Crítica: Las Crónicas de Blancanieves – El Cazador y la Reina de Hielo

Huntsman

Antes de empezar me gustaría aclarar que yo soy una de las (¿dos?) personas a las que les gustó Blancanieves y la leyenda del cazador. Vista por segunda vez me sigue pareciendo una más que digna película de aventuras que sigue la senda de los clásicos del género de décadas pasadas y se llevó más palos de los que merecía, seguramente por la presencia de Kristen Stewart en el papel de Blancanieves. Pues eso, a mí me gustó, KStew incluida. Así que si esperáis mala baba y destroyerismo en esta crítica de Las Crónicas de Blancanieves: El Cazador y la Reina de Hielo podéis dejar de leer, porque no lo vais a encontrar aquí.

Segundo apunte: ¡Ese título! Desde el principio Universal había planeado estas películas como una trilogía, con una primera parte centrada en Blancanieves, la segunda en el Cazador y la tercera en la Madrastra. ¿Hacía falta alargar el título de esta forma tan incómoda para dejar claro que estamos ante una franquicia? La estrategia es evidente e incluso comprensible desde el punto de vista comercial, pero el cambio se ha producido demasiado cerca del estreno, por no decir que el título ahora es mucho más difícil de memorizar (incluso de leer, a ver si os da tiempo a hacerlo cuando aparece el rótulo en pantalla). Esto no afecta a la película, claro, pero indica cierta desorientación comercial a la hora de establecer esta franquicia.

Y ahora, hablemos de la película. El Cazador y la Reina de Hielo se vende como una precuela de La leyenda del cazador, pero en realidad no lo es. De hecho, se podría decir que es una secuela al 80%, con un prólogo extendido que echa mano de la continuidad retroactiva (es decir, retcon, ese recurso que se utiliza para alterar hechos previamente establecidos en una historia) de forma que prepara el terreno para lo que luego será la historia principal, que transcurre después de los acontecimientos de la primera parte. Por tanto, Blancanieves está en el poder (solo la vemos de espaldas en un plano), la Bruja sigue muerta, y el Cazador no tiene mucho que hacer, ni siquiera estar con Blancanieves (porque ya sabéis que Stewart se salió del proyecto, para alegría de muchos). Aquí es donde entra la nueva información que da forma a este universo expandido: Ravenna (Charlize Theron) tiene una hermana, Freya (Emily Blunt), convertida en la malvada Reina de Hielo y autoexiliada a su castillo congelado en las tierras del Norte (durante un tramo de la película muy similar a Frozen) después de sufrir una tragedia personal. Y Eric (Chris Hemsworth) amó antes a otra mujer, Sara (a ver quién no va a amar a Jessica Chastain), que creció junto a él, entrenándose desde niños en el ejército de Freya, educados en el arte del combate y el rechazo al amor.

Huntsman

Como se había anunciado previamente, esta segunda parte se centra sobre todo en el Cazador, al que seguimos en una peligrosa aventura junto a dos de los Siete Enanitos para recuperar el Espejo Mágico (o ensaladera gigante, o gong, como prefiráis) de la tierra de los goblins, antes de que caiga en manos de la Reina de Hielo. Al igual que en la primera entrega, la odisea de Eric en esta segunda parte recuerda inevitablemente a las fantasías de los 80 (Willow, La princesa prometida, incluso hay un Pantano del Hedor Eterno como el de Dentro del Laberinto), con una capa de barniz al estilo de El Señor de los Anillos y bien de CGI (los goblins/orcos no están nada mal) que le otorga un tono más épico. Por eso quizá la película puede llegar a resultar demasiado formulaica y predecible, y por tanto monótona. Aunque no le falta humor (este trabajo principalmente recae en el siempre encantador Chris Hemsworth y sus compinches), El Cazador y la Reina de Hielo tiene tramos aburridos (sobre todo al principio), y el espectador puede adelantarse fácilmente a todos los pasos de la historia, por lo que es recomendable seguirla como si de verdad se tratase de una fantasía hecha hace 25 años, solo que con empacho digital por todos lados.

Claro que si muchos van a ver esta película es por el trío de ases femeninos que se ha agenciado (no sabemos cómo). Muchos dirán que estas tres actrices, que han demostrado con creces su talento, están malgastándolo en una película como esta. Pero lo cierto es que no es así. Ellas son en gran medida las que hacen que El Cazador y la Reina de Hielo gane empaque. Concretamente para dos de las actrices más solicitadas del momento, Jessica Chastain y Emily Blunt, sería fácil simplemente estar ahí, pero las dos demuestran que no hay proyecto lo suficientemente menor como para que ellas no demuestren que son dos grandes intérpretes. Chastain está convincente, guerrera, sensual (dónde va a parar la química), y Blunt es todo presencia, navegando perfectamente entre la vulnerabilidad de su personaje y el tremendo poder que posee. Pero para presencia, la de Charlize Theron, que repite como Ravenna. La surafricana ha vuelto a dar rienda suelta al histrionismo y la intensidad de su personaje, de nuevo tan imponente y hermosa como exagerada. Ella sobre todo es quien más se entrega al camp que recorre el film, haciendo que el enfrentamiento entre divas y contra el Cazador durante el clímax sea de lo más destacado de la película. Técnicamente, el Cazador será el protagonista, pero en Universal saben lo que queremos y nos lo dan: Ravenna poniéndose hecha un basilisco y desatando su poder de la forma más visual posible.

The Huntsman

Por último, uno de los mayores alicientes para ver esta película es sin duda su diseño de producción y, sobre todo, el suntuoso vestuario de Colleen Atwood. Aunque sea solo por el exceso rococó de la puesta en escena y por los impresionantes vestidos de Theron y Blunt (que además de cegar con su brillo tintinean que da gusto) o el cuero que aprieta las anatomías de Hemsworth y Chastain, el precio de la entrada ya está más que amortizado. Pero si lo que se va buscando además es una aventura a la vieja usanza, El Cazador y la Reina de Hielo cumple su propósito. Es un cuento de hadasfantasía épica de manual que, de acuerdo, podía haberse esforzado más en divertir o modernizar el género, pero prefiere quedarse en los 80, compensando su convencionalidad narrativa con una pomposidad hipnotizadora.

Nota: ★★★

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