Crítica: Aprendiendo a conducir

Aprendiendo_a_conducir

Chicos, voy a recomendaros una película de Isabel Coixet. No, no me he vuelto majara. Aprendiendo a conducir (Learning to Drive), el nuevo largo de nuestra internacional directora catalana, es su mejor propuesta en bastante tiempo. Una cinta amable y sencilla, sin pretensiones, que se puede disfrutar si no se le exige demasiado (algo fácil, gracias a su naturaleza relajada). Como leéis. Una película de Isabel Coixet sin pretensiones. Parece mentira, pero no lo es. Quizás por eso, porque Aprendiendo a conducir no es la quintaesencia coixetiana, me ha resultado más digerible.

La película continúa el recorrido internacional que la directora lleva realizando desde que estrenase su aclamada Mi vida sin mí, y que le ha llevado a Irlanda, París, Vancouver, Tokio o Gales (esta última para dirigir a Sophie Turner en la fallida Mi otro yo), con un aparte en forma de “regreso al futuro” ambientado en nuestro país en la atroz Ayer no termina nunca (que para eso, no vuelvas). En Aprendiendo a conducir Coixet regresa a las ajetreadas calles de Nueva York después de Elegy, para seguir explorando el enigma de las relaciones interpersonales en el Siglo XXI, y lo hace junto a dos pesos pesados de la interpretación, Sir Ben Kingsley y la omnipresente Patricia Clarkson.

Los actores dan vida a dos personalidades muy dispares, Darwan, taxista e instructor de autoescuela de origen indio, y Wendy, neurótica e impulsiva escritora de Manhattan. Todo comienza con un encuentro fortuito entre ambos (estar en el lugar adecuado en el momento justo, la magia de Nueva York), cuando Wendy toma el taxi de Darwan después de que su marido (Jake Weber) le haya APRENDIENDO_A_CONDUCIR_-_postercomunicado que da carpetazo a su matrimonio para irse con otra más joven. Neoyorquina de pura cepa, de clase alta y con marido con carnet de conducir, Wendy nunca ha necesitado sacarse el permiso. Cuando se presenta la oportunidad de mudarse con su hija (Grace Gummer) a un entorno rural para empezar un nuevo capítulo de su vida, Wendy decide recibir clases de conducir de Darwan.

Mientras conducen por las calles de Manhattan, instructor y alumna desarrollan una amistad especial con la que Coixet explora los conceptos de la soledad, la dependencia (e independencia) emocional o las diferencias culturales, todo bajo el incomparable marco de diversidad y mezcolanza que es Nueva York. Las clases de conducir son un pretexto para sumir a Wendy en un proceso de aprendizaje que la pondrá en contacto directo con la vida y las costumbres del inmigrante neoyorquino, víctima de la hipervigilancia post-11-S y los prejuicios raciales, le ayudará a poner sus problemas en perspectiva y en última instancia le servirá para tomar el control de su vida.

El nexo de unión que se forma entre Wendy y Darwan vertebra una película agradable y bienintencionada que, a pesar de transcurrir a base de tópicos del “cine emocional” y estar llena de obvias metáforas, evita caer en excesos melodramáticos (véase por ejemplo la comedida pero potente despedida de Wendy y Darwan). Coixet (que no escribe el guion, y ahí puede estar la clave) compone un film equilibrado y elocuente, y lleva a cabo en él una estimable dirección de actores, sacando el máximo partido a Kingsley y Clarkson, que encuentran el punto medio exacto entre el drama y la comedia para dar vida a sus personajes. Aprendiendo a conducir aborda temas importantes de forma liviana, con naturalidad, respeto y ante todo, optimismo.

En definitiva, estamos ante una película de Coixet descargada de los vicios que hacen su cine reconocible a la legua, y que podría ir firmada por cualquier director del club Sundance. Que esto sea algo positivo o negativo depende de nuestra relación con la directora y su cine.

Valoración: ★★★½

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