David Lastra
Seguro que conoces la historia de Bonnie y Clyde. Ya sea a través de la versión romantizada de Arthur Penn con Faye Dunaway y Warren Beatty; por el maravilloso videoclip de Serge Gainsbourg y Brigitte Bardot; o, incluso, por el homenaje que les hicieron de soslayo Beyoncé y Jay-Z. Cómo vivieron, cómo murieron… Su cruzada ACAB, sus atracos for the lols… Si te gustó, escucha ahora la historia de Maren y Lee. Los dos nuevos antihéroes nómadas que habitan esa tierra de nadie que son los Estados Unidos profundos de América en Hasta los huesos. Bones and All, la nueva película de Luca Guadagnino (Call Me By Your Name), y que vuelven a colocar en la palestra a los caníbales después de la zulawskiana Crudo de Julia Ducournau y los DMs de Armie Hammer.
Así que aquí va, corren los años ochenta. El neoliberalismo de Reagan aprieta y ahoga a las clases bajas. La música disco ha sido asesinada vilmente por un estilo musical tan conservador como el rock. Pero Maren (Taylor Russell, Escape Room) tiene novio. Él es hermoso y su nombre es Lee (Timothée Chalamet, Dune). Peliteñido y precursor de la peligrosa estética Heroin Chic. Juntos forman un núcleo familiar indivisible e impermeable en el que solo existen ellos dos y nadie puede entrar. Ella es una tía legal, honesta y bastante chula. De una timidez tan pronunciada que muchos se atreverían a tachar directamente como asocial. Sus razones tendrá y sus razones nos muestra en la cruenta primera escena de Hasta los huesos. Bones and All. Porque, además de ser una buena chica, Maren es caníbal. No es que solo se alimente de carne humana, sino que de buenas a primeras, siente el irremediable impulso de soltar un bocado a un dedo, un pezón o lo que se ponga en su camino. No sabemos de dónde provienen sus peculiares hábitos alimenticios, ni tampoco estamos aquí para juzgarla. Solo para acompañarle en un viaje iniciático que le llevará a encontrar un par de razones para seguir viviendo.
Como todo buen personaje de una aventura coming of age que transcurre en la inmensidad de los Estados vaciados de América, Maren se irá encontrando con una serie de pintorescos personajes a lo largo de su huida hacia delante. Más allá del propio Lee, ella se tropezará con el solitario y extremadamente creepy Sully (Mark Rylance, El puente de los espías) que, no solo le descubre que hay más como ellos, sino que existen algunos truquillos para conseguir comida caliente de una manera más o menos ética sin llegar a perjudicar a nadie; con dos rednecks bastante pirados (Michael Stuhlbarg, el icónico padre de Elio en Call Me By Your Name; y David Gordon Green, director de la última trilogía de Halloween), que le mostrarán el lado más sádico del canibalismo. Gracias a cada uno de esos hombres, con su recalcitrante paternalismo y latente acoso sexual, Maren irá descubriendo lo que no quiere ser en la vida y a quién no quiere tener a su lado. Su elegido es Lee, y junto a él comparte traumas familiares, alguna que otra pelea y unos cuántos asesinatos a sangre fría bajo unas directrices bastante desafortunadas y homófobas.
Basándose en la novela homónima de Camille DeAngelis, Luca Guadagnino vuelve a crear otro personalísimo retrato sobre los primeros pasos en la vida adulta de una pareja de jóvenes inadaptados. Recogiendo sus dilemas y alegrías, amoríos y decepciones, así como las consiguientes responsabilidades morales y consecuencias de sus actos. Un retrato que ya clavó a la perfección en los casos de Elio en Call Me By Your Name, o en los de Fraser y Caitlin en We Are Who We Are, y con el que tropezó un poco en la Melissa de Melissa P., la irregular adaptación de la polémica Los cien golpes de Melissa Panarello que realizó al comienzo de su carrera. En esta ocasión, Guadagnino vuelve a acertar a la hora de elegir sus dos jóvenes en llamas, aunque no llegue a realizar un estudio tan profundo como nos tiene acostumbrados, adoptando en esta ocasión un toque un poco más liviano.
Esa naturaleza liviana y salvaje, hermana a Hasta los huesos. Bones and All con sagas generacionales tales como Crepúsculo. Obviamente la factura técnica y estética, así como la interpretación de sus repartos se encuentran a años luz la una de la otra, pero ambas saben jugar con ese malditismo, su componente camp legendario (cambiando los bellísimos vampiros y licántropos por morbosos caníbales) e, importante, saben hablar el lenguaje de la juventud. Maren y Lee estarían destinados a forrar carpetas si su target adolescente lograse ver la película de manera masiva. Porque, qué bonito (y retorcido) tiene que ser tener una película como Hasta los huesos. Bones and All como película de tu generación. Mucho mejor que alguna de las que nos tocaron a nosotros. Pero más allá de su naturaleza coming of age, Guadagnino vuelve a lograr otra obra completamente universal; gracias a su manera de captar lo solos que estamos y la dificultades ante las que nos enfrentamos a la hora de encontrar nuestro lugar en este mundo. Seamos caníbales o no.
Pero no solo de tierna juventud vive Hasta los huesos. Bones and All, porque como buena película de caníbales, la película es prolija en sangre y vísceras. Una abundante y pegajosa sangre plasmada en un precioso toque óxido marca de la casa, que tan bien supo utilizar en Suspiria. Porque aunque sea la primera vez que trabaja con él, Arseni Khachaturan (Beginning), logra clavar los tonos de la factoría Guadagnino. Resultando especialmente arrebatadores en la violenta escena en que descubrimos la verdadera naturaleza de Maren. Un momento icónico que se convierte al instante en una de las mejores escenas de la filmografía del director. Otros debutantes en este enfermizo romance son los compositores Trent Reznor y Atticus Ross (alma y partenaire de Nine Inch Nails, y ganadores de dos Oscars por La red social y Soul), que realizan un luminoso score (con canción con Mariqueen Maandig, vocalista de How to Destroy Angels y esposa de Reznor, de regalo) que difiere bastante a su oscura y electrónica óptica habitual, pero que se convierte en el acompañamiento perfecto a esos cielos y horizontes interminables de las llanuras estadounidenses.
Pero la debutante estrella y gran vencedora de Hasta los huesos. Bones and All no es otra que Taylor Russell. Con su cándida y áspera aproximación a un personaje como Maren, la intérprete de Waves logra una de las interpretaciones del año. Una labor por la que debería zamparse más de un galardón (ya se hizo con uno bastante jugoso en Venecia) en esta extraña carrera de premios en la que nos adentramos. Por su parte, Chalamet vuelve a realizar otro notable trabajo, a medio camino entre el adicto que interpretó en Beautiful Boy y el chuleta Kyle de Lady Bird. Aunque vuelva a cumplir con creces, su personaje deja cierta sensación de deja vú. Una leve desazón provocada seguramente por la presión de las expectativas con la que le hemos cargado por su trabajo como Elio durante su primera colaboración con Guadagnino en Call Me By Your Name.
Aunque a priori pueda sabernos un poco raro, Luca Guadagnino vuelve a convencernos con un plato fuera de carta, bastante juguetón, muy especiado y crudo, completamente crudo. Hasta los huesos. Bones and All es la gran película coming on age que se merecía nuestra generación y que, a pesar de llegar tarde un poco para nosotros, nos la tragamos hasta los mismísimos huesos.
Nota: ★★★★