Crítica: Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge)

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Han pasado diez años desde la última vez que Mel Gibson se puso tras las cámaras para dirigir una película. Apocalypto vio la luz en 2006, el mismo año que el actor y director desató la polémica con unas controvertidas declaraciones antisemitas realizadas mientras era detenido bajo los efectos del alcohol, palabras que le han seguido, y le seguirán, hasta el final, y que son solo uno de los muchos escándalos que ha protagonizado. Hollywood condenó a Gibson al ostracismo profesional (según él mismo) y su popularidad descendió estrepitosamente. Desde entonces, el oscarizado director de Braveheart ha intentado enmendar sus errores y se ha embarcado en un viaje personal que le ha llevado a la que es su primera película en una década, Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge), cinta bélica ambientada en la II Guerra Mundial con la que el director realiza su comeback y pide absolución.

Aunque es difícil separar al artista de la obra, y en este caso en particular prácticamente imposible (no solo por su bocaza, sino también porque se respira su ideología en cada plano), Gibson nos da suficientes razones como para que dejemos a un lado su personalidad y nos centremos en su talento como cineasta. Hasta el último hombre es cine bélico de inclinación académica, un trabajo clasicista y 100% hollywoodiense en el que se nos habla sobre los horrores de la guerra a través de la sobrecogedora historia real de Desmond Doss (Andrew Garfield), un cristiano objetor de conciencia que salvó a 75 hombres durante la sangrienta batalla de Okinawa sin llevar una sola arma encima. Doss se alistó al Ejército movido por su convicción de que la guerra está justificada, pero se niega a matar. De esta manera se convirtió en el único soldado norteamericano que luchó en primera línea de la II Gerra Mundial sin tocar un arma, no sin antes enfrentarse al rechazo de sus compañeros de batallón y la resistencia de sus superiores. Tras ganar un juicio de guerra por su negativa a coger un arma, Doss ejerció como médico del ejército en Japón, curando a soldados mientras esquivaba el fuego enemigo y evacuando él solo a sus compañeros heridos, labor que le llevó a convertirse en el primer objetor de conciencia galardonado con la Medalla de Honor del Congreso de los Estados Unidos.

Con Hasta el último hombre, Gibson lleva a cabo una emocionante e inspirada reflexión sobre la guerra y el pacifismo, para la que se vale de las escenas más violentas y viscerales que hemos visto últimamente en una pantalla de cine. La primera mitad de la película se dedica a construir detenidamente la personalidad del protagonista, brillantemente interpretado por Andrew Garfield, que refleja con absoluta maestría el recorrido personal de Doss, su profunda y hasta inocente convicción, su ilusión por vivir, la perseverancia, el terror al entrar en el campo de batalla, y en última instancia el valor, y el sacrificio. Respaldado por un excelente reparto de veteranos y jóvenes talentos (de los que destacan el prometedor Luke Bracey y una fantástica Teresa Palmer), Garfield realiza la que será sin duda una de las hasta_el_ultimo_hombre_poster_oficial_jpg_85interpretaciones de su carrera, un trabajo comprometido y encarnado en el que Gibson encuentra el perfecto vehículo para transmitir sus ideas y sumergir al espectador dentro de una experiencia cinematográfica tan horrible como envolvente y desbordante, una pesadilla real de la que se sale con el corazón en un puño.

Eso sí, como hemos adelantado, la pasión de Gibson a la hora de contar la historia deja al descubierto su indudable fanatismo religiosoHasta el último hombre es un film decididamente adoctrinador, un relato hagiográfico sobre un héroe cristiano que, haciendo honor a las sagradas escrituras, está dispuesto a sacrificarse por el bien de la humanidad. Afortunadamente, esto no estropea la brutal experiencia que supone la película, ya que al final, las ideas que subyacen de la historia son universales y no particulares a ningún dogma concreto. Durante sus perfectamente coreografiadas y montadas secuencias en el campo de batallaHasta el último hombre supone un golpe sin miramientos al espectador, un mazazo que aturde y remueve por dentro. El horror que vivimos junto a Doss se va transformando en esperanza, en fe. Pero no fe en la religión o el ser divino que motiva al protagonista y que Gibson claramente presenta convencido de ser la verdad absoluta, sino en la bondad innata del ser humano y su capacidad para el sacrificio, la compasión y la paz. He ahí la verdad absoluta que hay en Hasta el último hombre, una idea que Gibson transmite de manera tan eficaz, con un dominio tal de la cámara y la tensión narrativa, con tanta emoción, que no queda más remedio que darle esa segunda oportunidad.

