Crítica: Rosalie Blum

‘TO ME, YOU ARE PERFECT’. De esa manera, Mark confiesa su devoción a Juliet. Lo hace con carteles, a la puerta de la casa de esta y en la víspera de la boda de ella con Peter, mejor amigo de Mark. Juliet besa a Mark… Lágrimas a borbotones sobre las mejillas de los espectadores. El momento romántico más icónico del nuevo milenio… pero ellos no terminan siendo felices y comiendo perdices, ya que Juliet se termina casando con su prometido original… ¿POR QUÉ? Se preguntaron en su época y se siguen preguntando millones de hombres y mujeres al ver Love Actually. Pues simplemente porque Juliet sabe que Mark es un acosador bastante creepy, por mucho que tuviese la cara de Rick Grimes afeitado. Aquello de ‘No es amor, lo que tú sientes, se llama obsesión’, que rezaba la ‘romántica’ canción de Aventura que sonaba en esa época. ¿Románticos o acosadores? Una línea que se presenta de manera bastante difusa en el mundo cinematográfico y que Rosalie Blum se pasa por el mismísimo.

Para Rosalie, dueña de una pequeña tienda de alimentación, la obsesión y la perversión de los sentimientos es algo que ni le va, ni le viene. Ella es una mujer que está de vuelta de todo. Su existencia fuera del horario comercial se resume a tomar unas copas en el bar de al lado y realizar alguna que otra misteriosa visita al centro penitenciario que está cerca de su tienda. Su hogar es su fuerte. Una casa en las afueras donde no entra nadie. Su único contacto con el exterior es Aude, su sobrina, una joven rebelde que no sabe por dónde le da el aire, ni mucho menos qué tipo de persona es o quiere ser en el futuro.

Pero esta también es la historia de Vincent Machot, un solterón con gato y dueño de una peluquería que heredó de su padre. De su padre también heredó el tener que aguantar a su madre. Esta afirmación no pretende ser machista, sino realista. Ya que Vincent tiene que soportar un comportamiento freudiano atroz por parte de su mamacita, ya sea con o sin marionetas de por medio. ¿Qué une a estos tres personajes? Una sensación conocida. Un déjà-vu que asalta a Vincent al ver a Rosalie en su tienda. Será su cara triste, sus pelos alborotados… Ese ‘nosequé’ provoca que Vincent no pare de ver a Rosalie en todos los sitios a los que va… y a perseguirla si es que no surgen los encuentros fortuitos. De buenas a primeras, Vincent pasa de peluquero a acosador a tiempo completo. Pero como ya hemos dicho, Rosalie pasa de todo y, con la ayuda de su sobrina, sabrá darle la vuelta a la tortilla…

… una tortilla que aunque pueda parecerse a la de Michèle en Elle, no tiene mucho que ver (y no solo porque Michèle ya haya sido agredida sexualmente). Ambas son mujeres que no se amedrentan ante la amenaza fálica, pero que optan por dos soluciones muy diferentes ante el problema: mientras que la heroína de Verhoeven decide tomar el toro por los cuernos y ganarle en su terreno, la de Julien Rappeneau prefiere marear al morlaco y domarle por completo, casi hasta invitarle a un café.

En este su primer largometraje, Rappeneau, vástago de Jean-Paul (Cyrano de Bergerac), se acerca a la trilogía provinciana de Camille Jourdy, y logra traducir a la perfección la lánguida cotidianeidad de las viñetas del original. Puede que los rostros hayan cambiado, y que la Rosalie cinematográfica sea morena, pero su soledad y su esencia son la misma, gracias en parte a la encomiable labor de Noémie Lvovsky (Actrices), dando vida a un personaje tan complejo como es el de una mujer normal como Rosalie. Una mujer con secretos, como cualquier otra. De igual manera, esa felicitación se puede extender a los otros dos protagonistas, especialmente a Kyan Khojandi (O los tres o ninguno), como Vincent. Ya que logra que el espectador empatice con el desamparo y tristeza de su Peeping Tom incapaz de hacer daño a nadie. Ese notable trabajo actoral y el acierto de mantener la estructura de la obra de Jourdy, mostrando las perspectivas de los tres personajes ante el acoso, hace que el espectador se sienta uno más en la investigación… y hasta en la ofuscación del mirón.

Sin ser una comedia al uso y contando con unas cuantas escenas dramáticas, Rosalie Blum logra provocar unas cuantas carcajadas gracias a sus conseguidos toques absurdos y una sonrisa permanente a lo largo de todo el metraje. Pero no se confundan, esta no es la comedia francesa de la temporada, esta es una buena película más allá de todo tipo de etiquetas y que puede que haga que empecemos a mirar a nuestros desconocidos más allegados de otra manera…

David Lastra

Nota: ★★★½

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