The Bastard Executioner: La degeneración de las series “para adultos”

Bastard Executioner

FX quería su propia Juego de Tronos, y ya la tiene. Se llama The Bastard Executioner y viene de la mano de Kurt Sutter, creador de uno de los mayores éxitos de audiencia de la cadena, Sons of Anarchy. Había mucha expectación en torno al estreno de esta serie la semana pasada, pero no se tradujo en cifras espectaculares para la cadena. El piloto, de doble duración (90 minutos), fue la retransmisión original de cable más vista de la noche, pero quedó por debajo de varias reposiciones de The Big Bang Theory Family Guy, con un discreto 0.8 en la demográfica de espectadores entre 18 y 49 años (Sons of Anarchy se solía poner por encima del 2.0 en su última temporada, para que os hagáis una idea). Las reacciones del público ante el estreno no fueron muy positivas, así que se espera que la audiencia siga cayendo en próximas semanas.

Y no será sin razón. The Bastard Executioner es un producto televisivo muy pobre en casi todos los sentidos, una serie que, a juzgar por su piloto (y esto podría cambiar, pero lo dudo), no tiene nada que ofrecer que no podamos encontrar en muchas otras ficciones. TBE es una historia medieval ambientada en la tumultuosa Gran Bretaña de Eduardo I (siglo XIV) protagonizada por un leal caballero del rey, Wilkin Brattle (el australiano Lee Jones), que después de recibir un mensaje divino decide dejar atrás su vida de sangre derramada en la batalla para, azarosos caprichos del destino, acabar convirtiéndose en verdugo en el pueblo del enemigo (oscura e impersonal figura, secundaria en este tipo de historias, que Sutter pretende explorar en la serie). TBE cuenta con un reparto que mezcla actores desconocidos con populares rostros televisivos, como Stephen Moyer (True Blood), Matthew Rhys (The Americans), y por supuesto la musa y esposa en la vida real de Sutter, Katey Sagal, que interpreta a la curandera mística Annora, personaje que debería haber ido a parar a alguien que al menos supiera imitar el acento galés, destreza que Sagal claramente no domina (viva el nepotismo).

The Bastard Executioner no está basada en ninguna novela, pero es exactamente igual que todas las historias medievales pseudo-fantásticas que hemos visto en los últimos años (intrigas políticas, héroes grises, castas, batallas, torturas y “magia”), recordando sobre todo a la mencionada Juego de TronosOutlander (aquí también hay villano degenerado con el que parece vincularse sadismo y prácticas homosexuales), pero mucho más cutre que cualquiera de las dos. Y aunque prometí no abusar del adjetivo “gratuito” en mis críticas (es un concepto delicado que varía según el producto y el consumidor), es imposible no hacerlo al hablar de esta serie, probablemente la más desvergonzadamente gratuita del año (no nos extraña viniendo de quien viene). La historia y los personajes de TBE son mediocres, sus diálogos parecen copiados de un manual anticuado, uno tipo “frases de stock para historias medievales”, y las interpretaciones son planas. Pero lo peor es que la serie es básicamente un continuo de “shock value”, es decir, sexo y sobre todo violencia gráfica cuyo único propósito es impactar.

Katey Sagal Bastard

El piloto de The Bastard Executioner es uno de los más cafres que hemos visto recientemente en una cadena no premium (está a la par con lo más explícito que se puede ver en HBO, Showtime o Starz). La violencia es tan sensacionalista y frecuente que acaba saturando demasiado pronto. Sutter y su director, Paris Barclay (uno de los realizadores televisivos más prolíficos de la era dorada de la TV), no han reparado en gore, y la orgía de sangre, huesos rotos y vísceras de TBE incluye: [spoilers] cuchillos y espadas atravesando cráneos como si fueran mantequilla caliente, un niño degollado on camera, las imprescindibles decapitaciones, un hombre aplastando la cabeza a pisotones a otro (sí, como en IrreversibleEl Laberinto del Fauno), y el plato fuerte, una embarazada destripada con el feto fuera, aun unido por el cordón umbilical, en lo alto de una pila de cadáveres, salvaje asesinato que por supuesto también hemos presenciado antes [fin de spoilers]. Todo un alarde descerebrado de casquería (como Spartacus pero menos digital) que entierra por completo la historia y que además, como explica la historiadora Kathleen E. Kennedy, poco tiene que ver con la realidad de la Edad Media.

Seguramente el piloto de The Bastard Executioner haya potenciado su lado más brutal y depravado para enganchar al espectador ávido de televisión “para adultos” (si lo hacen en GoT, nosotros también), creyendo que ahí reside la clave para hacer una serie moderna y de prestigio. Pero The Bastard Executioner no es adulta, al contrario, es una ficción profundamente inmadura (y encima aburrida) que, si tiene pensado crecer en algún momento, no contará conmigo para presenciar su rito de paso.