Puente de comedia: La gran boda, Dos más dos, Scary Movie 5

Inauguramos un mayo de cine con una selección de estrenos de comedia para el puente (miércoles 01/05/13).

La gran boda (The Big Wedding, Justin Zackham, 2013)

En esta comedia de enredo somos invitados de excepción a la boda de Alejandro (Ben Barnes) y Missy (Amanda Seyfried). Don (Robert de Niro) y Ellie (Diane Keaton) son los padres adoptivos del novio, y llevan muchos años divorciados. La madre biológica de Alejandro, una mujer profundamente católica, viaja desde Colombia para asistir a la boda. Alejandro pide a sus padres que finjan estar casados para no escandalizar y decepcionar a su madre. Esta es la tontorrona premisa -que parece sacada de una sitcom de los 90– de La gran boda, pero como podéis imaginar, no es más que el desencadenante. Los hermanos del novio, los padres de la novia, la novia del padre… todos entrarán en juego para que la boda de Alejandro y Missy sea, por supuesto, un día inolvidable.

Es tan solo la segunda película de Justin Zackham, pero sorprende lo bien que le tiene cogido el pulso a la comedia. En La gran boda tiene que hacer malabares con un enorme reparto coral y por consiguiente, un elevado número de subtramas, y lo cierto es que no le sale nada mal la jugada.

No es ningún secreto que fnvlt bebe los vientos por Judd Apatow (lo menciono siempre que tengo la ocasión, porque se ha ganado a pulso que lo haga). Sin embargo, he de reconocer que después de ver La gran boda no he podido reprimir este pensamiento: “Atiende, Judd, es posible hacer una comedia de 90 minutos con ochocientos personajes, ¿por qué las tuyas con dos o tres se te suben a los 130?” Que sirva este pequeño toque de atención a Apatow no para menospreciar su obra (La gran boda está a años luz de sus trabajos y son casi incomparables) basándome en un elemento que no suele suponerme inconveniente (que cada uno cuente su historia en el tiempo que necesite), sino para elogiar al inexperto e impersonal, y aun así muy eficaz Zackhman. Es cierto que en La gran boda hay muchos personajes-bulto (por ejemplo Seyfried, que interpreta exactamente el mismo papel y cumple la misma función que en Mamma Mia), pero prácticamente todos tienen su momento estelar, haciendo que esos 90 minutos estén aprovechados al máximo.

Lo mejor de La gran boda es su apabullante sencillez, desenfado y honestidad. A pesar de que no es especialmente ingeniosa, lo vais a pasar bien con ella, queráis o no. Divertida, picantona (ya sabéis, sobre todo para la tercera edad), y también emotiva, abarca tantas generaciones en su estelar elenco que no le cuesta hallar su target en todo tipo de público. En definitiva, un producto decididamente comercial para consumir, disfrutar, comentarla cenando y pasar a lo siguiente. Destacan De Niro y Sarandon, espléndidos.

Dos más dos (Diego Kaplan, 2012)

Diego (Adrián Suar) y Emilia (Julieta Díaz) llevan diez años casados, tienen un hijo en la pubertad y están dedicados en cuerpo y alma a su trabajo, sobre todo él, un reputado cardiólogo (literalmente imposible elegir una profesión más obvia y cliché). Como diría Shonda Rhimes, Diego es un experto tratando el corazón de los demás, pero ha descuidado el suyo. Aunque más que su corazón, Diego y su esposa tienen abandonados otros órganos. Después de tantos años, el matrimonio atraviesa una crisis: la del sexo solo los sábados y como si fuera una tarea. Pero entonces los mejores amigos de la pareja, Richard (Juan Minujín) y Betina (Carla) les confiesan que llevan varios años siendo swingers, es decir, haciendo intercambio de parejas. A Emilia le pica la curiosidad (y otra cosa) y aunque Richad se muestra reacio en todo momento, acaban adentrándose en el mundo del “swingerismo“.

