Crítica: Monster Trucks

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Hasta ahora, Chris Wedge había concentrado sus esfuerzos creativos en el cine de animación, destacando gracias a títulos como Ice AgeRobots. El director da el salto a la acción real con su primera película “de carne y hueso”, Monster Trucks. Sin embargo, Wedge no se aleja demasiado del terreno donde ha trabajado todos estos años, firmando así otra aventura especialmente orientada a los más pequeños de la casa en la que la animación por ordenador tiene mucho peso. Y lo cierto es que de algo ha debido servir su experiencia en este tipo de cine, porque Monster Trucks es una sorpresa. Y de las buenas.

La película cuenta la historia de Tripp (Lucas Till), un estudiante que se siente atrapado en su pueblo y se evade gracias a su pasión por el motor. En sus ratos libres, Tripp construye un monster truck a partir de piezas y restos de coches de desguace. A su vez, en un yacimiento cercano a su taller, donde se realizan perforaciones en busca de petróleo, tiene lugar un accidente, tras el cual aparece una extraña criatura subterránea semi-acuática que ha vivido al margen de los humanos durante miles de años. El joven se topa con el “monstruo”, que se oculta bajo el chasis de su camioneta, demostrando así su habilidad para la velocidad. Desde ese momento, Tripp y la criatura, a la que apoda Creech, trabajan juntos para escapar de la malvada empresa petrolera que busca al curioso animal y enfrentarse al villano de la función (Rob Lowe), desarrollándose así una preciosa e inesperada amistad entre ellos.

Esta es una de esas películas cuya premisa suena tan disparatada y absurda que es fácil descartarla pensando que se trata de un despropósito. Pero nada más lejos de la realidad. Monster Trucks no es ninguna obra maestra, eso por descontado, pero sí es una infalible película monster-trucks-posterinfantil/juvenil al más puro estilo Nickelodeon, una aventura llena de acción y diversión que nos remite directamente al cine para toda la familia de los 80 y los 90, en concreto a aquel que se centraba en la amistad entre un niño y un ser no humano. Pero lo más curioso es que Monster Trucks no se ha vendido como un revival ochentero o un producto nostálgico, cuando en realidad lo es, y más que muchas otras películas y series que se presentan con esa etiqueta. Quizá si se hubiera explotado más este aspecto de la cinta de cara a la promoción (el estupendo póster al estilo Drew Struzan que tenéis aquí al lado salió muy tarde), el público estaría más inclinado a darle el voto de confianza que se merece.

Gracias a la combinación de efectos digitales (mucho mejores de lo que cabe esperar de un producto de estas características) y acción explosiva, así como a su contagioso sentido del humor, su buen rollo y su mensaje ecologista, Monster Trucks acaba funcionando contra todo pronóstico. Sin desmerecer a Creech, una criatura digital absolutamente adorable que hace que nos olvidemos de lo rocambolesco y formulaico de la propuesta. Con Monster Trucks, Wedge ha llevado a cabo una película sencilla, efectiva y entrañable que tiene todos los ingredientes para hacer las delicias de los niños y sorprender a los adultos, incluso a los más escépticos.

Pedro J. García

Nota: ★★★

Crítica: No respires


Fede Álvarez entró por la puerta grande del terror bautizado por Sam Raimi en 2013. Su remake de Posesión infernal resultó ser una de las películas más brutales y enervantes de los últimos años, lo que hacía que muchos siguiéramos de cerca los pasos del director uruguayo. Tres años después, Álvarez regresa, pero se queda en el mismo género con el que se dio a conocer (y con el mismo productor, Raimi). Sin embargo, para su segundo largometraje, No respires (Don’t Breathe), ni rehace ni se basa en nada, sino que presenta una idea original (aunque familiar), con guion escrito por él mismo junto a Rodo Sayagues (co-guionista de Evil Dead). No respires destaca en un mar de propuestas clónicas y cintas de terror en cadena con una premisa que no recurre a lo sobrenatural para asustar, sino que da lugar a un tenso thriller de emociones fuertes capaz de provocar más angustia y mejores sobresaltos que la mayoría de historias de fantasmas que nos llegan frecuentemente a la cartelera.

