Veronica Mars (Temporada 4): Seguimos siendo amigos

Recordamos 2004 como el año en el que la televisión tal y como la conocíamos cambiaba para siempre. El estreno de Perdidos Mujeres desesperadas inauguraba una nueva era de serieadicción, auspiciada por las nuevas formas de consumo de televisión. Ese mismo año nacía otra serie que, si bien no lograba el impacto cultural inmediato de las dos mencionadas, sí se ganaría con el tiempo su merecida reputación como una de las series de culto más queridas de la televisión moderna, Veronica Mars.

La serie, creada por Rob Thomas, nacía en la difunta UPN, sorprendiendo por su inteligente fusión de serie adolescente y misterio detectivesco neo-noir. Tras dos temporadas dio el salto a la CW, donde fue cancelada prematuramente. Los fans (conocidos como marshmallows) hicieron todo lo posible por salvarla, pero no hubo suerte. Antes de que Netflix se convirtiera en el gigante que es hoy y se ganase la reputación de salvar series canceladas y rescatar glorias del pasado, Thomas recurría a la plataforma de crowdfunding Kickstarter para darle a su creación la segunda oportunidad que tanto merecía. Así nacía en 2014 la película de Veronica Mars, todo un regalo a los fans -aunque técnicamente estos pagaron para que existiera.

En 2019, el revival nostálgico ya es una constante en televisión. Todo vuelve, y Veronica no iba a ser menos. La película nos sacó una espinita clavada dándonos algo de clausura tras aquella injusta cancelación, pero a Veronica Mars todavía le quedaba cuerda para rato. Rob Thomas y Kristen Bell sabían que había más historias que contar y más casos que resolver, y ambos estaban deseando volver a Neptune tanto como nosotros. Solo había que encontrar el momento y el medio adecuados. Finalmente, Hulu fue la plataforma encargada de producir en Estados Unidos la cuarta temporada de Veronica Mars, con la que muchos llevábamos soñando desde hacía más de una década. Los nuevos capítulos llegaban el 19 de julio en Estados Unidos, mientras que la espera en España ha sido más larga: TNT la estrena el 15 de octubre.

Dejando atrás las temporadas largas con un arco argumental transversal y casos autoconclusivos, la cuarta está concebida como una miniserie de 8 episodios que abarcan una sola investigación. La trama está ligeramente basada en el libro El concurso de los mil dólares, una de las dos novelas que Thomas publicó para continuar la historia tras la película, y cuenta con los personajes originales, a los que acompañan excelentes nuevos fichajes: Patton Oswalt, Kirby Howell-Baptiste, el oscarizado J.K. Simmons e Izabela Vidovic, cuyo personaje parece concebido como relevo generacional para un posible spin-off.

Cinco años después de la última vez que la vimos, Veronica sigue en Neptune trabajando como investigadora privada junto a su padre, Keith (Enrico Colantoni), que se recupera de un accidente. Las vacaciones de primavera (el famoso Spring Break norteamericano) se ven interrumpidas por el estallido de una bomba que acaba con la vida de varias personas. Los Mars se encargan de investigar el caso, cuyas ramificaciones abarcan desde un congresista del estado hasta un cartel mexicano.

La cuarta temporada de Veronica Mars es un viaje al pasado que nos lleva a reencontrarnos con viejos conocidos y recordar (¿mejores?) tiempos. Sin embargo, los nuevos capítulos son mucho más que un mero ejercicio nostálgico. La serie conserva intacto su ADN, pero ha sabido madurar, aprovechando la menor censura de Hulu para explorar más a fondo los aspectos más oscuros de la serie, sin que esto desentone lo más mínimo con lo visto anteriormente. Y es que lo que necesitaba Veronica Mars era poder llevar un paso más allá sus impulsos más adultos (escenas de sexo incluidas) y usar lenguaje malsonante. Aunque, en una divertida jugada metarreferencial, la propia Veronica no puede decir tacos en toda la temporada, exactamente igual que el personaje de Bell en The Good Place.

La evolución de la serie y los cambios en Neptune contrastan con el estancamiento personal de Veronica, que no puede evitar caer en los vicios y errores del pasado. Veronica vive con Logan (Jason Dohring) que, completando su transformación en príncipe azul y héroe a lo Tom Cruise, ahora ejerce como oficial de inteligencia del Ejército estadounidense, lo que le lleva a pasar mucho tiempo fuera en misiones secretas. La vida en pareja va aparentemente bien y su química romántica sigue siendo evidente, pero Veronica aun se enfrenta a sus fantasmas, lo que le lleva a boicotear su felicidad en todos los aspectos de su vida, incluido el amoroso.

