Crítica: Al final del túnel

Puede que Alfred Hitchcock no inventase el suspense, pero su reconocible silueta siempre reina en todo escrito o película que se acerque a dicho género. Las comparaciones siempre son odiosas, pero es humanamente imposible no encontrar similitud alguna entre cualquier película de suspense con su cine. Piensa en el último cliffhanger que te haya desvelado últimamente, en cualquier crimen, misterio, doble cara, giro, que pueda te venir a la cabeza… Hitch lo hizo antes. Sin él, el cine de Fincher, Villeneuve o del propio Scorsese no sería el mismo. Los métodos del maestro del suspense siguen siendo revisitados (y saqueados) hasta la saciedad en el cine actual. Como buena película de suspense, Al final del túnel bebe directamente de la filmografía de Hitchcock, y no solo por compartir protagonista en silla de ruedas.

A la hora de realizar una cinta de suspense en la actualidad, existen tres opciones: crear una propuesta 100% original (y fracasar en el intento), hacer un remake (y aburrir al personal) u optar por revestir una estructura argumental clásica con un manto resultón y aderezarla con un par de sorpresas (y contentar tanto al público como a la crítica). Esa tercera vía es la que ha elegido Rodrigo Grande (Cuestión de principios) en Al final del túnel. La historia presentada por el cineasta argentino sigue paso por paso el ABC del suspense, sabiendo dosificar la información e introduciendo las revelaciones en el instante adecuado. Desde su inicio, juega de manera acertada con el suspense de la relación amorosa entre Joaquín y Berta, el pasado de todos ellos y los tejemanejes de los vecinos. Un comienzo un tanto parsimonioso que sirve para descolocar y situar al espectador justo donde quiere. Puede que la verdadera razón que mueve a los personajes no sea sorprendente, pero para el momento en que ocurre, Grande ha conseguido que estés dentro de la historia y con una inteligente inclusión de elementos de acción, más propios del thriller, logra que Al final del túnel no solo no se desinfle, sino que funcione aún mejor. Su tramo final es ejemplar por cómo mantiene la tensión de la trama y el interés del espectador, además de un bonito (y explícito) homenaje a otro cineasta que ama a Hitchcock, Quentin Tarantino.

Al final del túnel pósterCon su acertado trabajo en este film, Leonardo Sbaraglia (Intacto, Relatos salvajes) consigue la que podría ser su mejor interpretación hasta la fecha. Su Joaquín toma prestada la silla de ruedas de James Stewart en La ventana indiscreta, pero cambia el telescopio por cámaras y micrófonos para espiar a sus vecinos y adopta un papel mucho más activo que el bueno de Jimmy, intentando reventar él mismo los planes de sus vecinos. Sbaraglia transmite a la perfección la desesperación de su personaje y logra estar más que a la altura en las escenas de acción bajo tierra. Más caricaturizados, pero igualmente destacables, encontramos a Pablo Echarri (Plata quemada, El método) como malo malísimo de la función, y a una Clara Lago con acentazo argentino como femme fatale de extrarradio. A destacar la malévola presencia de Federico Luppi, que a pesar de sus ochenta años, sabe cómo dar vida a la perfección a un cabrón integral.

Puede que Rodrigo Grande no sorprenda con Al final del túnel, pero lo que sí que consigue con creces son dos horas de continuo suspense… y eso haría muy pero que muy feliz al propio Hitchcock.

David Lastra

Nota: ★★★★