Aunque me repita, cabe destacar que estamos ante una de esas películas de las que es mejor no saber nada de antemano. Una cita ineludible para los fans del terror de las que nos llegan de vez en cuando, y que debemos hacer lo posible por que sea una cita a ciegas (en este caso nunca mejor dicho). Para no estropear demasiado la experiencia que supone No respires, me limitaré a reproducir la breve sinopsis oficial ofrecida por Sony Pictures (que claramente tampoco quiere spoilearos más de la cuenta): “Un grupo de amigos asaltan la casa de un hombre rico, y ciego, pensando que lograrán el robo perfecto. Están equivocados”. Ahí está. No necesitáis saber más. Haced como el trío de incautos formado por Rocky (Jane Levy, que repite con Álvarez después del calvario que vivió en Evil Dead), Alex (Dylan Minnette) y Money (Daniel Zovatto), y entrad en la casa sin saber qué os vais a encontrar entre sus pasillos.

No respires se ha convertido en la gran sorpresa de la temporada, y ha encumbrado a su director en la lista de promesas de Hollywood (pronto le lloverán las propuestas para dirigir blockbusters). Y no es para menos. Lo más destacable de la película es sin duda su trabajo tras las cámaras. La labor de Álvarez es tan sobresaliente que consigue distraer de la verdad que oculta la película: su guion no es nada del otro mundo. Es más, está lleno de agujeros y tiene tramos que exigen un considerable acto de fe por parte del espectador. Por un lado, No respires se esfuerza en anclar su historia en la realidad (no en vano se ambienta en la decadente Detroit y funciona como comentario de la actual situación económica), cuidando detalles que otras películas obvian y haciendo que su premisa resulte coherente y factible, lo cual se agradece mucho. Pero por otro, se acaba sacrificando esa verosimilitud para provocar golpes de efecto y empujar la historia hacia donde Álvarez y Sayagues quieren. Concretamente hacia un tercer acto que desafía constantemente la suspensión de la incredulidad y culmina en un clímax sobre-explicativo y excesivamente sensacionalista con el que se diluye el impacto que el film ha provocado en sus dos primeros tercios, llegando a rozar el ridículo por momentos. Haciendo alusión a la teoría de la caja de J.J. AbramsNo respires es mejor cuando no sabemos exactamente qué hay dentro de ella.

Claro que, a pesar de todo, hay que elogiar la forma en la que el misterio está llevado antes de llegar a ese problemático final. Desde que los protagonistas entran en la casa y Álvarez nos regala un soberbio plano secuencia para ponernos en situación, la película hace que uno se agarre de la butaca y no la suelte en ningún momentoNo respires es un excelente ejercicio de tensión, estilo y pulso narrativo que mantiene el interés a base de constantes giros, magníficos planos, y contundentes golpes de violencia, y que saca gran provecho del limitado espacio donde se desarrolla la acción. La cámara de Álvarez se mueve y encuadra con inteligencia para jugar con la oscuridad, aprovechar las esquinas, los rincones y los “pasadizos secretos” de la casa, construyendo así un inmersivo y claustrofóbico juego del gato y el ratón que tiene el control absoluto sobre nuestros nervios.

No respires le da la vuelta al home invasion (cine de allanamientos) y lo convierte en un survival crudo y sádico, un thriller de factura impecable que se apoya indudablemente en Hitchcock para construir el suspense y manipular al espectador. Como hemos dicho, su guion es muy inconsistente, sus diálogos tienden al cliché, y sus personajes son más finos que el papel de seda, pero la mano firme y la elegante dirección de Álvarez, que pone énfasis en la narración visual, compensa estas carencias y antepone con éxito la experiencia visceral a la intelectual. Cuando uno ve la película se da cuenta de lo bueno que es su título: los protagonistas no dicen “no respires” ni una vez, pero tú lo estás pensando en todo momento. Y cuando lo haces, te estás dirigiendo a ellos, pero también a ti mismo.

