Crítica: El espíritu del 45

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Artículo escrito por David Lastra

Poco a poco van llegando a la cartelera los vástagos fílmicos de los indignados. A las visiones de Tony Gatlif (Indignados) y Basilio Martín Patiño (15M-Libre te quiero), añadimos la del cineasta social por excelencia: Ken Loach. Con El espíritu del 45, el creador de El viento que agita la cebada y La cuadrilla quiere asestar un doble tirón de orejas: primero, a los políticos amnésicos que crecieron en el mismo estado de bienestar que ellos mismos están destrozando; y una llamada de atención a todos aquellos que con las protestas de la primavera de 2011 creyeron inventar la subversión. Loach clama desde su tribuna cinematográfica que la lucha obrera lleva existiendo desde hace muchas décadas y aboga por una necesidad vital de volver a la mentalidad social de 1945. A la inglesa claramente, no a la española. Una visión socialista pura, basada en las necesidades de las clases desfavorecidas y amparada en la nacionalización de las empresas y, ante todo, la cooperación. Para ello, nos lanza a la cara una reflexión, tan simple como perturbadora: ¿si contra el fascismo había pleno empleo y supimos organizar nuestros recursos, por qué no conseguirlo también en tiempos de paz?

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El documental cuenta con una introducción explicativa en la que, a base de imágenes de archivo y testimonios de primera mano, nos muestra la situación inglesa al finalizar la II Guerra Mundial con patatas, chinches y paro por doquier, para llegar al despertar de la conciencia social y el consiguiente comienzo de la prosperidad a mediados de los años cuarenta. Si bien el montaje y la sucesión de apartados y rótulos puede recordarnos a cualquier documental didáctico de nuestros años escolares, no podemos criticar a Loach por ello. Con El espíritu del 45 no quiere construir un discurso amparado en una propuesta rompedora como hizo Jean-Luc Godard con Film socialisme, sino que prefiere centrarse únicamente en el mensaje, sin ningún tipo de barroquismos fílmicos.

El espíritu del 45 Loach

Tras esa disertación sobre “aquellos maravillosos años”, el film se convierte en una cinta de terror, gracias a la aparición de uno de los mayores villanos de la historia: Margaret Tatcher. El anticristo con cuerpo de mujer es representado como lo que era: un monstruo capaz de privatizar todos los sueños y esperanzas de la clase obrera sin que su cardado se despeinase ni un milímetro. Hay quien atacará con aquello de “visión sesgada”.  Diremos aquello de que todo es subjetivo, la objetividad pura no existe (aunque en el caso de la zorra de la Tatcher…), pero oigan, estamos en un documental de Ken Loach. ¿Qué esperaban? Si acaso, le podemos achacar cierto remilgo a la hora de poner cara política a los últimos culpables del agravio actual. Después de la Dama de hierro, no aparece ningún rostro reconocible en la gran pantalla… y mira que hay candidatos. A pesar de esas ausencias, este último bloque es el más interesante y el que más valor tiene. La identificación entre la sociedad de posguerra y su sentimiento de ser capaces de todo tras haber derrotado al fascismo con nuestra generación y la necesidad de ser conscientes de nuestra fuerza al unirnos, hace reaccionar al más taimado.

El espíritu del 45 es el documental que debería proyectarse durante este curso académico en escuelas, institutos, universidades y bibliotecas. Con todas las connotaciones positivas (altísimo valor didáctico) y negativas (poco valor como obra artística) que conlleva esa acción.