Crítica: Una noche fuera de control

Rough Night

La comedia adulta estadounidense lleva años exprimiendo la premisa del fin de semana de desfase, llegando a convertir las películas sobre escapadas juerguistas o despedidas de soltero/a en un subgénero en sí mismo, y además uno muy prolífico. Desde que Resacón en Las Vegas (The Hangover) impulsara la producción de este tipo de films, y La boda de mi mejor amiga (Bridesmaids) llevara con éxito a los cines la variación femenina de la misma fórmula, son muchas las comedias cortadas por el patrón de estas dos cintas las que han llegado a la cartelera.

Una noche fuera de control (Rough Night) se suma a la corriente actual de comedias Rated-R protagonizadas por mujeres en los papeles habitualmente reservados a los hombres en este tipo de proyectos (Mejor…solteras, Mike y Dave buscan rollo serioMalas madres), una tendencia que afortunadamente no muestra síntomas de aminorar. Scarlett Johansson continúa explorando su vis cómica encabezando el reparto de esta película dirigida por Lucia Aniello (guionista, productora y directora de la serie Broad City), una historia sobre un grupo de amigas de la universidad que se reúnen diez años más tarde para celebrar la despedida de soltera en Miami de una de ellas, Jess (Johansson). La desenfrenada celebración se tuerce cuando una de ellas mata accidentalmente a un stripper, y todas deben buscar la manera de cubrir el desastre.

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Efectivamente, la película “toma prestada” la idea de la comedia negra de 1998 Very Bad Things, pero su falta de originalidad no se detiene ahí. Una noche fuera de control es un pastiche de varios films, una suerte de Frankenstein fílmico hecho con partes de otros: las mencionadas ResacónBridesmaids, el clásico Este muerto está muy vivo y el remake cinematográfico de 21 Jump Street (Infiltrados en el instituto). El resultado de esta combinación matemática es una película formulaica repleta de tópicos y giros “sorpresa” de lo más predecible.

Por suerte, esta falta de personalidad propia se ve compensada por un reparto fabuloso y totalmente entregado. Johansson ya ha demostrado varias veces que la comedia no se le da nada mal (en Don Jon estaba soberbia dando vida a una choni de Jersey), y aquí vuelve a dar la talla como comediante, resultando divertida en las escenas cómicas y aportando el dramatismo adecuado a los momentos más serios (los que tienen que ver con el desarrollo de su amistad con las chicas, tan central como la camaradería masculina en las películas de James Franco, Seth Rogen o Channing Tatum). Johansson está rodeada de un elenco coral de actrices que forman un gran equipo: la robaescenas Kate McKinnon haciendo sus marcianadas de siempre (con el añadido de un acento australiano muy payaso), Jillian Bell practicando la deadpan comedy por la que se caracteriza, Ilana Glazer continuando el espíritu de su personaje en Broad City y Zoë Kravitz, que hasta ahora se había centrado sobre todo en drama o fantasía, ejerciendo un sorprendente dominio sobre la comedia (su trío con Demi Moore -sí, habéis leído bien- y Ty Burrell es una de las escenas más hilarantes del film). Si no fuera por la química de las actrices, y lo mucho que se comprometen a hacer el loco y pasarlo bien, la película se hundiría.

Pero Una noche fuera de control tiene otras virtudes que contrarrestan la sensación de déjà vu. Por ejemplo, la forma en la que invierte los estereotipos de género. De hecho, uno de sus mayores hallazgos cómicos es el contraste entre la juerga de las chicas y la despedida de soltero del prometido de Jess (Paul W. Downs -sí, hay mucha gente de Broad City aquí metida), una velada tranquila en una cata de vino, donde los amigos del novio muestran una gran sensibilidad y su subtrama reproduce los lugares comunes del cine romántico tradicionalmente asociados a los personajes femeninos. Un cambio de roles que no solo genera buenos gags, sino que también pone de manifiesto la naturaleza progresista de la película. Por otra parte, y en relación a esto, el hecho de que una mujer esté tras las cámaras ayuda a eliminar la mirada masculina, algo que salta a la vista en la forma tan refrescante y natural de tratar la homosexualidad femenina (ni rastro de objetificación o fantasía lésbica para el público masculino).