Pedro J. García

Nota: ★★★½

Suburgatory que estás en los cielos

CHRIS PARNELL, ANA GASTEYER, ALLIE GRANT, JANE LEVY, JEREMY SISTO, CHERYL HINES, CARLY CHAIKIN

Lo nuestro no estaba escrito en las estrellas, era más bien una relación con fecha de caducidad. Ella tenía muy buenas intenciones, y nos hacía reír, que es muy importante. Pero cuando uno sabe casi desde el principio que la cosa no es para siempre, es mejor cortar por lo sano, antes de que se alargue más de lo debido y la agonía acabe consumiendo a los dos. Esta ha sido la relación de Suburgatory tanto con sus espectadores como con la cadena que la emitía, ABC. La serie era un dulce que no amargaba a nadie, pero que ninguno de nosotros necesitábamos realmente, y ya sabemos cómo es esto de las series, necesitamos esa relación de dependencia absoluta para que merezca la pena de verdad comprometerse.

Suburgatory ha durado tres temporadas en antena (de 2011 a 2013), la última de ellas acortada a tan solo 13 episodios y emitida como reemplazo de midseason. Para muchos este fue el último clavo en el ataúd, pero lo cierto es que la serie creada por Emily Kapnek seguía teniendo índices de audiencia decentes, sobre todo si los comparamos con el resto de comedias de ABC, y siempre estaba la cuestión de la sindicación, que aumentaba las posibilidades de renovación. Sin embargo, ABC decidió sacrificar Suburgatory, probablemente por falta de confianza y de interés. Y no nos extraña, la verdad. Cuando una serie que ingresa en su tercera temporada ya ha dejado muy atrás el tope de su potencial, no tiene sentido seguir alargándola -y mucho menos arriesgarse a dar el salto mortal del instituto a la universidad, un cambio del que pocas series salen airosas. Así que, aunque nos duela un poquito, ABC ha tomado una decisión inteligente, algo que se confirma cuando comprobamos la poca repercusión que ha tenido la “conclusión” de la serie.

Y escribo conclusión entre comillas porque, como nos temíamos, Suburgatory no se ha despedido con una series finale en condiciones. Es cierto que “Stiiiiiiill Horny” (3.13) es un buen episodio, y además es un ‘final’, pero definitivamente no es una series finale. Para aquellos que buscamos cierre en las historias a las que hemos dedicado nuestro tiempo durante varios años, nunca deja de ser frustrante que tantas series no se clausuren como es debido. Lo peor de todo es que las tramas de esta temporada facilitaban una conclusión definitiva para todos los personajes, y ponían en bandeja el broche final, pero no se aprovechó y se decidió dejar a algunos de ellos en suspenso. Teniendo en cuenta lo pronto que se grabó la temporada y lo tarde que se canceló la serie, seguramente todos contaban con volver el año que viene.

JANE LEVY, PARKER YOUNG

Los personajes de Suburgatory reciben despedidas muy desiguales en “Stiiiiiiill Horny”. Quedamos más o menos satisfechos con el final de Tessa, que vuelve a los brazos de Ryan Shay (Parker Young regresa para la recta final de la serie como invitado especial casi mudo), en una escena deliciosamente surrealista en la que la pareja, como poseída por el espíritu de John Waters, se dispone a conocerse carnalmente en medio de la calle. Por otro lado, Lisa y Malik tienen su primera crisis doméstica para a continuación entender qué es eso del matrimonio, y vivir happily ever after. Estupendo (tampoco es que fuera muy fan de esta pareja, cada vez más intensa y empalagosa). Sin embargo, Suburgatory deja inacabadas las historias de sus mejores personajes, Dallas y Dalia Royce, la verdadera razón por la que la serie merecía seguir en antena. Dallas y George tienen un acercamiento tras el cual vuelve a enfriarse la relación, y el hecho de que no nos quepa duda de lo que sienten el uno por el otro hace que duela especialmente que la serie haya acabado con los dos separados, con un final tan abierto para ellos. Y lo de la enorme Dalia es aún más trágico: apenas aparece un minuto en la finale. Y vale que ya nos había dejado grandes momentos para la posteridad durante la boda de Lisa y Malik en el episodio anterior, pero no es suficiente. No Dalia, No Party Finale.

