‘Stranger Things 2’ es una obra de arte pop

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[Esta entrada NO contiene spoilers]

No fuimos conscientes de hasta qué punto es verdad aquello de que Netflix está cambiando la manera de hacer y consumir cine y televisión hasta el verano de 2016. Fue entonces cuando se estrenó en la plataforma la primera temporada de Stranger Things, precedida de una campaña de marketing más bien discreta que no hacía prever ni remotamente lo que acabaría pasando. La serie creada por los hermanos Matt y Ross Duffer se convirtió en el mayor éxito del verano, redefiniendo el concepto de “blockbuster estival” para quitarle al cine la exclusividad que tenía sobre él. Es decir, en un verano cinematográfico especialmente escuálido, el mayor “taquillazo” de la temporada fue una serie de televisión.

Y lejos de menguar con el tiempo, la onda expansiva de ese fenómeno siguió creciendo en los meses posteriores a su estreno, gracias al boca-oreja, a la insistencia (o pesadez) de los medios y al factor on demand, que permite empezar y seguir las series al ritmo que cada uno quiere. Con Stranger Things no pasó como con otras series originales de Netflix, que se consumen de una o dos tacadas y se olvidan incluso más rápido. Al contrario que le ha ocurrido a Las 4 estaciones de las Chicas Gilmore The DefendersStranger Things sí se quedó en la conversación online, sí traspasó la línea que separa el entorno seriéfilo del mainstream. La primera temporada se desgranó hasta el último plano, sus actores infantiles se convirtieron en estrellas mediáticas, algunas de sus tramas se viralizaron hasta el absurdo (#JusticeForBarb) y su estilo influyó inmediatamente en productos posteriores (It). En gran medida, todo fue gracias al factor nostálgico, a lo bien que la serie jugaba la carta del homenaje cinéfilo para capitalizar la morriña de tiempos mejores que tiene secuestrada al espectador estos días.

En los 15 meses que han transcurrido entre el estreno de la primera temporada de Stranger Things y la segunda, el revuelo alrededor de la serie no ha hecho más que crecer, y por tanto, la expectación por los nuevos episodios se ha disparado hacia la estratosfera. Ante una situación así, en la que una creación se le va de las manos a su responsable para convertirse en propiedad de los espectadores, parece imposible afrontar una continuación sin que el impacto cultural devore a la serie. Pero los hermanos Duffer lo han conseguido. La segunda temporada de Stranger Things no solo está a la altura y conserva intacto el espíritu de la primera, sino que además va más allá siguiendo las reglas de las secuelas cinematográficas, aumentando y multiplicando todo lo que funcionó la primera vez con resultados más que satisfactorios.

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Stranger Things 2 es más grande, más ruidosa, más épica, más espectacular, tiene más acción, más terror, más personajes, más efectos visuales, y sobre todo, más homenajes cinéfilos. Pero como en la primera entrega, la serie es mucho más que mera nostalgia o pirotecnia. Los hermanos Duffer han sabido dominar el arte del pastiche sin olvidar la importancia de dar al espectador una historia y unos personajes por los que preocuparse, y afortunadamente, la secuela vuelve a encontrar ese equilibrio, en un contexto magnificado por factores externos. Como reza uno de sus eslóganes, Stranger Things es más Stranger que antes, pero en la búsqueda del “más grande todavía”, los Duffer no han descuidado lo que en el fondo ha hecho de esta serie un éxito más allá del truco de la nostalgia: su adictivo misterio, su extraordinario apartado visual y, sobre todo, sus fantásticos personajes, elevados en tiempo récord a la categoría de iconos de la cultura popular.

Sobre el argumento de Stranger Things 2 es mejor no entrar en detalle (por ahora). Baste decir que los nueve episodios que conforman la temporada están repletos de escenas, sorpresas, guiños y diálogos que en los próximos meses serán analizados y convertidos en meme hasta la saciedad. Si la primera temporada bebía de Encuentros en la tercera fase, Alien, E.T., Cuenta conmigo o Los Goonies (en general, de todo lo que fuese Steven Spielberg y Stephen King), la segunda sigue homenajeando a estas películas mientras aumenta su cantera de referentes con alusiones inconfundibles a otros clásicos del cine fantástico y de terror como Jóvenes ocultos, Gremlins, Los Cazafantasmas, El exorcista o incluso Parque Jurásico. Pero como decíamos, la nostalgia no fagocita a la historia porque los Duffer se aseguran de que lo más importante sea siempre el devenir de los personajes, sus relaciones, y el misterio. Un misterio que este año adquiere un cariz más terrorífico y apocalíptico con la amenaza de un monstruo del Upside Down mucho más grande y peligroso que el Demogorgon, una criatura de pesadilla que volverá a hacer sufrir a Will (Noah Schnapp) y a su madre lo que no está dicho.

