Crítica: Romeos (Sabine Bernardi)

Romeos (Sabine Bernardi, Alemania, 2011)

Antes de ser Lukas, un guapo veinteañero con ganas de comerse el mundo, era Miri, una chica que se identificaba física y mentalmente con el género opuesto. Después de una temporada de tratamiento hormonal, Lukas ya tiene el aspecto de un chico, pero sigue a mitad de su transición FTM (Female to Male), a la espera de que la Seguridad Social le dé cita para operarse. Es verano, y Lukas es seleccionado para un servicio comunitario. Debido a un error administrativo, el joven acaba en la residencia de mujeres. Por suerte, Lukas coincide en el trabajo con su mejor amiga, Ine (Liv Lisa Fries), que le ayuda a sobrellevar la situación. Juntos viven al máximo la escena nocturna de Colonia. En una de las primeras noches de fiesta en el lugar, Lukas conoce a Fabio (Maximilian Befort), objeto de deseo con piernas por el que el joven transgénero desarrolla una fuerte atracción basada en la admiración (querría un cuerpo como el suyo) y el deseo (quiere tener ese cuerpo en la cama).

Romeos es una aproximación fresca, divertida, y algo naíf, por qué no decirlo, a la cuestión del transgénero en adolescentes y jóvenes. Una cinta optimista que, a pesar de tratar con respeto los problemas derivados de la experiencia de cambio de sexo, adopta una perspectiva eminentemente desenfadada y entusiasta para afrontar la cuestión. La película de Sabine Bernardi propone un microcosmos übercarnal donde las etiquetas desaparecen. Una revolución sexual en la que, si acaso, salen perdiendo los heteros (que o son cabezas huecas o acaban en la senda gay). Romeos abandera el lema de Edith Massey en Female Trouble (John Waters, 1974): “The world of heterosexuals is a sick and boring life“. Pero esto no es más que una estrategia para llamar la atención sobre el mensaje libertario de la película. La ruptura de barreras, restricciones y prejuicios vinculados al cuerpo y a la sociedad en la forja y expresión de la identidad sexual. Que cada uno sea lo que quiera, y se tire a quien quiera.

Sin embargo, a pesar de las intenciones, la propuesta sale perjudicada por un pequeño detalle: no nos creemos en ningún momento que Rick Okon (Lukas) haya sido chica. Esto puede provocar confusión, e incluso alterar la experiencia de la película tal y como se concibió. En muchos momentos, Romeos parece una simple historia de amor entre dos chicos. Pero quizás haya en esta percepción de la película cierta idoneidad (puede que no buscada). Rechazamos definir Romeos en términos absolutos de la misma manera que rechazamos definir las sexualidades de sus protagonistas según la gente con la que se acuestan. Cuando nos encontramos a alguien como Fabio, el deseo no se puede racionalizar.