Pedro J. García

Nota: ★★★★

Crítica: Nunca apagues la luz

Con las sagas Saw, InsidiousExpediente Warren, James Wan ha dado forma al terror comercial de hoy en día, y mientras él concentra sus esfuerzos actuales en el cine de acción (dirigió Fast & Furious 7 y está a cargo de Aquaman), deja que sus acólitos continúen su labor terrorífica. Lo comprobamos en Nunca apagues la luz (Lights Out), producida por el solicitado director australiano. Se trata del primer largometraje de David F. Sandberg, en el que el director (cuyo siguiente proyecto es Annabelle 2) convierte su propio corto viral de 2013 en una nueva cinta de terror estilizado con mimbres para saga. Es decir, Nunca apagues la luz lleva el sello Wan, que en este caso es lo mismo que decir que lleva el sello de cualquier cinta de miedo diseñada para multisalas.

Estamos ante otra historia de fantasmas con asuntos pendientes que atormentan a una familia y aterrorizan al respetable con mil y un sobresaltos atronadores. En este caso, la familia es el paradigma de lo disfuncional, lo que da pábulo al componente melodramático que últimamente tampoco puede faltar en el terror mainstream. Rebecca (Teresa Palmer) se fue de su casa hace años, huyendo de sus miedos de la niñez y de los problemas con su madre (Maria Bello), que sufre trastornos mentales desde muy joven. Cuando su hermano pequeño, Martin (Gabriel Bateman), experimenta los mismos sucesos inexplicables que ella cuando era pequeña, Rebecca revive su terrorífico pasado y decide proteger a su hermano de un ente aterrador que tiene una conexión muy estrecha con su madre.

Lo que hace que Nunca apagues la luz se desmarque del resto de títulos similares es lo que los angloparlantes llaman su “gimmick“, es decir, una particularidad o un truco que la define y (en un principio) la distingue de entre un mar de clones. En este caso, la gracia de la película es que su monstruo o fantasma solo puede verse y materializarse para atacar a sus víctimas en la oscuridad. Es decir, Diana, que es como se llama la dulce criatura, queda impedida por la luz, principal arma que los protagonistas usarán para defenderse de ella. Esto proporciona a Sandberg un campo de juego muy interesante, que desafortunadamente no aprovecha del todo. Sobre todo al principio, el truco de apagar y encender las luces una y otra vez hasta dar el susto de muerte resulta efectivo y deja un par de imágenes espeluznantes y momentos ingeniosos, pero a la larga no es suficiente para sostener una película que de base no tiene mucho más que ofrecer.

Donde Nunca apagues la luz sale más airosa es en la construcción de personajes y la labor interpretativa de su reparto (Palmer y Bello están estupendas). Aunque Rebecca y su familia no dejan de ser clichés a la altura del mismo misterio de siempre, al menos Sandberg se esfuerza por trabajar a sus protagonistas, algo en lo que la mayoría de películas de miedo actuales no destacan (y una de las características que ha hecho que Expediente Warren sea un éxito de público y crítica). Al hacer énfasis en la vulnerabilidad de una familia desintegrada y no caer en el esquema del slasher (donde las víctimas intercambiables van cayendo una a una), Nunca apagues la luz busca una conexión con el espectador que consigue por momentos (a pesar de ese niño insoportable, sobreactuado y empalagoso que demuestra la importancia de elegir bien a los actores infantiles). Sin embargo, aun con sus loables esfuerzos, Sandberg no puede evitar que su atractiva premisa se convierta en el enésimo cuento de miedo cortado exactamente por el mismo patrón de casi todas sus coetáneas, un déjà vu fílmico que bebe del J-Horror para construir otra película-casa del terror o mejor dicho, el equivalente cinematográfico a uno de esos vídeos con susto que se solían mandar por Whatsapp.

