Artículo escrito por David Lastra
¿Pero realmente lo que nosotros queremos es lo mejor para ella? Con esa manida pregunta retórica respondemos al quid de la cuestión que nos plantea Mar Coll en su segundo largometraje. La ganadora del Goya a mejor dirección novel con Tres dies amb la familia pone en tela de juicio los cuidados y la sobreprotección que lleva a cabo la familia de Geni, tras sufrir esta un aparatoso accidente de coche. La resurrección después de la catástrofe actúa como una especie de electroshock para nuestra protagonista, relegándola a un aletargamiento que termina con sus ansias vitales. El hastío de esta nueva situación hace que abandone su trabajo y que el día a día con su marido se llene de mentiras. Pero esta deriva termina con la aparición de Mariana, mejor amiga de Geni durante sus años mozos que, lejos de dejarse atrapar por las redes laborales, optó por la rebeldía como tercera vía. Como si Thelma y Louise se reencontrasen veinte años después del fundido en blanco. Una nueva vieja llama vuelve a surgir en el corazón de nuestra protagonista. No, no es amor, lo que tú sientes se llama obsesión, amiga Geni.
Tots volem el millor per a ella es un retrato frío y aséptico del tedio de una mujer adulta al convertirse en niña de cristal y, aunque parta de una premisa interesante como es la de ‘es más fácil ser enfermero de tu pareja que ser su amante después de un trauma’, fracasa estrepitosamente a la hora de emocionar al espectador. No hablamos de provocar lloros y gemidos, sino de provocar alguna sensación, principal y único propósito de la existencia del Cine. La supuesta tensión emocional de algunas escenas (quedarse sin dinero en el taxi, los desplantes de Mariana, los tejemanejes de Geni descubiertos por el marido,…) es inexistente por una simplona simbolización (anillos dejados como prenda, miradas lánguidas,…). Esta gélida representación lastra el ritmo del film haciendo que el tiempo se dilate hasta la saciedad provocando cierto desasosiego (cuando no aburrimiento) en el patio de butacas. Un insulto al ritmo por el que deambula una desorientada Nora Navas que poco puede hacer con un personaje como el de Geni… sobre todo si está acompañada de un desangelado Pau Durà (que por momentos parece doblado por José Luis Gil) y por una sobreactuada Valeria Bertuccelli como espantoso arquetipo argentino. Pero lo peor está por llegar. Tras un desastroso descubrimiento con el que Coll nos quiere sorprender (la vida de todo el mundo es una mierda y mataríamos por un empleo fijo, ¿quién nos lo iba a decir?) llega el poético final que no interesa a nadie (si acaso cierta curiosidad sobre si va coger un constipado al salir a la calle con el pelo mojado) rozando el mayor de los ridículos.
Es muy difícil saber lidiar con la estética de la cotidianeidad, con su crueldad y displicencia. Coll intenta ser Michael Haneke y su resultado final no llega ni a cinta de festival de cine europeo a lo Jean Becker. Aunque tampoco hace falta clamar al altísimo, únicamente reparar en una película española con la que Tots volem el millor per a ella comparte cartelera: La herida. La contención de Fernando Franco a la hora de retratar el trastorno de Ana hace que las niñatadas y locuras de Geni nos parezcan aún peores… y recordemos que en un film como estos la capacidad del espectador de empatizar (o de rechazar) los actos del personaje es de vital importancia.
Valoración: ★½