La temporada de estrenos continúa, pero yo sigo sin ver muchas de las nuevas series, esperando a ver si sobreviven, y si merece la pena invertir mi tiempo en ellas (estoy deseando ver A to Z, pero no parece que vaya a durar mucho, así que me da miedo quedarme a medias). Mientras, lo que sí estoy haciendo es intentar llevar al día todas las series que veo desde hace tiempo (o desde el año pasado). Es una tarea ardua y complicada, ya lo sabéis, pero lo cierto es que este año las series han vuelto con fuerza, y vivimos un nuevo año de esplendor catódico (o quizás sea más adecuado decir “de consistencia catódica”). A continuación, os hablo de los últimos episodios de algunas de mis series (intentaré alternarlas todas las semanas, para no hablar siempre de las mismas). Como siempre, me encantaría que añadieseis vuestras reviews express de las series que yo no cubra. Además de algunas veteranas, o series de segundo año, empiezo a reseñar brevemente Gotham, una de las pocas nuevas ficciones que estoy siguiendo al día. La precuela de Batman no va a ser cancelada este año, eso es lo que la hace una apuesta segura. Más que su calidad. Sin más dilación, os dejo con la Review Express semanal.
Homeland
La tercera temporada del drama de Showtime fue para muchos el último clavo en su ataúd. Después de dos primeras temporadas excelentes (sí, yo creo que, a pesar de los fallos, la segunda está a la altura), el año pasado Homeland experimentó un sustancial declive en calidad. La temporada terminó con un giro que prometía un gran cambio, una muerte que los productores aprovechaban para hacer reset en su cuarto año. Llevábamos mucho tiempo leyendo eso de que la cuarta temporada nos presentaría una nueva Homeland, casi un reboot de la serie. Y si bien es cierto que hay una clara voluntad de reinvención, después de ver los dos primeros capítulos de la temporada, la palabra reboot se nos antoja exagerada. La cuarta de Homeland lidia directamente con las consecuencias de lo ocurrido en la tercera, no es un borrón y cuenta nueva, es una continuación, porque si lo pensamos, no podía ser otra cosa. Ahora bien, es una continuación que se ha deshecho de una trama que la llevaba lastrando un año, y que gracias a eso tiene la oportunidad de desarrollar nuevos dramas para los personajes. El estreno doble de Homeland fue un elegante ejercicio de sobriedad narrativa, un trabajo de una gran precisión (tanto estratégica como emocional), que nos devolvió a una Carrie Mathison más perdida que nunca, tras haber ascendido a un puesto de mando en la agencia (¿se encuentra Carrie en la senda de Walter White?). Con “The Drone Queen” (4.01) Homeland vuelve con un aire más triste, más incómodo, más maduro e interesante, dispuesta desde el principio a explorar los recovecos más oscuros de la mente de Carrie (la frialdad con la que toma decisiones en su nuevo puesto, la escena de la bañera), y también de Quinn, al que los guionistas han redibujado (excelentemente) como su contrapunto moral (no exento de sus propios demonios). Por último, la temporada plantea un arco central muy jugoso desde el punto de vista narrativo: el bombardeo de una boda ordenado por Carrie, resultante en un gran número de bajas civiles, del que sobrevive un joven que ha recogido el ataque con su móvil. Espero que el resto de la temporada esté a la altura de este fantástico comienzo.
Bob’s Burgers
Llevo mucho tiempo recomendando a todo el mundo que vea Bob’s Burgers. Y lo hago con el aviso de siempre (el que se puede aplicar a muchas series, sobre todo a las de animación): si los primeros capítulos no os convencen, no os hacen reír, dadle una oportunidad igualmente, porque os acabará conquistando. Bob’s Burgers volvió la semana pasada por todo lo alto con un episodio que recogía y celebraba uno de los aspectos más importantes de la serie: la música. La familia Belcher es un clan de cantarines natos. No tienen voces prodigiosas, pero llevan el ritmo en el cuerpo, la música en el corazón, y tienen el don de convertir todo en una canción. Así que era lógico que este arranque de temporada fuera un musical. Aunque técnicamente era más bien el making of de dos musicales, adaptaciones de las ochenteras Armas de mujer y La jungla de cristal (otro de los mayores alicientes de la serie son sus referencias a la cultura popular de los 80, con las parodias de Los Goonies y E.T. conformando dos de los mejores episodios de la serie). He leído que ha habido decepción generalizada con el episodio, pero a mí este “Work Hard or Die Trying, Girl” (gran título) me ha parecido una delicia (sobre todo ese inspiradísimo número final). Claro que me ponen a Tina Belcher con cardado y hombreras gigantes y ya no necesito más.
