Crítica: Nunca digas su nombre (Bye Bye Man)

THE BYE BYE MAN

Si un árbol cae en el bosque y no hay nadie cerca para oírlo, ¿hace algún ruido? Si la caja está cerrada, ¿el gato está vivo o muerto? ¿Existe El Hombre del Saco solo si se cree en él? Sobre estas ideas filosóficas y metafísicas se basa la premisa de Nunca digas su nombre (Bye Bye Man), cinta de terror dirigida por Stacy Title (realizadora de La última cena, aquella mítica comedia negra de los 90) que presenta a un nuevo asesino sobrenatural para sumarse a las filas de Freddy Krueger, Pennywise o Jigsaw.

La idea de Nunca digas su nombre recuerda vagamente a la reciente Nunca apagues la luz (de ahí seguramente que el título en español se parezca tanto, cuando en versión original ambos son muy distintos), y gira en torno a una amenaza que no existe o no puede manifestarse hasta que sus víctimas le ceden el paso a su mundo. Mientras que en Nunca apagues la luz la asesina solo tomaba forma corpórea en la oscuridad, en Nunca digas su nombre, el Hombre del Saco aparece cuando sus víctimas aprenden su nombreBye Bye Man. Decir en voz alta o incluso pensar “Bye Bye Man” libera al demoníaco ente encapuchado (el mítico Doug Jones), que acompañado de un sabueso infernal, dará fin a sus víctimas de la forma más despiadada, no sin antes enloquecerlas.

Basada en el relato corto The Bridge to Body IslandNunca digas su nombre parte de un concepto semi original para dejarnos la misma película de leyendas urbanas y casas encantadas de siempre, pero con un toque extra de camp. En este caso, en lugar de una familia, son tres universitarios los que se mudan a una vieja casa en la que tienen lugar acontecimientos extraños y donde se esconden oscuros secretos del pasado. Los protagonistas, una pareja de prometidos y su mejor amigo, que por alguna inexplicable razón han creído buena idea irse a vivir juntos, descubren la existencia de Bye Bye Man, a quien liberan cuando uno de ellos halla su nombre escondido en la mesilla de noche, bajo la siniestra advertencia “No lo digas, no lo pienses”. A partir de ahí, empezarán a oír y ver cosas extrañas en la casa, puertas que se cierran de golpe, ruidos en la madrugada, presencias hostiles (en resumen, lo de siempre). Los tres intentarán mantener su existencia en secreto para evitar que más gente aprenda su nombre y se exponga a una muerte segura, pero para conseguirlo tendrán que presenciar, incluso cometer, las mayores atrocidades.

nunca digas su nombre cartelDe nuevo, estamos ante una película de terror que parte de una idea jugosa y con mucho potencial, pero que inevitablemente se pierde en los clichés del terror de multicines hecho para lucrarse con miles de secuelas. Sobresaltos traicioneros, diálogos sonrojantes, situaciones inverosímiles en las que todos actúan de la manera más absurda posible, violencia muy light y con poca sangre, para ajustarse a la calificación para mayores de 13 años (además, el film llega censurado, con una escena de sexo recortada), ineptas fuerzas de la ley… Nunca digas su nombre surge a rebufo de dos de los films de terror más interesantes de los últimos años, BabadookIt Follows, proponiendo un tipo de asesino en serie fantástico más abstracto y metafórico, pero no logra llevar su concepto a buen puerto por culpa de un desarrollo sin pies ni cabeza y una falta absoluta de personalidad en todos los aspectos.

Nunca digas su nombre no es solo la película de miedo de siempre, sino que tampoco tiene ningún tipo de aliciente visual que compense su naturaleza de sucedáneo de mil y otros films (el asesino es una copia de Jigsaw y su mascota una creación digital lamentable), resultando poco inspirada en todos los departamentos (curiosamente se salvan los actores, bastante decentes teniendo en cuenta las circunstancias). En lugar de aterrorizar o inquietar, la película se convierte a golpe de situaciones estúpidas, personajes irritantes y diálogos embarazosos en toda una comedia involuntaria. A las pobres Carrie-Ann Moss y Faye Dunaway, que tienen pequeños papeles secundarios en el film, se les ve en la mirada: “¡Sacadme de aquí!”

Pedro J. García

Nota: ★½