Después de tres años en el purgatorio de las series, Suburgatory pasa a mejor vida. Es solo una expresión, claro, porque al no haber alcanzado los episodios requeridos para ser vendida a sindicación (88), está condenada a caer en el olvido para siempre. Ni siquiera podemos añadirla a la eminente lista de “Series canceladas antes de tiempo”, y eso que tenía material de sobra para culto. Pero todos sabíamos que ya no daba para más, y que nadie luchaba por su supervivencia, como ha ocurrido con otras series en su situación (Cougar Town, Happy Endings, Community). No supo aprovechar sus oportunidades y se perdió (siempre estuvo “fuera de lugar” si lo pensamos), pero los que la seguimos hasta el final guardaremos un cariñoso -aunque leve- recuerdo de estos estupendos personajes y de los inspirados momentos de sátira y  comedia absurda que nos dio (que no fueron pocos). Esperemos que su magnífico reparto, especialmente las mejores intérpretes de la serie, la fantástica Jane Levy (a la que queremos ver ya en Evil Dead II) y la infravalorada, encantadora y brillante Cheryl Hines, encuentren pronto proyectos a la altura de su talento, y que estos tres años no hayan sido para nada.

D.E.P. Suburgatory y que Ryan Shay esté con vosotros, y con vuestro espíritu.

Estrenos de cine destacados – Viernes 05/04/13

El estreno de la semana: EVIL DEAD

 

Un amor entre dos mundos (Upside Down, Juan Solanas, 2012)

En esta película todo está, literalmente, del revés, incluyendo la coherencia y la lógica interna. Desde los créditos con la voz en off del protagonista -un Jim Sturgess al que ya se le ha pasado el arroz interpretativo-, ahorrándonos el trabajo de sacar conclusiones sobre la película, hasta un final abrupto que cierra de la manera más torpe y chapucera todos los frentes abiertos, Un amor entre dos mundos hace gala de una ineptitud absoluta a la hora de introducir -y conservar- al espectador en el interesante mundo que plantea.

No hay suspensión de la incredulidad que valga. Estamos ante una película que crea dos mundos enteros desde cero y no es capaz de aportar un sólido decálogo que los sostenga. Solanas sobreexplica lo innecesario, lo más nimio, lo que el espectador ve con sus propios ojos, y se escaquea de dar cualquier tipo de respuesta a las grandes cuestiones de la película. Veremos al protagonista agarrar una caja que le lanza otro personaje al aire y decir dos veces “la he cogido”, pero el avance científico que cambiará para siempre la humanidad se explicará con un “me han dicho que tú lo entenderás” -así que no me molesto en dar detalles. La cantidad de deus ex machina que conforman esta película es incalculable. No hay un solo giro de guion o acontecimiento en la historia que no esté introducido a la fuerza para tapar agujeros y hacerla avanzar en la dirección que Solanas se empeña en tomar, a oídos sordos de lo que su sentido común le dice. Da igual que la historia de amor entre Adam (Sturgess) y Eden (Kirsten Dunst) sea, en teoría, más grande que el universo. Ni siquiera eso es capaz de evitar que este se desmorone por completo.

El director argentino se mete en mil y un berenjenales, del más cósmico al más microscópico, y no es capaz de encontrar maneras naturales y fluidas de salir de ellos. Antepone las buenas ideas visuales a la coherencia narrativa y sacrifica cualquier posibilidad de construir un discurso satisfactorio y un relato que atrape de verdad. “Pero esto no tiene sentido, señor Solanas”, “Da igual, pero, ¿y lo bonito que queda?” Un amor entre dos mundos resulta infantil y amateur. La cantidad de potencial malgastado es desoladora.

Efectos secundarios (Side Effects, Steven Soderbergh, 2013)

Con este thriller farmacológico -como se empeñan en denominarlo en todas partes-, Steven Soderbergh construye una (otra) película sólida y disfrutable que fluye como si hubiera sido realizada sin excesivo esfuerzo, y con mucho oficio. No en vano, es su quinta película como realizador en apenas dos años -sin contar la TV Movie Behind the Candelabra, aun por estrenar. Pero la inquietud e hiperactividad -o prisa, porque el director ha anunciado que se retira indefinidamente de la dirección- no desluce el resultado, ni de este el que quizás sea su último filme -aunque no nos lo creemos demasiado-, ni de los que le han precedido, las nada desdeñables Contagio o Magic Mike.