Nunca apagues la luz va por buen camino al concretar los demonios personales de la familia protagonista (como Babadook, pero más de diseño), mientras apela al miedo irracional a la oscuridad, a esa silueta que nos asusta y desaparece cuando encendemos la luz y, como Freddy Kruger, nos mantiene desvelados toda la noche. Sin embargo, en lugar de emplear estos interesantes elementos para crear un producto que de verdad se nos meta en la piel, cae en el convencionalismo del terror en cadena (que da mini-infartos, pero no miedo) y nos deja un film a medio cocer que sí, puede servir para pasar un rato, pero se olvida nada más terminar. Algo ha fallado cuando, la noche después de ver la película, uno no necesita encender la luz para dormir.

Pedro J. García

Nota: ★★½

Nocturna Festival de Cine Fantástico de Madrid 2015 – Segunda crónica

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It Follows (David Robert Mitchell, 2014)

DÍA 3

June (Estados Unidos, 2015) OFICIAL FANTÁSTICO

juneL. Gustavo Cooper se acercó el miércoles al Nocturna para presentarnos su nueva película, June, en primicia para los espectadores del festival. Según nos contó el director de Los Ángeles, éramos los primeros en verla (y no es por ser cruel, pero seguramente seremos de los pocos que lo hagamos). June es una historia clásica de niña creepy con poderes extraños que nos recuerda inevitablemente al Damien de La profecía y sobre todo a la más tullidita Carrie. June es una huérfana que ha pasado por varios hogares adoptivos. De carácter retraído, la niña solo habla con su “amiga imaginaria“, Aer, una presencia hostil estrechamente vinculada a ella a la que la niña debe controlar para que no destruya todo a su alrededor. Los nuevos padres adoptivos de June (Victoria Pratt, y atención, Casper Van Dien, que sigue vivo y se ha convertido en un McDreamy con barba canosa y pinta de DILF) proporcionan a la niña un hogar cálido y la posibilidad de tener una familia de verdad. Sin embargo, Aer les pondrá las cosas difíciles, haciendo que se replanteen la responsabilidad de educar a una niña problemática como June. El mayor acierto de la película es sin duda la pequeña Kennedy Brice (Molly en The Walking Dead), que a pesar de no ser ningún prodigio, encaja perfectamente en el perfil de niña inquietante con mirada hipnótica. Por lo demás, June es un film bastante básico y algo rudimentario, un trabajo rodado en digital con bajo presupuesto en el que se nota la falta de recursos. Eso sí, aunque no sea una propuesta original, al menos evita el tópico de la posesión demoníaca, dándole al misterio un enfoque místico relacionado con la naturaleza.