Sons of Anarchy
La serie de Kurt Sutter es, sorprendentemente, una de las ficciones de mayor audiencia en Estados Unidos, pero ya va siendo hora de echarle el cierre. Sobre todo teniendo en cuenta que lleva agonizando lentamente desde hace tres temporadas. Afortunadamente, esta séptima es la última, y todo parece indicar que nos espera una recta final explosiva. Claro que cuando uno ve los episodios más recientes de Sons of Anarchy piensa “¿qué van a hacer para llevar esta historia un paso más allá?” Cada semana, la violencia gráfica es más explícita, más extrema, y a veces parece que no ocurre nada más que tiroteos, masacres, asesinatos a sangre fría y demás tipos de retaliation (Sons of Anarchy bien podría haberse titulado That Retaliation Show). La violencia es tan frecuente que nos hemos desensibilizado, tanto que cuesta ver más allá. Como le ocurre a Jax Teller. Y quizás ahí esté el quid de la cuestión. Jax es un fantasma, se ha convertido en un hombre desprovisto de alma, y lo vemos actuar como un monstruo sin piedad. Ya no le quedan personas de las que vengarse (además de su madre, será interesante cuando se entere de todo), y su descenso a los infiernos está casi completo. Es un concepto coherente con lo que hemos visto hasta ahora, pero ojalá resultase más interesante de ver. Afortunadamente, los dos últimos episodios de Sons of Anarchy han contrarrestado toda la violencia y la degeneración de Jax con dosis de humor y ternura, que bien le hacían falta desde hace tiempo. Me quedo con Skankenstein, con la bonita relación de Chibs y la nueva sheriff (por fin una policía que no es un villano caricaturesco y maniqueo) y con el amor que florece finalmente entre Tigy Venus. Ah, y por favor, lo que hay que hacer no es taparle los ojos a Abel, es taparle la boca.
Gotham
El piloto de Gotham no me pareció mal del todo. Sí, presentaba síntomas de pilotitis aguda. Demasiados personajes, una urgencia acuciante para introducirlos y muy poca sutilidad a la hora de hacernos saber quiénes son, o sea, en quiénes se convertirán (está demostrado que no hace falta meterlos a todos con calzador en el primer capítulo, mirad AHS: Freak Show). Pero tenía potencial a raudales. Los dos siguientes episodios continuaron esta práctica: los guiños a los futuros Pingüino, Catwoman, Enigma, y por supuesto Batman, son constantes, tanto que los diálogos a veces no son más que eso, recordatorios para que el espectador no se olvide del universo en el que se ha sumergido. ¡Que ya lo sabemos! ¡Nos hemos enterado! Calmaos un poco, no todas las escenas de todos los personajes de DC tienen que servir el único propósito de recordarnos algo que ya sabemos. Sin embargo, esto no es lo peor de Gotham, de hecho, esto es comprensible, por muy irritante que sea (esta serie no es menos negocio que otras, así que no tiene por qué ir de lo que no es). Lo peor de Gotham es que, dejando al margen sus referentes (tanto los tebeos como las pelis de Burton y Nolan), es una ficción terriblemente inconsistente. La confusión de tonos es total: cuando se pone comiquera, se le va un poco de las manos, y cuando se pone más seria, parece una parodia. O sea, que ni domina el burtonismo ni el nolanismo. No ayuda el formato “caso de la semana” (aunque esto lo esperábamos, siendo Fox), ni la torpeza con la que está rodada. Pero lo más doloroso de Gotham son sus interpretaciones. Casi todos los actores son lamentables, especialmente el dúo protagonista, Donal Logue y Ben McKenzie (cero química) y Jada ‘Mirad qué bien sobreactúo’ Pinkett. Le daremos un tiempo para ver si toma forma, porque tiene material de sobra para convertirse en una buena serie. Aunque yo de momento no apostaría por ello.
Marvel’s Agents of S.H.I.E.L.D.
