Crítica: Non-Stop (Sin escalas)

Non-Stop

Desde que en 2008 protagonizase Taken (en España Venganza), Liam Neeson ha encontrado la manera de relanzar su carrera como héroe de acción. Desde entonces ha participado en cosas como Ira de TitanesBattleship o Infierno blanco, mientras ha seguido trabajando en la franquicia Taken, cuya tercera entrega está al caer. Por eso, Jaume Collet-Serra, que ya trabajó con Neeson en Sin identidad, vuelve a confiar en él para su nuevo thriller de acción, Non-Stop (Sin escalas), en el que interpreta a un oficial del ejército norteamericano a bordo de un avión secuestrado por alguien que amenaza con matar a una persona cada 20 minutos si no se le dan 150 millones de dólares.

La premisa de Non-Stop es la base de cualquier thriller terrorista: una amenaza, víctimas del miedo post-11S y un héroe americano que salva el día. La película de Collet-Serra va cargada de clichés y lugares comunes, aunque el director catalán suple las carencias del guión y la total falta de originalidad de la propuesta con un buen pulso a la hora de manejar la tensión. Collet-Serra aprovecha las posibilidades que brinda un espacio limitado como el interior de un boeing y realiza un thriller efectivo que se las arregla para mantener el interés en la mayor parte del metraje (haciendo honor a su título), sobre todo gracias a un buen puñado de personajes bien dispuestos para poner en marcha el siempre divertido juego de sospechar de todo el mundo -incluso de una Julianne Moore más relajada de lo habitual, que hace de pasiva partenaire del héroe.

Cartel Non StopPero esto no es suficiente. Non-Stop se columpia entre la inverosimilitud y el absurdo que uno espera (y agradece) de una película de estas características, para acabar cayendo en el ridículo más absoluto. A medida que la trama se desarrolla, los personajes actúan de manera cada vez más incongruente (sobre todo en lo que respecta al tontísimo uso de las nuevas tecnologías), y el desenlace -por otra parte completamente predecible- desafía la suspensión de la incredulidad del más dispuesto. Cierto es que Collet-Serra también dosifica con acierto los momentos de alivio cómico, pero estos no son suficientes para salvar una película que acaba tomándose mucho más en serio de lo que debería. Sobre todo en su tramo final, cuando se descubre quién está tras el secuestro, y se procede a atragantar al espectador con el más sobre-explicativo y manido discurso sobre el terror y la farsa de la seguridad nacional en Norteamérica. Basta ya de reflexiones propias de una redacción de secundaria sobre el mundo después del 9-11, y basta ya de darnos mascado el mensaje de la película, como si no estuviera claro desde el principio.

La digna presencia de Liam Neeson es lo que mantiene a Non-Stop en el aire la mayor parte del tiempo, pero los giros sin sentido del guión, la total implausibilidad de su tramo final y la negativa de la película a entregarse abiertamente al disparate (a pesar de interesantes destellos de autoconsciencia) hacen que caiga en picado hacia el vacío. Tampoco ayuda que Collet-Serra no sea capaz de otorgar entidad a sus personajes femeninos, que, o bien son víctimas asustadas (Michelle Dockery), comparsas del héroe para forzar el factor romántico (Moore) o bonitas carcasas vacías (Lupita Nyong’o). Eso sí, como cine escapista para dejar puesto el piloto automático y dejarse llevar Non-Stop cumple su cometido. No falla, los thrillers aéreos siempre entretienen, y a pesar de sus muchos defectos, Non-Stop no es una excepción.

Valoración: ★★½