Pedro J. García

Kill Me Three Times (Australia/Estados Unidos, 2014) OFICIAL FANTÁSTICO

kill-me-three-times-posterAl igual que la mayor parte del público angloparlante y muchos de los espectadores de esta sesión del Nocturna, me confieso seguidor de Simon Pegg. Desde su trilogía del Cornetto, hasta sus dominios como rey freak mainstream en las franquicias de Star TrekMisión: imposible, pasando por cualquier comedieta en la que no aparezca más de cinco minutos haciendo un par de muecas. Fan fatal. Por esa razón, me encontraba más que predispuesto ante esta película, una cinta que de primeras no pegaba mucho dentro de la sección oficial de este festival… y que después de haberla visto, aún menos. La floja dirección de Stenders intenta dar vida al endeble guión de McFarland intentando conseguir una dinámica de acción y humor al más puro estilo Tarantino-Ritchie, lo que podríamos llamar “cine con cojones“, con todas las connotaciones negativas que pueda tener esa expresión desde un punto de vista Bechdeliano, pero sin llegar a acercarse ni por asomo al temple de esos dos referentes. Bajo la manida fórmula de la fragmentación, nos vamos enterando de los tejemanejes de una serie de losers por tierras australianas. Adulterio, fraude, asesinatos… Un catálogo de crímenes y miserias del ser humano contadas sin gracia ni cabeza. El absurdo nunca es un problema, si se sabe hacer bien y este no es el caso. Mucho más interesante que la película es la identificación de las caras reconocibles del reparto, un aspecto que hace que la experiencia sea aún más fallida ya que entra en juego el “lo que podría haber sido”. Además de Pegg, nos encontramos con la omnipresente Alice Braga (On the RoadCiudad de Dios), Teresa Palmer (protagonista de Memorias de un zombie adolescente), Luke Hemsworth (cuñado de Elsa Pataky en la vida real) y Callan Mulvey (el mismísimo Drazic de la serie de televisión Los rompecorazones). ¿Quién se salva de ellos y ellas? Pues nadie, digamos que Simon Pegg en alguna escena porque es nuestro niño bonito, pero nada más.

David Lastra

The Midnight Swim (Estados Unidos, 2014) OFICIAL DARK VISIONS

midnight_swimLa doctora Amelia Brooks desaparece durante una inmersión en el profundo Spirit Lake, lago en el que ningún buceador ha logrado alcanzar el fondo. Sus tres hijas se reúnen en la casa junto a ese lago para despedirse de su madre y arreglar los asuntos familiares. Día tras día van sumergiéndose más en las leyendas y misterios existentes alrededor de Spirit Lake. Lo que vemos en The Midnight Swim es el material grabado por una de las hermanas, que lo capta todo con su cámara a lo largo del día. Este formato ya tiene pocas sorpresas que dar, pero puede seguir dando buenos resultados. En el caso de este largometraje se queda a medio camino de conseguir algo realmente destacable. La línea que separa lo sutil de lo vacuo es peligrosamente fina a veces, y en este caso es la mayor amenaza de la película. Realmente es necesario conocer el trasfondo familiar y la relación entre las tres protagonistas para meterse en la película, pero cuando se sacrifica esa historia casi completamente para dar prioridad al día a día de las hermanas se pierde el propósito y la película se estanca. Las pinceladas sobre la mitología que rodea el lago son insuficientes, pero dan lugar a unas cuantas secuencias con una atmósfera de misterio muy conseguida que si no fueran mostradas con cuentagotas tendrían un efecto impacto mayor.

Daniel Andréu

It Follows (Estados Unidos, 2014) PANORAMA

cartel-baja1Para disfrutar mejor de It Follows es mejor no saber nada de ella. No haber leído nada de nada, ni haber visto ni un simple fotograma promocional. Realmente no deberías ni estar leyendo esta pequeña reseña. De todas maneras, prometo no revelar ni lo más mínimo del argumento, solo elevaré tu hypeIt Follows es el único producto cinematográfico de las últimas décadas que merece ser considerado como clásico dentro del cine de Terror. No estamos ante una cinta que basa sus sustos en golpes de sonido que atronarían al mismísimo Hans Zimmer, como las parafernalias infantiloides perpetradas por James Wan y compañía en las mil Insidious y demás sucedáneos, o de la casquería y sadismo sin sentido de las chorradas ideadas por el mismo Wan en la saga Saw y las copias que surgieron a tras su éxito. El film de David Robert Mitchell es un ejemplo de elegancia y saber hacer. Una historia perfectamente articulada, dirigida, interpretada, musicada (Disasterpeace, ya te tengo en mi agenda), fotografiada que juega con el ritmo cardíaco del espectador desde el primer minuto (¡qué pasada de escena inicial!) y no nos deja en paz hasta la llegada de los títulos de crédito (o eso pensamos). It Follows está hecha del material con el que se hacen las pesadillas y ha venido a jodernos el resto de las solitarias noches de nuestras vidas.

