Crítica: The Equalizer (El protector)

Denzel Washington;Chloe Grace Moretz

The Equalizer (El protector) supone el reencuentro del director Antoine Fuqua y el leading man por excelencia Denzel Washington, 13 años después de aquel Training Day, que le valió al actor su segundo Oscar. Y en The Equalizer nosotros nos encontramos con un Washington más maduro en todos los sentidos, un hombre visiblemente mayor que sin embargo, en lugar de renunciar a los papeles de acción, decide ponerse en la piel de Robert McCall, un justiciero vengador que es algo así como una fusión de un ninja, MacGyver y Rain Man.

Claro que, lejos de ser un héroe de acción al estilo de los interpretados recientemente por Jason Statham o Liam Neeson, McCall es un hombre misterioso, sigiloso, que mata a los malos sin que estos se lo vean venir, lo que permite a Washington seguir pateando culos como el más chulo del cine, sin hacer excesivo esfuerzo físico. McCall vive una vida tranquila trabajando en unos grandes almacenes de bricolaje. Su día a día es rutinario, pero su destreza y su forma de actuar, entre lo impecable y el TOC, desvelan una mente prodigiosa y un pasado secreto. Desde el momento en el que lo conocemos, sabemos que McCall es un defensor por naturaleza, un hombre tranquilo que parece al margen de todo, cuando en realidad está observando y calculando (literalmente) el tiempo exacto y los movimientos que harían falta para acabar con el enemigo y salvar a la víctima.

CartelCineDEF TheEqualizer.aiY el enemigo en ese caso puede ser un policía corrupto, un ladrón de tres al cuarto, o la mafia rusa. McCall se ve obligado a abandonar su retiro después de conocer a Teri (Chloë Grace Moretz), una joven prostituta que coincide todas las noches con él en un diner de la ciudad -Moretz y Washington llevan a cabo un Taxi Driver Reloaded, aunque ella es visiblemente más adulta que Jodie Foster. Teri es víctima de una paliza casi mortal a manos del gángster que ejerce de su proxeneta (un imponente Marton Csokas), lo que lleva a McCall a enfrentarse a la mafia él solo. Es el inicio de una guerra, la de The Equalizer contra los malos, a los que va aniquilando uno a uno con sus propias manos, y valiéndose de cualquier objeto que tenga cerca. La mente prodigiosa de McCall solo es equiparable a su velocidad de reflejos y sus cualidades de “manitas”, lo que le convierte sin duda en un superhéroe “real”, un superhombre de andar por casa (y reformarla si hace falta).

En su tramo final, The Equalizer ya se ha convertido en una película de venganza en toda regla, y el (excesivamente alargado) clímax consiste en McCall despachando a los malos uno a uno. La violencia es más gráfica y brutal de lo que cabía esperar, pero para entonces, el humor ya ha hecho acto de presencia, lo que nos permite disfrutar en mayor medida de una película que no se toma tan en serio como parece, un espectáculo de sangre y mamporros en la tradición de Tarantino (salvando mucho las distancias). The Equalizer es por tanto una cinta de acción clásica sin demasiadas pretensiones, una fantasmada autonconsciente y divertida, idónea para los fans de Washington.

Valoración: ★★★