo se forjó la leyenda de Robin y su banda de proscritos del Bosque de Sherwood. Por eso su final abre tramas para potenciales secuelas, confiando en que la audiencia moderna quiera saber cómo continúa la historia, aunque esto le haga perder autonomía narrativa. En Robin Hood, el forajido encapuchado de Nottingham vuelve a representar la unión del pueblo contra la tiranía y la corrupción del poder, y ahí es donde encuentra su justificación para contar la misma historia otra vez, en cómo sus ideales siguen siendo necesarios en nuestros tiempos.

Pedro J. García

Nota: ★★★

Crítica: Ready Player One

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Desde su publicación en 2011, Ready Player One se ha convertido en una de las novelas de culto más admiradas de los últimos años. El best-seller escrito por Ernest Cline tiene una legión de fans que han caído rendidos a sus pies gracias a su fusión de aventura, ciencia ficción y nostalgia ochentera. Sus detractores, por otro lado, consideran que el libro es literatura basura, llegando incluso a definirlo como “el Cincuenta sombras de Grey para hombres blancos y frikis”. No importa en la categoría que nos encontremos, lo que no se puede negar es que Ready Player One es un libro que desde la primera página a la última pide a gritos una adaptación cinematográfica.

Cline encontró su “huevo de Pascua dorado” cuando el mismísimo Steven Spielberg aceptó este trabajo. El emblemático director de clásicos como E.T.Indiana JonesTiburón agarró las riendas de uno de sus proyectos recientes más ambiciosos y complicados. Trasladar las páginas de Ready Player One, que construye un universo de ciencia ficción inabarcable y lleno de guiños específicos a miles de productos culturales, era una tarea titánica. Pero ya sabemos que a Spielberg, Titán donde los haya, le van los retos, y suele completarlos como si nada (tardó solo nueve meses en terminar su anterior película, Los archivos del Pentágono).

Zak Penn (Los Vengadores) escribe junto al autor de la novela un guion que debe efectuar numerosos y necesarios cambios por cuestiones de licencias, pero que en esencia y estructura se mantiene muy fiel al libro. Para quienes no estéis familiarizados con su historia, Ready Player One vendría a ser una fusión -o un mashup, que sería más apropiado- de Charlie y la fábrica de chocolateAvatar, o actualizando nuestros referentes, San Junipero.

En el año 2045, la humanidad escapa de su oscura realidad pasando el tiempo en el mundo virtual conocido como OASIS, donde no hay límites a la imaginación y cualquier persona puede ser quien quiera. A su muerte, el creador de OASIS, James Halliday (Mark Rylance), deja su inmensa fortuna y el control de su creación a quien gane un concurso en tres fases, diseñado para encontrar a su mejor heredero posible. Cuando el mundo ha desistido de la aparentemente imposible búsqueda, Wade Watts (Tye Sheridan), un chico obsesionado con OASIS y su creador, encuentra la primera llave, con lo que la búsqueda del tesoro comienza de verdad. Junto a la chica de sus sueños, Art3mis (Olivia Cooke), y sus amigos del OASIS, conocidos como los High Five, Wade explorará todos los recovecos del universo de Halliday para salvarlo de las manos de IOI, la malvada corporación que pretende hacerse con él para controlar a la humanidad.

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Vaya por delante que, si uno ha conectado con el libro, tiene muchas posibilidades de salir muy satisfecho de la película. Lo difícil era convencer a los escépticos. Pues bien, se puede decir que, teniendo en cuenta el material de partida, la película es mejor de lo que cabía esperar. Sí, se podía haber hecho más (la idea tenía muchísimo potencial, y seguro que alguien podía haber desarrollado la historia mejor que Cline) y los defectos de fábrica están ahí: el uso facilón de la nostalgia, la acumulación sin ton ni son de referencias (como en The Big Bang Theory, Cline cree que el solo hecho de mencionarlas ya constituye relato), el paso de puntillas por temas interesantes que se quedan sin explorar, los personajes huecos y la trama desarrollada a trompicones. Pero Spielberg los minimiza con su siempre infalible sentido del espectáculo y la aventura, por lo que es más fácil pasarlos por alto y dejarse llevar. Otra cosa no, pero como experiencia inmersiva, Ready Player One funciona, aunque por momentos pueda llegar a saturar y agotar. Verla es efectivamente como adentrarse en primera persona en OASIS, como sumergirse de lleno en un trepidante y estruendoso videojuego.

