‘Snowpiercer’, o cómo malgastar una buena premisa en una serie del montón

El anuncio del reboot televisivo de Snowpiercer (Rompenieves) en 2018 no fue recibido precisamente con entusiasmo. La película dirigida por Bong Joon-ho y protagonizada por Chris Evans y Tilda Swinton estaba demasiado reciente, y aunque no había sido un éxito comercial, su ambición y riesgo a la hora de adaptar la novela gráfica de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette había dejado satisfechos a muchos. ¿Qué necesidad había de hacer otra versión tan pronto?

Los reboots, remakes y franquicias son el pan de cada día en Hollywood, y aunque en la mayoría de casos denotan una evidente falta de ideas y poca fe en la viabilidad de lo original, en ocasiones salen bien. La de Snowpiercer es una premisa de la que se podía sacar mucho partido más allá del film, especialmente ahora que el mundo se encuentra en plena revuelta social y política. Así que pensándolo bien, una serie ambientada en su universo no me sonaba a tan mala idea. Por desgracia, me equivocaba.

Desde que el proyecto entró en desarrollo en 2015 (solo dos años después de la película y con Bong Joon-ho como productor ejecutivo), no dejaron de sucederse los problemas en la producción. Paradójicamente, nadie se ponía de acuerdo en qué dirección debía tomar la serie, lo que desembocó en las clásicas diferencias creativas entre la productora, el director del piloto, Scott Derrickson (realizador de Doctor Strange y futuro director de la secuela de Dentro del Laberinto), y el guionista Josh Friedman (Terminator: Las crónicas de Sarah Connor).

Friedman fue despedido y Derrickson se negó a regresar para regrabar el piloto que ya había dirigido y con el que la cadena, TNT, no estaba contenta. En un comunicado, el director defendió el guion de Friedman y aseguró que el piloto estaba entre sus mejores trabajos, pero el nuevo showrunner, Graeme Manson (Orphan Black), tenía “una visión radicalmente distinta para la serie”. Tras varios retrasos en el estreno y vaivenes entre cadenas, finalmente Snowpiercer inició su marcha en mayo de 2020, con Netflix como distribuidora internacional.

Hay casos en los que un proyecto que atraviesa miles de dificultades durante su producción y rodaje, acaba dando excelentes resultados (Mad Max: Fury RoadAl filo del mañana), pero desafortunadamente, no es el de Snowpiercer. Desde el primer capítulo salta a la vista el tira y afloja que ha sufrido tras las cámaras, y en el que ha salido victoriosa la visión más convencional y aburrida para adaptar la historia.

Para quien no esté familiarizado, Snowpiercer es una distopía de ciencia ficción que transcurre a bordo de un enorme tren de 1.001 vagones perpetuamente en marcha atravesando el mundo tras ser desolado por una nueva edad de hielo que ha acabado con casi toda la humanidad. Los supervivientes se encuentran en el tren divididos por categorías, con la élite en los vagones más cercanos al motor y los más oprimidos en la cola. A través de esta alegoría social, Snowpiercer pretende abordar cuestiones de clase, política e injusticia social. Lo malo es que, al contrario que Bong Joon-ho, han elegido la manera menos excitante y provocadora de hacerlo.

La serie cuenta con un estupendo reparto liderado por Daveed Diggs (Hamilton) y Jennifer Connelly (ganadora del Oscar por Una mente maravillosa) en su primera serie como protagonista. El guion no repite la trama de la película, sino que explora otros personajes e historias en el mismo escenario. Y aunque esto sea buena idea, aquí es donde encontramos su fallo principal. La distopía es un subgénero bastante proliferante en la última década, desde Los Juegos del Hambre hasta la reciente El hoyo (que guarda bastantes similitudes con Snowpiercer), pasando por la serie Black Mirror. Por ello, para que una serie distópica destaque, debe buscar algo que la diferencie de las demás. Y para Snowpiercer, ese algo es un componente de investigación criminal que la convierte por momentos en una serie procedimental policíaca del montón.

A juzgar por sus primeros capítulos, está claro que TNT quería una serie de atractivo general, algo que pudiera ver un público amplio, aunque fuera a costa de sacrificar el componente más excéntrico y provocador de la película en favor de un misterio. Convirtiendo al protagonista Diggs) en un investigador a lo CSI y centrándose tanto en el asesinato que está intentando resolver, la serie diluye sus elementos más interesantes y resta impacto a la feroz alegoría social que debería guiarla en su trayecto. Y lo mismo ocurre con su apartado visual y artístico, donde también han optado por el acabado más genérico posible. Por no hablar de los irregulares efectos digitales y las chirriantes diferencias de tamaño entre vagones (unos tienen dimensiones normales mientras otros parecen el Madison Square Garden).

