Crítica: Assassin’s Creed

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Con un director reputado, Justin Kurzel (Macbeth), sujetando la batuta, y un reparto de lujo encabezado por Michael Fassbender, Marion Cotillard y Jeremy IronsAssassin’s Creed se postulaba como la cura a la maldición de las películas basadas en videojuegos. Tras el batacazo que se dio Warcraft con la crítica y el público (amortiguado por su taquilla asiática), nuestras esperanzas quedaron depositadas en el film de Ubisoft, avalado por un equipo que a priori parecía sinónimo de calidad. Sin embargo, ni los talentos más prestigiosos del momento son capaces de salvar Assassin’s Creed, un producto que no solo arrastra los habituales problemas narrativos de toda adaptación de un videojuego, sino también los de un inicio de saga mal planteado.

Para tranquilidad de los jugadores de Assassin’s Creed, la película se mantiene fiel al espíritu del exitoso videojuego, aunque esta lleva a cabo la obligatoria condensación narrativa y las necesarias modificaciones para intentar convertir su extensa e interactiva trama al lenguaje cinematográfico. La película entrelaza presente y pasado para contarnos la historia de Cal Lynch (Fassbender), un hombre condenado a la pena de muerte que logra una segunda oportunidad gracias a la misteriosa intervención de la empresa Abstergo Industries. Encerrado en sus punteras instalaciones, Cal viaja hacia la España del siglo XV mediante una revolucionaria tecnología que accede a los recuerdos genéticos de su ADN. Conectado al Animus, una máquina de “realidad virtual” que le otorga movilidad total (este es uno de los cambios con respecto a los videojuegos, y todo un acierto que añade dinamismo a las escenas del presente), Cal revive las experiencias de su antepasado Aguilar de Nerja, miembro de la sociedad secreta conocida como los Assassins, protectores del libre albedrío que los caballeros templarios pretenden erradicar. A medida que Cal va adquiriendo el conocimiento y las destrezas de sus ancestros, este se prepara para luchar contra la organización de los templarios que sobrevive en la actualidad y busca el Fruto del Edén, artefacto que les dará el poder contra los Assasins.

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Como veis, el argumento no se aleja de la premisa de los videojuegos, pero precisamente por eso plantea un reto imposible: encajar en 100 minutos un universo de ficción que se desarrolla durante muchas horas a lo largo de varios videojuegos y que satisfaga tanto a los que lo conocen de antemano como a los espectadores casuales. A lo que se añade el requisito de que la película sirva como introducción a una saga. Assassin’s Creed falla en ambos departamentos. Por un lado, el metraje se antoja escaso (solemos quejarnos de la excesiva duración de algunos blockbusters, pero a este en concreto le faltan minutos), y la historia se desarrolla de forma farragosa y confusa, de manera que los neófitos corren el riesgo de perderse en su mitología mal explicada y su información a medias (hay demasiados vacíos que rellenar, especialmente con respecto a la Manzana, cuya función nunca llega estar clara del todo). Parece mentira, pero Assassin’s Creed consigue ser simplona e innecesariamente complicada a la vez. Y eso se debe en parte al segundo error principal de la película, que está completamente supeditada a la posibilidad de próximas secuelas (hay planeada una trilogía). Salta a la vista que no se está pensando en contar una buena historia ahora, sino en la visión general y el potencial comercial de la saga, resultando en un producto que parece inacabado. Por eso, Assassin’s Creed no es tanto una película, sino un preludio, un capítulo sin final que se guarda información y pospone acontecimientos de forma frustrante (aunque a su favor se puede decir que han creado con éxito la necesidad de una secuela).

Sin embargo, el film escapa por los pelos del desastre por varias razones. En primer lugar, su apartado técnico y visual, en especial las secuencias de acción, donde Kurzel despliega su fantástico sentido de la estética, la composición y el movimiento, y la película rompe la monontonía oscura de las escenas en Abstergo (la fotografía apagada apenas nos deja ver bien las caras, incluso en los primeros planos). Por otro lado, el intenso score compuesto por Jed Kurzel (hermano del director) sirve de perfecto acompañamiento a las imágenes cargadas de épica que componen la película. También hay que destacar por supuesto su espléndido diseño de producción y vestuario, que recrea con detallismo la España de la Edad Media. Y por último, y no por ello menos importante, Fassbender es el mayor acierto del film. Su castellano se tambalea (no se le puede pedir más, bastante bien lo hace comparado con otras películas y series donde ni se molestan en trabajar mínimamente la pronunciación), pero salta a la vista que está entregado a la causa. Ya sea en las escenas dramáticas o en las de acción, el actor alemán borda el papel, y la película se beneficia enormemente de su presencia.

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No se puede decir lo mismo del resto del reparto. Los Assassins y los reclusos de Abstergo son meros extras de videojuego, personajes intercambiables que no aportan nada más allá de rellenar espacio en las escenas de combate grupal. Y los “villanos” de la función, interpretados de forma inerte por Marion Cotillard y Jeremy Irons, son desesperantemente planos y aburridos. De nuevo, esto se debe a un guion que no se preocupa de lo que está contando, sino de lo que piensa contar más adelante, haciendo que la película destaque más por lo que le falta que por lo que tiene. Por si esto fuera poco, Assassin’s Creed se toma demasiado en serio a sí misma. No es que su historia pida comedia, no estamos pidiendo una marvelización de todas las superproducciones, pero no le habría venido del todo mal rebajar el tono solemne y grandilocuente. Sin embargo, parece que Kurzel no es el tipo de director que haga algo así. Él prefiere abordar el blockbuster de acción con la misma severidad que Shakespeare, sin dejar espacio para la diversión.

Podríamos decir que Assassin’s Creed escapa por los pelos de la maldición con un producto digno, una película de videojuegos por encima de la media, pero sería como no decir nada, ya que la media está muy baja. Confiábamos en que la visión de autor de Kurzel fuera la más adecuada para este proyecto, pero se ha vuelto a confundir seriedad con profundidadAssassin’s Creed puede ser muy plomiza, supone una experiencia inconclusa y sus personajes están huecos. Podría haber sido mucho peor (podría haber sido tan mala como Warcraft), pero desde luego este no es el Santo Grial de las adaptaciones de videojuegos que buscábamos. Quizá deberíamos asumir que estos simplemente no se pueden traducir al cine.

Pedro J. García

Nota: ★★½

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