Claro que por muy transgresor que sea todo esto, al final lo más importante es si la película hace reír o no. Y en este departamento, Una noche fuera de control cumple por los pelos. Que su humor sea ramplón es de esperar (no lo querría de otra manera, de hecho), pero también es tremendamente irregular: hay situaciones descacharrantes aisladas, chorradas muy graciosas (me quedo con “The Human Friendtipede”) y escenas con las que es difícil no soltar una carcajada, pero también momentos de tierra trágame y muchos chistes sin chispa (Bell sobre todo es un gusto adquirido, si comulgas con su estilo de comedia, bien, si no, mal vamos). Esta inconsistencia hace que, a pesar de divertir gran parte del tiempo, nunca desarrolle su verdadero potencial, dejándonos a medias, y obligándonos a fijarnos más de la cuenta en sus agujeros de guion.

Una noche fuera de control no es Bridesmaids, ni siquiera Malas madrespero podría haber sido mucho peor, y desde luego, para un momento tonto puede venir muy bien (que, para ser justos, es a lo que aspira). Se trata de un producto ligero, de consumo rápido, una película irreverente y desenfadada, con un entusiasmado reparto (incluidos los estupendos secundarios) que quiere que te unas a su fiesta. Una fiesta salvaje y pasada de rosca que hará que rememores otras noches locas, y cuyo recuerdo se fundirá con las demás en tu memoria. Si es que no desaparece por completo.

Pedro J. García

Nota: ★★★

Dos comedias alternativas (pero de verdad)

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Llevamos diciéndolo varios años. Las mejores comedias televisivas están un poco escondidas. Mientras las sitcoms de network dan sus últimos coletazos y las televisiones en abierto sudan cada vez que estrenan una comedia, las cadenas de pago, de cable y VOD bullen con nuevas ideas, conceptos originales y transgresores y propuestas con mucho riesgo y descaro.

CBS aguanta con sus comedias enlatadas de usar y tirar para todos los públicos. NBC, antaño referente en cuanto a comedias de éxito, se ha cargado por fin todas esas neo-sitcoms de culto que sí, le proporcionaban cierto prestigio y el amor incondicional de cuatro gatos (tú, yo, y un par más), pero sólo de prestigio y amor no se vive. Con 30 RockParks and Recreation Community fuera de su parrilla, la cadena del pavo busca nuevos caminos que le lleven a un público más mayoritario (de ahí que rechazasen finalmente esa joya 30rockiana que es Unbreakable Kimmy Schmidt, de la que hablaré pronto). Aunque los éxitos de este tipo le duran una temporada, o menos (About a Boy, Marry Me). Mientras, Fox sigue produciendo alguna serie de calidad que, oh, milagro, no es exactamente iguales a las demás (pronto hablaremos también de The Last Man on Earth, que más que de Fox, parece de FX, aunque se entiende, porque ambas viven bajo el mismo techo), pero la audiencia la ha abandonado y nadie ve sus sitcoms (The Mindy Project, New Girl, Brooklyn Nine-Nine aguantan porque el baremo de la cadena está por los suelos).

Por eso, ante este panorama de inestabilidad, cadenas como IFC, FXX o Comedy Central avanzan y se imponen como referentes del género con proyectos que se alejan de una forma u otra de la norma imperante (reseño una de las mejores, Broad City, aquí). Mientras Louie y You’re the Worst regresan, ¿qué os parece si le echamos un vistazo a otras dos “comedias alternativas” de FXX que se desmarcan de todas las mencionadas anteriormente? Una longeva que aún tiene cuerda y un nuevo estreno. Veamos qué tal le ha ido este año a It’s Always Sunny in Philadelphia y Man Seeking Woman, que terminaron sus respectivas temporadas la semana pasada.