David Lastra

Fear Clinic (Estados Unidos, 2014) OFICIAL MADNESS

fear clinicRobert Hall es un prolífico diseñador de maquillaje con una dilatada carrera en el cine (Supersalidos, Paranormal Activity) y la televisión (Buffy, Angel, Firefly, Teen Wolf, Grimm). En 2009 dirigió Fear Clinic, una webserie de cinco episodios que ha convertido en película gracias en parte a una campaña de financiación en Kickstarter. Protagonizada por Robert Englund (acompañado de un reparto joven de rostros televisivos como Cleopatra Coleman, Felisha Terrell o ese fail humano que es Thomas Dekker), Fear Clinic cuenta la historia de un grupo de jóvenes afectados por el trastorno por estrés postraumático después de vivir un tiroteo en un restaurante. La Clínica del Miedo del Doctor Andover (Englund) proporciona a sus pacientes un tratamiento para vencer los miedos pre-existentes que se han agudizado desde el “incidente” o las nuevas fobias generadas a partir del mismo. La “máquina del miedo” parece funcionar con éxito, pero con el tiempo, los miedos regresan a la vida de los pacientes a la vez que una presencia amenazante que parece surgir de la máquina los acecha. Ese es el argumento muy a grandes rasgos de la película, pero creedme cuando os digo que he hecho que suene mucho más coherente de lo que en realidad es. Fear Clinic no tiene ni pies ni cabeza y su historia transcurre a base de ideas (algunas incluso buenas) lanzadas al aire a ver qué sale. Ni Hall ni nadie involucrado en esta película sabe a ciencia cierta qué nos está contando, pero lo peor no es eso, sino que en lugar de dar rienda suelta a lo bizarro, como haría una buena película de Serie B (y como invitaba su argumento), se toma en serio y da prioridad al drama, desperdiciando por completo la figura del mad doctor de Englund. Los penosos efectos digitales y la ineptitud de Hall para crear la atmósfera adecuada (luces parpadeantes durante media hora de película = mala idea) acaban hundiendo por completo la película, que únicamente se salva por unos cuantos sustos bien dados.

Pedro J. García

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Exeter (Marcus Nispel, 2015)

DÍA 4

Liza the Fox-Fairy (Hungría, 2015) OFICIAL FANTÁSTICO

liza-fox-fairy¿Qué clase de animal tenemos aquí? Liza the Fox-Fairy es difícil de catalogar. Lo que está claro es que es una propuesta decididamente diferente y alternativa a lo que acostumbramos a ver en el Nocturna. Digamos que Liza the Fox-Fairy es una comedia musical surrealista euro-japonesa semifantástica o un cuento fabuloso de fantasmas y leyendas protagonizado por una Amélie yeyé. Sí, todo eso. Liza es una enfermera solitaria e introvertida que cuida de una anciana, viuda de un general japonés. Su único amigo es el fantasma de un cantante de pop japonés al que solo ella ve. El cantante está enamorado de ella y los celos le llevan a convertir a Liza en un hada (fox-fairy), una maldición que hace que todos los hombres que se interesen por ella mueran horriblementeLiza the Fox-Fairy es un experimento muy peculiar, hace gala de un exquisito humor absurdo que seguramente haría las delicias de Wes Anderson, y bajo su velo de inocencia y candor hay mucha acidez e incluso mala leche. Su excelente protagonista, Mónika Balsai es todo un descubrimiento. Energética, excéntrica y estéticamente muy golosa (colores pastel, vestuario y diseño de producción deliciosamente setentero), Liza the Fox-Fairy se agradece por alejarse de la norma, aunque en el fondo no aporta nada distinto de lo que podemos encontrar en sus referentes, los Andersons, Gondrys y Jeunets de la vida.

