Tilda Swinton se vuelve a poner a las órdenes de Luca Guadagnino, seis años después de protagonizar su aclamada película Yo soy el amor. En Cegados por el sol (A Bigger Splash), basada en La piscina (1969) de Jacques Deray, la británica da vida a Marianne Lane, una estrella de rock que disfruta de unas vacaciones con su novio cineasta (Mattias Schoenaerts) en la preciosa isla italiana de Pantelaria, en la región de Sicilia. Allí, su idílico descanso se ve interrumpido por la llegada del antiguo gran amor de Marianne, Harry (Ralph Fiennes) y su hija, Penelope (Dakota Johnson), cuya existencia apenas acaba de conocer. La llegada de Harry, un torbellino de locura y visceralidad, desencadena sentimientos de celos, rencor e inseguridad que llevan a los personajes a sumirse en una espiral de comportamiento destructivo.
Con Cegados por el sol, Guadagnino ha compuesto un trabajo de gran exuberancia, una película efectivamente bañada por el sol mediterráneo, placentero y sofocante a la vez, y aliviada por el agua refrescante de las piscinas y los paradisíacos rincones ocultos de Pantelaria, como sugiere su título original (superior, gracias al doble sentido que oculta). El director saca todo el partido de la hermosa localización, de manera que la isla y la casa donde los protagonistas pasan las vacaciones se funden con el convulso discurrir emocional y dramático de la historia. El calor, la sal del mar secándose en la piel, la brisa suave, todo se puede sentir a través de la pantalla, gracias a una ambientación sin igual, una aproximación muy física y atmosférica a los escenarios, que abandona a los personajes a los deseos naturales de la isla para reflejar su cambiante estado anímico.
Pero Pantelaria no es el único paisaje que Guadagnino está interesado en retratar en su película. El italiano es igual de meticuloso y apasionado a la hora de filmar los cuerpos de los protagonistas, un cuarteto de intérpretes absolutamente entregados al proyecto, sin ningún tipo de pudor para desnudarse integralmente y dejar que el director repase y venere sus anatomías con la cámara para dejarnos planos de un erotismo aturdidor. Pero obviamente, además de literal, la desnudez de sus protagonistas es también figurada. De hecho, desnudos quizá enseñen menos que cuando están vestidos. Cegados por el sol es una historia de celos, deseo, manipulación, una intriga inquietante pero también divertida, sobre el sexo, la sexualidad, la belleza, y el amor que se niega a desvanecerse y destruye. Un relato de contrastes, en el que la cultura del rock y el romanticismo de la celebridad de hace varias décadas (los Rolling Stone o la inevitable identificación de Marianne con Bowie) chocan con la calma y la tradición del Mediterráneo, y el descreimiento de las nuevas generaciones (personificadas en una excelente Dakota Johnson). Todo para mostrarnos cómo estos ociosos peces de ciudad, artistas sofisticados, cultos y privilegiados, se descomponen en el calor de un mundo extraño al suyo.
Los cuatro protagonistas de Cegados por el sol están soberbios. Swinton, cuyo personaje se está recuperando de una dolencia de garganta, se pasa la primera mitad de la película sin hablar, desprendiendo presencia, carisma y una gran elocuencia dramática sin pronunciar apenas una palabra. Schoenaerts personifica con aplomo la peligrosa calma tensa de un hombre receloso y atormentado, constantemente amenazado por el pasado, mientras Johnson clava a la Lolita del siglo XXI, distante, enigmática, caprichosa y desbordantemente sexual. Pero quien se lleva el gato al agua es Fiennes, con la que es sencillamente una de las mejores interpretaciones de su carrera, un trabajo valiente, excesivo e histriónico en su justa medida, a través del que compone un personaje tan divertido como fascinante. Con un gran sentido de la exploración psicológica de personajes, Guadagnino elabora entre ellos un juego de sexo y pasiones desatadas que hace de Cegados por el sol una película embriagadora e irresistible.
Con un toque surrealista y burlón, y un ojo puesto en la obra de Patricia Highsmith (la cinta bebe mucho de El talento de Mr. Ripley), Guadagnino nos envuelve en una sensual orgía de los sentidos que no solo seduce con sus imágenes, sino también con su exquisito sentido del humor. Cegados por el sol es una película lasciva, delirante, una experiencia de la que uno sale con ganas de desnudarse, de desnudar, y de apaciguar el calor con un baño refrescante, a poder ser en compañía.
Nota: ★★★★