Crítica: La Pirámide

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Avalada por el nombre de Alexandre Aja (Alta tensión, Las colinas tienen ojos), La Pirámide (The Pyramid) supone el debut en la dirección de uno de sus colaboradores habituales, Grégory Levasseur, guionista, productor y director de segunda unidad de muchas de las películas del realizador parisino. Levasseur se estrena con una de esas películas de medianoche que se pueden ver (y con la actitud predispuesta, hasta disfrutar) en festivales de cine fantástico, un film de muy bajo presupuesto en el que salta a la vista la escasez de medios, pero sobre todo, la sequía de ideas con la que se ha realizado.

En La Pirámide, un grupo de arqueólogos liderados por dos rostros televisivos, un padre (el siempre efectivo Denis O’Hare) y una hija (Ashley Hinshaw, vista en True Blood, Agent Carter y próximamente en True Detective), trabaja en un hallazgo histórico, el descubrimiento de una pirámide enterrada que podría datar de una fecha incluso anterior a las demás construcciones egipcias. Haciendo caso omiso a las autoridades del lugar y antes de levantar el campamento tras la cancelación del proyecto desde más arriba, el equipo se adentra en la pirámide para recuperar un robot explorador que ha sido atacado por un “animal” dentro, excusa perfecta para indagar en sus cámaras y pasadizos ellos mismos (no importan las advertencias, que haya una bestia salvaje dentro y que un poco antes un gas misterioso salido de la pirámide casi se cargue a un compañero, pero amigos, es que como diría mi madre, “si no, no hay película”). Una vez dentro, pierden de vista la salida y quedan atrapados, enfrentándose a las trampas mortales de la pirámide, y a una criatura monstruosa que los acecha para llevar a cabo una maldición milenaria. Vosotros os lo habéis buscado, lumbreras.

La pirámideRodada en parte al estilo del found footageLa pirámide ofrece la enésima razón para que el cine de terror abandone de una vez este formato narrativo. La película nos da (sin que lo pidamos) constantes explicaciones y excusas sobre la naturaleza de la grabación y se asegura de cubrir los habituales agujeros del “metraje encontrado” (las baterías, la razón para no dejar de grabar, etc). Pero todo es en vano. Con esto, lo único que consigue es que nos fijemos más en las incongruencias de la historia (algo que, señores Levasseur y Aja, les importa más a ustedes que a nosotros), la principal: que los planos no tienen coherencia con el uso de las cámaras en la película, y que ¡hay una cámara en tercera persona que anula por completo la razón de ser del found footage! ¿Por qué meterse en camisa de once varas con el tema de las cámaras si nos vas a enseñar lo que se te antoje sin importar si lo han grabado los personajes o no?

La Pirámide transcurre a base de topicazos del género, pero este no su principal problema (¿qué película de estas características no lo hace?). Los personajes son insoportablemente irritantes (la periodista se lleva la palma) y su comportamiento pondrá de los nervios hasta al más sereno (esta es una de esas películas en las que uno no se lo pasa bien advirtiendo a los personajes y simplemente espera a que todos mueran cuanto antes), los absurdos diálogos son repetitivos hasta el paroxismo (el guión es una iteración continua del esquema “Arqueólogo escupe datos históricos sobre la pirámide” + “Compañero dice ‘gracias por la lección de historia, pero tenemos que encontrar una salida'”), y los efectos digitales son para echarse a llorar, dignos de 1992. Por todo esto, el terror es prácticamente inexistente (más allá de los sustos traicioneros de rigor) y la sensación de claustrofobia que parece prometernos la película al principio se desvanece por completo (si queréis cine de terror claustrofóbico, echad un vistazo a la española La cueva), para acabar sepultada en el ridículo total durante su lamentable recta final.

En definitiva, La pirámide es una película que es serie B sin estar claro si quiere serlo, única y remotamente recomendable para reírse de ella en una sesión golfa con amigos. Y ni eso.

Valoración: ★