Eso sí, no todo es malo. El personaje de Connelly es intrigante y su giro al final del primer capítulo nos hace intuir muchas capas. Ella es todo elegancia y precisión interpretativa, como siempre, pero el guion no está a la altura (hay que ver lo mal que ha elegido siempre sus proyectos). Por otro lado, tenemos a la infravaloradísima Alison Wright, actriz de FeudThe Americans Castle Rock que suele darnos grandes interpretaciones sin recibir el reconocimiento que merece. Y por último, en los dos primeros episodios hay acertados destellos de humor que podrían marcar el camino a seguir, aunque el soporífero tercer capítulo nos indique que tampoco está excesivamente interesada en explotar ese aspecto.

Quizá me esté precipitando al juzgarla solo por tres episodios, porque no sería la primera vez que un arranque decepcionante da paso a una buena serie, pero el futuro de Snowpiercer no parece muy alentador. La trama central es aburrida y está llena de clichés televisivos y la originalidad brilla por su ausencia. Había mucho potencial, pero al despojarla del ingrediente más crudo y valiente de la película, Snowpiercer se queda en una serie común más. Que se pare el tren, que yo me bajo.

Crítica: Snowpiercer (Rompenieves)

Snowpiercer Chris Evans

Tras un fallido experimento científico diseñado para acabar con el calentamiento global, la Tierra se ha convertido en un gran erial blanco sin vida, sumergido en una nueva era glacial. Los últimos seres humanos que quedan en el planeta viven, sobreviven o malviven en el único tren en funcionamiento, el Rompenieves (Snowpiercer), una impresionante máquina de última generación que da la vuelta al mundo sin detenerse y cuyo ciclo de rotación dispone el calendario para sus habitantes. Están segregados en los distintos vagones del tren, organizados para suministrar las necesidades básicas para la vida en un ecosistema artificial; y divididos de manera que la clase explotada sufre hambre y frío en la cola y la clase alta disfruta de una vida de exceso y privilegio en los primeros vagones. Movido por el deseo de conocer los secretos del tren y liberar a los suyos del yugo de la dictadura, Curtis (Chris Evans), se embarcará en una aventura que le llevará de la cola hasta la sala de máquinas del tren.

guia.inddTanto el relato como el imponente acabado visual de Snowpiercer recuerdan al Terry Gilliam de Brazil y 12 monos -aunque el cómic en el que se basa es anterior. Remontándonos aún más en la historia del sci-fi, Joon-ho Bong, aclamado director de The Host y Memories of Murder dispone las capas de la sociedad de clases de manera que su film también evoca necesariamente al mundo de Metrópolis de Fritz Lang, solo que la sociedad de Snowpiercer se estructura de manera horizontal en lugar de vertical. La película propone un fascinante microcosmos sociopolítico condensado y estratificado que Bong levanta a partir del cómic homónimo de Jacques LobJean-Marc Rochette y Benjamin Legrand. Este erige un universo increíblemente rico en detalles, habitado por personajes excéntricos -de los que destaca la divertidísima Mason, una impresionante nueva transformación física de Tilda Swinton-, y cuya inventiva y originalidad es directamente proporcional a las restricciones y trabas que supone una propuesta de estas características.

Quizás puede echársele al film cara una excesiva duración (tengo mucha curiosidad por saber si la versión recortada de los Weinstein suple este problema), que hace que se resienta sobre todo en su excesivamente alargado clímax, y carga la historia de más peso filosófico y melodramático del que puede aguantar. Por muy necesarias que sean todas esas reflexiones trascendentales y existencialistas para dotar de sentido completo a la película, estas acaban lastrando el ritmo, y haciendo que el final parezca no llegar nunca. Algo perdonable en cualquier caso, porque Snowpiercer es una obra magna, increíblemente ambiciosa y arriesgada, un trabajo de orfebrería fantástica cuyos fallos y aciertos la convierten en una película única. A lo largo del tren, vagón a vagón, Snowpiercer nos involucra a base de acción de primera, afiladísima sátira y sorprendente sentido del humor -atención a la secuencia del vagón escuela-, en una apasionante lucha de clases, conduciéndonos en última instancia hacia el declive de la raza humana. No cabe duda, Snowpiercer es ciencia ficción distópica en su forma más perfecta.

