Rock the Kasbah es una de esas películas cuya existencia no puede ser razonada más allá de lo absurdo que puede llegar a ser Hollywood a la hora de decidir lo que llega a las pantallas de cine o lo que se queda en el limbo. Nos podemos imaginar la reunión para determinar si Rock the Kasbah recibía el visto bueno o era archivada, y es difícil entender por qué su premisa no disparó ninguna alarma: Un representante de rock en horas bajas, Richie Lanz (Bill Murray) decide apuntar a su única cliente, Ronnie (Zooey Deschanel), al tour de la USO (United Service Organizations) en Afganistán, para que actúe para las tropas estadounidenses. Pero Ronnie se echa para atrás en el último momento, y Lanz se queda tirado en Kabul, donde, tras vivir mil y una serie de “alocadas aventuras”, descubrirá a una joven pastuna con una voz extraordinaria, a la que decidirá presentar al concurso de talentos Afghan Star (la versión afgana de American Idol), a pesar de que va en contra de todas las normas de su tribu.
Efectivamente, además de estúpida, la idea es muy peliaguda, sobre todo si va a ser abordada desde la comedia (y no va a hacerla ni Sacha Baron Cohen ni Evan Goldberg), que es el caso. ¿Por qué salió adelante a pesar de que todo indicaba que no funcionaría? La clave es un nombre que ya hemos mencionado: Bill Murray. El mítico actor de Cazafantasmas y Lost in Translation es un gancho importante. No es un revienta-taquillas ni mucho menos, pero tiene una legión de fans que se acercan a ver cualquier cosa en la que salga, porque aceptémoslo, es el jodido Bill Murray. Su personalidad y carisma siempre llenan la pantalla, aunque sus interpretaciones no se distingan mucho unas de las otras, y a los que les gusta Murray, les gusta mucho. Pero claro, por mucha presencia que tenga, él solo no puede aguantar sobre sus hombros el peso de un proyecto, sobre todo cuando la película en cuestión es tan ofensiva y bochornosa como Rock the Kasbah, que nos sorprende que no haya sido subtitulada en España como Desmadre en Kabul.
Con guion de un viejo amigo de Murray, Mitch Glazer (que ha trabajado junto a él en Saturday Night Live y Los fantasmas atacan al jefe, y recientemente ha escrito A Very Murray Christmas), y dirigida por el veterano (y despistado) Barry Levinson (Rain Man, Toys, Sleeper), Rock the Kasbah es una “comedia” sin sentido del ritmo, que además adolece de una confusión de tonos espantosa. Sus escarceos con la comedia gamberra son lamentables, en particular las escenas pasadas de rosca con Danny McBride, Scott Caan y un Bruce Willis que cuando parece que no va a tocar más fondo, lo toca. Momentos con los que la película frivoliza peligrosamente con la guerra y la situación afgana sin verdadera voluntad crítica o satírica, y por supuesto sin gracia. Llama la atención en especial la secuencia en la que este grupo viaja en descapotable por las calles nocturnas de Kabul para encontrar un local de fiesta secreto, y como si de una película de James Franco y Seth Rogen se tratase, la noche se transforma en una aventura disparatada (¡Qué divertidas son las bombas y los tiroteos en Kabul!) en la que Lanz conoce a “la chica” de la película, una prostituta interpretada por Kate Hudson, con la que Murray forma probablemente la peor pareja que vamos a ver este año en el cine.
Como Slumdog Millionaire, pero sustituyendo la pornografía sentimental por el “buenrollismo” de una película feel-good, y el tema de la pobreza en la India con el de la situación de la mujer en Afganistán, Rock the Kasbah no tiene ni idea de qué quiere contar ni cuál es su propósito, más allá de subrayar la superioridad yanqui (¿un americano que va a Afganistán a cambiar la mentalidad de su pueblo? ¿En serio? ¿No se podía buscar una idea más engreída y fantasiosa?). Murray deambula sin rumbo, lost in Kabul, intentando seguir un guion que explota su personalidad hasta gastarla y está escrito con déficit de atención narrativo: la forma en la que Deschanel desaparece para no volverse a saber nada de ella, cómo pasa de puntillas por el tema de la opresión de la tribu pastuna y convierte su estancia en la aldea en una oportunidad para que Murray realice una “simpática” actuación musical (…), y cómo al final todo adquiere un tono dramático, incluso existencialista, que no se corresponde en absoluto con el resto del film y no nos ofrece verdaderas conclusiones sobre nada, ni la historia ni el protagonista. A pesar de intentarlo con la (falsa) catarsis con la que termina, Rock the Kasbah no es capaz de justificar su existencia. Una idea terrible que da como resultado una película aun peor.
Valoración: ★★