Crítica: Aves de presa (y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn)

“Harley Quinn no necesitaba un novio, necesitaba amigas”. Así lo ha expresado Margot Robbie en varias entrevistas a propósito del spin-off de Escuadrón Suicida centrado en su popular personaje. Aves de presa (y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn) se apoya completamente en esta idea. Harley sale de la sombra de su poderoso novio, el Joker, para dejar de ser “la chica de” y encontrar su lugar en el mundo. Una tarea complicada cuando no tienes la cabeza muy en su sitio, pero más llevadera cuando encuentras a otras mujeres en tu misma situación.

Aves de presa no borra los acontecimientos de la infame Escuadrón Suicida, sino que los utiliza como trampolín para crear una nueva historia con fundamento. Aunque Jared Leto no aparece en la película, su personaje está presente en todo momento para recordar a Harley quién ha sido a su lado y quién quiere ser sin él. Además del Príncipe Payaso del Crimen hay otras referencias a la película que convirtió a Harley Quinn en el disfraz favorito de media humanidad, guiños a otros personajes y un prólogo recapitulador que resume la biografía completa del personaje antes de iniciar su proceso de emancipación y convertirla en la gran protagonista de su nueva vida.

Con solo una película, Robbie convirtió a uno de los antihéroes más populares de DC en uno de los personajes más icónicos del cine reciente. Harley fue casi por unanimidad lo mejor de Escuadrón Suicida, y la actriz, que ejerce como productora en el spin-off, sabía que lo mejor para ella era sacarla de ahí y darle un nuevo grupo. Aves de presa es la rocambolesca historia de cómo se forma esta nueva pandilla femenina. Todo comienza con Harley abandonando al Joker, lo que alerta a todos sus enemigos de que, sin la protección de su novio, por fin hay vía libre para cazarla. A partir de ahí, se desata la locura.

Al más puro estilo John Wick, Harley pasa a ser el blanco de todos los malhechores de Gotham a los que hizo alguna jugarreta en el pasado. La ciudad entera se vuelve en su contra, incluido su villano más sádico (con permiso del Joker), Roman Sionis (Ewan McGregor), quien ha marcado como objetivo a una niña llamada Cass (Ella Jay Basco), que acaba bajo la protección de Harley. Sus caminos se cruzan con La Cazadora (Mary Elizabeth Winstead), Canario Negro (Jurnee Smollett-Bell) y Renee Montoya (Rosie Perez), tres mujeres agraviadas, cada una con su propia historia de emancipación, que no tendrán más remedio que unirse a Harley para derrotar a su enemigo común.

Aves de presa es una explosión de energía, color y violencia. Cathy Yan (Dead Pigs) dirige un espectáculo desenfadado y caótico en el que las mujeres de DC pasan al frente para protagonizar una historia retorcida de empoderamiento femenino y sororidad. Con estilo videoclipero, toneladas de actitud, una banda sonora que es dinamita y escenas de acción de lo más brutal (se nota la mano de Chad Stahelski, el director de John Wick, contratado para supervisar escenas adicionales), Aves de presa se desmarca del resto del Universo DC para seguir experimentando con sus posibilidades. El resultado es irregular, pero tremendamente divertido y decididamente gamberro.

Por supuesto, la estrella incontestable de la película es Robbie. La actriz vive y respira al personaje, a quien humaniza sin traicionar su espíritu volátil y amoral. Su trabajo es brillante, desde la autoconsciente voz en off tipo Deadpool hasta cómo se desenvuelve en la acción, pasando por unos primeros planos que enmarcan su rostro subrayando su talento para transmitir emociones. Además, el personaje también ha sido reconfigurado para desesclavizarlo de la mirada masculina, conservando su indudable naturaleza sexy, pero sin caer en la hipersexualización. Lo mismo se puede decir del resto de personajes femeninos, de los que destaca sobre todo una Mary Elizabeth Winstead feroz en las escenas de acción y muy divertida en las demás. McGregor por su parte también resalta como Black Mask con una interpretación a base de desquicio y amaneramiento, como un villano Disney armarizado con su propio secuaz enamorado (Chris Messina).

Pero Aves de presa está lejos de ser perfecta. Precisamente Black Mask es uno de sus puntos débiles. Salta a la vista que McGregor se lo está pasando en grande con el personaje, pero la película no sabe aprovecharlo del todo, y como le ocurre a tantos villanos en el cine de superhéroes, se queda en la superficie y acaba difuminándose en el acto final. Lo mismo le ocurre a varios otros personajes secundarios, como Canario Negro y Cass, a las que tampoco llegamos a conocer muy bien. En general, el guion introduce elementos y personajes para más adelante no sacarles partido o incluso olvidarse de ellos (se podía haber hecho mucho más con la hiena de Harley, por ejemplo).