Y S.H.I.E.L.D. es una de las razones por las que pienso seguir viendo Gotham. Son series distintas, en tono, en factura, en desarrollo (en el hecho de que SHIELD se esfuerza en seguir su propia voz en lugar de limitarse a recordarnos en cada escena que es Marvel), pero si la de ABC ha conseguido salir (aunque no del todo) de la insulsez y la inconsistencia de sus primeros episodios y se ha asentado por fin en esta segunda temporada, podría ocurrir lo mismo con la de Fox. Sé que no es decir mucho, porque el listón no está muy alto, pero “Making Friends and Influencing People” (2.03) ha sido uno de los episodios más sólidos de la serie hasta la fecha, demostrando así que su trayectoria ascendente continúa. Por un lado, me alegra comprobar que los showrunners se han dado cuenta de que ocultar información o retrasar el momento de dársela a sus espectadores es contraproducente. Así, en los primeros tres capítulos se han cargado a personajes de un plumazo, y han planteado numerosos misterios que, o bien ya han recibido respuesta, o se nos están desvelando progresivamente con datos realmente jugosos (como es el caso de los padres de Skye). Uno de esos misterios era dónde estaba Jemma Simmons. La respuesta puede parecer un poco implausible, pero les seguiremos el juego: Simmons está infiltrada en Hydra como agente secreto de Coulson, pasando información del enemigo a la agencia anteriormente conocida como S.H.I.E.L.D. Como dice Skye, Jemma no sabe mentir, y por eso precisamente Simmons y Hydra es una buena combinación para el espectador. Además, la científica es uno de los personajes más queridos por la audiencia, así que situarla en un entorno de peligro constante es todo un acierto. Sin embargo, este tipo de tramas en las que un personaje protagonista está en peligro de muerte y es salvado al final le hacen flaco favor a una serie que tiene el sambenito de ser excesivamente ingenua e infantil. Sí, técnicamente estamos ante una serie de Joss (y Jed) Whedon, y cuanto más queramos a un personaje, más posibilidades hay de que muera, pero no se puede jugar esta carta en todos los episodios. Le resta emoción al asunto saber que todo saldrá bien al final (esto no lo aplicamos a Blizzard, porque ni lo queremos tanto ni está muerto). Por otro lado, me alegra comprobar que los nuevos agentes y mercenarios se adaptan estupendamente a la serie y a sus compañeros. Mención especial a Lance Hunter (Nick Blood), que en este episodio, además de petarlo con camiseta de tirantes, se ha confirmado como un buen aliado, amigo y quién sabe qué más de Skye. Y por último, Fitz, mi pobrecito Fitz, ¿”daños permanentes”? ¿Seguro? Sería interesante y arriesgado negarle la posibilidad de recuperarse totalmente, pero no lo veo viable en una serie como esta. En fin, ya veremos #SufroComoFitz
Modern Family
Quizás no estéis de acuerdo conmigo, pero los tres episodios que llevamos de la sexta temporada de Modern Family han sido mejores que toda la quinta. El primero estuvo bien, pero los dos siguientes han sido mucho más graciosos y emocionantes que cualquiera de los del año pasado (incluidos los de la boda de Mitch y Cam). He llegado a ver algún destello de las primeras temporadas, cuando esta serie me hacía llorar de risa y de emoción varias veces en el mismo capítulo. “The Cold” (6.03) tuvo momentos brillantes de comedia, y nos devolvió dos de las combinaciones de personajes que mejor funcionan de la serie: Haley y el niñero (no sé vosotros, pero yo quiero a Adam DeVine en plantilla) y Phil y Luke, que hacía tiempo que habían perdido esa conexión tan especial. Una trama tan estúpida como la del resfriado y el vídeo de boda nos dio los momentos más divertidos del episodio (el montaje final del vídeo, brutal) y nos confirmó que, a pesar de que Luke ya es todo un hombrecito, se puede seguir explorando esa relación padre-hijo basada en la idea de que ambos son en realidad dos niños. Pero el mejor episodio de lo que llevamos de temporada ha sido “Don’t Push” (6.02). La trama de Alex (personaje que siguen empeñando en que sea un patito feo, cuando es más que evidente que se está convirtiendo una jovencita muy guapa) nos da buenos momentos con Claire, pero también deja entrever ese halo de conservadurismo y machismo que a veces sobrevuela la serie: que esta chica tan inteligente, con un futuro tan brillante, base en parte la decisión de ir a una universidad u otra en el cuelgue de un chico que acaba de conocer no es precisamente el mejor mensaje que ha lanzado Modern Family. Por otro lado tenemos a los tres miembros menos “brillantes” de la familia Dunphy sometiéndose a un experimento psicológico, y dando como resultado la trama episódica más divertida y mejor escrita de la serie en mucho tiempo, una serie de gags excelentes que culminan en uno de esos momentos emotivos que tanto echaba de menos: Haley desnudando sus sentimientos y desvelando que se siente una fracasada, y que se da cuenta de que su familia también lo cree. Esta escena (que me pilló completamente desprevenido) confirma a Sarah Hyland no solo como la mejor intérprete joven de la serie, sino como la mejor actriz de Modern Family. Y me quedo tan ancho.