Crítica: La verdad (Truth)

Truth

Cuidado, que Cate Blanchett quiere su tercer Oscar, y a ver quién se lo niega cuando sigue encadenando trabajos tan sobresalientes como el que realiza en La verdad (Truth). Basándose en el polémico libro Truth and Duty: The Press, The President and The Privilege of Power, James Vanderbilt, guionista de películas como Zodiac, Asalto al poderThe Amazing Spider-Man se sienta en la silla del director por primera vez para llevar a cabo una reconstrucción dramática de los hechos reales ocurridos en 2004, durante la campaña electoral de George W. Bush, el conocido caso “Rathergate“. Blanchett da vida a Mary Mapes, la periodista que encontró unos documentos que cuestionaban el historial militar de Bush, y que dieron lugar a un controvertido programa de investigación con múltiples ramificaciones y consecuencias para todos los involucrados en él.

La ópera prima de Vanderbilt (que también escribe el guion, claro), nos traslada a una reciente etapa de tumulto sociopolítico en Estados Unidos y en el mundo, un panorama post-11-S en el que la todopoderosa nación se encuentra inmersa en la guerra contra Iraq y Afganistán y George W. Bush se enfrenta a su posible segundo mandato como presidente. Bajo la producción de Mapes, una de las periodistas más destacadas de la televisión norteamericana, y el aval del famoso presentador Dan Rathers (intachable Robert Redford), el programa de CBS 60 Minutes emitía un especial que revelaba las irregularidades del servicio militar de Bush en la guerra de Vietnam, acusando al presidente de no haber terminado el servicio y haber recibido trato de favor por parte de sus superiores para evitar la guerra. Convencida de la legitimidad de las pruebas, Mapes saca la información a la luz, pero al no ser capaz de demostrar la autenticidad de los documentos, se desata un huracán que avanza en el ojo público.

A través de la historia de Mapes y Rather, Vanderbilt nos habla de lo que se esconde detrás de la verdad, de los entresijos de un informativo antes y después de emitir una exclusiva importante que promete (y para muchos parece estar confeccionada para) poner patas arriba la campaña electoral y difamar al candidato aventajado. Aunque en ningún momento se alude a la expresión “caza de brujas“, Vanderbilt nos está narrando entre líneas la conspiración que se pone en marcha contra Mapes y Rather La verdad(convertidos en cabezas de turco y heroicos mártires del liberalismo), una trama ambigua y oscura en la que entran en juego intereses políticos y económicos: como dice Rathers, “Antes las noticias no daban dinero a la cadena, se hacían porque era nuestro deber”, ahora las grandes corporaciones y los partidos políticos cortan el bacalao ideológico de la tele americana. El dúo de periodistas (a los que une un vínculo más fuerte que el profesional) luchan por demostrar la veracidad de su noticia y defender los ideales del periodismo de investigación, pero las fuerzas en juego son demasiado poderosas.

La verdad es una historia que bien podía haber sido escrita por Aaron Sorkin, en el buen y en el mal sentido. Vanderbilt sigue los pasos del creador de El ala oeste de la Casa BlancaThe Newsroom con una historia ágil, de diálogos punzantes e intensidad prolongada que nos recuerda a los mejores momentos de las mencionadas series y encajaría perfectamente en la programación de HBO. Pero como Sorkin, Vanderbilt no puede evitar incurrir en cierta demagogia ideológica a la hora de dar forma a su discurso. Para ser un film sobre la objetividad en los medios, La verdad resulta excesivamente manipuladora y maniquea. Sobre todo en lo que se refiere a su revestimiento dramático, un velo de grandilocuencia hollywoodiense que, a través de una emocionalmente agresiva banda sonora y momentos hiperficcionalizados, no deja apenas espacio para que el espectador piense por sí mismo.

Y aun así, La verdad resulta vibrante en todo momento, principalmente porque trata un tema sin duda apasionante. La clave para disfrutar de ella es ser consciente de que uno está siendo manipulado y hasta cierto punto adoctrinado. Si esto se tiene claro, la película se revela como el entretenimiento hollywoodiense perfecto, una historia robusta, emocionante, sin un minuto de desperdicio, y con impecables interpretaciones protagonistas (como hemos dicho ya, Blanchett está arrebatadora y se ha ganado una nueva nominación al Oscar) y secundarias (destacan Dennis Quaid, Topher Grace y sobre todo Stacy Keach, mientras que Elisabeth Moss queda totalmente desaprovechada). Por último, aunque sea empleando métodos cuestionables, La verdad ha servido para reavivar un debate muy importante sobre la relación entre los medios y el poder político en Estados Unidos que nos incumbe a todos. Supongo que en este caso, el fin justifica los medios.

Valoración: ★★★