 

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It’s Always Sunny in Philadelphia (Décima Temporada)

Sí, habéis leído bien el paréntesis: Décima Temporada. Diez años. Se dice rápido, pero pensadlo, diez años haciendo una serie es MUCHO. Que vale, que It’s Always Sunny in Philadelphia (en España Colgados en Filadelfia) no es la comedia más longeva de la televisión y hace “trampa” porque sus temporadas son cortas, pero “el tiempo es el que es”, y si sigue sin intención de terminar pronto se acabará subiendo al podio. Y bueno, lo más importante de todo: Always Sunny lleva una década dando guerra y en su temporada más reciente no solo ha eliminado los síntomas de agotamiento que ya mostraba el año anterior, sino que ha dejado claro que si se lo propone, tiene cuerda para mucho rato (la serie está renovada para dos temporadas más como mínimo).

Salvando las distancias, Always Sunny es un caso parecido al de Los Simpson: Empezó sin una forma muy definida, alcanzó su cénit creativo hacia las temporadas 4-6, y siguió adelante sin pensar en una meta al final del recorrido. Claro que la de Matt Groening entró oficialmente en declive en su décima temporada, mientras que Always Sunny, como decía, se ha revitalizado con la misma temporada.

Para quien no lo sepa, ASIP (que estuvo a punto de titularse Jerks), va sobre un grupo de despojos humanos que regentan un bar de mala muerte en Filadelfia. De carácter altamente episódico, Always Sunny es en esencia una sitcom de las de toda la vida, una de esas series de las que puedes ver un episodio suelto sin perderte, y cuya continuidad solo es importante para entender los guiños y reconocer a los personajes recurrentes que regresan al Paddy’s Pub de vez en cuando. ¿Qué es lo que hace entonces que una comedia técnicamente tradicional sea tan alternativa? Pues si os tenéis que preguntar esto, es claramente porque no la habéis visto: la pandilla de Paddy’s está jodidamente loca, completamente trastornada de la cabeza. Cada episodio de Always Sunny presenta una trama a cada cual más pasada de rosca, en la que vemos a Dee, Dennis, Mac, Charlie y Frank (Danny DeVito) organizando algún fraude, llevando a cabo un plan absurdo para ganar dinero, para conquistar a alguien, para derrotar a un enemigo que no existe, para lo que se tercie. Todo bajo los efectos del alcohol y el pegamento y con tan solo 3 neuronas funcionando entre los cinco. El resultado es una comedia corrosiva, mordaz, y MUY cafre, una serie que sigue contribuyendo a redefinir la incorrección política en televisión.

La décima temporada de Always Sunny ha supuesto en cierto modo un regreso a la forma. La serie no se había descuidado demasiado (el año pasado fue capaz de darnos cosas sublimes como el episodio 100), pero se empezaba a percibir algo de cansancio. Sin embargo, los 10 episodios de este año, con excepción de un par (concretamente el primero y el último), han sido geniales. Especialmente “The Gang Spies Like U.S.” (10.05), en el que Dee se infiltra en una fábrica de pescado para desentramar el plan de los chinos contra su negocio; “The Gang Misses the Boat” (10.06), uno de los mejores ejercicios meta que hemos visto últimamente en la tele, donde se demuestra (aunque no sea necesario) que detrás de Always Sunny no solo hay mentes perturbadas, sino también muy inteligentes; y sobre todo esa absoluta maravilla que es “Charlie Work” (10.04), una virguería técnica que parodia True DetectiveBirdman con increíbles planos secuencia en los que un sorprendente Charlie Day realiza un tour de force (sí, yo también aborrezco la expresión, pero en este caso está más que justificada) y con la que Always Sunny demuestra que después de diez años sigue siendo capaz de ofrecernos cosas nuevas, emocionantes y sobre todo, que aún puede hacernos reír tan fuerte como gritan sus personajes. Por mí, que dure más que Los Simpson.

