ELVIS: El gran Presley

David Lastra

Cuando Elvis abandonó el edificio para no volver nunca más, dejó para la posteridad alguna de las mejores interpretaciones vocales de la historia, así como millares de corazones rotos ante la increíble tragedia que había acontecido y que ninguno quería aceptar. ¿Cómo puede ser que un ser inmortal muera?. El fallecimiento de un ídolo para sus fans supone la caída en un periodo de luto real, similar o superior a una viudedad. Pero, como suele ocurrir en el caso de las grandes estrellas, ese amadísimo duelo se vio también contrarrestado con el afloramiento de historias con alguna o ninguna base real ideadas por aves de rapiña que intentaron sacar partido de la pérdida, sin importar si el legado de la estrella pudiese verse perjudicado con tal de sacar un par de reales. Baz Luhrmann (Moulin Rouge) se acerca en ELVIS a la legendaria figura del Rey del Rock desde la polémica mirada del mayor chupóptero y pieza central para la consecución de su conversión en superestrella: el Coronel Tom Parker, su mánager de toda la vida.

La nueva fábula de Luhrmann nos presenta a un Elvis (Austin Butler, The Carrie Diaries) al comienzo de su carrera musical. Cuando todavía era una estrella emergente bajo el icónico sello Sun Records y comenzaba a copar las emisoras de radio locales con sus primeras versiones. Gracias a su excelente olfato en la búsqueda de oportunidades y de dinero fácil, el Coronel Tom Parker (Tom Hanks, Philadelphia) se hizo inteligentemente con los derechos completos de representación del joven Elvis y le convirtió, literalmente, en su nueva atracción de feria. Después de una fulgurante carrera en un circo itinerante, Elvis se convirtió en un chico de portada y estrella del momento con un flamante contrato con una discográfica como RCA y la consiguiente publicación de su primer LP. Comenzó la fiebre del merchandising, los carteles de Sold-Out cada noche, sus primeras películas, sus residencias en Las Vegas…

Pero no nos adelantemos, ¿Qué tenía de especial este chaval espigado y paliducho de Tupelo para provocar que medio país bebiese los vientos por él? Alguno dirá fríamente que su éxito provenía por su impecable interpretación vocal a la hora de acometer sus versiones, pero todos sabemos que el verdadero chispazo que hizo que todo explotase es que pocos artistas como él han sabido follarnos en un escenario como él. Puede que la expresión pueda parecer exagerada o malsonante, pero no podemos olvidarnos que Elvis fue considerado como un peligro para la moral de la sociedad por sus movimientos de cadera por parte de los paletos conservadores estadounidenses. ¿Fue el primero en realizar esos movimientos espasmódicos en un escenario? No, pero sí que fue uno de los primeros artistas blancos en hacerlo. Su inspiración provenía directamente de artistas negros que sufrían el ostracismo y la censura por culpa del segregacionismo y demás políticas racistas imperantes en las administraciones y los poderes mediáticos de la época (y que a día de hoy siguen sufriendo). ¿Estamos entonces ante un caso de apropiacionismo? Esa es una de las acusaciones más comunes a la figura de Elvis, ya que la mayor parte de los éxitos de sus comienzos no eran sino versiones de temas ya grabados por músicos negros que habían pasado sin pena ni gloria por culpa de la lacra racista. Pero no hay que obviar que él nunca se escondió a la hora de reconocer que sus influencias provenían del blues o el gospel, de figuras como Sister Rosetta Tharpe o B.B. King. Justamente este último zanjó esta cuestión sin ningún tipo de fisuras, hablando de la absoluta reverencia de Elvis hacia la cultura africana-americana, haciendo especial énfasis en el origen extremadamente humilde del propio Presley.