Pedro J. García

Infini (Australia, 2015) OFICIAL FANTÁSTICO

infini_posterY llega por fin el turno de la ciencia ficción al Nocturna. La producción de cine sci-fi es mucho menor que la de terror, por eso es lógico que la proporción en este festival sea de esta manera. Pero vista Infini se podían haber ahorrado el esfuerzo. Qué espanto de película. Estamos ante una cinta de contagio ambientada en el espacio (aunque nunca llegamos a verlo), un misterio de “acción” (énfasis en las comillas) con un toque “reflexivo” (más énfasis aun) que nos teletransporta a una mina espacial junto a un equipo de rescate enviado para recuperar al único superviviente de una epidemia biológica. Allí, los especialistas se enfrentarán al virus, convirtiendo la misión en una pesadilla de la que parece que nadie podrá escapar vivo. Infini es una de las películas más soporíferas y desesperantes que he visto nunca. La falta de medios obliga a construir el aspecto fantástico a base de diálogos descriptivos o planos muy cortos en los que tenemos que imaginar qué está ocurriendo, pero nadie sabe cómo hacerlo. El sentido del suspense brilla por su ausencia, los actores dan auténtica pena (es la segunda película en la que vemos a Luke Hemsworth en el festival, y alguien debería decirle que no está obligado a seguir los pasos de sus hermanos Chris y Liam), la factura técnica hace de Infini un fan film y la falta de presupuesto no se suple con pericia técnica (como por ejemplo en The House on Pine Street). Qué horror de realización, de montaje, de todo. Y para poner la guinda en el pastel, la película termina con un eterno clímax en el que se pone filosófica y poética, lo cual hace que dé aun más pena. Dos horas de mi vida que jamás recuperaré.

Pedro J. García

Exeter (Estados Unidos, 2015) OFICIAL FANTÁSTICO

exeterA Marcus Nispel lo conocemos sobre todo por dirigir remakes (La matanza de Texas, Viernes 13, Conan el Bárbaro), pero ahora el realizador de origen alemán se embarca en su primer proyecto original, Exeter (rebautizada dos veces, como Backmask The Asylum)película que dirige y co-escribe junto a Kirsten Elms. Claro que describir Exeter como “original” no es del todo adecuado. La película trata sobre un grupo de jóvenes (así empiezan la mayoría de sinopsis del Nocturna) que organizan una fiesta en un hospital psiquiátrico abandonado, donde sus pacientes (niños y adolescentes) sufrieron todo tipo de torturas y vejaciones. Después de una noche loca de drogas, alcohol y sexo, los seis chavales que quedan en el hospital empiezan a jugar con lo oculto, lo que despierta una presencia demoníaca que los va poseyendo uno a uno. No podría sonar más estúpido y cliché, ¿verdad? Y lo es. Pero Nispel lo sabe, y precisamente juega con ello continuamente. No os dejéis engañar por la etiqueta “de los productores de Insidious Paranormal Activity“. Exeter tiene mucho más de Posesión infernal que de terror no recomendado para menores de 13 años. Se trata de una divertidísima combinación de slasher y película de posesiones/exorcismos que se lo pasa bomba riéndose de todo y de todos. Nispel es cómplice de la broma en todo momento, y pide al espectador que se deje llevar y no cuestione lo que está ocurriendo como haría en otras películas parecidas. Si lo hacemos, reconoceremos las intenciones del director y lo pasaremos en grande. Exeter destaca por su sentido del humor (fumado pero muy agudo y con magníficos toques de absurdo), por repasar con mucha gracia los lugares comunes del género (grande el exorcismo do it yourself), y por darnos algunas de las muertes más geniales que vamos a ver en una película este añoExeter juega además con los arquetipos del género (el jock, la puta, el fumado, el empollón…) y lo hace convirtiendo a sus personajes en algo más que trozos de carne. Ellos son los que nos proporcionan las mejores risas; son descerebrados, idiotas perdidos, pero caen bien y nos dejan auténticas perlas autoconscientes. Solo en su clímax la película pierde fuelle, porque la historia debe alcanzar una conclusión inevitablemente, lo que obliga a Nispel a llevar la película a terrenos más convencionales. Pero a pesar de esto, Exeter es todo un triunfo en su género, un film que seguramente recibirá más palos de los que debería, más por lo que parece que por lo que es en realidad.

