Belle: Metaverso, el musical

David Lastra

Construir un discurso contra las redes sociales a estas alturas de la película resulta completamente contraproducente, por no decir absurdo. Nada aportan ya esas rancias argumentaciones sobre los no tan lejanos tiempos en los que solo nos podíamos relacionar cara a cara con un determinado grupo de personas que nos habían tocado por limitaciones geográficas, sociales y económicas. Esa nostálgica mirada resulta una generalización injusta y, como todo ejercicio de esa índole, distorsionada por el privilegio de algunos. La irrupción de las redes sociales y los primeros chats supusieron una apertura de miras y esperanza para todos aquellos que no encajábamos. El descubrimiento de la existencia de desconocidos con los que compartíamos afinidades, ansias y experiencias. Un espacio en el que podíamos mostrarnos como éramos realmente o reinventarnos detrás de una máscara. Esta válvula de escape terminó convirtiéndose en una de las piezas angulares de nuestra cotidianeidad, así como uno de los principales canales de comunicación hasta para con los que tenemos al lado. El maestro Mamoru Hosoda (Mirai. Mi hermana pequeña) explora esa realidad en Belle, su última extravagancia visual en forma de película.

A Suzu le pasa algo. Desde que su madre murió, es como si estuviese apagada. Ya no canta, ni escribe canciones. Ya casi no se relaciona con nadie, ni medio come. El luto ha fagocitado a su persona. Aunque su círculo más cercano intenta estar al tanto de todo lo que le pasa, la situación parece no mejorar. Preocupada por la situación, una de sus mejores amigas le recomienda darse una vuelta por U, un mundo virtual a medio camino entre el Second LifeMinecraft y la cabalgata sin fin de Paprika de Satoshi Kon. En ese universo, Suzu es Bell, un pecoso avatar que cumple a rajatabla los cánones de la belleza de los anime y los manga. Una belleza que se ve sublimada aún más por su portentosa voz, que le convierte ipso facto en la mayor estrella de U. Poco a poco, la fama de Bell (o Belle, como le llaman sus fans) comienza a reflejarse en la Suzu del mundo real.

Aunque disfrazada de enésima adaptación del cuento de La Bella y la Bestia de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, Belle opta por no centrarse únicamente en la posible trama romántica, que haberlas haylas, sino que nos muestra alguno de los problemas más importantes a los que se enfrentan los jóvenes en su día a día. Desde la popularidad en los centros de estudio, a las presiones estéticas, tanto impuestas como las autoimpuestas, los malos tratos… Diferentes preocupaciones que golpean desde diferentes flancos, provocando la tímida aparición de ese mal endémico a esa franja de edad que es la depresión. Resulta honorable que Hosoda no se corte a la hora de mostrarnos el vacío existencial ante el que se enfrenta Suzu en su día a día. Una bajona que va más allá del supuesto luto, ella está deprimida. Así como los problemas familiares en la vida real del misterioso Dragón, la Bestia de turno.

Una decisión valiente y acertada, como hace un par de años fuese A Silent Voice y su reflexión sobre el aislamiento y el suicidio juvenil. Ese aspecto oscuro y realista engrandece el fondo de Belle y lo entronca con cierta marca de autoría que ya nos mostró especialmente en Wolf Children o Mirai Mi hermana pequeña. Hosoda no teme mostrarnos todos los aspectos naturales de una fábula, incluso los más tristes y educativos. Igual de acertado que es el retrato que hace sobre los mundos virtuales. Mostrándonos tanto su lado bueno, como es su naturaleza como zona de confort, así como sus grandes males, como son la proliferación de las voces disidentes y trolls, así como cierto peligro de censura y autoritarismo. No obstante, esta no es la primera vez que Hosoda se adentra en estos lares. En 2009, ya nos mostró el mundo de los juegos virtuales y los avatares en Summer Wars, aunque de un modo más rayano al del cine de aventuras o fantástico más clásico.

Pero no solo de realidad vive Hosoda y en Belle consigue crear un imaginario visual poderosísimo. Excediendo su propia leyenda. Lo cual no es tema baladí teniendo en cuenta que estamos ante el director de La chica que saltaba a través del tiempo o la citada Summer Wars. Las escenas que ocurren dentro del mundo virtual resultan completamente embriagadoras. Arrebatándonos y dejándonos casi al borde del síndrome Stendhal, especialmente cada vez que Bell actúa ante sus fans. El rompepistas U o la baladas Lend Me Your VoiceA Million Miles Away, interpretada  por la cantante Kaho Nakamura (que también pone voz a Suzu cuando no canta), son alguno de los mejores temas que podrás escuchar este año, tanto dentro como fuera de una sala de cine. Resulta especialmente emocionante la actuación de A Million Miles Away ante la multitud virtual. Su precioso estribillo y ese subidón a lo Sigur Rós en su tramo final hace que las lágrimas proliferen a lo largo de toda la sala de cine. Siendo estos momentos musicales los más memorables y emocionantes, no podemos dejar de pensar sobre lo bien que hubiese funcionado este proyecto si se hubiese llevado a cabo tal y como Hosoda quería en un primer momento, convirtiendo Belle en una película completamente musical.

Con Belle, Hosoda consigue su película más bella, valga la redundancia. Otro tremendo placer esteta, con su regusto amargo y tristón marca de la casa, y engrandecido por una colección de canciones de primera.

Nota: