Crítica: Abracadabra

Supercalifragilísticoespialidoso, chalchicomula, flazéda… palabras que no quieren decir nada, pero que nos llenan la boca cada vez que las decimos y que tienen el inmenso poder de provocar sonrisas cuando son escuchadas. Abracadabra es otro de esos palabros que despiertan al ingenuo diablillo que llevamos dentro y nos hacen entrar en trance, expectantes de ser sorprendidos por algo inesperado e increíble. Algo parecido a lo que seguimos sintiendo cada vez que se apagan las luces en la sala del cine. Pablo Berger nos ha hecho sentir eso en dos ocasiones: con su injustamente (algo) olvidada Torremolinos 73 y la multipremiada y arriesgada Blancanieves. Para su tercera película, repite con la protagonista de esta última, Maribel Verdú, y adopta la expresión mágica por antonomasia. ¿El truco de magia definitivo? Sobre el papel sí, pero en el mundo real Abracadabra dista bastante de ser una obra de arte.

Abracadabra es la historia de Carmen (Maribel Verdú) y Carlos (Antonio de la Torre). Ella es una mujer hecha y derecha, una leona de las de antes, gran fingidora, beata y madre. Una señora de muy buen ver, una belleza de las de ayer, pero decente, pura y muy fiel. Se viste con colores imposibles y millones de abalorios. Reina de su casa, tutora de su hija adolescente y gobernanta de la cocina. Ella es la gran khaleesi choni… aunque su marido no le hace ni puñetero caso. Carlos es un cuñao. Amante del Real Madrid, de los bocatas de su señora y de su sofá. Desde su trono, grita, se rasca los huevos e imparte verdades absolutas irrefutables. Él ordena y manda. Guapo, él. Guapa, ella. TQM ♥ El tiempo lo destruye todo, salvo la mediocridad y la arquitectura de un matrimonio desganado cuyo amor hace años desapareció. Ni un ramito de violetas bajo un seudónimo, alguna hostia y un polvo de vez en cuando. Carlos y Carmen, la pareja perfecta. ¡Viva el macho ibérico y las mujeres guapas! ¡Viva España!

España is different. El cutrerío español debería ser nombrado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Abracadabra no solo bebe de ese cutrerío, sino que se embriaga y se vomita encima. Iglesias, salones de bodas, pistas de baile… Berger hace un repaso a la caspa española y no deja títere con cabeza (literalmente). Todo promete, casi ni la presencia de José Mota molesta… pero… ¡ZASCA! ¡Llega el abracadabra! Y todo comienza a irse al garete. La historia comienza a complicarse (o eso cree) y termina por ser más lisérgico que un episodio de Los Simpson de esos que empiezan de una manera completamente diferente a cómo acaban. Pero lejos de tener el brutal gracejo de los seres amarillos, Abracadabra no da la talla como la comedia cáustica que parece aspirar ser.

El problema no es el supuesto giro tenebroso de la sesión de hipnosis, sino el desajustado desarrollo del mismo. En este nuestro país, estamos acostumbrados a grandes comedias negras, negrísimas acertaría a decir. Incluso el propio Berger ya consiguió hacernos reír y ponernos un poquitín nerviosos con el turbio asalto al mundo pornográfico de Javier Cámara y Candela Peña en su debut, por lo que sorprende el desatino de Abracadabra. Puede que las expectativas fuesen demasiado altas por esta tercera cinta, pero no eso no es excusa para el descalabro que Abracadabra termina por llegar a ser.

Ajena a todo ese horror, Maribel Verdú. Hemos crecido con ella, nos hemos enamorado, la hemos querido más que a nada… y ella nos lo ha devuelto a lo largo de estas décadas con creces con papeles memorables (Amantes, La buena estrella, Y tu mamá también o la citada Blancanieves). Su presencia incluso nos obligó a ir al cine a ver ese HORROR llamado Tuno negro, aunque solo se marcase un Drew Barrymore. Ella es una mujer todoterreno, de las que puede con todo, de las que te salva una película… y eso es precisamente lo que hace en Abracadabra. No sería descabellado que la Verdú se llevase su tercer cabezón, ya que su Carmen es un trabajo de altura. Ella es la única que logra pillar el punto al absurdo y casposo tono del film, puesto que hasta Antonio de la Torre está flojo por primera vez en la historia, brillando únicamente en la escena en que la pareja baila ‘Abracadabra’ de Steve Miller Band… de José Mota mejor no decir nada.

Abracadabra es una obra anticuñadista que se regodea en su cuñadismo y cae en todos los errores que parece criticar. Una película que va de arriesgada y complicada, cuando no es sino un truco de magia desafortunado y bastante sencillito. Dejémoslo que es otra película más por la que ir al cine a ver a Maribel Verdú dar otra lección de interpretación. Nada más (y nada menos).

David Lastra

Nota: ★★½