Dos más dos nos llega a España cuando la exitosa ola de comedias de enredo argentinas ya se ha desvanecido. Lo que encontramos en ella es lo mismo de siempre, el protagonista masculino bobo y elegantemente descuidado (Ricardo Darín y su legión de sucedáneos), la mujer supersexualizada, los malentendidos y los chistes dedicados explícitamente a la pareja (porque ir a ver una de estas películas solo sería tan bochornoso). Aun con todo, Dos más dos resulta tremendamente simpática y efectiva, y contiene un buen número de gags memorables. Y también es muy sexy, por qué no decirlo. Aunque la autocensura coarte el humor picante (sábanas, manos y demás elementos para tapar estratégicamente los cuerpos y evitar el desnudo integral), la película de Kaplan flirtea con el erotismo en varias escenas, y este está ejecutado con muy buen gusto. Las hilarantes interpretaciones del cuarteto protagonista enzarzados en diálogos que desprenden gracia natural es lo que en última instancia eleva de categoría la propuesta. Una pena que el tramo final sucumba al ¿inevitable? dramón para desenlazar el enredo y acabe destapando la mediocridad a la que siempre estuvo destinada.

Scary Movie 5 (Malcolm D. Lee, 2013)

Texto de David Lastra

Estúpida, muy estúpida, como tiene que ser una buena spoof movie. Scary MoVie no revitaliza la saga, ya que esta serie de películas nunca ha estado muerta. ¿Alguien se atreve a decir que la fórmula está agotada? Por las carcajadas que se oían (y que solté) durante la proyección se puede asegurar que para nada. En esta ocasión, se renuevan las caras del reparto y el mecanismo no se resiente para nada; gracias en parte a una histriónica Ashley Tisdale que no desmerece para nada a la Anna Faris de anteriores entregas.

La ex-High School Musical hace las veces de madre coraje que tiene que luchar contra un espíritu maligno para salvar a sus hijastras. ¿Os suena? Claro, es la premisa de Mamá. Para intentar confirmar el asedio del fantasma, coloca cámaras de seguridad en toda su casa. Sí, es Paranormal Activity. Pero también hay ballet y planos de gente de espaldas andando (Cisne negro), veladas bondage con el señor Grey (el protagonista del libro “50 sombras de Grey“) cabañas en el bosque (The Cabin in the Woods), libros malditos (Posesión infernal) y hasta un mono inteligente, El origen del planeta de los simios. ¿Que no has visto ninguna de esas películas (ni quieres admitir que has leído el bestseller erótico)? Pues da lo mismo, porque los gags son tan absurdos que tienen gracia por sí solos.

Como nota anecdótica los mil y un cameos, entre los que destaca la genial Molly Shannon como vieja gloria del ballet (la Wino de Cisne negro), los televisivos Tyler Posey y Sarah Hyland haciendo un pequeño guiño a los Ash y Cheryl de Posesión infernal… y la mismísima Lindsay Lohan haciendo de ella misma en el prólogo (con escena de cama con Charlie Sheen al más puro estilo Benny Hill incluída).

Liz & Dick: el crepúsculo de una diosa

Richard: You’re a star.
Elisabeth: I’m a joke.

Lindsay Lohan está triste. ¿Por qué llora Lindsay Lohan? Muy sencillo, porque la vida le trata muy mal, mucho peor de lo que se merece. De acuerdo que ella no se ha portado del todo bien con la vida, pero es injusto que esta le ponga las cosas tan difíciles, sobre todo ahora que ha decidido ser una niña buena. Liz & Dick, la TV Movie de Lifetime sobre la relación entre Elisabeth Taylor y Richard Burton estaba llamada a ser el gran comeback de LiLo, pero la audiencia la ha ignorado y la crítica la ha despellejado salvajemente. No ha podido ser, y Lindsay no levanta cabeza. Está devastada y vuelve a adentrarse en su espiral de autodestrucción. Acaba de declarar que no va a ingresar en rehabilitación, no, no, no (después de una desafortunada trifulca en un pub). Y yo, sinceramente, no creo que lo necesite. Lo que le hace falta es trabajar más. ¿Una serie quizás? Un vehículo de lucimiento y autoparodia al estilo de Episodes o The Comeback sería lo ideal. Liz & Dick es la prueba de que la protagonista de Tú a Londres y yo a California puede devolver algo de estabilidad a su vida. Sus horas de servicio a la comunidad deberían ser horas en el set de rodaje. Así es como se evitaría todo el daño, propio y ajeno. Ahora solo necesita un par de oportunidades más. Si Rihanna se la ha dado a Chris Brown, ¿quiénes somos nosotros para negárselas a Lindsay?

