Crítica: Infierno Azul (The Shallows)

Blake Lively Infierno azul The Shallows

Infierno Azul (The Shallows) se anunciaba con la promesa de ser “la Tiburón para las nuevas generaciones”. Una auto-definición que le hacía flaco favor en cuanto a las expectativas sobre la película. Hay que ser muy crédulo para ir a ver la última cinta del catalán internacional Jaume Collet-Serra (La huérfana, Sin identidad) pensando que de verdad podría compararse remotamente con el clásico de Steven Spielberg, pero también hay que ser muy temerario para incitar a esta comparación desde la misma campaña de promoción. Claro que tampoco se iba a ignorar la conexión entre ambas películas: la lucha a vida o muerte del hombre (en el caso de Infierno Azul, la mujer) contra un escualo. Sin embargo, Infierno Azul no tiene tanto en común con aquel revolucionario thriller de 1975, más allá de la inevitable influencia narrativa que demuestra, sino que más bien se adscribe a la corriente reciente de películas sobre una persona intentando sobrevivir sola a la naturaleza, como serían 127 horas, Gravity o Todo está perdido.

En el caso de Infierno Azul, es la estrella en alza Blake Lively (Gossip Girl, El secreto de Adaline) la que se queda sola ante el peligro en un playa de México, donde ha acudido para evadirse de sus problemas y reconectar con su madre fallecida, que solía llevarla a ese paraje paradisíaco cuando era pequeña. El primer acto del film transcurre entre el vídeo deportivo, toda una oda a la religión del surf que parece hecha para ser publicada en GQ o similares, y el spot publicitario, con bien de explotación del cuerpo de Lively, a la que la cámara recorre descaradamente acentuando sus encantos para deleite del “respetable”. Cuando Nancy (Lively) se queda atrapada en una roca a apenas 180 metros de la orilla desierta, la película comienza de verdad, así como el reto al que se enfrentan Collet-Serra y su guionista, Anthony Jaswinski: buscar la manera de sacar provecho a la situación a pesar de sus limitaciones y mantener el interés y el suspense hasta el final. Con un metraje de unos escasos 85 minutosInfierno Azul no saca todo el partido que podría a la idea, pero sí consigue ofrecer un más que decente pasatiempo veraniego.

nullAunque no alcanza su máximo potencial (engancha, pero termina a la baja), Infierno Azul es un thriller muy eficiente gracias a la simpleza de su planteamiento y el buen hacer de su protagonista, que se entrega por completo a la tortura y se alza como toda una heroína autosuficiente y digna de admiración (más allá de la lasciva). Pero además de manejar bien el suspense, el film tiene toques de humor muy acertados: las (muy naturales) conversaciones de Nancy con el personaje de Óscar Jaenada, lo que ocurre en la orilla mientras Nancy pide auxilio a gritos, o la estrella robaescenas y sidekick Steven Seagull, una gaviota que si hubiera categoría de los Oscar a Mejor Interpretación Animal o Ave Revelación estaría nominada seguro. Por otro lado, hay que destacar lo bien empleado que está el bajo presupuesto de la cinta. Se nota que hay poco dinero, sobre todo en los inconsistentes efectos digitales, pero se suple con creatividad y buen trabajo de cámara (Collet-Serra no es un virtuoso, pero su energía y acrobacia filmando es innegable). No obstante, el desenlace de la película empaña sus méritos, con un enfrentamiento climático entre Nancy y el tiburón que cae en el ridículo, y un epílogo excesivamente edulcorado. Una pena.

En la temporada de los blockbusters y las películas de acción descerebrada, Infierno Azul propone un regreso al thriller sencillo y atmosférico que se desarrolla con paciencia y tensión (ahí es donde más tendría en común con Tiburón), una experiencia sin demasiadas exigencias que ofrece escapismo puro sin más. No pasará a la historia, pero desempeña su papel sin problemas.

Pedro J. García

Nota: ★★★