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Además de seguir conociendo a los personajes del año pasado, contamos con nuevos fichajes, el matón Billy (Dacre Montgomery bordando al personaje televisivo más odioso del año), su hermanastra Max (Sadie Sink), que se unirá a la pandilla de Will, y en un golpe maestro de casting, Sean Astin (Mikey de Los Goonies) interpreta al afable Bob, la nueva pareja de Joyce Byers (Winona Ryder), oportunidad que los Duffer aprovechan para introducir el guiño más meta de la temporada.

Pero no os preocupéis, los nuevos personajes no eclipsan a los antiguos (con excepción de la hermana de Lucas, que se va a convertir con toda seguridad en la sensación de los próximos meses, y si no, acordaos), sino que los recién llegados se suman a la historia de forma orgánica, dejando que los personajes que ya conocemos lleven las riendas de la temporada. David Harbour redondea a su Jim Hopper con una interpretación si cabe más humana y matizada, Joyce empieza la temporada tranquila, pero acaba tan deliciosa y conmovedoramente histérica como la primera vez (aunque Ryder le ha cogido mejor el punto al personaje y está más equilibrada), y Steve Harrington (Joe Keery) continúa su proceso de reinvención para alzarse como héroe y candidato a ser uno de los personajes más queridos de la serie (el Team Steve va a aumentar considerablemente), sin olvidar a Nancy (Natalia Dyer), aun más fuerte y guerrera que el año pasado (Molly Ringwald Redux). Pero son los niños los que vuelven llevarse la serie de calle, especialmente Dustin (Gaten Matarazzo), Will (Schnapp se deja la piel en la recta final) y, por supuesto, Eleven (Millie Bobby Brown), cuyo enigmático pasado forma parte central de una temporada en la que la niña sigue evolucionando y descubriendo el alcance de sus poderes, de camino a convertirse en una auténtica superheroína (o mutante, que quizá sería más adecuado en este caso) y destapando a su vez una trama con mucho potencial para próximas temporadas.

Stranger Things 2 demuestra que a veces más sí es mejor. Aunque por momentos corre el riesgo de perderse en la ambición de hacerlo todo más grande, la serie sale siempre a flote gracias a una historia que extiende su mitología de la forma más adictiva y emocionante, empleando el mismo cóctel de aventuras, acción, ciencia ficción y humor que hizo de la primera un triunfo absoluto. Pero lo mejor es que la nueva temporada no se limita a reproducir el esquema de la primera, sino que se ocupa de avanzar la historia explorando las consecuencias de lo ocurrido mientras sigue desarrollando a sus personajes, en el caso de los más jóvenes orientándolos hacia la adolescencia, a la maduración que suele ocupar el núcleo de las cintas juveniles de los 80 en las que se basa la serie y que aquí nos deja momentos muy divertidos y entrañables.

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Como en la primera temporada, los nuevos capítulos de Stranger Things se pasan en un suspiro (cuando menos te lo esperas, aparecen los créditos finales), indicio de que no se ha desperdiciado ni un solo minuto, y están plagados de imágenes memorables, frases para estampar camisetas y ese cariño que hace que el espectador se involucre a otro nivel. Stranger Things es entretenimiento de altura, un producto masivo digno, de los que cuesta mucho encontrar y no tanto desprestigiar con un “pues no es para tanto”. Está claro que los que han acabado saturados con ella o no se tragaron la píldora nostálgica, no solo no disfrutarán de la segunda, sino que esta le dará mucha más munición para criticarla. Pero si, como yo y tantos otros, os dejasteis conquistar por la propuesta de los Duffer, Stranger Things 2 es otro arcón sin fondo para explorar en el desván, un mapa del tesoro en el que no importa tanto llegar a la X, sino disfrutar de las emociones fuertes que nos depara la búsqueda.

Pedro J. García

Nota: ★★★★½