A sus 71 años, Spielberg demuestra que su sentido del asombro y capacidad para orquestar grandes secuencias de acción siguen intactos. Ready Player One cuenta con potentísimos set pieces, como la vertiginosa y atronadora carrera del primer acto (lo más parecido a realidad virtual sin visor que se ha hecho en cine recientemente), la visita a cierto clásico del cine de terror (que no desvelaremos para mantener el factor sorpresa), probablemente la escena más placentera de la película, o el eficiente clímax. Los efectos visuales son simplemente brutales, la estética está muy cuidada y aunque los personajes digitales se acerquen al “valle inquietante”, su fluidez de movimientos y expresividad es digna de admiración. Otra cosa no, pero Ready Player One supone un auténtico despliegue de pericia visual y excelencia técnica, lo cual no debería sorprendernos. Al fin y al cabo, es Spielberg.

Ahora, donde Ready Player One falla es a la hora de convertir la orgía de cultura pop que la caracteriza en algo más que un amontonamiento de referencias para el gozo del espectador más observador, en una historia más trascendental. Dice mucho que su (indudable) valor de revisionado resida en la necesidad de descubrir todos los guiños y cameos que aparecen en sus abarrotados planos, y no en volver a ver a Parzival y Art3mis (el reparto está muy correcto, pero no es lo más destacable en ningún momento). Y es que, a pesar de los intentos de darle profundidad emocional (en especial a través del personaje de Halliday y la afectada interpretación de Rylance), la película y los personajes no pueden evitar quedarse en la superficie, en el truco de la nostalgia, lo cual resulta especialmente decepcionante teniendo en cuenta que detrás de las cámaras se encuentra un maestro de las emociones y uno de los padres de la actual generación de hipernostálgicos.

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Ready Player One es una celebración de la cultura pop y el mundo gamer que se apoya principalmente en su excelencia técnica y el poder de la intertextualidad. Hay que reconocer que ver al Gigante de Hierro de nuevo en acción o a tantos iconos del cine y los videojuegos reunidos en un mismo lugar tiene su indudable atractivo. Pero más allá del placer de identificar los cameos y asistir a locos crossovers que no creíamos posibles, hace falta alma. Y a Ready Player One le cuesta encontrarla entre su aturdidora vorágine de imágenes y guiños pop.

Pedro J. García

Nota: ★★★

Crítica: Rogue One – Una historia de Star Wars

Cuando aún no nos hemos recuperado del Episodio VII, el ya de por sí inabarcable universo de Star Wars se expande con el primer spin-off de la saga creada por George LucasRogue One: Una historia de Star Wars. Con esta nueva aventura, Disney y LucasFilm inician una serie de películas dedicadas a explorar otros rincones de la galaxia, dar a conocer a nuevos personajes, contar los orígenes de otros más familiares o rellenar los huecos cronológicos entre los episodios de las trilogías centrales. Con las historias de Star Wars, además, se pretende dar una oportunidad a nuevos cineastas para que realicen su aportación al legado de Star Wars, como Gareth Edwards (director de la espectacular aunque vacía Godzilla), que con Rogue One es el primero en coger las riendas de estas nuevas películas independientes de la saga.

J.J. Abrams logró reproducir el espíritu de las Star Wars originales con El despertar de la fuerza, una película que revisitaba el esquema de la primera Guerra de las Galaxias para presentarnos a un nuevo plantel de personajes de los que nos enamoramos al instante. Rogue One es algo diferente. Es puro Star Wars, pero a la vez se desmarca claramente de las películas principales, con un tono mucho más frío y oscuro y un planteamiento autoconclusivo. La película se remonta muy atrás en el tiempo, para situarse entre las dos primeras trilogías y ejercer como precuela directa de Una nueva esperanzaRogue One narra la historia de un improbable grupo de héroes de la Alianza Rebelde que emprende una misión imposible para robar los planos de la Estrella de la Muerte, el arma de destrucción masiva definitiva que ha desarrollado el Imperio con la ayuda de un brillante científico, Galen Erso (Mads Mikkelsen). Liderados por la hija de Galen, Jyn Erso (Felicity Jones), esta banda de inadaptados, solitarios y rebeldes improvisará un plan para infiltrarse en el planeta donde se esconden los planos y retransmitirlos a sus aliados, cueste lo que cueste.

