En defensa de ‘Wayward Pines’

Wayward Pines 1

Por regla general (los que podemos) utilizamos el verano para descansar y desconectar. El cine lo sabe, y desde siempre nos ha reservado los títulos menos exigentes para la temporada estival, dando por sentado que a las salas también vamos (además de por el aire acondicionado) a poner el cerebro en piloto automático (aunque no sea siempre así y con esta excusa nos cuelen cualquier bazofia). Hasta hace poco, en televisión ha pasado algo parecido. El plato fuerte de las televisiones se ofrece durante el “curso escolar”, reservando el verano para ficciones de relleno, series más ligeras o pasatiempos desenfadados a los que no le exigimos lo mismo que a las de otoño (True Blood sería el paradigma de este tipo de productos). Es decir, el verano es el gran viernes televisivo del año. Pero de un tiempo a esta parte esto está cambiando. Muchas cadenas están aprovechando la temporada baja para introducir en su parrilla dramas de calidad que destacan especialmente en este ambiente poco competitivo. Ese fue el caso el año pasado de las sorpresas UnREALMr. Robot, y, en un principio, Wayward Pines.

La serie de misterio y terror de Fox venía avalada por el nombre de M. Night Shyamalan en la producción. Teniendo en cuenta que la marca Shyamalan hace tiempo que no convence (a mí me chifló La visita, pero sé que no es el sentimiento generalizado), su presencia en la serie no era garantía de nada, pero eso no impidió a la cadena venderla en 2015 como la próxima gran serie estival, la parada obligatoria para todo seriéfilo en vacaciones. Descrita como un cruce entre Twin PeaksEl bosqueWayward Pines inició su andadura el verano pasado con índices de audiencia aceptables y un misterio que, sin ofrecer nada realmente nuevo u original, enganchaba: Después de un accidente durante una misión para encontrar a dos compañeros desaparecidos, un agente del Servicio Secreto estadounidense, Ethan Burke (Matt Dillon), se despierta en un pequeño pueblo entre las montañas llamado Wayward Pines, una especie de Stars Hollow versión siniestra. Ethan intenta ponerse en contacto con su familia y marcharse del pueblo, pero sus extraños habitantes y una valla electrificada se lo impiden. Algo extraño ocurre dentro y fuera de Waywayd Pines, y Ethan se propone averiguar de qué se trata, aunque la verdad sea difícil de digerir.

Wayward Pines 2

Hasta ahí todo bien. La audiencia estaba intrigada y la historia transcurría satisfactoriamente. Pero entonces hacia la mitad de la temporada empezó a destaparse la verdad y llegó lo que sería el “Shyamalan ending” en formato televisivo. Es decir, el giro sorpresa con el que la historia viraba 180º, pero en este caso no terminaba. (A partir de aquí, no sigáis leyendo si no habéis visto la primera temporada). No había que ser muy listo para imaginarse a grandes rasgos lo que estaba pasando. Aunque sí había que ser retorcido para adivinar todos los detalles: en realidad, Wayward Pines es el proyecto de un científico loco que predijo una catástrofe mundial y creó su propia Arca de Noé en forma de típico pueblecito americano, criogenizó a un montón de personas (él incluido) y los despertó 2.000 años después. Es decir, Wayward Pines transcurre en el año 4.028, y los habitantes de WP son los únicos humanos que quedan en la faz de la Tierra, a excepción de unas “aberraciones” sanguinarias llamadas Abbies que amenazan en el exterior. WHAT? Eso. Wayward Pines llevó el Shyamalan ending hasta las últimas consecuencias, con un giro que podría catalogarse entre los más impactantes y WTF de la televisión. Pero gran parte del público no comulgó con este descubrimiento, y la serie perdió adeptos.

Wayward Pines ha vuelto este verano con energías renovadas. Pero lejos de corregir su curso para contentar a aquellos que buscaban un producto más serio, o menos delirante, ha abrazado su naturaleza disparatada y su argumento loco, loco, loco para seguir contando la historia con otro tono, más cercano a la comedia negra. Y por eso defiendo Wayward Pines, porque, además de funcionar estupendamente como pasatiempo, se ha ido transformando de drama o “appointment television” en potencia a serie puramente veraniega. No llega al nivel casposo de cosas como Zoo o a los límites de autoconsciencia de True Blood, pero desde luego ha empezado a tomarse mucho menos en serio, y eso le ha sentado de maravilla. Para la segunda temporada (ambientada varios años después de la acción de la primera, en 4.032), Jason Patric (el robacorazones de Jóvenes ocultos) sustituye a Matt Dillon como leading man ex-promesa de los 80-90 que quedó en nada (para la tercera espero ver a Bill Paxton). Su Dr. Theo Yedlin sería el personaje que mantiene a raya la poca seriedad que se puede permitir ya la historia, pero a su alrededor, todo se vuelve cada vez más caricaturesco (el personaje de Hope Davis, más exagerada y lunática con cada episodio que pasa, el líder de secta chiflado que es David Pilcher, la pareja creepy interpretada por Tom Stevens y Kacey Rohl, que espero que pronto se descubra que son hermanos), más satírico (la trama sobre las adolescentes obligadas a tener hijos, la hilarante “Procreation Room”, ) y más bobo (la divertidísima Siobhan Fallon Hogan flirteando con Patrick y dejándonos las frases que nos indican que podemos relajarnos como espectadores: “Lo que pasa en Wayward Pines se queda en Wayward Pines. No hay más remedio, no queda nadie más”).

Wayward Pines 3

Wayward Pines no es el fenómeno televisivo que quería ser, pero, aun con sus muchos despropósitos y sinsentidos (o precisamente por ellos), es una serie entretenida a la que es mejor no exigirle rigor o coherencia, porque no es su principal objetivo, que es recomendable ver como la chaladura que es. Con Shyamalan menos involucrado en esta segunda temporada (está preparando el reboot de Cuentos de la Cripta, que yo no me perderé), la serie se adentra un poco más en el terreno de la comedia de ciencia ficción y sigue desarrollando una mitología en la que todo vale. A ratos da la sensación de que no contaban con ser renovados y están improvisando (y seguramente ese sea el caso), pero esto ha provocado un efecto que a la larga la ha beneficiado: a Wayward Pines se va a abandonar los problemas fuera de la verja y a dejarse llevar por su divertida estupidez.