Broadchurch: ¿Conoces a tus vecinos?

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Después de descubrir quién mató a Laura Palmer, a Lilly Kane o a Rosie Larsen, la cadena británica ITV se atreve con su propio whodunit serial. ¿Quién mató a Danny Latimer? Broadchurch fue sin duda una de las series revelación del pasado año. Compuesta de tan solo 8 episodios, siguiendo la tradición British de las temporadas reducidas, la serie se emitió entre marzo y abril de 2013 con gran éxito de audiencia en su país, donde su season finale captó el interés de más de 9 millones de espectadores. La repercusión de Broadchurch nos recordó a muchos la época de la “appointment television“, es decir, el visionado de una serie como cita semanal ineludible, siguiendo el horario establecido por la cadena, y generando la conversación del día después en el trabajo o en clase. A pesar de que muchos ya “no vemos la tele”, no cabe duda de que esta experiencia serial que vivió su apogeo con Twin Peaks sigue viva en Europa.

Broadchurch está protagonizada por David Tennant, conocido sobre todo por dar vida al décimo Doctor (Who), y la imparable Olivia Colman, que en poco más de una década cuenta en su haber con más de 60 trabajos, sobre todo en televisión. Además, por ella desfilan muchos rostros conocidos del audiovisual británico, dando vida a los habitantes del pueblo: Arthur Darvill, Will Mellor, Jodie Whittaker, David Bradley. La serie está concebida como un evento televisivo limitado, es decir, una miniserie que se centra en un único misterio, con todas sus ramificaciones, dando cierre a la historia en el último episodio (ya se está desarrollando la segunda temporada, que según sus creadores, no tendrá nada que ver con la primera, además de un remake americano). El pequeño pueblo costero de Broadchurch se despierta una mañana con la horrible noticia de que un niño de 11 años, el pequeño Danny Latimer, ha sido encontrado muerto en la playa. Una agente local, Ellie Miller (Colman), amiga de la familia Latimer, y el agente especial Alec Hardy (Tennant), ajeno a la comunidad, se encargan del caso. Además de desgranar un misterio en el que todo el mundo es sospechoso, Broadchurch explora acertadamente los efectos de esta trágica pérdida dentro de una comunidad cerrada, el dolor de la familia, el duelo de los vecinos, las normas sociales ante la muerte de un conocido, la demarcación entre la vida pública y lo que ocurre de puertas adentro, y también la relación entre la policía, el pueblo y la prensa sensacionalista británica.

Broadchurch 2

A lo largo de los ocho episodios, Broadchurch dispone detalles, pistas, y entrama un argumento lleno de giros (algunos más creíbles que otros) que involucra al espectador en una adictiva partida de Cluedo. Los trapos sucios y los secretos más ocultos de los habitantes de Broadchurch van saliendo a la luz, conectando personajes y complicando la investigación (ya de por sí obstaculizada por dos agentes que no son precisamente el orgullo del cuerpo), para tratar de responder al eterno enigma: “¿Conocemos de verdad a nuestros vecinos?” Es más, Broadchurch va más allá y hace que nos preguntemos “¿Conocemos a la persona con la que vivimos?” (“How could you not know?”) La serie presenta personajes completamente definidos por la oscuridad de sus pasados y se empeña en que muchos de ellos tengan un lado perturbado que ocultar. Nada de esto funcionaría sin las interpretaciones adecuadas, y en este sentido, Broadchurch acierta de lleno. Todos están estupendos, pero la estrella en esta ocasión es Colman, una actriz prodigiosamente natural y desgarradora que se revela como el corazón de la serie.

Sin embargo, Broadchurch tiene tiempo de caer varias veces en errores imperdonables que decantan la historia hacia la inverosimilitud, a pesar de haber mantenido un halo general de realismo casi hasta el final. Como suele ocurrir con las series de investigación criminal, los agujeros de guión no tardan en aparecer, y aunque no sean perceptibles a primera vista, pueden acabar lastrando el relato. Sobre todo en su recta final, que plantea una cuestión que se pasará por la cabeza de cualquier espectador: ¿Es que en Broadchurch todo el mundo es un pervertido y tiene antecedentes de pederastia? Por otro lado, la resolución del caso no es del todo satisfactoria y el perfil del asesino resulta caprichoso y algo fortuito (no hay epifanía que nos haga pensar “¡Claro, tiene sentido!”), a pesar de que enlaza correctamente con los temas sobre los que versa la serie. Afortunadamente, el transcurso del misterio nos proporciona una experiencia televisiva que, muy lejos de ser sobresaliente, es emocionante en su mayor parte. Un melodrama cercano en el que es inevitable involucrarse en un momento u otro, y que además está excelentemente filmado sacando el máximo provecho de las costas de Dorset -la de Broadchurch es una de las fotografías más bellas de la televisión. Puede que las secuencias a cámara lenta y la banda sonora acaben resultando agotadoramente repetitivas, pero forman parte del atractivo y la personalidad estética de la serie, elemento que, con el tiempo, permanece incluso más vivo que el propio misterio de la muerte de Danny Latimer.