Valoración: ★★★★

11ª Muestra SyFy de Cine Fantástico: Primera jornada (Viernes)

11-muestra-syfy-de-cine-fantastico-427x600“Once años ya. Esto no habría sido posible sin vosotros”, decía anoche Leticia Dolera antes de presentar la primera película del día en La Muestra SyFy de Cine Fantástico, en los cines Callao de Madrid. Parece una afirmación demasiado obvia, pero no se debe pasar por alto. Como se lleva demostrando ya más de una década, lo más importante de La Muestra es su público. El perfil está claro, y Dolera se encarga cada dos por tres de recordarlo: ¡frikis! En este ambiente de comunidad y refugio sí podemos usar ese término sin ningún tinte despectivo, (re)apropiándonos de él. La Muestra es una celebración continua, del friki, del cine maldito, del fantástico, del terror y la ciencia ficción, de cineastas arriesgados y dementes, también de primerizos, una fiesta de vísceras, monstruos y tetas a la que se va a pasárselo bien (algunos demasiado bien) y a vivir las películas de otra manera, como si uno estuviera en el salón de su casa con 900 amigos.

El pasado jueves 6 por la noche tuvo lugar en Callao el preestreno de la película 300: El origen de un imperio -podéis leer mi crítica aquí-, que sirvió como inauguración de La Muestra, y que fue precedido de un vídeo-saludo personal de Eva Green. Pero antes de la proyección recibíamos como siempre a nuestra anfitriona colega Leticia Dolera, la imagen de marca del festival, una cachonda como pocas que en su “discurso” spoileó Gravity a traición y soltó perlas como que Maniac podría ser española porque sale Elijah Wood o que Eduardo Noriega (que estará en La Muestra) es famoso por Tesis, Abre los ojos… y un anuncio. También hubo hueco para los clásicos. No podía faltar la rima favorita de Leticia: “Canino” “Pa tu culo mi pepino”, que yo creo que podríamos patentar ya como el slogan oficial de La Muestra.

Una cosa que ha quedado clara en lo que llevamos de 11ª Muestra es la huella que dejó en el público la edición del año pasado. No han faltado menciones a Huevón (nuestro personaje favorito de Dead Sushi) ni tampoco los aplausos a la luna, práctica ya arraigada que viene de la absurda y enloquecida proyección de Boneboys, película con un incontable número de planos de transición que mostraban la luna llena, y que nos hizo percatarnos después de la enorme cantidad de veces que se recurre al mismo plano en el cine fantástico. Porque la gente que va a La Muestra va con ganas de vivir una experiencia interactiva, de hablar con Leticia, por Twitter o a grito pelao, de hacer reír al resto de la sala con sus comentarios (aunque algunos se podían callar un rato, la verdad), de expresar su pasión incontenida por Nicolas Cage cada vez que aparece en la cortinilla del canal SyFy, de celebrar lo que les gusta y abuchear lo que no. Por eso cuando Dolera mencionó Snowpiercer, Callao se vino abajo, porque era la película más esperada de La Muestra, y una de las cintas de ciencia ficción más deseadas por los aficionados al género.

Tras la primera noche daban comienzo, el viernes 7 a las 15:45, las jornadas maratonianas de La Muestra. El primer día pudimos ver cinco películas, diez horas seguidas de cine fantástico que dieron para mucho. A continuación os cuento lo que vimos:

Maniac-2012-PosterManiac (Franck Khalfoun, Estados Unidos, Francia, 2012)

Mucha expectación había alrededor de Maniac, remake de la película de 1980 dirigida por William Lustig, que además ejerce como productor en la nueva versión, y protagonizada por el abogado de la causa fantástica Elijah Wood. Maniac es un cuento perturbado, con un aire inconfundible a giallo y a grindhouse, narrado en primera persona, y protagonizado por un asesino en serie con mommy issues que haría tener sueños húmedos a Freud. Lo más llamativo de Maniac es que está rodada casi íntegramente desde el punto de vista del asesino -solo vemos a Wood cuando este se ve reflejado en un espejo u otra superficie, o un par de veces que Khalfoun decide saltarse la regla aleatoriamente. Esto refuerza el realismo de las imágenes, haciendo que los asesinatos resulten más crudos, casi documentales, pero sobre todo obliga al espectador a ponerse literalmente en la piel del asesino, que es de lo que se trata. Obviando agujeros en la historia y diálogos acartonados (o quizás gracias a ellos), Maniac es por lo general una experiencia satisfactoriamente inquietante y desconcertante, co-escrita, por cierto, por Alexandre Aja (Alta tensión, Las colinas tienen ojos). [Podéis leer la crítica de Maniac por David Lastra aquí]

