El caso de Jumanji es curioso. La película dirigida por Joe Johnston fue acribillada por la crítica a su estreno en 1995, pero la gran acogida del público la acabó llevando a ingresar en la cultura popular como una de las cintas para toda la familia más emblemáticas de la época. Su éxito (recaudó 264 millones de dólares en todo el mundo) fue el resultado de una feliz sinergia de elementos: la fuerte demanda de cine de aventuras con animales tras el pelotazo de Parque Jurásico, el boom de los efectos digitales (irrisoriamente primitivos vistos ahora, menos en el caso de los monos, que ya eran lo peor en su día) y Robin Williams en la cima de su popularidad noventera. Jumanji se estrenó en el mejor momento posible, y esto la ayudó a convertirse en uno de los acontecimientos cinematográficos que definieron a la generación que creció en los 90.
Sin embargo, la película no consiguió hacer despegar una franquicia, como por momentos pareció ser la intención. Sí, hubo una serie animada y una más que estimable secuela espiritual, Zathura, pero la cosa se quedó ahí. Hasta 2017. No hace mucho, Sony Pictures vio el filón de la nostalgia y decidió aprovecharlo anunciando un reboot de Jumanji. La noticia no fue recibida con el mismo nivel de virulencia que la nueva Cazafantasmas, pero sí se encontró con el rechazo de un público que tenía a la original en más alta estima de lo que creíamos. La cosa empeoró cuando se desveló la premisa: en lugar de un juego de mesa, Jumanji pasaba a ser un videojuego. ¡Horror, sacrilegio, infancia arruinada! Por todo esto, el temido reboot tenía todas las papeletas para ser un desastre, pero contra todo pronóstico, ha acabado revelándose como una de las sorpresas de la temporada.
Jumanji: Bienvenidos a la jungla, que es como se llama el invento, es muy diferente a la original. No se limita a repetir la jugada, sino que se configura a modo de secuela actualizadora para millennials y niños. Como adelanta el título, la acción se traslada enteramente a la jungla, es decir, al interior de Jumanji. Cuatro estudiantes de personalidades dispares son castigados a pasar el día limpiando el sótano del instituto, donde encuentran una antigua consola y un misterioso cartucho. Cuando inician una partida de la versión en videojuego de Jumanji, son absorbidos y transformados en avatares con identidades y habilidades radicalmente distintas a las de sus vidas reales. Juntos deberán emprender una peligrosa aventura resolviendo puzles, enfrentándose a enemigos mortales y avanzando de nivel hasta llegar al jefe final (Bobby Cannavale), contra el que deberán luchar para ganar la partida y evitar quedarse atrapados en el juego para siempre.
Dejando atrás el tablero, Jumanji: Bienvenidos a la jungla se presenta como un homenaje paródico a los 16-bits en el que el lenguaje de los videojuegos (las vidas, los tutoriales, los menús de selección, los power-ups, las secuencias cinemáticas…) proporciona una forma muy creativa de construir la aventura (aunque sea haciendo trampa, esta es una película de videojuegos que sí funciona) y la nostalgia se maneja con sorprendente acierto y mesura. Aunque técnicamente estamos ante una secuela, la nueva Jumanji evita caer en el error de la réplica y encuentra su propia voz, demostrando que tiene muy clara tanto su (nueva) personalidad como la época en la que le ha tocado vivir. Y esa época pertenece a una de las mayores estrellas del cine comercial y posible futuro presidente de los Estados Unidos, Dwayne Johnson. Si su anterior reboot, Baywatch, fallaba por completo en todo lo que se proponía, Jumanji da en la diana, y es en gran medida gracias a él. Verlo interpretar a un nerd enclenque y asustadizo atrapado en la montaña de músculos que es The Rock es una de las mayores atracciones de la película.
Johnson está más gracioso que nunca (carcajada segura cada vez que redescubre asombrado sus bíceps), pero no está solo. Lo acompañan dos pesos pesados de la comedia generalista, Kevin Hart y Jack Black, que cumplen a pesar de que su histriónico humor pueda sobrecargar a muchos (quien esto escribe incluido), y la escocesa Karen Gillan, actriz todoterreno que demuestra sus excelentes dotes para la comedia y la acción protagonizando algunos de los mejores combates de la película y sacando el máximo partido de un personaje poco agradecido (construido para criticar estereotipos en los que en un momento u otro acaba cayendo). La dinámica que crea el cuarteto protagonista (quinteto contando a un más que decente Nick Jonas, que se incorpora al grupo a mitad de la aventura) es el principal motor cómico y emocional del film. Hay tanta química entre todos ellos que da igual que el argumento no sea nada del otro mundo o que algunas subtramas no terminen de cuajar. Al final (y al principio), lo importante es pasárselo bien, y todos se aseguran de que así sea.
Jumanji: Bienvenidos a la jungla no es ninguna maravilla (la original tampoco lo era, aunque nos encantase, a mí el primero), de hecho es más bien una tontería, pero es más que digna como cine familiar y entretenimiento ligero para las vacaciones. Divertida, simpática, con abundantes gags eficientes (sobran un par de chistes sobre lo que mola tener pene, eso sí) y diálogos más ingeniosos de lo que parece, secuencias de acción resultonas (atención al set piece del helicóptero, brutal) y encima, corazón. Porque afortunadamente, la película no deja nunca de apoyarse en los personajes para crear los conflictos, resolverlos ensalzando el trabajo en equipo y, durante su emotivo final, dejarnos con un apropiado mensaje sobre la amistad y la importancia de abandonar nuestros miedos y prejuicios para atrevernos a ser quienes realmente queremos ser.
Es decir, lo que prometía enfadar a la audiencia ha acabado haciendo todo lo contrario, ser un crowdpleaser de manual. Al no tomarse demasiado en serio y carecer de mayores pretensiones que hacer pasar un buen rato, Jumanji: Bienvenidos a la jungla invita a relajarse y disfrutar de la partida.
Pedro J. García
Nota: ★★★½