París, Distrito 13: El Spleen de París en tiempos del Tinder

David Lastra

Encontrar el amor en estos tiempos se ha convertido en una tarea casi más complicada que conseguir un trabajo y una vivienda digna. Puede que la febril irrupción de las innumerables apps de citas y encuentros hayan podido facilitar y/o agilizar a priori el proceso, pero la dificultad para congeniar sigue ahí. Puede que sea por la imposibilidad de compaginar horarios, la precariedad económica en la que nos sumimos o la vorágine de angustia vital que nos devora.

Ya sea por culpa del capitalismo o de nuestra colección de heridas cosechadas en el pasado, el amor brilla por su ausencia en nuestras vidas, tanto que al encontrar algún que otro destello del mismo, nos sintamos como los dos protagonistas de la historia que nos narraron Adam Richard Wiles y Robyn Rihanna Fenty hace más de diez años: hilarantes y realizados tras haber encontrado el amor en un sitio más insospechado. En medio de semejante búsqueda existencial, nos encontramos a los cuatro protagonistas de París, Distrito 13, la nueva epopeya amorosa de Jacques Audiard (Un profeta, Los hermanos Sister).

Les Olympiades, título original de la película, hace referencia a los ocho rascacielos que dominan el Distrito 13 de París. Un proyecto urbanístico que buscaba rejuvenecer ese antiguo barrio obrero con la llegada de jóvenes estudiantes y trabajadores. Émilie (la novel Lucie Zhang) busca realquilar el piso de su abuela para así lograr llegar a fin de mes. Aunque prefiere que su nueva compañera sea una mujer, Camille (Makita SambaAmante por un día), un joven profesor de instituto, consigue convencerla gracias a su carisma y, por qué no decirlo, a un buen polvo. La dinámica habitacional de Émilie y Camille se sustenta en el sexo desacomplejado hasta que él decide empezar a ver a otras mujeres. Es ahí donde empieza el comienzo del fin de la no-relación entre ambos…

Por otro lado, Nora (Noémie MerlantRetrato de una joven en llamas) acaba de realizar su personal éxodo rural a la gran ciudad para poner tierra de por medio a una relación enfermiza. En su nueva realidad como estudiante universitaria, conocerá de manera bastante rocambolesca la figura de Amber Sweet (Jehnny Beth, cantante conocida tanto por su carrera en solitario y como vocalista de Savages, como por ser autora de C.A.L.M. Crimes Against Love Memories, una interesante colección de cuentos eróticos que casan bastante bien con la naturaleza de los pobladores de esta película), una estelar cam girl, con la que emprenderá una bonita relación. Las existencias de estos cuatro personajes se entrecruzarán cual cuento moral de Éric Rohmer en las calles y las camas de los edificios colindantes a esa explanada del Distrito 13, el perfecto símbolo de un futuro pasado de moda en el que nunca llegamos a habitar.

Tomando como punto de partida tres historias de la novela gráfica Intruso de Adrian Tomine, Audiard explora la fluidez de estas intimidades fugaces en las grandes ciudades. Una realidad que diluye los anquilosados roles de amigos, amantes y parejas, y que nos muestra una solución muchísimo más inteligente y satisfactoria: el amor sin trabas pero con absoluto respeto hacia las otras personas inmiscuidas en esta nueva relación. No obstante, el juego de sillas presentado en París, Distrito 13 no deja de ser una visión algo caduca y poco novedosa de estas relaciones, llegando a introducir algún que otro episodio de celos y envidias que podría haber trabado bastante el resultado final, pero que se ve compensado con creces gracias a la entrega y el buen trabajo de sus protagonistas, así como por cierto toque luminoso y optimista bastante agradable, que no buenrollista.

La debutante Lucie Zhang es el alma de París, Distrito 13. Su Émilie es el epítome de toda esa fluidez amorosa inmiscuida tanto en flechazos tan fulminantes que hacen que de latir su corazón se pare como en encuentros coitales con desconocidos a cualquier hora del día. Zhang logra transmitir a la perfección la inocencia y un cierto anarquismo en cada una de sus decisiones, así como su capacidad para sobrevivir al tedio de su existencia ante el fin de la adolescencia y el comienzo de la vida adulta. Igualmente luminosas resultan la mirada de Noémie Merlant o la íntima procacidad virtual de Jehnny Beth. Sus escenas juntas, ya sea en persona o a través de las cámaras de sus ordenadores, resultan una verdadera delicia y un perfecto ejemplo de química en pantalla.

París, Distrito 13 nos muestra lo difícil que es encontrar el amor (y los orgasmos, valga la redundancia) en esos lugares desolados que son las grandes ciudades. Pero lejos de desesperanzarnos ante esa situación, Audiard no duda en mostrarnos un bellísimo prisma de luz multicolor para que sigamos teniendo fe en nuestra búsqueda.

Nota: ★★★½