La cuarta temporada de Veronica Mars se aleja del fan service que proporcionaba la película (al fin y al cabo la pagamos nosotros y Thomas sintió que debía darnos lo que queríamos) y recupera su autonomía narrativa. La ilusión por un revival puede desembocar en decepción, en esa sensación de “para eso no vuelvas”, pero no es el caso de Veronica Mars, que justifica su regreso con creces. Al menos hasta sus últimos minutos. La temporada culmina con un fatídico final por el que los fans han decidido romper con la serie. Un epílogo frustrante que, según Thomas era necesario, pero que se antoja cuestionable y empaña la felicidad del regreso.

Pero que esto no os desanime. Hasta ese epílogo, la cuarta temporada de Veronica Mars es un ejemplo de cómo hacer un revival. La serie ha sabido madurar y adaptarse sin perder ni un ápice de su esencia, destacando de nuevo por sus diálogos inteligentes, frases memorables y su misterio absorbente. Sigue siendo divertida, ingeniosa y emocionante, Veronica conserva su ácida e irresistible personalidad, al igual que Keith y el resto de personajes son los mismos de siempre. Pero ya no es una serie adolescente, porque su protagonista es una adulta, estancada, como tantas personas de su generación.

En general, el regreso de Veronica Mars es un acto de amor y fe, pero no a los fans (a los que esta vez no han tenido reparos en romper el corazón), sino a Neptune, a los personajes que lo habitan y a una historia que pedía más. Y sigue pidiéndolo después de estos ocho episodios. Puede que Veronica Mars continúe en el futuro con nuevas temporadas y nuevos misterios (Thomas y Bell han expresado su deseo de que así sea, aunque falta confirmación oficial), y aunque para muchos marshmallows (comprensiblemente) ya no será lo mismo, hay que tener fe en Veronica. Se lo ha ganado.

Crítica: El Círculo

THE CIRCLE

¿Estamos usando bien la tecnología y las redes sociales? ¿Son una herramienta para hacer la vida más fácil o un instrumento para manipularnos y esclavizarnos? ¿Hemos sacrificado por completo nuestra privacidad y regalado nuestra vida a las empresas? Estas son algunas de las preguntas que muchos nos hacemos a diario navegando en Internet, y que James Ponsoldt se plantea en El Círculo (The Circle), thriller de ciencia ficción ambientado en un futuro no muy lejano e incómodamente familiar, protagonizado por Emma Watson, Tom Hanks, Karen Gillan y John Boyega.

Basada en la novela homónima de Dave Eggers (Donde viven los monstruosEsperando al rey), El Círculo se presenta como una fábula futurista para advertirnos entre otras cosas de los peligros de la hiperconectividad y la deshumanización que se puede derivar de ella. La historia empieza con Mae Holland (Watson), una joven teleoperadora que cumple su mayor sueño al entrar a trabajar en The Circle, la compañía tecnológica más grande del mundo. The Circle es un imperio -construido a base de guiños a Google o Apple– dirigido por el gurú Eamon Bailey (Hanks en un personaje claramente inspirado en Steve Jobs), que posee el monopolio de la información en Internet. Mae comienza su nuevo empleo ilusionada por su ascenso laboral y por la oportunidad de ayudar a su padre (Bill Paxton), que sufre esclerosis múltiple, pero a medida que va descubriendo el funcionamiento interno de la empresa empezará a cuestionarse hasta qué punto está abusando de su poder y controlando la vida de las personas, incluida la suya.

Un acontecimiento, sin embargo, hace que Mae cambie de opinión sobre El Círculo y se entregue a su doctrina, convirtiéndose por ¿voluntad propia? en el sujeto de un innovador experimento que propone transparencia absoluta en Internet. Para ello, la chica accede a llevar una micro-cámara que retransmite su vida a sus seguidores las 24 horas del día. Todo forma parte del plan de la empresa para seguir aumentando su influencia sobre la sociedad (y en última instancia su dominio de la democracia y el conocimiento humano), pero Mae está convencida de estar haciendo lo correcto, aunque su decisión afecte profundamente la vida de sus amigos y su familia.

THE CIRCLE

Si hemos llegado hasta aquí sin mencionar Black Mirror es precisamente porque estábamos llevando a cabo nuestro propio experimento: ¿Cuántas veces habéis pensado en la popular serie antológica británica leyendo los párrafos anteriores? Efectivamente, El Círculo es básicamente un episodio extendido de Black Mirror, en concreto “Nosedive”, el excelente número de apertura de su nueva temporada en Netflix. Pero además de compartir núcleo temático e ideas con el capítulo protagonizado por Bryce Dallas Howard, El Círculo contiene claras reminiscencias de otras distopías de ciencia ficción como La isla o la reciente Nerve (Un juego sin reglas), cintas que dibujan como advertencia una posible sociedad futura basada en lo que ya está ocurriendo en el presente.

En teoría, todo esto es muy interesante, pero el mensaje de la película se ve empañado por un tratamiento narrativo sin pies ni cabeza y una terrible construcción de personajes, en especial la de la volátil protagonista, que cambia de personalidad y opinión según las necesidades de la historia y del modo menos natural posible (menos natural que los acentos del reparto). Lo mismo ocurre con el personaje de Karen Gillan, la mejor amiga de la protagonista y quien le consigue su nuevo trabajo, una workaholic incansable y devota de The Circle que de la noche a la mañana y sin ninguna explicación se convierte en un desastre andante y una fuerte detractora de la empresa. Y mejor no hablar del personaje de John Boyega, que se presenta como una pieza clave del juego para básicamente desaparecer en la segunda mitad. Por si esto fuera poco, El Círculo llega unos años tarde, aportando reflexiones y lecciones morales que ya se antojan caducas, exponiendo ideas anti-tecnología de la forma más maniquea, y proponiendo soluciones fáciles y poco realistas a un problema muy complejo (todos sabemos qué puede ayudar a mejorar la tecnología, el problema es averiguar cómo ponerlo en práctica).

THE CIRCLE

La primera hora de El Círculo pone los cimientos de una historia con mucho potencial y se desarrolla encontrando un acertado equilibrio entre el drama, el suspense y la sátira. Donde más da en la diana es a la hora de retratar la compañía, a sus empleados y sus usuarios como si fuera una secta, arrojando luz sobre lo enfermizo que puede llegar a ser el comportamiento en el mundo digital y elaborando una crítica acerca del sistema invasivo y omnipresente en el que al parecer hemos elegido vivir. No obstante, las buenas intenciones se van al garete por un guion muy tonto y efectista, lleno de incongruencias, clichés y conclusiones dignas de un ensayo de secundaria. Afortunadamente y a pesar de todo esto, la película se las arregla para no aburrir nada, y además nos permite decir algo que no se puede decir siempre: sorpresa, Watson lo hace bastante bien.

Pedro J. García

Nota: ★★½

Agents of S.H.I.E.L.D. – “Shadows” (2.01)

LUCY LAWLESS, NICK BLOOD, WILMER CALDERON, HENRY SIMMONS, CHLOE BENNET, PATTON OSWALT

Fuga de agentes

La recta final de la primera temporada de Marvel’s Agents of S.H.I.E.L.D. ponía patas arriba el universo de los agentes de la organización (no tan) secreta de Marvel, después de que los acontecimientos de Capitán América: El soldado de invierno afectasen directamente al devenir de la temporada. La toma de S.H.I.E.L.D. por parte de Hydra, y su consecuente disolución sucedía además convirtiendo a nuestros protagonistas, Phil Coulson y cía., en fugitivos de la ley. El arranque de la segunda temporada, “Shadows” (2×01), escrito por los showrunners Jed WhedonMaurissa Tancharoen, nos devuelve a los personajes convertidos en eso mismo, en sombras, en fantasmas que operan desde la clandestinidad, asumiendo misiones por iniciativa propia, y con la supervivencia y la destrucción de Hydra como objetivo final. Así, Agentes de S.H.I.E.L.D. lleva un paso más allá la premisa con la que comenzaba la serie el año pasado: ser la “Zepo” (Buffy) del Universo Marvel. Es decir, los agentes de S.H.I.E.L.D. actúan sin que nadie los vea, ahora ni siquiera aquellos que antes se encargaban de supervisarlos, salvando el mundo todas las semanas mientras los grandes superhéroes se llevan toda la gloria.

Aunque “Shadows” nos presenta una plantilla de agentes renovada y al core-6 desmantelado, lo que insufla cierto aire de novedad, Agentes de S.H.I.E.L.D. da el pistoletazo de salida a su segunda temporada echando mano de los mismos elementos que caracterizaron a casi todos los episodios del año pasado. De entre ellos destaca la presencia de un artefacto 0-8-4 que el equipo de Coulson debe extraer de unas instalaciones militares para evitar que caiga en las manos equivocadas y destruya el mundo (lo de siempre, vamos). En esta ocasión se trata del primer 0-8-4 de la historia, que se remonta a la Segunda Guerra Mundial. “Shadows” comienza con un prólogo en el que vemos a la agente Peggy Carter y a Dum Dum Dugan en un flashback a 1945, para a continuación regresar al futuro para dar la bienvenida a los nuevos agentes aliados de Coulson, capitaneados por Isabelle Hartley (Lucy Lawless) y, sorpresa, con personalidades considerablemente definidas y distintivas. A partir de ahí, el episodio adolece de saturación por la sobreexposición continua de los acontecimientos y la introducción de mil y un personajes nuevos. Pero también tenemos la sensación de que, como al final de la primera temporada, hay mucho más en juego, y la elevada dosis de acción e intriga es reflejo de ello.