Pedro J. García

Memorias de un zombie adolescente: las ventajas de ser un muerto viviente

Memorias de un zombie adolescente (Warm Bodies, Jonathan Levine, 2013)

¿Quién iba a decirnos que en 2013 llegaría a nuestras carteleras una adaptación del éxito de 1989 “Mi novio es un zombi”? Jonathan Levine (50/50) se ha basado en la exitosa novela de Isaac Marion, Warm Bodies, para su cinta Memorias de un zombie adolescente, pero el realizador no engaña a nadie. El germen del proyecto es evidentemente la canción de Alaska y Dinarama (previamente de Los Vegetales): “A veces pienso que no puede ser / pero yo sé que nadie me separará de él / está muerto, aunque lo niegue / él es un zombi pero me quiere”.

Fuera de bromas, tanto la canción como la película se apoyan en la misma premisa: el amor imposible entre dos seres que pertenecen a mundos diametralmente opuestos. En este sentido, Warm Bodies no oculta su inspiración en la historia de amor prohibido por excelencia: Romeo y Julieta de William Shakespeare. Memorias de un zombie adolescente está ambientada en un escenario postapocalíptico regido por leyes marciales, en el que un gran muro hace las veces de torreón del castillo donde una princesa permanece enclaustrada -figuradamente- a la espera de su príncipe azul.

Y en este caso, lo de “azul” es prácticamente literal, porque el Romeo de esta historia es un muerto viviente. Los zombies invaden la Tierra mientras la resistencia humana se atrinchera con la esperanza de hacer que la especie perviva, y con el objetivo principal de disparar a todo aquel que esté infectado con el virus de origen desconocido (no esperéis explicaciones, tampoco las vais a necesitar). R (interpretado por nuestro Nicholas Hoult de Skins) es un zombie adolescente, o un adolescente a secas: se comunica con gruñidos y monosílabos, es tremendamente autoconsciente de su aspecto físico, camina desgarbado y sin rumbo definido, y se pasa las horas muertas en su cuarto (en este caso cabina de avión) escuchando música. Su no-vida cambia cuando en ella irrumpe Julie Grigio (Teresa Palmer, un cruce exacto entre Kristen Stewart y Hayden Panettiere), de la que se enamora perdidamente, y a través de la que intentará demostrar que es posible revertir el proceso de putrefacción y degeneración mental que acaba convirtiendo a los zombies en esqueletos asesinos.

Memorias de un zombie adolescente viene de la mano de la productora de La Saga Crepúsculo, Summit Entertainment, pero no debemos dejarnos llevar por este preocupante dato. La película propone una vuelta de tuerca amable, teen y romanticona que ha sentado de maravilla a un género que ya empezaba a agonizar. El humor gamberro made in Britain que perfeccionó Shaun of the Dead (éxito cuyo patrón ha generado innumerables sucedáneos, unos más afortunados que otros) comienza a agotarse, por lo que se agradece un punto de vista alternativo y original. Memorias de un zombie adolescente adapta al género Z la muy recurrente metáfora de la adolescencia como etapa de monstruosos cambios físicos y psicológicos. Los previos acercamientos vampíricos y licántropos a este tema no han servido precisamente para dignificar el género, sino más bien todo lo contrario. Memorias de un zombie adolescente se deshace de la seriedad con la que se toma a sí misma La Saga Crepúsculo, y hace gala de un sentido del humor relajado, buenrrollista y eficaz que la convierte en una feel-good movie en toda regla.

Ya sea como película de zombies o comedia romántica, Memorias de un zombie adolescente es una propuesta fresca e inusual. El mayor acierto de la cinta es plantear la historia desde el punto de vista del zombie -de uno embellecido y adorkable, para más inri-, que a través de sus pensamientos en off nos involucra en su entrañable tormento existencial, pero sobre todo, nos hace cómplices de su enamoramiento. Al fin y al cabo, Memorias de un zombie adolescente no es más que la historia de un chaval introvertido que no sabe cómo hablar con la chica de la que se ha colgado. Y es en esa universalidad donde reside el principal encanto de una película que se niega a ser constringida por las normas del género y abre los ojos ante un mundo lleno de posibilidades. Si consigues decirle dos palabras seguidas sin tartamudear, todo es posible.