Además de acercarse a los temas de la censura conservadora y el racismo, ELVIS se centra especialmente en la fiebre que supuso Presley como fenómeno fan mundial en las décadas centrales del siglo XX. Gritos desmesurados, lágrimas que podrían llenar estadios, besos apasionados y mucha ropa interior arrojada a sus pies. Una locura que supera con creces a la intensidad de los fandoms de artistas actuales como Harry Styles, Taylor Swift o BTS. Como toda buena obra de Luhrmann, este nos presenta a un protagonista que se mueve únicamente por amor. Por el amor que le profesan sus fans. Un amor que antepone incluso al que le pueda dar su mujer Priscilla (Olivia Dejonge, La visita), su hija Lisa Marie, o sus mil y un amantes. Un ente irreal que solo necesita la energía de sus directos y sentir en su piel el éxtasis que logra despertar entre sus admiradores. El director de Australia consigue alguna de las mejores escenas de su filmografía a la hora de retratar ese fervor religioso. Especialmente esas tres escenas que conforman el esqueleto del film: la primera vez en que Elvis es consciente del poder de su pelvis ante el respetable, la polémica actuación de Trouble en plena guerra contra la censura, y su retorno con el especial navideño. Luhrmann logra transmitirnos en cada una de nuestras terminaciones nerviosas la sensación que tuvieron que sentir los afortunados que vivieron esos momentos en directo. Es tal la emoción ante semejante derroche, que es completamente natural reaccionar ante dichas secuencias con algún que otro grito más o menos ahogado, un cruce de piernas nervioso, o algún que otro aplauso nada comedido.

Tras algún que otro destello en su injustamente incomprendida serie The Get Down, Luhrmann vuelve por todo lo alto en esta ELVIS trayéndonos todos sus manierismos y excesos que nos encandilaron en las generacionales Romeo + Julieta, de William ShakespeareMoulin Rouge; pero de una manera algo más calmada, siempre dentro de su habitual frenesí, como ya hiciera en El gran Gatsby, pero con muchos mejores resultados. La grandeza visual de Luhrmann es, como siempre, fruto de su relación con Catherine Martin. Junto a la cuádruple ganadora del Oscar por sus diseños de producción y vestuario en Moulin RougeEl gran Gatsby, vuelve a crear un mundo de ensueño, pero sin olvidar la crudeza y violencia necesaria que necesita una figura como la de Elvis.

Además de la mirada de Luhrmann y Martin, ELVIS pasará a la historia especialmente por la portentosa interpretación de Austin Butler. Meterse en los zapatos de una leyenda siempre es tarea difícil, pero hacerlo en los de una figura que ha sido (y sigue siendo) tan caricaturizable como es la de Elvis Presley y salir ileso es casi imposible. Butler no logra solo solventar la papeleta, sino que triunfa de manera clamorosa con su acercamiento al icono. A diferencia de muchos protagonistas de biopics, Butler nos muestra que estamos ante un trabajo interpretativo de altura y no una mera imitación o una colección de prótesis. Resulta un verdadero placer disfrutar de la gestualidad de Butler, sus golpes de cadera y energía en los directos, así como su evolución sobre el escenario a lo largo de los años. El orgasmo llega cada vez que abre la boca, tanto a la hora de modular su voz en los diálogos, como al comprobar el encaje de bolillos que han hecho al mezclar la voz del actor con la de la leyenda en alguna de las actuaciones (llegando a cantar Butler en solitario alguno de los grandes momentos de la película como Hound Dog o la citada Trouble). El trabajo de construcción del personaje de Elvis y su ejecución es una verdadera locura increíble y una de las razones por las que el Cine sigue siendo un Arte. El Oscar a mejor actor es suyo.

Aunque el carisma de Butler puede llegar a eclipsarlo todo, no sería justo olvidarse de la labor de otra leyenda: Tom Hanks. El oscarizado actor se mete en la piel de uno de los personajes más desagradables de su filmografía. Calando a la perfección la rastrera inteligencia del Coronel y su maestría como titiritero de seres humanos. Rozando el histrión y recreándose en una socarronería que recuerda al maestro de ceremonias que también clavó Jim Broadbent en Moulin Rouge, pero con menos escrúpulos si cabe. Él es el gran villano de la función. La personificación definitiva de la perfidia. Una presencia tóxica que todo lo ocupa y de la que resulta completamente imposible zafarse de ella. Luhrmann logra otro imposible: que lleguemos a odiar con todo nuestro alma a Tom Hanks.

ELVIS es Spectacular, Spectacular. Aunque lo haya intentado durante más de mil palabras, no existen términos exactos en lengua vernácula que puedan describir este evento cinematográfico. El público no podrá parar de aplaudir. Puede que Elvis haya abandonado el edificio, pero esta película, al igual que sus canciones, seguirán en nuestra memoria durante más de cincuenta años.

Nota: ★★★★★