“Shadows” es un episodio ajetreado y sobre todo, abarrotado. Además de Peggy Carter y Xena, y el regreso del coronel Glenn Talbot (Adrian Pasdar), tenemos la visita de un actor conocido del Whedonverso, Reed Diamond (Dollhouse, Mucho ruido y pocas nueces), que da vida al villano Daniel Whitehall, presentado en el flashback y que promete dar guerra durante la temporada al descubrirse al final del episodio que sigue vivo y no ha envejecido (buen cliffhanger). Asimismo, se incorpora una nueva amenaza con poderes sobrenaturales, Carl Creel aka El Hombre Absorbente (Brian Patrick Wade de Teen Wolf), y los mencionados aliados, los mercenarios Izzy, Idaho (Wilmer Calderon) y el británico Lance Hunter (Nick Blood). De entrada son personajes que resultan simpáticos y podrían dar mucho de sí, pero quienes nos importan a nosotros son los agentes del equipo de Coulson, los seis personajes que conocimos durante la primera temporada. Y lo cierto es que, por suerte, este aspecto es precisamente el más interesante del episodio.

agents_of_shield_ver9No tardamos mucho en conocer el paradero de Grant Ward, cuando Koenig (Patton Oswalt) le dice a Skye que debe hablar con él para sacarle información sobre Hydra en relación a Creel. Descubrimos así que el agente traidor se encuentra cautivo en las instalaciones underground de Koenig, y que la razón para conservarlo como rehén es aprovecharse de la información que este puede proporcionarles. Claro que en cuanto Skye (que es la única con la que accede a hablar) pisa ese sótano con celda transparente a lo El silencio de los corderos empieza el juego de la ambigüedad, y a nosotros nos asalta la duda: ¿Es Ward sincero y de verdad pretende ayudar a los agentes para obtener perdón y redención o, como su aviesa y contaminada mirada nos parece indicar, es un sociópata que sigue mintiendo para llevar a cabo el plan oculto de Hydra? Esta dualidad parece ser uno de los hilos principales de la temporada (como indica el flamante póster promocional), y lo cierto es que tiene mucho potencial, sobre todo teniendo en cuenta que Ward posee la información que podría desvelar por fin la identidad del padre de Skye, y por tanto, su misteriosa naturaleza.

El otro cambio más importante en el equipo es el que tiene que ver con Fitz-Simmons. Después de los acontecimientos de la season finale, Leo lidia con las secuelas de su autosacrificio para salvar a Jemma, daños cerebrales que se manifiestan en trastornos en el habla (pobrecito mío) y, atención, alucinaciones. Al final de “Shadows”, como si se tratase de una de Shyamalan o de El club de la lucha, descubrimos que Simmons, que ha estado todo el episodio al lado de Fitz, tendiéndole su mano y guiándole fuera de las sombras, no es más que un fragmento de su imaginación (ouch), ya que Jemma ha abandonado el equipo alegando que su presencia impediría que el joven científico mejorase (*sob*). Es sin duda un giro arriesgado, pero las consecuencias no pueden ser muy grandes ni prolongadas. Fitz se recuperará y Simmons regresará, es cuestión de tiempo. Esperemos.

Está claro que con “Shadows”, Agents of S.H.I.E.L.D. parece estar (in)augurando una temporada más oscura y compleja. Lo dice Coulson explícitamente durante el episodio: “go dark” (declaración de intenciones donde las haya). A pesar de que la serie vuelve a incurrir en los errores de siempre y sigue sin cuidar esos agujeros de guión que le restan consistencia (la facilidad con la que tropecientos agentes se infiltran en una base de operaciones que oculta artefactos secretos muy peligrosos; el hecho de que el Hombre Absorbente sea encerrado en una jaula de cristal y nadie pensase en que se haría transparente para escapar), Agents of S.H.I.E.L.D. vuelve más segura de sí misma, más dispuesta a arriesgar y, con suerte, a convertirse en adulta sin renunciar a ese aire “infantil” de comic book clásico. Que no hacía falta cargarse a Lucy Lawless tan pronto (¡han matado a Xena! ¡hijos de p—!), vale, pero al menos sabemos que se han dado cuenta de que no hay tiempo que perder.