Creedme, lo peor de Liz & Dick no es Lindsay Lohan. Es más, todos los aspectos técnicos y artísticos del telefilm están tan sumamente descuidados que la interpretación de Lohan acaba por diluirse en un festival de cromas horrendos y caracterizaciones que ni un disfraz de Halloween -con el maquillaje para envejecer a Lindsay ni se molestan, total, nos creemos que tenga 40 años, y 50, y los que hagan falta. Todo está aderezado además por una banda sonora que bien podría ser un plagio de la de Beethoven (sí, la del san bernardo). Pero lo más lamentable es sin lugar a dudas un guion inexistente que se limita a verter datos cronológicos sin enjundia y anécdotas, y que no se esfuerza por dar algo de vida a estos dos interesantísimos personajes públicos. Por el título de la película y los magníficos adelantos, cabía esperar más casquería, más caspa, más humor involuntario, pero ha quedado todo en agua de borrajas. Algunas críticas previas al estreno comparaban Liz & Dick con un sketch de Saturday Night Live y aseguraban que era la película ideal para ver con su correspondiente juego de chupitos. Nada más lejos de la realidad. Mira que yo empecé ilusionado con una copa de Martini, pero desistí enseguida. Liz & Dick es tan plana, tan políticamente correcta y tan poco extrema que ni apetece emborracharse viéndola. Solo Sophia Loren tendría derecho a quejarse (y a emborracharse).

“I’m bored! I’m so bored!” -Elisabeth Taylor

No voy a negar que hubo momentos en los que pensé que efectivamente estaba viendo una parodia made in NBC. Los pantallazos de la fontana di Trevi o la Piazza di Spagna o la inesperada aparición de Creed Bratton (Creed de The Office) me descolocaron un poco. Sin embargo eso fue todo. La locura no llega a cuajar en ningún momento, y el ridículo es simplemente moderado. Es más, a medida que el metraje avanzaba empecé a tomarme Liz & Dick más en serio de lo que yo jamás hubiera esperado. Y la culpa de todo es de Lindsay. Oh mi Lindsay. Durante la primera mitad de la película, la superestrella de 26 años se muestra absolutamente inerte, inexpresiva, distraída y vacía (si recordamos su más reciente participación en SNL, la anterior comparación adquiere más sentido). Los momentos de mayor naturalidad parecen haber sido “robados” a la actriz, en instantes en los que no era consciente de que las cámaras estaban grabando. Su incapacidad para mimetizarse en Elisabeth Taylor es descorazonadora. Sin embargo, esta ineptitud interpretativa va dando paso a un conmovedor ejercicio de resistencia y supervivencia que termina por salvar la función.

Lindsay Lohan acaba interpretando a Lindsay Lohan. Y es ahí donde reside el mayor acierto (aunque no haya sido buscado) de Liz & Dick. Lohan no logra interiorizar a Taylor, pero al menos consigue entenderla, poniéndose realmente en su piel sin dejar de ser ella en ningún momento. “Antes no solían publicar fotos así de mí”, dice desolada mientras mira un periódico en el que no nos extrañaría haber visto alguna de sus imágenes más infames (como esta). Y lo más importante de todo, Lindsay Lohan recuerda finalmente cómo actuar. Su mirada deja de estar perdida, y nos encuentra, a nosotros y a ella misma. Sus lágrimas son mis lágrimas. Y sus triunfos son mis triunfos. Aquella niña que dejó de serlo hace tanto tiempo (no tanto, en realidad) podría convertirse en una actriz de verdad. Si la industria, la prensa, el público y la vida le dejan, Lindsay Lohan estará pronto “lista para su primer plano”. Otra vez.