Efectos secundarios es una interesante y muy hollywoodiense aproximación al mundo de los fármacos contra la depresión. Una aguda reflexión vestida de absorbente cinta de suspense que nos adentra -no sin la pertinente dosis de demagogia y factor espectacular- en una realidad muy afín a la sociedad norteamericana, que desde el otro lado del charco contemplamos con una mezcla de fascinación y horror. Como el doctor Jonathan BanksJude Law en su mejor papel en muchos años- afirma, en Europa, ir al psicólogo es síntoma de problema, en Estados Unidos significa que el problema se está curando.

Un asesinato pone en marcha un relato de engaños, apariencias y conspiraciones que se las arregla para inquietar y despertar la duda razonable del espectador en todo momento, gracias sobre todo al buen hacer del reparto -en especial Rooney Mara y una fantástica Catherine Zeta-Jones. Sin embargo, a Soderbergh, y a Scott Z. Burns -guionista de la película-, se les va la mano a la hora de atar cabos, en un aturullado y confuso desenlace que se empeña en no dejar absolutamente nada a la imaginación del espectador -como Magic Mike, pero de otra manera. Por culpa de la búsqueda hitchcockiana del crimen perfecto, la historia se acaba resintiendo irremediablemente. Eso sí, a Soderbergh hay que reconocerle el mérito: el hombre sabe cómo hacer películas. Si de verdad se retira de la profesión, puede estar tranquilo, lo hace después de firmar una notable trilogía.

Posesión infernal: Evil Dead (Evil Dead, Fede Álvarez, 2013)

-Insertar párrafo sobre remakes, reboots, la falta de originalidad de la industria cinematográfica de Hollywood, la crisis creativa del cine, y todo eso-

Y ahora al grano: Me da exactamente igual si esta nueva Evil Dead era necesaria o no -¿cuándo son los remakes necesarios?-, lo que tengo claro es que esta es una película que yo sí quería ver. Y que después de hacerlo, puedo afirmar con toda convicción que estamos ante uno de los mejores reboots que se han hecho en los últimos años -y el número total es inabarcable. Absolutamente enervante y desquiciante, burra y demencialPosesión Infernal 2013 no se anda con remilgos, y hace un esfuerzo sobrehumano por estremecer completamente al personal a base de imágenes impactantes que harán girar la cabeza -360 grados- a más de uno.

Con el equipo de productores original –Raimi, Tapert y el gran Bruce Campbell– y bajo la mirada de un director novel, la película se mantiene más o menos fiel a su referente, pero se adapta a las sensibilidades de la muy experimentada y suspicaz audiencia. Debemos tener en cuenta un factor muy importante a la hora de adentrarnos en Evil Dead, y sobre todo al imaginarnos el proceso de escritura de la película -desempeñado por Álvarez en colaboración con la mismísima Diablo Cody-, y este no es otro que la existencia de una pequeña película con la que seguro que ya estáis más que familiarizados: The Cabin in the Woods. La cinta de Drew Goddard y Joss Whedon deconstruyó Evil Dead -y todas las sagas slasher que le sucedieron- en un ejercicio metanarrativo que marcaba un antes y un después en el cine de terror moderno. ¿Cómo acometer la empresa de hacer una nueva Evil Dead cuando es, oficialmente, la tercera versión de la historia, y sobre todo, cuando ya se han explicitado y desmitificado todos sus mecanismos narrativos? Muy sencillo: yendo más allá que todas ellas juntas.

Al final no es tan importante y decisivo que se haya intentado dar lógica y trasfondo a la historia -gran trabajo de Álvarez y Cody anticipándose a las repelentes preguntas del espectador más descreído- porque lo más -lo único- importante es remover estómagos y conseguir que el espectador clave las uñas en el muslo de la persona con la que ha ido al cine. No estoy seguro de si Posesión infernal: Evil Dead será para vosotros “la experiencia más aterradora que vais a vivir”, pero desde luego no defraudará a los que vayan buscando emociones fuertes.

Para terminar, tres consejos: que los aprensivos se mantengan alejados de la sala, que los que vayan a verla no vean el tráiler -que incluyo aquí debajo solo para no desequilibrar la entrada-, y que os quedéis a ver los créditos finales.