[Crítica] Escape Room 2: Mueres por salir

Pedro J. García

Con Escape Room, Sony Pictures encontró todo un filón para desarrollar una saga de suspense y terror en la línea de Saw. En su final, la película de 2019 destapaba un complot mucho mayor que escondía una trama a escala mundial de escape rooms mortales. Tan solo dos años después, y con una pandemia de por medio, sus creadores se han sacado de la manga una secuela que repite la jugada a la vez que expande una propiedad que promete alargarse hasta que el público decida.

Adam Robitel regresa para dirigir Escape Room 2: Mueres por salir, que cuenta con el regreso de los supervivientes de la primera entrega, Taylor Russell y Logan Miller, a los que se unen los nuevos concursantes de esta segunda partida letal, Indya Moore, Holland Roden, Thomas Cocquerel y Carlito Olivero, seis personas de procedencias muy distintas unidas con un objetivo común: salir con vida del juego.

La secuela repite el esquema de la primera parte, con una sucesión de secuencias-puzzle que los protagonistas deben resolver a contrarreloj, antes de que el juego acabe con sus vidas mediante las trampas más sádicas y retorcidas. Sin embargo, en esta ocasión hay un giro. Y es que todos los participantes tienen algo en común que será clave si quieren sobrevivir: todos ya habían jugado al juego con anterioridad.

Así, Escape Room 2, que lleva por subtítulo original Tournament of Champions (Torneo de Campeones) se convierte en una suerte de All Stars sangriento donde anteriores ganadores se unen para superar una nueva serie de escape rooms en los que la dificultad ha aumentado. Al fin y al cabo, si son lo suficientemente inteligentes como para haber sobrevivido la primera vez, en esta segunda ronda, qué menos que complicar un poco más las cosas.

Pese a que Robitel trata de construir un universo más amplio dibujando el misterio de la organización que hay detrás de las escape rooms, la Minos Corporation, y sus oscuros planes, lo más importante siguen siendo los rompecabezas en sí, las salas donde los protagonistas son puestos al límite de sus posibilidades mentales y físicas para sobrevivir, llenas de complicaciones y giros sorpresa a cada paso.

No nos engañemos, al igual que la primera parte, Escape Room 2 carece de toda lógica. La ambientación y las ideas que dan forma a cada habitación son buenas, pero el desarrollo de las pruebas y la forma en la que los participantes van resolviendo las pistas es tan aleatoria, fortuita y caprichosa, que cuesta suspender la incredulidad y creerse lo que está pasando. Aun siendo conscientes de que estamos ante una película fantástica con una premisa imposible, le pesa la falta de coherencia y verosimilitud en muchas situaciones.

Eso sí, Escape Room 2 equilibra sus carencias ofreciendo entretenimiento eficaz y suspense sin descanso. Toda la lógica que le falta la compensa con tensión de principio a fin. Y esa es la mayor virtud del film (y no es pequeña), que dispara la adrenalina y sabe poner al espectador en un estado constante de inquietud y nerviosismo. En mi caso, cada una de las habitaciones me tuvo al borde del asiento, con el cuerpo rígido y aguantando inconscientemente la respiración hasta que los personajes conseguían escapar a la siguiente. Y así hasta el final -que apunta, cómo no, a una inevitable tercera entrega.

Se podrían poner muchas pegas a Escape Room 2. Es más de lo mismo, la película no brilla precisamente por sus interpretaciones y su argumento cae en lo absurdo constantemente. Pero aun así, la secuela no deja espacio para el aburrimiento y logra cumplir con su propósito, hacernos pasar un buen/mal rato a base de alta tensión, emociones fuertes y muertes espectaculares. Esa es la clave de este tipo de películas diseñadas para la gratificación inmediata y no tendría sentido pedirles otra cosa.

Nota: ★★

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