Aunque supone una mejora enorme con respecto a Escuadrón Suicida y continúa la buena racha creativa de DC, Aves de presa sigue exhibiendo algunos de los problemas que lastraron a las primeras películas de su era moderna. Al principio le cuesta arrancar y encontrar el tono, los saltos en el tiempo de la narración no lineal perjudican al ritmo y se nota que ha habido dificultades para estructurar la película. Por otro lado, el humor no siempre resulta efectivo y desde luego no es para todo el mundo. Y por último, lo más importante, la película pasa tanto tiempo con los personajes por separado que cuando por fin se juntan, ya no queda apenas metraje. Sí, la batalla final es una gozada, pero aun así nos quedamos con las ganas de ver más escenas de grupo, de que se exploren mejor sus relaciones, de que se aproveche más la divertida dinámica entre ellas que solo vemos en los últimos minutos. Es como si tuvieran miedo a gastar demasiados cartuchos de cara a una secuela.

A pesar de sus defectos, Aves de presa es una de las películas más originales y potentes del DC reciente. Una auténtica fiesta que tiñe de color y purpurina la oscura Gotham y nos muestra el lado más desatado del estudio. Abundantes huesos rotos, una trepidante persecución en patines, una nube de cocaína que es para Harley como las espinacas para Popeye… Cualquier cosa es posible en una película que ha decidido mandar las reglas a la mierda y parece hasta arriba de éxtasis. Excéntrica, ultraviolenta y orgullosamente feminista, salvaje pero con su punto de ternura, liberada y emancipada, Aves de presa es la rebelión femenina que Harley Quinn y DC necesitaban.

Pedro J. García

Nota: ★★★½

Crítica: John Wick – Pacto de sangre

John Wick es uno de los mayores sleepers de 2014. El sorprendente éxito de la película de Chad Stahelski y el buen recibimiento que obtuvo por parte de la crítica especializada contribuyeron a revitalizar la carrera de Keanu Reeves, ex estrella de los 90 reconvertida en héroe de acción testosterónica, algo parecido a lo que le ha ocurrido a Liam Neeson con la saga TakenReeves goza ahora de una segunda vida comercial gracias a este asesino a sueldo que se embarca en una odisea de violencia motivada por el asesinato del perro de su esposa fallecida. Una premisa que muchos pueden tomarse a chufla (desde luego en la película lo hacen), pero que dio lugar a una de las películas de venganza (género en sí mismo) mejor recibidas de los últimos años.

Tras la buena acogida de la primera parte, Reeves no podía decir que no a volverse a enfundar el traje hecho a medida para una secuela. Así llega John Wick: Pacto de sangre (John Wick: Chapter 2), un nuevo capítulo en las aventuras del legendario sicario, que esta vez se enfrenta a un número imposiblemente mayor de enemigos. En Pacto de sangre, Wick se ve obligado a abandonar su retiro tras los acontecimientos de la primera película cuando un antiguo socio, Santino D’Antonio (Riccardo Scamarcio), trama con hacerse con el control de la sociedad internacional de asesinos a la que perteneció. Un juramento de sangre efectuado en el pasado obliga a John a acometer una nueva misión para acabar con los planes de D’Antonio, emprendiendo así una búsqueda internacional que le llevará a enfrentarse a los asesinos más letales del mundo.

John Wick: Pacto de sangre toma lo que funcionó de la película anterior y lo multiplica por dos. La acción desmesurada y la violencia estilizada son las verdaderas protagonistas de un actioner espectacularmente realizado y de gran empaque visual. Aquí, las persecuciones y las confrontaciones son incluso más contundentes, más sangrientas, y las coreografías cuerpo a cuerpo más sofisticadas y sin costuras a la vista. John Wick es una pieza de entretenimiento muy cuidada en todos los aspectos, un thriller elegante que saca el mayor partido de la sencillez de su propuesta y su concepto: Un hombre solo que avanza sin miedo aniquilando a todo el que se pone por delante para absorber las injusticias que lo han llevado a donde está. Ver a Reeves recorrer el globo enfrentándose a sus enemigos, uno a uno, provoca un placer primario y visceral que solo los fans del mejor cine de acción pueden experimentar.

Pacto de sangre sobresale por su minimalismo y autoconsciencia (Stahleski sabe el tipo de película que está haciendo y no evita reírse de sí mismo o apuntar a los aspectos más exagerados de la historia con humor). Reeves se apodera de su personaje por completo, con una interpretación intensa, silenciosa y contenida que engloba perfectamente el espíritu del film. El ciclo de violencia sin fin de John Wick lleva al asesino hacia un tercer acto para quitarse el sombrero, con un una traca final de órdago en la que John protagoniza un épico uno contra todos, como hizo en su día Neo (atención a la gloriosa reunión de Matrix) y un enfrentamiento con el “jefe de la última fase” en una galería de arte moderno que hace las veces de casa de los espejos y nos deja las mejores imágenes de la saga hasta la fecha (deliciosamente bañadas en neón, claro, que es la moda). Hay que elogiar la magnífica planificación y ejecución de estas secuencias, que hacen que esta segunda parte supere con creces a su antecesora, y cuya resolución pone los cimientos para una tercera parte que promete elevar aun más el listón. John Wick: Pacto de sangre no es una película para todos, pero sí un título imprescindible para los amantes del género.

Pedro J. Gacía

Nota: ★★★½