Un día después del preestreno oficial en Callao de Oz, un mundo de fantasía (Oz: The Great and Powerful, Sam Raimi, 2013) –aquí podéis leer mi crítica-, la 10ª Muestra SyFy de Cine Fantástico inicia su primera jornada maratoniana de películas fantásticas, de ciencia ficción y de terror. La anfitriona de este año ha sido “un monstruo de dos cabezas”. Macarena Gómez sustituyó el jueves 7 a Leticia Dolera en las labores de presentación de la Muestra, con una respuesta más bien negativa por parte del público en la sala -claro que la respuesta a Oz más tarde fue peor. Una desubicada Macarena, que se saltó el guion en pos de una improvisación que hizo taparse la cara a más de uno -y mira que el público de #LaMuestra absorbe la vergüenza ajena con más temple que el público “normal”- se midió en aplausos con la que ha sido casi todos los años la reina del festival, y lógicamente, salió perdiendo.
El viernes 8 de marzo Dolera acudía al rescate, y la cosa mejoraba considerablemente. Juntas hicieron pasar un buen rato lleno de aseveraciones tan elegantes y reivindicativas como “A [REC]3 le dieron ocho Goyas como ocho pollas“. Con esta frase, Dolera incitaba una protesta en contra de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, que suele ignorar el cine de género en sus nominaciones a los rancios premios Goya. Entre poesía (“Canino: pa tu culo mi pepino”), objetos perdidos (Dolera aprovechó una de las presentaciones para buscar al dueño de un ticket de parking perdido) y la visita de Eduardo Casanova y Ana Polvorosa -que venían a presentar el corto Amor de madre–, transcurrió un completo primer día de #LaMuestra. Desde las 17:00 hasta las 2 de la madrugada pudimos ver cuatro películas y un cortometraje que os comento a continuación:
Kenshin, el guerrero samurái (Rurôni Kenshin: Meiji kenkaku roman tan, Keishi Ohtomo, Japón, 2012)
Fiel adaptación del popular manga de Nobuhiro Watsuki, que gozó en los 90 de un gran éxito mundial, durante la época dorada del cómic japonés. En España alcanzó una gran popularidad sobre todo gracias a su versión anime. En esta ocasión, la historia del menudo y afeminado vagabundo samurái cobra vida a través de personajes en carne y hueso y el tratamiento de superproducción nipona. Sin embargo, Kenshin, el guerrero samurái es una película de dos horas y media que trata de condensar el mayor número posible de elementos del manga, y falla por no esforzarse un poco más en la historia que se cuenta (que se puede resumir con el insistente y simplón mensaje “matar no está bien”). Gustará a aficionados del cine moderno de samuráis, y por supuesto a los fans del manga y el anime en el que se basa, que encontrarán sin duda una gran satisfacción en ir reconociendo a sus personajes y tramas a lo largo del metraje. Claro que su ritmo exasperante y su constante divagación narrativa pueden hacer que hasta el más fan de Rurouni Kenshin pierda el interés continuamente. Si se busca un buen filme de samuráis contemporáneo, acúdase mejor a Takashi Miike.
Grabbers (Jon Wright, Irlanda, 2012)
Wright nos propone un homenaje a las películas ochenteras de invasión extraterrestre y bichos asesinos con una historia sobre una especie de seres alienígenas (anos gigantes con tentáculos) que llegan a un pueblo costero irlandés sedientos de sangre. Dos policías se encargarán de librar a los habitantes de la plaga que los acecha con la ayuda de un gran descubrimiento: la kryptonita de los grabbers (trincadores en su versión subtitulada) es el alcohol. Imaginad, irlandeses borrachos contra alienígenas asesinos. El resultado está a la altura de la propuesta (a pesar de un inicio preocupantemente soso), y Grabbers divierte y hace reír gracias a magníficos gags y el buen hacer de los intérpretes. En la línea de Attack the Block (Joe Cornish, 2011), la película de Wright da la sensación de no tomarse nunca en serio, pero en el fondo sabemos que estamos viendo algo más que un subproducto: Grabbers tiene momentos de auténtica inspiración cómica. A destacar la química de la pareja protagonista –Richard Coyle y una esplendorosa Ruth Bradley-, y la participación del siempre eficaz, siempre entrañable, Russel Tovey (Doctor Who, Him & Her y casi cualquier serie británica de los últimos 7 años). Por cierto, mirad el póster. Toda una declaración de intenciones, ¿verdad?
Amor de madre (Eduardo Casanova, España, 2013) / Boneboys (Duane Graves, Justin Meeks, Estados Unidos, 2012)
El cortometraje Amor de madre, dirigido por Eduardo Casanova y protagonizado por su amiga y compañera de reparto en Aída, Ana Polvorosa, es según palabras de su director, un melodrama trágico. Casanova debuta como director con un corto demasiado largo en el que se ponen de manifiesto todos los defectos del principiante, de los que el más irritante es la insistencia por que el espectador (re)conozca los referentes del realizador. Casanova nos dijo que le encantaría que el público jalease durante la película, “como en Cecil B. Demente“. Pero lo que hizo el público fue resoplar, dormirse, y en última instancia gritar “¡vaya truño!” Pues eso, un desastre. Ah, y salen zombis. No sabemos por qué.
Nadie podía esperar lo que se nos venía encima a continuación con Boneboys, de la mano de Kim Henkel, productor y guionista de La matanza de Texas, sus secuelas y otras películas de terror parecidas. Cuando Boneboys comienza uno sabe que va a ver la clásica historia de adolescentes extraviados (en Texas, cómo no) que se convierten en víctimas de sádicos asesinos. La misma película de siempre, vamos. Y esto es cierto hasta que Boneboys abandona toda lógica cinematográfica y humana y se entrega por completo a la demencia más indescriptible (el torture porn es lo de menos). En serio, no es posible articular en palabras la locura que es esta película. Boneboys es básicamente otro remake de La matanza de Texas, pero con el absurdo, el bizarrismo y el exceso elevado a la millonésima potencia, un “¿QUÉ COÑO ES ESTO?” constante del que es mejor no saber nada antes de adentrarse en su mundo. Pero que no, no es posible describirlo, no lo es. Hay que verla para creerla. O para no creerla.
John Dies at the End (Don Coscarelli, Estados Unidos, 2012)
La nueva película de Don Coscarelli (El señor de las bestias, Phantasma) está basada en una novela de terror publicada originalmente en Internet por Jason Pargin (con el pseudónico David Wong), y es básicamente un cómic de Vertigo en movimiento. Pero uno con gracia. John Dies at the End parece a ratos una versión alucinada de Supernatural, pero es esencialmente un viaje psicotrópico deudor de Hunter S. Thompson, y en su defecto, de David Cronenberg. La película amalgama con ingenio y un gran sentido del humor una apabullante cantidad de ideas y motivos propios de la serie Z. El ritmo desfallece en su tramo final, pero John Dies at the End se las arregla para permanecer imprevisible y estimulante la mayor parte del tiempo. La primera película en diez años de Coscarelli es un ejercicio evidentemente autoindulgente que no oculta su deseo de recibir la categoría de película de culto, pero que, intenciones del autor aparte, la merece.