Luca, amistad y descubrimiento en la Riviera italiana

Pedro J. García

A lo largo de 25 años, Pixar nos ha llevado en aventuras alrededor del mundo, el espacio exterior, la mente humana y el plano astral donde habitan las almas. Ahora, con su película número 24, Luca, el estudio de Emeryville nos invita a pasar un verano inolvidable en la Riviera italiana, en la que es una de sus propuestas más aparentemente sencillas de los últimos años, pero igualmente rebosante de encanto, ternura e imaginación y con mucho más bajo su superficie de lo que pueda parecer a simple vista.

Enrico Casarosa, realizador del cortometraje de 2011 La Luna, debuta como director de un largometraje de Pixar con este refrescante cuento de amistad y crecimiento salpicado de fantasía marina. La película narra la historia de Luca y Alberto, dos criaturas procedentes del mar que se transforman en humanos al salir del océano y, movidos por la curiosidad y las ansias de explorar el mundo, se introducen en el pequeño pueblo costero cercano, donde se hacen pasar por niños.

Luca es un niño tímido y asustadizo que vive condicionado por la sobreprotección de sus padres, quienes no le dejan subir a la superficie. Alberto es todo lo contrario, un muchacho despreocupado que hace lo que quiere y se lanza de cabeza a cualquier aventura que se le presente. La película narra la amistad floreciente entre ellos, a los que se suma Giulia, una niña del pueblo que muestra a Luca todo un mundo más amplio de posibilidades fuera del mar. Sin embargo, su diversión se ve amenazada por el peligro de que el pueblo, obsesionado con encontrar y cazar a los monstruos marinos, descubra su verdadera identidad.

Construida como un relato clásico sobre el paso de la infancia a la adolescencia, en Luca no hay grandes villanos ni conflictos de vida o muerte, sino que su trama se apoya principalmente en la amistad y el proceso de maduración de sus protagonistas, con la excusa de una carrera de obstáculos y el sueño de tener una Vespa como hilo argumental de ese viaje iniciático a la adultez. Con claros ecos a La Sirenita y Ponyo en el acantilado, salta a la vista tanto la influencia del Disney clásico como del cine de Hayao Miyazaki, concretamente de sus títulos más infantiles, además de Fellini, otro referente confeso del director.

Con Luca, Pixar muestra su faceta menos experimental y más ligera después de la conceptualmente ambiciosa Soul. Esto llevará sin duda a muchos a considerarla una entrega menor del estudio, que en esta ocasión se dirige principalmente al público infantil. Aquí no hay grandes reflexiones sobre la muerte, conceptos revolucionarios o complejas cuestiones existenciales. En su lugar, tenemos una entrañable y delicada historia sobre cómo una amistad de verano puede cambiarte la vida para siempre. Ni más ni menos.

Paseos en bici bajo el sol, helados en la plaza, juegos en las calles del pueblo, pasta casera esperando en la mesa, noches mirando las estrellas… Luca está llena de cotidianidad mediterránea y nostalgia estival, de inocencia, asombro y descubrimiento. Pero también de miedo, incertidumbre y decepción, sentimientos que surgen de ser diferente a los demás y no saber si esto será un impedimento para cumplir tus sueños. Eso y todo lo que define a una buena historia coming-of-age.

Desde el inicio de la campaña promocional, son muchos los que han visto un subtexto LGBTQ en la historia de Luca y Alberto. Lo cierto es que, aunque sea fácil leer esa amistad como un primer enamoramiento, no hay nada abiertamente al respecto en la película. Eso sí, su mensaje sobre la diferencia y la aceptación puede interpretarse como una metáfora de la experiencia queer“Algunas personas nunca lo aceptarán. Pero otras sí. Y parece que sabe encontrar a las buenas, dicen en un momento refiriéndose al pequeño Luca, lo que se puede relacionar con la idea de salir del armario y vivir la vida tal y como eres, después de crecer ocultando una parte de ti. Mientras Disney se decide a incluir verdadera representación LGBTQ en sus películas y explorar de frente estos temas, es lo único a lo que nos podemos aferrar.

En cualquier caso, Luca es una película preciosa en su sencillez, un relato profundamente emotivo y sincero sobre la amistad entre dos peces fuera del agua que aprenden a salir de la zona de confort, superar las adversidades y madurar, aunque suponga tomar decisiones difíciles. También, y aunque sea un tópico, es una sentida carta de amor a Italia. Y por supuesto, un trabajo de animación visualmente impecable, como cabe esperar de Pixar, con un estilo de animación adorablemente cartoon y una exquisita y colorista ambientación en la que se puede respirar el aroma de las calles italianas, la pasta recién hecha y el agua del mar.

Luca es una película ideal para los más pequeños, pero con la predisposición adecuada, para los adultos puede suponer un emocionante viaje inmersivo de regresión a la infancia, a los veranos inolvidables que nos empezaron a formar como personas y a aquellas amistades que, sigan o no en nuestra vida, nos marcaron para siempre. Casarosa se ha sacado del corazón un film luminoso y evocativo, lleno de alegría, energía y optimismo, que sabe cómo tocar la fibra sensible sin necesidad de recurrir a ningún concepto rompedor, solo apelando directamente a nuestro niño interior y sus recuerdos más felices.

Calificación: ★★★★