 

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Man Seeking Woman (Primera Temporada)

De la resaca de You’re the Worst, una de las revelaciones de la temporada pasada, surge Man Seeking Woman, creada por el jovencísimo Simon Rich (nació en 1984, pero mirad su foto de IMDb, parece que tiene 16 años), con la ayuda en la producción ejecutiva del mismísimo Lorne Michaels (creador de Saturday Night Live). Man Seeking Woman también parte de una premisa poco original: se trata de la crónica del fracaso de una generación, a través de un joven veinteañero, Josh (Jay Baruchel), que subsiste a duras penas con un trabajo de mierda y está desesperado por encontrar a una mujer que le saque de su agonía después de que su novia le deje tirado.

De nuevo, suena a lo que estamos viendo en todas las comedias millennial de los últimos cinco años, y en cierto modo lo es. Pero aquí está la diferencia: Rich se aproxima a los tópicos del género usando el humor surrealista, es más, llevándolo un paso más allá. Man Seeking Woman es básicamente una serie de sketches (lo que delata la mano de Michaels) en los que de una idea simple o un lugar común (la primera conversación con una chica, el primer SMS, la prueba de fuego de presentar a tu novia a tus padres, encajar en una dinner party de adultos, conocer al novio de tu ex novia, una cita a ciegas) se convierte en una aventura absurda en la que todo puede ocurrir: invasiones alienígenas, trolls, viajes al infierno (literalmente) para asistir a una boda o una fiesta con Hitler. La idea es utilizar las metáforas fantásticas más rocambolescas para llegar a las mismas conclusiones que otras comedias generacionales.

Claro que la serie de Rich se distancia de estas comedias en algo más que en su humor alejado de la realidad. Man Seeking Woman es lo que podríamos llamar una comedia romántica de dudes. Es decir, el punto de vista masculino heterosexual de lo que nos están contando Girls Broad City. Y aquí es donde encontramos uno de los puntos flacos de la serie: que no siempre sabe dónde está el límite entre la exploración de los géneros y el simple y llano machismo. En Man Seeking Woman, hay autocrítica masculina (Josh y su amigo Mike son lo peor y la serie se recrea en ello), pero de nada sirve cuando la mujer nunca es real, desempeña un papel satírico o de villano, es ese enigma indescifrable (las mujeres son de Venus, ya sabéis), un trozo de carne con agujeros, o un objeto que conseguir a toda costa (atención al horrible personaje de Minka Kelly). Puede que esa sea precisamente la intención, pero resulta todo demasiado primitivo. Afortunadamente, Man Seeking Woman se redime en este sentido con el noveno episodio, que sitúa a la hermana de Josh (una estupenda Britt Lower canalizando a Liz Lemon) en el centro de la historia, dándonos la perspectiva femenina de los mismos problemas románticos y existenciales. Es quizás el episodio más lúcido de toda la serie, lo que no hace sino reafirmar la idea de que hay algo que no funciona en ella.

Pero más allá del tema de los géneros, lo que menos funciona en Man Seeking Woman es precisamente lo más importante: el humor. Con un aire inconfundible a comedia gamberra de Seth Rogen y James Franco (más de un episodio parece un spin-off de This Is the End), el surrealismo de MSK simplemente no computa. Le falta chispa, garra, y sobre todo, audacia. Al final, por muchos extraterrestres con 100 penes y Apocalipsis que haya, si el trasfondo de la broma es tan simplista, tópico y pueril (como un pedo o un chiste de tetas o de maricones), la inventiva y la originalidad no sirven para nada. Además, el hecho de que prácticamente la totalidad de la serie transcurra alejada de la realidad acaba cansando muy pronto y elimina las posibilidades de evolución. En teoría, Man Seeking Woman tiene buenas ideas, pero a la práctica, no sabe llevarlas a cabo y la comedia se queda a medias (solo el último capítulo da con el tono). Una pena, porque no estaría mal tener una rom-com “masculina” (o debería decir “falocéntrica”) que fuera capaz de hablarnos de los mismos temas sin la necesidad de decirnos en cada escena: “Así somos los tíos, tío, con nuestra mala higiene, nuestros callos pajilleros, nuestra obsesión cegadora por mojar el churro y nuestra incapacidad para ver a la mujer como un ser con más de una dimensión. PENE”.