Como si de una cinta bélica se tratase, Rogue One celebra las hazañas de los héroes anónimos que lo dieron todo para luchar contra el Imperio, y cuyas acciones fueron clave para el desarrollo de la guerra posterior. A partir de esta premisa, Edwards ha llevado a cabo una más que eficaz película en la que se vuelve a respirar el espíritu de la saga en cada plano, recurriendo a las mismas técnicas que Abrams usó en el Episodio VII -principalmente esa fotografía polvorienta y la recuperación de los efectos tradicionales, las armaduras reales y los animatronics, que se mezclan con el CGI más puntero (personajes humanos enteramente realizados por ordenador incluidos) para ofrecernos lo mejor del pasado y el presente de Star Wars. Pero a la vez, se respira aire novedoso, con un mayor énfasis en la acción pura y menos en la fantasía. Todo sin olvidar las numerosas conexiones y referencias a los Episodios (la participación de Darth Vader, sobre todo al final, es escalofriante), que hacen que sintamos en todo momento que estamos viendo una película 100% Star Wars, y no un producto derivado.

Sin embargo, Rogue One tiene sus problemas. La primera mitad se dedica a disponer las piezas de la historia, repartidas a lo largo y ancho de la galaxia, y la fragmentación que esto conlleva hace que a la película le cueste coger el ritmo. Los personajes no llegan a tener apenas profundidad, lo que hace que conectar con su historia sea más difícil. El humor chirría en ocasiones, y algunos chistes metidos con calzador no funcionan. Y el reparto, aunque sólido en general, tiene unos cuantos eslabones débiles que están a punto de estropear la función: Diego Luna, plano e inexpresivo, no consigue conectar del todo con Felicity Jones, cuando se supone que la relación entre Cassian y Jyn es uno de los núcleos emocionales de la película. Alan Tudyk pone voz a K-2SO, nuevo androide ideado para ser el alivio cómico que no es ni de lejos el robaescenas que creían tener entre manos (tiene momentos divertidos, no se puede negar, pero hay otros en los que roza el jarjarbinksismo). Y por último, Forest Whitaker, que está sencillamente ridículo.

Por el lado bueno, Jones compensa las carencias del reparto aportando la emoción que hace falta. Su personaje no es precisamente el colmo de lo complejo, pero la interpretación de la británica, silenciosa e intensa, es el pegamento que mantiene unidas todas las piezas (Jyn es líder, fuerza motivadora y amiga). Además, hay que destacar al resto de secundarios, que sí están a la altura, como los talentosos Mads Mikkelsen, Riz Ahmed y Ben Mendelsohn, que lo borda como el ambicioso villano de la película, y el dúo formado por Jiang Wen y Donnie Yen, que tienen muchas papeletas para convertirse en los nuevos favoritos del fandom.

Como decía, a la película le cuesta coger impulso. Durante la primera hora, la presentación y exposición narrativa puede resultar algo monótona, a lo que contribuye una fotografía más oscura (no apta para 3D) y unos personajes poco definidos. Sin embargo, una vez reunida la banda de Erso y tomada la decisión de robar los planos de la Estrella de la Muerte (con lo que la película se convierte en una heist movie), Rogue One despega. Y de qué manera. Cuando llega el último tercio nos damos cuenta de que la espera ha merecido la pena y la paciencia tiene su recompensa. Decir que el acto final de Rogue One es espectacular es quedarse corto. Este intensísimo clímax de media hora es de lo más impresionante que se ha visto en la saga, y en cualquier superproducción, un brutal despliegue visual y sonoro (con otro gran score de Michael Giacchino, continuador del maestro John Williams) que nos sumerge en una trepidante batalla a plena luz del día (genial contraste con el resto de la película). Pero no solo eso, sino que el tramo final también añade toda la humanidad que los personajes y el espectador necesitábamos para afrontar el desenlace. Bien está lo que bien acaba.

A pesar de su indudable cualidad épica, sus increíbles imágenes y secuencias espaciales, y sus potentes set pieces (todo lo que esperamos de Star Wars), Rogue One está lejos de ser perfecta. Sin embargo, su desarrollo in crescendo y su gran colofón hacen que salgamos del cine con muy buen sabor de boca, con la adrenalina disparada y la sensación de haber asistido a otra gran aventura de Star Wars, a lo que se añade ese mensaje de unión y esperanza que tan bien nos viene en estos momentos. Quizá sea una de esas películas que gane con los visionados o puede que solo sea una buena película de acción, que tampoco está mal. En cualquier caso, está claro que son buenos tiempos para ser fan de Star Wars.

Pedro J. García

Nota: ★★★½