Frankensteins-ArmyFrankenstein’s Army (Richard Raaphorst, Países Bajos, EEUU, República Checa, 2013)

Desbarrada cinta bélico-fantástica rodada al estilo de las found-footage tipo Bruja de Blair, sobre un grupo de soldados de la Unión Soviética que se adentran en la Alemania nazi cerca del final de la Segunda Guerra Mundial. Allí encuentran una antigua fábrica llena de grotescas criaturas mitad cadáver, mitad robot (según los créditos “zombots”), diseñadas para la batalla por un tal Doctor Frankenstein. Frankenstein’s Army supone todo un despliegue de imaginación, sobre todo en lo que respecta a los alocados diseños de los zombots, a medio camino entre el steampunk y los enemigos de los Power Rangers, y al igual que Maniac, propone una experiencia en primera persona, que en esta ocasión se asemeja más a un videojuego survival horror/shoot’em up. Acompañamos a los soldados por los macabros pasillos y recovecos ocultos de la fábrica (excelente ambientación de pesadilla), donde nos vamos topando con los enemigos a la vuelta de cada esquina, hasta que llegamos al jefe final, un Doctor Frankenstein que nos da un par de grandes momentos (ese cerebro mitad nazi, mitad rojo), pero que también da paso a un desenlace alargado y pesado hasta la extenuación.

We-Are-What-We-Are-PosterWe Are What We Are (Jim Mickle, Estados Unidos, 2013)

Melodrama de terror del director de Vampiros del hampa, sobre una reservada familia que se reafirma en la práctica de su fe y sus costumbres ancestrales tras la muerte de la madre. Ante la ausencia de la figura materna, son las hermanas mayores, Iris y Rose, las que asumen las responsabilidades del hogar de los Parker. Y estas responsabilidades van mucho más allá del cuidado de su hermano pequeño o atender a las necesidades de su desequilibrado padre. Se extienden hacia el sótano, donde guardan el secreto sobre su familia. El extraño comportamiento de los Parker llama la atención de la policía local, que inicia una investigación al respecto, y que, por supuesto, nos destapa la horrible verdad sobre la familia. We Are What We Are es un cuento de terror gótico, según el propio director inspirado en el cine de Michael Haneke y el terror japonés. Efectivamente, el ritmo pausado y la tensión psicológica dominan casi todo el metraje, hasta que llegamos al psicótico clímax. El secreto sale a la luz (mucho más tarde de lo que debería), los Parker revelan su verdadero rostro y la película concluye con un frenético baño de sangre que ayer desató las carcajadas más fuertes de La Muestra.

snowpiercer-international-posterSnowpiercer (Joon-ho Bong, Corea del Sur, EEUU, Francia, República Checa, 2013)

Como decía, Snowpiercer era la película más esperada de La Muestra de este año. Y no decepcionó. Quizás puede echársele en cara una excesiva duración (no, si al final los Weinstein van a tener razón en lo de querer cercenarla un poco), que hace que se resienta sobre todo en su excesivamente alargado clímax. Por muy necesarias que sean todas esas reflexiones para dotar de sentido completo a la película, acaban lastrando el ritmo. En fin, algo perdonable en cualquier caso, porque Snowpiercer es una obra magna, increíblemente ambiciosa y arriesgada, llena de aciertos. El film, deudor del Terry Gilliam de Brazil y 12 monos, propone un fascinante microcosmos sociopolítico condensado y estratificado en los vagones de un tren permanentemente en marcha que contiene a los únicos supervivientes de la raza humana tras una glaciación provocada por el hombre. Joon-ho Bong, aclamado director de The Host y Memories of Murder, levanta a partir del cómic de Jacques Lob, Jean-Marc Rochette y Benjamin Legrand un universo increíblemente rico en detalles, y dispone las capas de la sociedad de clases como Metrópolis de Fritz Lang, pero de manera horizontal en lugar de vertical. El levantamiento de la tripulación de la cola, la capa más baja de la sociedad del Rompenieves, liderados por Chris Evans, nos conduce a lo largo del tren, vagón a vagón, a base de acción de primera, afiladísima sátira y sentido del humor, en una apasionante lucha de clases y hacia el declive de la raza humana. Snowpiercer es por tanto ciencia ficción distópica en su forma más perfecta.

11ª Muestra SyFy de Cine Fantástico: Inauguración – 300: El origen de un imperio (crítica)
11ª Muestra SyFy de Cine Fantástico: Primera jornada (Viernes)
Crítica extendida de Maniac por David Lastra
11ª Muestra SyFy de Cine Fantástico: Segunda jornada (Sábado)