La Navidad es época de hacer balance, de mirar hacia atrás antes de mirar hacia el año que entra. Estas fiestas están indefectiblemente vinculadas a nuestra infancia, son tiempos de nostalgia, en los que no solo nos reunimos con personas a las que hace tiempo que no vemos, sino también con los personajes y las historias que formaron parte de nuestros años más tempranos. Por eso las televisiones suelen pasar clásicos animados de Disney a todas horas (los niños estamos de vacaciones y nos tienen que entretener), además de films de los 80 como Dentro del Laberinto, Los Goonies, Los Gremlins (que además tiene trasfondo navideño), o la que hoy nos ocupa, La princesa prometida (The Princess Bride).
Basada en el popular libro de William Goldman, The Princess Bride cumple la promesa con la que comienza: lo tiene todo. Puede que, al igual que al Abuelo Colombo (Peter Falk), nos cueste un poco convencer a las nuevas generaciones de que esta aseveración es cierta, pero si conseguimos que inicien con nosotros la odisea romántica de Westley y Buttercup, el trabajo ya estará hecho. Es justamente lo que me ha pasado a mí estas fiestas con mi prima de 12 años. La niña solo ve películas de terror. Lo último que vio en el cine fue Ouija, y a pesar de mi advertencia de que era “demasiado para ti”, se zampó el reboot de Posesión infernal y dijo que no era para tanto (la madre que la trajo). Cuando le mostré el Blu-ray* de La princesa prometida y le anuncié que la íbamos a ver, dejó escapar un soplido y refunfuñó: “Esto tiene pinta de ser un rollo”. Perdí la fe durante un momento, pero enseguida me di cuenta de que era la oportunidad perfecta para poner en práctica las técnicas del Abuelo (empiezo a sentirme realmente viejo). Abrí el libro (di al Play), le leí 10 páginas (transcurrieron 4 escenas) y la niña estaba enganchada.
Pero lo que convierte este cuento de hadas (sin hadas ni apenas elementos mágicos) en un clásico imperecedero no es solo el hecho de que lo tenga todo (romance épico, espadachines, misterio, humor, piratas, acertijos, honor del de verdad, ratas gigantes), sino cómo está contado. Algunos de los elementos de la película de Rob Reiner ya no funcionan por sí solos como reclamo para los más pequeños, pero Goldman logra hacerlos atractivos gracias a una escritura muy ingeniosa, elegante y divertida para deleite de todas las generaciones, con un guión que sacaba partido de lo meta mucho antes de que estuviera de moda. La princesa prometida es una de las historias de amor más grandes jamás contadas en el cine, pero también es una de las aventuras más emocionantes de su década, y sobre todo, una brillante comedia que no ha perdido ni un ápice de su gracia. Yo siempre digo que cualquiera que se disponga a escribir un guión de comedia, debe asegurarse antes de haberse aprendido de memoria la última media hora de La princesa prometida.
No es por nada que La princesa prometida siempre haya estado incluida en el Top 250 de las mejores películas de IMDb, mientras otros films de características similares conservan el cariño del público, pero carecen del reconocimiento de la de Reiner. Y es que la película funciona a todos niveles: tiene personajes carismáticos (Cary Elwes y Mandy Patinkin irresistibles), una princesa de belleza frágil y conmovedora (Robin Wright), besos de amor verdadero, diálogos para enmarcar (siempre al servicio de la acción), duelos inolvidables, un slapstick exquisito y un sinfín de gags para el recuerdo (el primer enfrentamiento de Íñigo Montoya y el Pirata Roberts en el acantilado, Buttercup lanzándose colina abajo, Westley con el cuerpo dormido, el cura de voz horrificiosa), todo envuelto en cierto aire a lo Monty Python y coronado por la melancólica banda sonora de Mark Knopfler. Y lo más importante, como ya hiciera La historia interminable, y más adelante la fallida El guardián de las palabras, La princesa prometida nos deja un mensaje muy claro y bien argumentado, pero en ningún momento nos sermonea con él: leer mola, niños.
Por último, estamos probablemente ante una de las películas más citables de la historia del cine. Es decir, que dos de cada tres frases de La princesa prometida son quotes para bordarse en un cojín. Por eso he decidido terminar este texto seleccionando algunas de las mejores citas de la película. Os dejo con ellas mientras yo voy a prepararle a mi prima -que como imagináis, acabó más metida en la historia que el propio Fred Savage– un pack para iniciados con Willow, El mago de Oz, Laberinto… Y vamos a colarle también un libro entre las películas, a ver qué pasa.
“Hola, me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate para morir”
“El amor verdadero es lo más grande del mundo. A excepción de los bocadillos de cordero, lechuga y tomate, cuando el tomate está maduro y el cordero está en su punto”
“Aquel día fue en el que descubrió con asombro que cuando él decía ‘como desees’, en realidad significaba ‘te amo'”
Íñigo Montoya: “Parecéis un hombre decente, lamentaré mataros”
Pirata Robers: “Vos también lo parecéis, lamentaré morir”
Westley: ¿Por qué no me esperaste?
Buttercup: Porque habías muerto.
Westley: La muerte no detiene al amor, lo único que puede hacer es demorarlo.
“¡Inconcebible!”
“Sigues usando esa palabra, y no creo que signifique lo que tú crees que significa”
“La vida es dolor, alteza. Quienquiera que diga lo contrario intenta engañaros”
“Somos hombres de acción. Mentir no sería propio de nosotros”
“Como desees”
*La princesa prometida ya está disponible en España en Blu-ray remasterizado por 20th Century Fox Home Entertainment.