X: El genial polvazo slasher de Ti West

David Lastra

Sangre, sudor y semen (y la sustancia expulsada en la eyaculación femenina). Sustancias pringosas que abandonan el interior de nuestros cuerpos para adherirse a otros ajenos, cuando no al de uno mismo, como resultado de una explosión energética. Pringue que usamos, cual dioses todopoderosos, para humedecer la arcilla con la que moldeamos todas y cada una de nuestras carnales creaciones. Y, como el arte imita a la vida, nombres como David Cronenberg (Crash), Julia Ducournau (Titane) o Gaspar Noé (Enter the Void), han utilizado de manera obsequiosa ese mejunje, convirtiéndolo en el verdadero epicentro de su terrorífica obra fílmica. El último en apuntarse a esta peculiar clase de alfarería ha sido Ti West (La casa del diablo) con X, la nueva sensación espeluznante de la factoría A24 (MidsommarLa bruja).

Maxine Minx (Mia Goth, Suspiria) es un puto icono sexual. Ella marca sus reglas y no se doblega por nada, ni por nadie. Ahora mismo es uno de los rostros (y los cuerpos) más conocidos en el circuito pornográfico del cinturón de la Biblia en Estados Unidos y su fama puede verse catapultada gracias a su entrada en el incipiente mercado de las cintas de vídeo porno a finales de los años setenta. Las hijas del granjero está llamado a ser su primer gran hit a escala nacional o, quién sabe, mundial. Ella es muy suya, ella se transforma. Maxine es toda una motomami.

X nos cuenta el rodaje de esa película porno en mitad de esa América Profunda, tan reprimida como salidorra. Estados gobernados por fundamentalistas cristianos, en los que la voz de los telepredicadores va a misa. La tierra de los mil y un clubs de carretera, la de las familias endogámicas y en la que los caimanes rampan a sus anchas. En medio de ese marasmo de apariencias y falsedad religiosa, el equipo de rodaje llega a una granja perdida en mitad de la nada con las ansias de crear la mejor película pornográfica de la historia y reventar el mercado. Delante de las cámaras tenemos a Jackson Hole, un veterano de Vietnam al que podríamos referirnos de forma metonímica por su miembro (Scott Mescudi, el rapero Kid Cudi al que también hemos podido ver últimamente en las series We Are Who We Are Westworld) y a Bobby-Lynne (Brittany Snow, Pitch Perfect), toda una bombshell a lo Marilyn de manual; detrás, a RJ (Owen Campbell, La (des) educación de Cameron Post), un hijo directo de la Nouvelle vague, Lorraine (Jenna Ortega, Scream), encargada del sonido y novia de RJ, y Wayne Gilroy (Martin Henderson, Anatomía de Grey), productor ejecutivo y toda una leyenda dentro de este mundillo. Pero ninguno de ellos brilla tanto como Maxine. Ella tiene ese nosequé. Eso que alguno llama el factor X. Ese brillo inherente no pasa desapercibido para Howard y Pearl, (él, Stephen Ure, rostro maquillado habitual al que hemos podido no distinguir como alguno de los orcos que habitan la Tierra Media; y ella, todo un misterio), los ancianos propietarios de la granja donde se alojan. Una decrépita pareja que comenzará a sentir algo más que curiosidad por lo que hacen sus inquilinos en la cabaña de al lado.

Ti West llegó a nuestras vidas con La casa del diablo, una aventura diabólica que sobre el papel podría no tener mucho interés, pero que gracias a su forma de narrar y rodar se ha convertido en una de las propuestas dentro del terror más interesantes de los últimos años. Si en esa película homenajeaba el terror psicológico más clásico y satánico, en esta X hace lo propio con los grandes slashers setenteros, especialmente, tanto por localización como por ambientación y la naturaleza de los personajes, a esa pesadilla llamada La matanza de Texas. Como en la obra de Tom Hooper, West no tiene ninguna prisa por llegar al gore, pero cuando lo hace, tampoco se corta lo más mínimo. X se sabe todas las reglas del slasher y las cumple a la perfección. Recordándonos que aquí no hemos venido por las sorpresas, sino por los sustos y el despiporre sangriento. Pero tampoco nos equivoquemos, esto no es un remake encubierto, sino un inteligentísimo ejercicio cinematográfico propio que resulta una carta de amor al género. tiene la personalidad suficiente como para ser el slasher más interesante y excitante de la década, no solo por su perversa historia o su encomiable reparto, sino también gracias a su brillantísimo montaje y diseño de sonido, así como por la ululante presencia constante de la voz de Chelsea Wolfe.

Pero no solo de sangre vive el ser humano, también tiene bastante de los otros dos fluidos que hemos citado al comienzo de la crítica. La primera parte de la cinta es un divertidísimo y necesario manifiesto a favor del sexo libre y el amor puro por parte del equipo de rodaje, como respuesta ante el puritanismo enquistado en la sociedad estadounidense. Una situación que todavía llegaría a ponerse bastante a peor en los años posteriores por culpa del discurso de odio perpetrado por Ronald Reagan. Igualmente interesante resulta el retrato del deseo sexual en la tercera edad, personificado (de manera no muy idílica, todo hay que decirlo) en la figura de Pearl. Un tema que suele resultar tabú tanto en la gran pantalla como en la vida real. Dos discursos parejos y necesarios, que encuentran su cénit en un precioso montaje musical en pantalla partida, con una de las mejores utilizaciones de la canción Landslide de Fleetwood Mac que se han realizado hasta la fecha.

Ti West sabe que en todo buen polvo, un buen orgasmo debe ir acompañado con más de una risa… y eso es lo que nos da con X. El humor es una pieza clave en su cine, como ya pudimos ver en la irregular Los huéspedes, y aquí vuelve a hacer acto de presencia, de manera más acertada. En esta ocasión, West vuelve a hacernos reír con los personajes, no de ellos. Entendemos sus motivaciones, les insuflamos ánimos para triunfar en el porno y, en cierta manera, tenemos cierta envidia por no formar parte de su bonita pandilla. De ahí que cada corte o herida nos duele (con algunos más que otros, todo hay que decirlo), algo que no suele ser muy común en los slashers, donde siempre queremos más y más muertos.

El reparto de X triunfa a la hora de lograr ese tono socarrón que suele acompañar a las cuando las cosas se ponen duras y de hacérnoslo pasar mal cuando las cosas se tuercen de mala manera. Mia Goth reina sobre todos ellos con su excesiva Maxine, una suerte de ángel-puta a lo Laura Palmer, pero a diferencia de la mártir de David Lynch, sin ningún tipo de maldad conocida. Goth vuelve a confirmar su buen hacer en este tipo de personajes extremos y su buen gusto a la hora de elegir sus colaboradores (Claire Denis, Luca Guadagnino, Lars Von Trier…). Brillan especialmente también Jenna Ortega, confirmándose como una notable scream queen, y Brittany Snow, la verdadera robaescenas del film.

Sin prisa, sutil, divertido y ácido en los prolegómenos. Bestia, violento y bastante gore cuando entra en materia. Menudo polvazo que nos ha pegado Ti West en esta X. Deseando repetir.

Nota: ★★★★½